Lily empezó a deambular por la habitación, examinando las estanterías entre las volutas de humo de su cigarrillo. Algunos libros tenían el tono oscuro del tafilete antiguo y una buena encuadernación artesana, y sus ojos los acariciaron largamente, no con la apreciación del experto, sino con el gusto por los matices y texturas agradables que era una de sus susceptibilidades más profundas. De improviso su expresión pasó del placer a una activa conjetura y se volvió hacia él con una pregunta.
—Es coleccionista, ¿verdad? ¿Colecciona primeras ediciones y cosas por el estilo?
—En la medida en que puede hacerlo un hombre sin fortuna. De vez en cuando encuentro algo entre las baratijas y asisto a las grandes subastas.
Ella se había vuelto de nuevo hacia los libros, pero ya no los miraba con atención y Selden vio que estaba preocupada por otra idea.
—¿Y libros relacionados con la historia de Estados Unidos? ¿También los colecciona?
Selden la miró y se echó a reír.
—No, esto se aparta bastante de mis preferencias. Verá, no soy coleccionista, sólo me gusta tener ediciones buenas de mis libros favoritos.
Ella esbozó un mohín.
—Y supongo que los libros históricos americanos son muy aburridos. Yo diría que sí… excepto para el historiador. Pero los verdaderos coleccionistas valoran las cosas por su rareza. No me imagino a los compradores de viejos libracos de historia americana leyéndolos durante toda la noche… El anciano Jefferson Gryce no lo hacía, desde luego.
Ella escuchaba con viva atención.
—Y no obstante, se venden a precios fabulosos, ¿verdad? Parece extraño que alguien esté dispuesto a pagar un montón de dinero por un libro feo y mal impreso que no piensa leer nunca. Y supongo que la mayoría de quienes poseen libros viejos de historia americana no son historiadores, ¿verdad?
—No, muy pocos historiadores pueden permitirse el lujo de comprarlos; tienen que consultarlos en bibliotecas públicas o en colecciones particulares. Al parecer, es sólo la rareza lo que atrae al coleccionista medio.
La casa de la alegría, de
Edith Wharton (traducción de Pilar Giralt Gorina).
