Pues he leído unas 90 páginas de las poco más de 200 que tiene la novela. Se lee muy bien y es verdad que transmite ese aire de podredumbre, de decadente olor a moribundia que se respiraba en la corte del ultimito de los Austrias. La de una España que también era llamada la tierra de los prodigios, con fama de acoger hechos extrañísimos.
La novela comienza más o menos con los negocios prematrimoniales del enlace de Carlos II y María Luisa de Orleans, con las luchas entre los partidarios de Don Juan José de Austria y los leales a la reina-madre-momia Mariana de Austria. Pululan por las páginas de la novela un Carlos armado de catalejo, bastante tontito aunque con algún chiste sorprendente por denotar un cierto ingenio, impaciente sexual, receloso, repetitivo en sus gracias como un cómico pesado y sonándose continuamente los mocos; una princesita francesa a la que le ponen de camarera mayor un basilisco cortante con la misma simpatía que un rotwailer; un hermano queriendo quitarse la bastardía a base de infantado; una austríaca exiliada regresada del destierro; una cabeza negra arrastrándose por el suelo y oliendo los pepos; y en fin, una larga y bien surtida procesión de embajadores, cardenales, soldados, caballeros y damas.
La novela es una estupenda recreación del reinado y una profusión de anécdotas e informaciones sobre hechos y personas. Me ha llamado la atención, por citar una, el origen de la frase
"La reina de España no tiene piernas", que yo creía que se aplicó por primera vez a Mariana de Austria precisamente, y aquí Sender lo hace a María Luisa de Orleans (parece que en realidad fue a Mariana). Lo más gracioso del caso es que las princesas extranjeras tomaban la frase literalmente y las pobres se creían que, en efectos, era costumbre en España cortarles las piernas a sus reinas. Con el consiguiente ataque de pánico de la niña extranjera de turno que se encaminaba a Madrid. Que todo podía ser en España, porque a ver en qué otra parte del mundo un rey estiraba la pata por una cuestión de etiqueta y otro agonizaba abrazado a una momia