Título: Martes de Carnaval
Autor: Ramón del Valle-Inclán
Editorial: Espasa-Calpe
Colección: Austral
Publicación: Madrid, 2006 (1930)
246 páginas
Los esperpentos de Valle son siempre una diversión por sí solos, pero si además tienen como tema central la burla de esa hipócrita defensa del honor y del buen nombre de un grupo de militares, corruptos la gran mayoría, acentuando la ridiculez de cada situación de forma mordaz, estos esperpentos pueden convertirse en algo de lo más entretenido e inteligente a la vez. Para mi gusto, los mejores son los dos últimos, por orden de aparición, y colocaría el primero en la cola, aunque no por eso es menos bueno que los anteriores. Pero ya se sabe lo que dicen: para gustos los coloresEn 1930, Valle-Inclán reunió bajo el título de Martes de Carnaval tres obras teatrales ya publicadas anteriormente: Las galas del difunto (1926), Los cuernos de Don Friolera (1921) y La hija del capitán (1927). La trilogía es alegórica. Tiene como trasfondo la naturaleza militar de la España de la época. Martes proviene de Marte, dios de la guerra. Para Valle-Inclán este dios de la guerra no es sino un esperpento más, un carnaval.
Las galas del difunto: Don Sócrates Galindo acude a lomos de una mula a un acto municipal en el que se da la bienvenida a cuatro soldaditos repatriados de Cuba. Después de comer, -los ricos banquete, los soldados rancho-, al sargento Juanito Ventolera le viene un "apretón sentimental" y se acerca al prostíbulo del lugar. Cuando llega al burdel, la daifa Ernestina, repudiada por su padre al quedarse preñada de un hombre que luego murió en la manigua, entrega a la Bruja, una trotaconventos seca y andrajosa, una carta en sobre cerrado para que se la lleve a su progenitor. La daifa se interesa por aquella guerra que para el desencantado Juanito "es un negocio de los galones". Pero las medallas ganadas por Ventolera en la guerra no sirven ni para pagar una dormida... A la chica le cae bien el sargento, y le da cita para el día que libra. Por esas casualidades, al repatriado lo han alojado en casa de Don Sócrates Galindo, el padre de Ernestina, pero el desalmado sólo está dispuesto a ofrecerle la cuadra... Esta es la gloriosa bienvenida que reciben los héroes de la guerra de Cuba. Ya en su casa y a solas, Sócrates cae muerto mientras lee la carte de su hija, como fulminado por el rayo, a causa de una indigestión. Juanito se suma al velatorio del cadáver y se conmueve al ver el flamante traje que sirve de mortaja al boticario, lo compara con su astroso uniforme, por lo que después de cumplimentar a la viuda, se acerca al cementerio junto a sus tres soldados: el sargento se ha encaprichado con el terno del muerto...
Los cuernos de Don Friolera: La beata doña Tadea se asoma con un catalejo para espiar en su patio de vecindad. A la puerta de la barbería toca la guitarra Pachequín; en la reja de su casa, doña Loreta, la señora del teniente Friolera, le da lechuga al canario. Pachequín canta, doña Loreta lo jalea y el barbero le tira los tejos requiriéndola de amores. Mientras, el teniente don Pascual Astete -Don Friolera- recibe en el Cuartel de Carabineros un mensaje que le altera enormemente: ¡su mujer le traiciona! Si eso es verdad, su honor de militar español ha quedado manchado y tendrá que poner remedio drásticamente. Los demás tenientes se preocupan también por el tema. Discuten si deben expulsar a Don Friolera por deshonor o amonestarle y conminarle a que solicite la licencia absoluta. Se trata de condenar a un compañero de armas, pero en puntos de honor se pronuncian contra todos los sentimentalismos. Tras una gran riña, Friolera amenaza de muerte a su esposa, quien huye pidiendo auxilio. Desde su vivienda en la trastienda de la barbería, Pachequín oye las voces y sale a la calle dispuesto a evitar la carnicería. El teniente y el barbero se encaran, pero, por fortuna, aparece lloriqueando Manolita, la hija del militar, que abraza a su padre y los dos entran en la casa. La tenienta está a punto de desmayarse, pero Pachequín acude en su auxilio, carga con ella, y la mete en la barbería. Doña Loreto vuelve en sí en la alcoba del barbero, y decide que debe volver al lado de su esposo...
La hija del capitán: Mientras el general se acuesta con la Sini, la hija del capitán, el Golfante sale de la cárcel. Cuando se encuentra con Sinibalda, su antiguo amor, ésta le confiesa que, a pesar de que aún le quiere, se debe al hombre que la mantiene. El Golfante, muy enamorado, augura la muerte del general y prepara un plan que les permita escapar juntos. La casa del capitán alberga una timba donde los militares, entre ellos el general, juegan. La Sini le pide su dinero al general, pero éste le dice que lo ha perdido en el juego. Mientras, fuera, el Golfante le entrega una nota a la muchacha para que se la dé al general, donde le pide que salga urgentemente, porque planea limpiarle los bolsillos. Pero quien sale es el Pollo de Cartagena. Se oyen gritos de auxilio, y hacia la puerta se precipitan el general y el capitán. La Sini, en lugar de seguirlos, se lanza escaleras arriba, hace la maleta, y escapa. Los militares acuerdan no dar parte del incidente para no verse mezclados en el crimen, y se deshacen del cadáver. Cuando la Sini se reúne con el Golfante le cuenta que en lugar de matar al general mató al Pollo. Pero al revisar la cartera encuentran algo muy valioso: dos pagarés de veinte mil pesetas firmados por el general, y cartas galantes que comprometen su honorabilidad, documentos, firmados por un príncipe de la milicia, a los que bien exprimidos se les puede sacar un dineral...