Fuente: Pizquita.com
Título original: Friday Night Lights
País: Estados Unidos
Temporadas: 4
Fecha de estreno original: 3 de octubre del 2006
Fecha de final original: 2011
Género: Drama
Dirigida por: Peter Berg (creador)
Guión: Buzz Bissinger, David Aaron Cohen y Peter Berg
Producción ejecutiva: Peter Berg, Jason Katims, Brian Grazer, David Nevins y Sarah Aubrey
Música original de: Brian Reitzell, Explosions in the Sky y David Torn
Friday Night Ligths en wikipediaLa revista Entertainment Weekly, una de las más populares del mundo del entretenimiento en Estados Unidos, define “Friday Night Lights” como “una serie maravillosamente diferente”, una cualidad que sólo se encuentra en las mejores producciones televisivas. En el exigente mercado norteamericano, “Friday Night Lights”, protagonizada por un reparto de jóvenes actores que aportan una enorme fuerza al guión (entre ellos Kyle Chandler, Zach Gilford, Gaius Charles, Connie Britton y Aimee Teegarden) cuenta con el apoyo incondicional de los críticos de televisión más exigentes (“Una de las pocas series que los adultos pueden ver con sus hijos adolescentes” -Tim Goodman, San Francisco Chronicle-, “Una de las mejores series dramáticas de la temporada” -Rob Owen, Pittsburg Post-Gazette-”) y, lo que es aún más importante, de un público de culto que disfruta con las series más potentes del momento.
Inspirada en el libro y en la película del mismo título, FNL está ambientada en una ciudad ficticia llamada Dillon, en el estado norteamericano de Texas. El protagonista de FNL es Eric Taylor, un entrenador que trabaja en un instituto estadounidense. Por supuesto, el deporte es el centro del argumento, pero la gran sorpresa de los programadores norteamericanos llegó al comprobar que los espectadores seguían más la serie por las intensas relaciones entre todos los personajes más que por el fútbol americano en si mismo.
La serie sumerge al público en temas de corte social que resultan cruciales para los jóvenes de todo el mundo, desde la sexualidad juvenil hasta el uso de drogas, crisis sentimentales y familiares y los problemas que se derivan de la lucha por el éxito. FNL figura en el Top 5 de las series favoritas de los principales críticos televisivos norteamericanos, y disfruta de una enorme popularidad en Internet y en cientos de medios digitales.
El día 28 de octubre empezarará a emitirse la quinta y última temporada de esta magnífica serie absolutamente imprescindible. Obra maestra absoluta es mucho más que una serie sobre deporte (Futbol americano) o sobre adolescentes norteamericanos.
CLEAR EYES, FULL HEARTS, CAN'T LOSE
Serial Killer escribió:He terminado de ver en TNT la primera temporada de Friday Night Lights, una de las ficciones más sobresalientes que ha emitido Digital+ en los últimos años. Sé que suena a ya oído, que parece un cliché, pero pocos mundos creados por la pequeña pantalla son tan emocionantes, inspirados y creíbles como el de Dillon, esa pequeña localidad tejana que vive por y para el maltrecho equipo de fútbol de su instituto. Hasta que llegó el entrenador Taylor (y su familia) y arregló a este equipo y con él arregó la ciudad entera. Está claro que es otra historia.
A priori, un drama rural sobre la vida de un grupo de adolescentes cuya única obsesión cada semana es ir detrás de una pelota para vencer al contrario no parece muy prometedor. Sin embargo, cuando se descubre que la historia es un intenso romance con sus personajes, que se mueven a un ritmo de baile agarrado, cuyo tono es principalmente de lamento con esporádicos instantes de euforia, se aprecia que es un espectáculo a la medida de televidentes pacientes, una delicatessen para paladares exquisitos.
SEXY E INTELIGENTE
"¿Por qué es Friday Night Lights tal fracaso?", se preguntaba el otro día Virginia Heffernan en The New York Times. De hecho, pese al clamor de la crítica, con una (reducida) legión de fieles seguidores y el apoyo de la cadena NBC, la serie ha contado en EE UU con unos resultados de audiencia bastante mediocres (seis millones de media frente a los 13 de Héroes). Ni uno solo de sus episodios entró en el Top 50 de los más vistos en prime time la temporada pasada, incluso ahora que Nielsen comienza a recoger las cifras de aquellos que graban para disfrutarlo después.
Es un show cargado de matices, con un reparto numeroso y ecléctico, con un guión sin faltas, casi perfecto, que fluye como una maquinaria engrasada. Sus diálogos son directos, mientras la trama se va desenvolviendo poco a poco hasta alcanzar la compleja visión global de la vida misma, con interpretaciones sinceras, cargadas de emotividad y contundencia, al mismo tiempo sexys e inteligentes. Se crece con las inseguridades, miedos y desafíos tanto de los personajes adultos como de los más jóvenes, a los que trata como seres humanos, no como los habituales estereotipos de cartón piedra. Muchachos de diecisiete años convertidos en superestrellas locales, auténticos ídolos, que deben aprender a manejar la fama, el poder y la influencia a su alcance, al tiempo que maduran en el seno de familias desestructuradas.
LA GRAN PARADOJA
Sin embargo, al no adaptarse a los cánones de producto franquiciable que ahora necesitan los medios, como Perdidos, Héroes o Prison Break, al no generar noticias en el colorín, ni cómics, ni videojuegos, ni figuras coleccionables, vive en constante peligro de desaparición. Parece que los productos de una multinacional como NBC Universal difícilmente puede existir en una burbuja aislada, y los guionistas se sienten obligados a pensar en las posibles extensiones y derivaciones de su trabajo en el mundo virtual. Hay que generar negocio multiplataforma. Ahí se encuentra el quid de una huelga, la que ahora vivimos, que puede ocasionar precisamente como baja colateral el final de una serie como esta, siempre en el filo de la cancelación.
Ahí reside el riesgo de Friday Night Lights, donde no hay material extra que ofrecer en descargas virtuales o como aliciente en el dvd, cada episodio es tan bueno que es todo lo que hay. Inspirado en el libro de HG Bissinger de 1990 y en la película original de Peter Berg, insiste en su autenticidad, en sus propios límites, en su estética estudiada y realista. No es carne de fans, y esa es justamente su gran paradoja, la de un serial sobre competiciones deportivas, con un pueblo entero que sufre y goza con las luces del partido de cada viernes noche, con los éxitos y fracasos de sus Panther, como único aliciente de unas vidas demasiado comunes, demasiado grises.
Crítico en serie escribió:Cualquier intento de explicar el argumento de Friday Night Lights parece simplificar lo que realmente es. FNL es una serie sobre un equipo de fútbol. Trata del entrenador que llega con su mujer y su hija a un pueblo perdido en Texas. Del quarterback que en el primer partido de la temporada se lesiona, quedándose paralítico. De su novia, la carismática cheerleader, que ve como el futuro que tenía planeado para ella y para su príncipe azul se resquebraja en un abrir y cerrar de ojos. También trata del quarterback suplente, un don nadie que se encuentra a sí mismo supliendo al ídolo local, trabajando y cuidando de su abuela mientras su padre está en Iraq. Y de Tyra, la bala perdida que tontea con la mitad de la plantilla de los Panthers. Y de unos cuantos más jugadores, familiares, amigos o seguidores que intuyen que para ellos no existe un final de película. Por eso centran sus esperanzas en el equipo del instituto. Porque, cuando los Dillon Panthers salen al campo esplendorosos bajo su rugido, los focos iluminan algo más que el campo de fútbol: una pequeña brecha donde se esconde la ilusión y la esperanza de un futuro mejor.
Actoralmente, el reparto es inmejorable. De hecho, los responsables de cásting de Friday Night Lights han sido galardonados con un Emmy recientemente. Con caras apenas conocidas (Connie Britton de Spin City o 24, y Kyle Chandler, el experto en explosivos de Anatomía de Grey, son sus rostros más famosos), todos los actores cumplen admirablemente con sus papeles. Además, gozan de unos guionistas competentes que han logrado crear unos personajes claramente complejos, tarea difícil cuando se trata de adolescentes. Incluso el pendón del instituto (Adrianne Palicki) tiene complejidad emocional y consigue conectar con el espectador, porque se la trata como persona, no como adolescente. La crearon como algo más que un estereotipo, al igual que al quarterback perfecto (Scott Porter), al alcohólico problemático (Taylor Kitsch) o el humilde suplente (Zach Gilford). Y además han equilibrado la balanza entre los personajes, de donde sobresale Lyla, la novia del paralítico, y no precisamente por estar más tiempo en pantalla. De voz enternecedora, belleza natural y talento incuestionable, Minka Kelly hace de Lyla una auténtica luchadora y la convierte en la auténtica cheerleader de la parrilla estadounidense.
En el aspecto técnico se debe apreciar la arriesgada propuesta de los realizadores que parecen escudriñar el alma de los personajes y las situaciones en cada momento. La cámara se tambalea (seguramente no hay ni un solo plano hecho con un trípode en los 22 episodios) y los planos son cortos y a menudos se trata de planos de detalle, enfatizadores de cada pequeño matiz de los actores. Un montaje meticulosamente planificado con muchas escenas dignas de recordar, como la de Lyla abriéndose paso por un pasillo en el décimo episodio, con un buen uso de la luz y de la música. Porque si algo diferencía Friday Night Lights de las demás series con adolescentes es la estética, fría y deprimente, y su música. No hay canciones de grupos poperos o rockeros sino una composición adecuada de W.G. Snuffy Walden que retrata la decadencia de Dillon con más que solvencia.
Pero no se dejen engañar por la edad de sus protagonistas: Friday Night Lights no es una serie sólo para adolescentes sino que es una joya adulta, una obra maestra televisiva. Es una propuesta madura para paladares sofisticados que sepan apreciar una serie que ha aspirado a más de lo que se ofrece en televisión y que ha logrado su propósito. Ha conseguido radiografiar la sociedad de un pueblo, ficticio pero simbólico, de la América profunda, a través de un equipo de fútbol que no es más que un mecanismo de alienación del deprimente conformismo presente.