Sabrina Castro (de soltera, Hutchens) es una californiana de 35 años, casada con un médico importante de Pasadena. Después de doce años de matrimonio, no ha logrado tener descendencia, y siente que su marido ama más a su profesión que a ella. Su infancia, y por ende su formación, vinieron marcadas por las peculiaridades de la familia de la que procede: puritanos de Nueva Inglaterra extremadamente ricos. Desde hace tiempo, Sabrina se siente infeliz por improductiva, pero será un desliz -y la fría reacción de su marido ante el mismo- lo que la precipite hacia una grave crisis existencial. Para tratar de aclarar sus ideas, abandona el domicilio conyugal y retorna a Hillsborough (cerca de San Francisco), la casa de su madre, donde también vive su hermano Oliver –y familia-, así como los miembros del servicio…
Novela psicológica, con alta dosis de introspección. Quienes ya conocen a Wallace Stegner saben de sus valores: gran capacidad narrativa, importancia de los diálogos, profundidad psicológica, excelente recreación y dosificación de las escenas de mayor tensión argumental, amor a la naturaleza (preocupaciones conservacionistas), obsesiones filosóficas…
¿Qué es entonces lo que hace que esta novela no alcance la altura de las otras? Por una parte, yo diría que, en cuanto a la prosa, el estilo no está tan depurado. Sobran páginas (531 en la edición de Plaza & Janés de 1964), y aunque hay párrafos sublimes, también los hay farragosos, que no parecen suyos (aquí siempre cabe la duda de la posible culpa del traductor). Y en el aspecto temático o argumental, hay un problema: resulta difícil, por no decir imposible, sintonizar con planteamientos de 1961 en lo que se refiere al papel de la mujer en el matrimonio (especialmente ante la ausencia de hijos) o a cómo una esposa –de educación puritana y machista- percibe y asimila su propia infidelidad matrimonial. Si sumamos este hecho a que la protagonista es altamente egocéntrica e histérica, resulta bastante previsible que un lector del siglo XXI termine odiando a Sabrina Castro. Que acabes detestando a un personaje no deja de ser un éxito del escritor (sólo se ama o se odia al personaje sólidamente dibujado), pero también es cierto que resta eficiencia a la capacidad de interpelar que se supone a una novela como esta. En resumidas cuentas, y en lo que al argumento se refiere, podríamos decir que en esta ocasión Stegner eligió un tema principal que no ha envejecido tan bien como los temas principales de
Ángulo de reposo o
En lugar seguro.
Ahora bien, alrededor del asunto central ya comentado, aparecen en la novela otros temas que sí son universales en el sentido espacial y temporal: la búsqueda de un significado o utilidad para la existencia humana, la inclinación a trascender la propia vida a través de hijos u obras, lo subjetivo de la felicidad, etc. Y entre todos estos asuntos, hay uno que me ha resultado especialmente original e interesante: la utilización del pasado familiar y genealógico como posible refugio para la vidas anodinas de las clases desocupadas. Por si algún otro forero terminase leyendo el libro, diré que una de las cosas que más me ha gustado es...
la omnipresencia de los ascendientes Wolcott en la casa de Hillsborough y en la vida de Mrs. Hutchens, la madre de Sabrina. Esta riquísima señora vive anclada en el pasado familiar, lee permanentemente los diarios de sus antepasados como quien lee la Biblia (en alguna ocasión incluso se pone un vestido de época heredado al llegar la hora de dicha lectura), y en los actos y dichos de sus ancestros encuentra la inspiración necesaria para sus decisiones del presente. Sencillamente genial. |
En cuanto a los personajes, tal vez alguno de los secundarios puede resultar un tanto estereotipado (de culebrón) o predecible para los lectores más exigentes (por ejemplo: Oliver, el hermano de Sabrina; o Bárbara, la mejor amiga de la misma; o Bernard, el amante). Pero, aun así, la construcción de personajes a través de sus actos y diálogos me sigue pareciendo uno de los muchos puntos fuertes de este escritor.
Para terminar, un comentario sobre el título de la novela. Hay una noche de lluvia de estrellas, en la que varios de los protagonistas se dedican a charlar mientras contemplan el espectáculo. Pero, tal como yo lo interpreto, el título se refiere a la propia Sabrina Castro, y en cierto modo a cada ser humano, cuya efímera existencia no representa más que una estrella fugaz en el contexto de la Historia de la Humanidad. Pero tener conciencia de su fugacidad no evita que cada persona –como Sabrina-, mientras viva, necesite encontrar un sentido a su propio ser y luche por dejar una traza imborrable.