Revolución a las puertas

[Repias]

En la calle, la mañana, como todos los días desde hace meses, es triste y gris. No hay sol, no llueve, no hace frío, no hace calor… Todo se reduce a una rutina insulsa y desesperante. Una calma chicha tierra adentro. En el viejo banco del lado norte del parque todavía no hay nadie sentado observando como pasa la gente. Madres paseando a críos, jovenes y no tan jovenes paseando a sus mascotas, hombres y mujeres que pasean ancianos… Todavía no han llegado los viejos del lugar, esos que emplean el resto de sus días viendo pasar la vida de los demás, como quien hace una foto a un monumento o compra una postal de un lugar al cual no volverá cuando se vaya.
Llega al fin el primero y se sienta en el banco mirando hacia la calle. Intentando que el ajetreo diario le saque de ese vacío y esa quietud propia. Pasan los coches, las motos, los camiones… en un frenético vaivén. Pasa la gente caminando aprisa hacia el fin de su existencia, sin pararse a pensar lo estúpido de todas esas ganas de que llegue mañana. No miran alrededor, como si el resto del mundo no tuviera nada que ver con ellos. Como si el hombre sentado en ese banco al que ni siquiera han mirado fuera tan solo parte del “atrezzo” de una gran obra trágica en la que ellos son los grandes protagonistas. Solo eso les importa, su actuación.
Poco a poco van llegando en oleadas el resto de la fauna diurna del banco del parque. Algunos portan el periódico del día bajo el brazo, los que se cruzaron con algún repartidos y algún suertudo al que la pensión le queda grande. Otros traen las manos vacías y simplemente se sientan o permanecen en un segundo plano escuchando las conversaciones con la mirada ausente y las manos temblorosas. Arreglan paises, ciudades e incluso vidas. Todo tiene solución. “Si cojo a este…”, “si hicieran esto y aquello…” Vaguedades de escaso valor que les hacen sentir, por un momento, de nuevo importantes, partícipes de una contienda que hace tiempo les apartó de su camino para que otros llegaran. Filosofías baratas del que nada sabe más que de la vida que le ha tocado, de esa vida que ahora le muestra sus dientes acerados en una mueca macabra, y le amenaza, divertida, a cada paso titubeante, mientras él se hunde más y más en una desidia sin fin.
Llega Luis, taciturno como de costumbre. Se sienta en el borde de un pequeño muro de piedra que separa el sendero del jardín. Saluda sin entusiasmo a la cuadrilla y ojea el periódico que un chaval con gorra y chuvasquero de color rojo le ha dado a escasos metros del portal de su edificio. No hay grandes noticias, al menos para él. Los ricos siguen ganando más y más dinero y la gente como él, los parados, cada día son más. No parece haber remedio. Y todavía menos para alguien de mediana edad, sin estudios y sin una especialización en el trabajo como él.
Llega Cholo, malencarado como todos los días, es unos años más joven que Luis, pero también se encuentra en esa franja de edad en la que las posibilidades son todavía más exiguas. Se sienta a su lado sin decir nada. Luis le mira de refilón, como esperando algo, pero no le hace ni caso. Parece leer algo por encima de su hombro en su periódico de más interés del que tenía para su compañero.
-Lo ves. Para que luego digan que no hay pasta.
-Sabes de sobra que el día que a los bancos les falte el dinero de verdad tu y yo ya habremos muerto de hambre hace tiempo.
-De todos modos me jode, y mucho. Me jode que no paren de pedir y de quejarse. Lo que habría que hacer es quitar todo el dinero que cada uno tenga en ellos y que se jodan.
-La gente pasa de todo eso, prefieren protestar por la subida del tabaco o la prohibición de fumar en algunos sitios que por el futuro de sus hijos y sus nietos. Somos una sociedad de burguesitos sociales. Sin inquietudes. Somos las ovejitas del rebaño.
-¡Puto mundo!
-Pero no te equivoques, tenemos lo que merecemos, nada más.
-Lo que tu digas pero a mi me sigue jodiendo mucho. Si todo el mundo saliera a la calle a protestar contra esa gente…
-¿Qué gente? ¿el gobierno, los bancos? ¿los famosos mercados que nadie sabe quién son ni donde están pero parece ser que dirigen el cotarro?
-Contra todos, me cago en…
-Mira, mientras cada uno se preocupe única y exclusivamente de su puñetero culo esto no va a cambiar. Somos como los niños pequeños que lloran por lo que les duele solamente. ¿Te crees que estos problemas son de hace un par de años para delante? Estás de coña.
-Hay que armar una gorda, la más gorda. Esto solo se arregla con una revolución.
-Y quién la va a organizar, ¿tú?
-Pues si tengo que ser yo, lo seré. Pero debería ser otro con más conocimiento real de la causa. Un Bakunin, un Kropotkin de la vida.
-De eso ya no queda, la edad de las ideologías ya pasó. Ahora los máximos exponentes sociales son o un futbolista o una neofamosa de esas, y eses no sabrían ni de qué les estás hablando. Lo siento mucho.
-Algo se podrá hacer, digo yo.
-Llorar, jugar a la lotería, robar o hacerse político. Lo que te sea más facil.
-Tiene que existir algún medio, algo.
-Internet, es lo que nos queda.
-Pero si yo ni se encender el ordenador…
-Pues estamos jodidos.
Suena una musiquilla, un bolero de Machín (por ejemplo). Cholo saca un movil del bolsillo, se levanta, tenso. Se va caminando en circulos con la cabeza agachada, mira de reojo a Luis y se despide con la mano. Luis lo ve alejarse y cruzar la calle con todos los coches y edificios detrás. Luego suena otra musica, The Passenger, de Iggy Pop (por ejemplo también). Y Luis saca su movil. La llamada es del INEM. Parece que quieren hacerle una entrevista para un cursillo o para un puesto en obra pública hasta que termine la legislatura.

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(Un mes más tarde, mismo banco, hora del bocadillo de la cuadrilla del Ayuntamiento)

-Recuerda que tenemos una revolución pendiente, Cholo.
-Bueno, pero la posponemos para dentro de unos meses, ¿no?
-Hombre, por supuesto.

[Berlín]

Si es que hablamos mucho pero luego nos conformamos enseguida.
Buen relato. Cotidiano, real. Al final sólo nos importa nuestro ombligo.

[karen mendoza prada]

hola repias, muy realista tu relato, de como somos la mayoria de las personas, un abrazo

[lucia]

Demasiado cotidiano. Por cierto, revisa la ortografía, que falten acentos no duele mucho, pero ese chuvasquero... uf.

[Repias]

Siento lo de los acentos. La verdad es que no lo repasé una sola vez. Lo de chubasquero tiene su explicación en mi condición de gallego. Perdón de todos modos.