La he releído esta tarde y me ha vuelto a gustar. Aunque con peros.
En la parte buena hay que admirar la buena arquitectura, el buen planteamiento, la tensión, el suspense, el hacer que el drama se desarrolle en tiempo real, en tiempo acotado, con un reloj presidiendo la escena que va marcando las horas con precisión (incluso mide los quince minutos del entreacto). Tiene la estructura de una novela policíaca (un famoso y rico pintor acaba de fallecer y su pareja, su antigua modelo, intenta ocultar el hecho unas horas a sus parientes -una verdadera banda de buitres carroñeros-, ideando una estratagema con el objeto de descubrir quién de entre ellos le dijo algo que pareció envenenar sus últimos meses juntos). Es decir, hay un investigador y una serie de sospechosos. Un testamento y una fortuna en juego. Hay que averiguar quién, qué, cómo y por qué. Y el tiempo apremia.
La parte mala coincide con lo que sucede en muchas novelas policíacas. Si uno se pone a pensar, aparecen los sinsentidos y las dudas sobre la base de la obra. Y algunos recursos o elementos que se ponen en juego son bastantes absurdos.
esa inyección milagrosa |
Aun con esas cosas, es un buen texto.