Desahogo

[Pilar Portocarrero]

Desde que lo vi supe que no podría escapar de él. Tal vez fueron sus ojos los que entraron sin piedad dentro de mi alma, o la virilidad que exhibía con tanta naturalidad lo que me hizo flaquear ante su presencia. Una cosa estaba clara: mi corazón reaccionaba estando cerca o lejos de él; bastaba recordarlo para sentir una sinfonía dentro de mi ser alborotando mi sangre y mi deseo, que asomaba a mi piel sensibilizando mi cuerpo y perturbando mi razón.
Me asustó lo que provocó en mí, ya había olvidado lo que era fantasear con caricias que hacía tiempo no tenía y creía que no necesitaba. Qué equivocada estaba; pienso que no hay mujer en este mundo que no quiera sentirse amada en todo el sentido de la palabra, saberse deseada y volar bajo las alas de la pasión hacia ese instante de gloria, cuando nuestro cuerpo es moldeado y acariciado por un hombre.
No puedo olvidarlo, en noches como ésta donde la soledad es mi única compañera su recuerdo está más vivo que nunca, quemando mi alma y entristeciendo aún más mi corazón. ¡Lo necesito! y no me avergüenzo de este amor, ni de los momentos prohibidos que pasé a su lado sintiéndome completamente una mujer.
Lo conocí en la playa cuando por insistencia de mi esposo fui a descansar a la casa que tenemos en un balneario del sur. Mi madre había muerto, y el haber estado junto a ella durante meses me había dejado exhausta y sin ganas de seguir en pie.
A Mauricio no le gustaba verme ojerosa tratando de esconder mi pena por los rincones de la casa. Él creía que un cambio de ambiente me ayudaría a salir de la depresión en la que me encontraba, pero… ¿Cómo iba a superar el dolor cuando sentía que me hacían a un lado? Yo quería que Mauricio me estrechara entre sus brazos y me dijera que me amaba, pero lo único que escuché fueron palabras frías con la intención de darme ánimo. Así es la vida, dijo, golpeándome suavemente en el hombro, hay que seguir hacia adelante.
Al principio me resistí a dejar la casa creyendo que en mi ausencia todo se vendría abajo, que Carlín y Antonio no podrían estar sin mí; no quise darme cuenta que mis hijos ya tenían su mundo entre sus amigos y la universidad, y que yo había pasado a un segundo plano. Pero hoy, que reparo en el silencio que me rodea, me doy cuenta que no tengo nada, y que el haber dedicado mi vida al cuidado de mi hogar sólo me dio como recompensa convertirme en un objeto más de esta casa, a quién todos ignoran.
Es sábado y Mauricio no está conmigo, dice que tiene una cena de negocios. Alguna vez creí en sus palabras, pero ahora me doy cuenta de que hace tiempo vivimos entre medias verdades que ninguno de los dos se atreve a enfrentar ¿Por qué?, sólo puedo hablar por mí. El miedo a comenzar una nueva vida me tiene atrapada en este juego sin amor, donde cada día voy deshojando mi alegría.
Pilar
http://cuentosdeamordepilar.blogspot.com/

[Fernando Vidal]

Se ve interesante. Parece que esta mujer está en esa fase de cuestionar todo lo posee hasta la fecha (amor conyugal, amor de hijos, el día a día, etc.) para luego tomar una decisión que puede dar un viraje a su existencia. El desencadenante parece ser la muerte de la madre, que le causó un estado de indefensión y vacío, lo cual fue como tierra fértil para que se sintiera propensa a abrazar un amor pasional por el que podría estar dispuesta a sacrificar su insatisfecha vida cotidiana. ¿Ya hay más capítulos en la historia?
Saludos.

[Pilar Portocarrero]

Sí, hay una segunda parte que la publicaré mañana.
Gracias por darte un tiempo en leer mi historia
Un abrazo
Pilar
http://cuentosdeamordepilar.blogspot.com/

[lucia]

La mujer lo que está es al borde de decidir volver a ser mujer y no accesorio. Se le olvidó que cuidar del hogar no significa abandonar todos los intereses y amistades previos al matrimonio.

[Pilar Portocarrero]

-Puedo ayudarte?
Alcé la vista y me encontré con su mirada. Traté de limpiar mis lágrimas, pero él me sujetó la mano para impedir que borrara las huellas de mi tristeza.
–De vez en cuando necesitamos aliviar el peso de nuestra alma –dijo, con una voz profunda que tocó mi corazón¬ –y el llanto es una buena forma de hacerlo, no tienes que sentir vergüenza.
Estábamos en pleno invierno, y desde mi llegada al balneario solo había visto a los guardias de seguridad custodiando el lugar; no tenía idea de que otra alma solitaria disfrutaba de la tranquilidad de la playa.
De repente sentí sus dedos sobre mis mejillas y quise escapar, pero él sujetó mi brazo impidiendo que me alejara.
–Te he estado observando desde que llegaste y si necesitas algo… cualquier cosa… estoy a dos casas de la tuya, solo tienes que tocar mi puerta.
Corrí a refugiarme en la seguridad de unas paredes creyendo que así huiría del impacto de su presencia, pero fue imposible olvidar su mirada y la gravedad de su voz que siguió en mi mente durante el resto del día, provocándome un sentimiento de culpa por tenerlo en mis pensamientos. Era una mujer casada, y desde que juré ante un altar jamás había desviado mi atención y mucho menos mi pensamiento hacia otro hombre que no fuera mi marido.
Al atardecer tocaron a mi puerta y me sorprendió encontrarlo al otro lado del umbral con un termo entre las manos.
–Hace mucho frío y pensé que podíamos compartir un chocolate caliente –dijo, sonriendo amistosamente.
Nos miramos largo rato; hubiese querido agradecer su gentileza y cerrar la puerta en sus narices, pero él había despertado a la mujer soñadora que alguna vez fui, y me hice a un lado para que entrara a la casa sin saber que empezaba a escribir una historia paralela a la vida que siempre llevé.
Al principio me sentí rara, después de mucho tiempo estaba frente a un hombre que me miraba como a una mujer, que me hablaba esperando mis respuestas; y a quién parecía interesarle lo que llevaba por dentro. Benjamín logró que le abriera mi corazón, desahogando sobre su hombro el dolor por la pérdida de mi madre. ¿Por qué Mauricio no me acunó entre sus brazos? ¿Por qué no me abrazó como Benjamín? ¡Dios Mío! ¿Por qué se olvidó de mí?
Desde esa tarde traté de evitarlo, me volvía sorda al llamado de la puerta; hasta dejé de bajar a la playa por miedo a que se apareciera de repente, sin saber que los hilos del destino ya habían unido nuestros corazones y ante eso era imposible escapar.
– ¿Por qué huyes de mí? –me preguntó de repente; había salido a botar la basura y no pensé encontrarlo entre las sombras como un fantasma acechando mi tranquilidad. No tuve una respuesta a su pregunta porque no podía decirle que no huía de él, sino de los sentimientos que dejó en mi corazón desde aquella tarde cuando vimos cómo la bruma cerraba la noche acallando el aleteo de las gaviotas.
Estaba frente a mí, mirándome intensamente con el brillo de una estrella. De repente sentí sus manos en mi cintura y olvidé mis miedos y los valores que hasta ese momento rigieron mi vida, para dejar que las emociones que él supo despertar en mí guiaran mis movimientos.
Sentí sus labios sobre los míos abriéndose paso en la calidez de mi boca con una dulzura que me hizo capitular a sus deseos, semejantes a los míos en intensidad y entrega. Nos besamos bajo el marco de un horizonte que parecía no tener principio ni fin. Solos él y yo… y la enorme necesidad que nos teníamos.
Esa noche Benjamín besó cada parte de mi cuerpo, sumergiéndome en un remolino de sensaciones que me provocaron gemidos involuntarios, en respuesta a las eróticas caricias que inventaba sobre mi piel. Ardía bajo su cuerpo mientras navegábamos juntos por las delicias del placer.
Amanecimos desnudos, envueltos en el calor de una pasión que seguía corriendo por nuestra sangre, esperando que un simple roce hiciera explotar nuevamente el fuego que seguía habitando en nosotros.
– ¡Te amo! , y no quiero que te alejes de mi vida –dijo Benjamín sin dejar de abrazarme–. Quiero borrar la tristeza de tu mirada con cada uno de mis besos. ¡Te necesito para ser feliz!
Me habría gustado decirle que yo también lo amaba y que también lo necesitaba, pero oculté mis sentimientos. Benjamín era un hombre divorciado, libre…que podía hablar abiertamente de sus emociones, en cambio yo, era una mujer que empezaba a tomar conciencia del paso tan grande que había dado al entregarme a él.
Esa mañana hicimos el amor hasta que el cansancio venció nuestros cuerpos. Por la tarde salimos a caminar sin importarnos que el frío calara nuestros huesos, y sin percatarnos de que las huellas que dejábamos sobre la arena ni las olas lo podrían borrar jamás.
No tuve valor para romper con la vida que hace años empecé a vivir, por eso me encuentro aquí, desahogando mi pena sobre un pedazo de papel; y con una herida en el pecho que me impide vivir con ilusión.
–Sé que me amas –dijo la mañana de nuestra despedida–, y cuando te decidas a ser feliz estaré esperando por ti.
No sé si algún día podré romper las cadenas que me atan a esta casa a la que ya no puedo llamar hogar, porque no encuentro en ella el calor que mi corazón necesita para seguir latiendo. Tal vez algún día despierte y decida ir en busca del amor; de ese hombre que me hizo recordar que respiro, que debajo de mi piel sigue viva una mujer que desea ser besada, que desea ser acariciada, pero, que sobre todo, desea ser amada.

Siempre podrán encontrarme por el foro o en mi blog
http://cuentosdeamordepilar.blogspot.com/
No olviden que "Cuestión de piel" ya está a la venta en ebook en TodoeBook
Un abrazo
Pilar Cueto

[lucia]

Es extraño que prefiera seguir como está, si está tan segura de lo vacía que está su vida y lo que la llena Benjamín.

[Pilar Portocarrero]

Muchas veces la fuerza de la costumbre y el temor a lo desconocido es más fuerte que el amor.

[Fernando Vidal]

Es cierto, el miedo es fundamental en la decisión del personaje de volver a retomar su vida ordinaria y no saltar a lo extraordinario. Lo que a mí sí me llama la atención es tono convencido del te amo de Benjamín después del primer encuentro carnal; algo poco frecuente en los hombres aventureros. Tal vez él no sea un simple aventurero. De no serlo, hay dos posibilidades: a) en verdad es el hombre de su vida (lo cual daría la posibilidad de que la historia tuviese un final feliz) o b) padece de erotomanía o de algún otro desorden mental (lo cual podría conducir a la historia hacia un final infausto).
Me gusta cómo narras la historia.
Saludos.

[Pilar Portocarrero]

Gracias por darte un tiempo para leer mi relato.
Es una pena, pero no siempre las historias de amor terminan bien.
Te invito a mi blog donde podrás conocerme un poco más
Un abrazo a la distancia
Pilar Cueto
http://cuentosdeamordepilar.blogspot.com/
"Cuestión de Piel"

[Fernando Vidal]

Es un blog interesante.
Saludos.

[Pilar Portocarrero]

Gracias