El microcosmos que crea Buero en el tejado de un edificio cualquiera de un Madrid empobrecido de la posguerra me ha parecido excepcional, con el mismo estilo de Historia de una escalera vemos desfilar desde la egoísta portera, que prefiere tener la azotea cerrada para que no la puedan disfrutar los vecinos, hasta la echadora de cartas, y diversos vecinos de los que vamos viendo sus caracteres, sus ilusiones, sus alegrías, su hipocresía, sus penas.
Me ha recordado, además de los referentes más obvios, a El edificio Yacobián del egipcio Alaa Al Aswany, que transcurre en parte también en la azotea donde viven algunos vecinos.
Muy emotiva la relación de Silverio y Pilar, su mujer sorda, y de la desgracia que les sucedió,
y en la que el autor nos sorprende con una revelación para mí totalmente inesperada. |
Silverio será clave en la escena cumbre de la novela cuando
se descubre el engaño de Doña Nieves con el décimo ganador, hace que la horda inhumana que podría haber acabado con doña Nieves, se vuelvan humanos y se vean a sí mismos, y recuperen la dignidad humana y perdonen a una más pobre que ellos. |
Lo curioso del caso es que Doña Nieves,
después de lo ocurrido sea tan mezquina con su hija, en vez de perdonarla a ella la culpa de lo ocurrido, es decir que no hay arrepentimiento, sigue la misma soberbia e hipocresía. |
En fin, una gran obra que merecería más representaciones y que la gente leyera más a Buero.