Lágrimas sobre el asfalto

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Roland
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Lágrimas sobre el asfalto

Mensaje por Roland »

Era la hora. Como cada jueves, preparaba su bolsa de deporte: sus botas, su equipaje, su toalla…En fin, todo lo que uno lleva en esas ocasiones en las que el resultado del esfuerzo es una camiseta empapada en sudor y la necesidad de una buena ducha para relajar los músculos. Era un ritual que venía realizando sin casi variación desde hacía ya algún tiempo. En media hora debía estar en el campo de entrenamiento. El sábado siguiente tenía un importante partido contra uno de los rivales directos, y no pensaba fallar ahora y que le entrenador lo dejara sin jugar. Esta temporada su equipo había sorprendido a propios y extraños con sus buenos resultados, fruto del trabajo en equipo, de que los jugadores se conocían desde hacía varios años y de que eran todos muy amigos.
Le encantaba entrenar: sudar, gritar, correr, ver a los amigos y compartir un buen rato junto a ellos. A veces se le hacía pesado levantarse del sofá para acudir al entrenamiento, pero nada más llegar se arrepentía de haberse planteado no acudir. Esa era la salsa de su vida.
Así pues, cuando lo tuvo todo dispuesto (y tras revisar dos veces que no se olvidara nada) se despidió y salió. Su padre le prestaba el coche para ir a entrenar, ya que tenía que salir de su pueblo. El trayecto no era muy largo, pero había que tomar un tramo de carretera bastante malo. Al principio lo acompañaba su padre, para cerciorarse de que no iba a darse contra una farola por cualquier descuido estúpido. Cuando tuvo la absoluta certeza de que era serio y responsable conduciendo se decidió a dejarlo ir sólo. Fue un gran reto para él, pero ya estaba superado. El coche ya no suponía ningún misterio para él y creía controlarlo a la perfección. Era verdad que conducía bien y era prudente, así que estaba seguro de no decepcionar a su padre. Bueno, algún exceso de vez en cuando, pero eso lo hace todo el mundo. De todas formas, sólo se lo dejaba para ir a entrenar, que era tres veces por semana, así que tampoco tenía oportunidad de hacer cosas demasiado raras. Algún día que el entrenamiento se retrasaba y terminaban tarde por la noche se permitía recorrer los dieciocho quilómetros un poquito pasado de vueltas, pero eso era en muy rara ocasión.
Esa noche se sentía especialmente ilusionado. Tenía muchas posibilidades de ser titular en el encuentro del sábado, y eso le hacía muy feliz. Era como ver recompensado todo este tiempo de trabajo duro y horas de banquillo. No iba a desperdiciar la oportunidad.
Bajó silbando al garaje, abrió el coche, montó en él y, antes incluso de arrancar, puso la música a todo volumen. Le encantaba. Diez minutos después estaba ya en la carretera. Tenía un carril en cada sentido y tenía demasiadas curvas, algunas de ellas con poca visibilidad. Pero bueno, conociéndolas bien no había ningún problema.
Cuando llevaba apenas cinco minutos circulando observó que un coche intentaba adelantarle. En ese momento había curvas y no era posible, pero cuando mejoró la visibilidad, aminoró un poco para dejarlo pasar, tal y como le habían enseñado.
El otro coche lo pasó picándole las luces por cortesía. Cuando volvió a su carril notó que el modelo le era conocido. Se fijó en la matrícula…Parecía el coche de Alfonso, uno de sus compañeros de equipo. No sabía el número de la matricula, pero estaba convencido de que las letras coincidían. Pensándolo mejor…Sí, aquel número le sonaba conocido. ¡Era él! Qué raro que no le hubiera reconocido…Pero la noche estaba un poco oscura, así que era normal.
Con una sonrisa en los labios sintió un hormigueo en la boca del estómago. Intentaría alcanzarlo y adelantarlo para que viera que era él. Sería divertido. Su compañero iba bastante deprisa, así que tuvo que pisar un poco más el acelerador. Aquello era algo nuevo, y la adrenalina empezaba a surtir efecto. Poco a poco fue ganando terreno y tenía a tiro el objetivo, pero este no aflojaba. Seguía sin verle.
Así, a aquella velocidad, cayó en la cuenta de que la carretera parecía diferente, como vista desde otro ángulo. Y lo mejor era que la controlaba perfectamente, a pesar de las curvas un poco peligrosas.
Cuando llegó justo tras el coche de su amigo le picó las luces a fin de hacerse notar, pero no dio muestras de darse por aludido. Ahora iban bastante rápido, pero el coche respondía perfectamente. No había problema.
Entonces tomó una decisión. Quería que su amigo lo viera y supiera que era él. Además, estaba un poco picado por haberse dejado adelantar, así que quería desquitarse. Conocía perfectamente aquella carretera, y sabía cuándo adelantar. De hecho, en apenas unos cientos de metros tenía un buen sitio… Mantuvo constante la velocidad, bastante cerca de la parte trasera del otro coche y esperó el momento oportuno. Una enorme sonrisa atravesaba su rostro como una vieja cicatriz que vuelve a abrirse muchos años después de haber sido olvidada.

Era muy divertido, y se sentía muy excitado. No perdía de vista el coche que circulaba frente a él.
Era el momento, conocía de sobra ese punto del trazado. Pisó el acelerador, puso el intermitente e inició la maniobra. Comenzó a adelantar y miró por la ventanilla, intentando reconocer al conductor del otro vehículo. Iba más y más deprisa. Cuando el otro coche se percató del adelantamiento aminoró ligeramente. Ambos coches estaba ahora en paralelo. Miró de nuevo por la ventilla del lado del copiloto con la intención de saludar a su amigo. Sin embargo, con la oscuridad sólo podía intuir su rostro.


Aún así, pudo distinguir perfectamente su expresión.
Estaba asustado. Terriblemente asustado. Y tenía su mirada clavada al frente.
De repente notó un resplandor por el rabillo del ojo y todo el vello del cuerpo se le erizó como si acabará de recibir una descarga de alta intensidad. Giró la cabeza. Fue apenas un segundo, pero a él le pareció una eternidad, parecía que nunca iba a terminar aquel movimiento. Poco a poco fue entrando en su ángulo de visión la fuente del resplandor. Antes de verlo del todo supo de qué se trataba, y su garganta se secó por el pánico. Un coche venía de frente, recién salido de una curva de muy poca visibilidad.
En un segundo se mezclaron en su mente dos cosas: el terrible frenazo del coche que intentaba adelantar y la bocina del que llegaba de frente, aterrado al saber que le sería imposible evitar la colisión. Un sabor amargo descendió por su garganta y mil imágenes recorrieron su mente como un carrusel. De entre todas ellas, una resaltaba con más intensidad: el próximo sábado quería ser titular. ¡Lo deseaba tanto!...

Ahora todo estaba oscuro. Un olor muy intenso penetraba por su nariz. Bueno, en verdad eran muchos olores. Uno de ellos era el olor a humo, que le llenaba los pulmones. Pero no podía toser. Otro olor le asaltaba con intensidad, pero no lo reconocía. No sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados, así que intentó mover los párpados. Sus ojos se abrieron y un destello de luz bañó su vista con una luz segadora. Sólo eso. Supo que eran los faros de un coche. Notó que tenía el rostro húmedo, y reconoció el olor que antes no había identificado: era el olor que desprendía el charco de sangre sobre el que estaba apoyada su cabeza. Estaba tirado en el asfalto y, aunque podía ver y sentir, no era capaz de oir nada, ni siquiera sus propios pensamientos. Éstos parecían haberse apagado. Tampoco tenía contacto con el resto de su cuerpo. Ni siquiera sabía si seguía allí.
Entonces unas sombras en movimiento cruzaron los haces de luz. Eran las piernas de alguien que corría hacia él. Cuando alcanzaron su posición se detuvieron un segundo. ¡Cuánto desearía poder oír lo que ocurría a su alrededor! Su cuello estaba inmóvil, así que únicamente podía limitarse a mirar en la dirección en la que había quedado sus ojos. Le entraron ganas de gritar que se encontraba bien, que no sentía ningún dolor. De hecho, un suave letargo parecía apoderarse de él. Pensó que le vendría muy bien una cabezada. Estaría muy bien. No sentía dolor, y eso estaba bien. No oía nada, y eso estaba bien. Se le cerraban los ojos, y eso estaba muy bien. Antes de cerrarlos supo que el hombre que había llegado hasta él era su amigo Alfonso. Lo supo porque reconoció el coche que ahora distinguía un poco más allá y cuyos faros iluminaban la oscuridad. Era el mismo que él había intentado adelantar. Era su amigo Alfonso, y él lo sacaría de allí. Ya estaba todo solucionado. Sin embargo, esperaba que lo dejara dormir un poco primero.
Había oído decir que cuando alguien moría, sentía frío antes de exhalar el último suspiro. Él sentía calor, así que no creía que hubiera peligro. Sin embargo, su mirada comenzaba a llenarse de pequeños puntos rojos, que le recordaron a aquella vez que había pintado con su padre todos los techos de la casa. Su ropa había quedado salpicada de puntitos como aquellos.. De algún modo inconsciente sabía que aquel era el final del camino. Ahora iba a dormir por fin. No deseaba otra cosa en el mundo, y no pensaba resistirse ni un segundo más.
En el momento en que su cerebro comenzaba a desconectarse vio el rostro del hombre que se arrodillaba ante él. Todo ocurría con una extraña lentitud. Era un rostro suave y amable, aunque ahora estaba aterrorizado. Era un rostro dulce, el rostro de un buen amigo.
Cuando por fin sus ojos se cerraron, lo último que acudió a su mente fue que no había visto a aquel hombre en su vida
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lucia
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Mensaje por lucia »

Lo he terminado hace un rato y todavía estoy pensando en qué sensación me ha dejado :shock:
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Roland
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Mensaje por Roland »

Reconozco que el final es un bastante previsible...(lo siento, Jangel :wink: ) :D
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lucia
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Mensaje por lucia »

E igual de previsible hubiese sido si no se muere y se queda en una silla de ruedas...
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

ElCuartodeAtras escribió:Reconozco que el final es un bastante previsible...(lo siento, Jangel :wink: ) :D

Bueno, hay finales que, siendo previsibles, son igual de impactantes. :shock: Desde luego, a la DGT le serviría. :)

Pero, ¿qué quieres decir con la última frase?
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Ginebra
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Mensaje por Ginebra »

sugieres que sigue?
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Mensaje por lucia »

Creo que se refiere al comentario que hiciste de que te gustaban los finales inesperados.

Ginebra, ¿cómo quieres que siga si ha matado al prota? :shock:
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

Sí, pero yo me refiero a la última frase del relato:

"Cuando por fin sus ojos se cerraron, lo último que acudió a su mente fue que no había visto a aquel hombre en su vida."

¿Qué quiere sugerir con eso? ¿Que todo había sido fruto de un error porque finalmente se había equivocado de persona? Me deja en la incertidumbre.
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Roland
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Mensaje por Roland »

Esasto! Al final resulta que era un completo desconocido.
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Mensaje por JANGEL »

ElCuartodeAtras escribió:Esasto! Al final resulta que era un completo desconocido.

Vale, entonces lo había captado. :wink: La actitud del protagonista cobra aún menos sentido y se remata el absurdo de su carrera. Desde luego, si la DGT convoca un concurso, tu relato es perfecto candidato al premio. :D
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Roland
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Mensaje por Roland »

Jajaja, lo tendré en cuenta.
Sí, la idea era precisamente esa: el protagonista se deja la vida en la carretera por un juego y un error absurdos. Pero lo más triste es que esas cosas se ven cada día por cualquier autopista :(
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Mensaje por JANGEL »

ElCuartodeAtras escribió:Pero lo más triste es que esas cosas se ven cada día por cualquier autopista :(

Es cierto. Lamentable. Y sin llegar a estos extremos, sólo hay que ver las cifras del último fin de semana, a lo que conduce el exceso de velocidad.
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