Poing Poing, la tortuga sale de su acuario (relato)

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Miguel14
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Poing Poing, la tortuga sale de su acuario (relato)

Mensaje por Miguel14 »

POING POING, la tortuga sale de su acuario




La tortuga Raymond-Anselmo, o en su caso, Ramona —al propietario no le interesa saber qué sexo es. «¡Ya tiene nombre, ya está bautizada, ya está todo bien!», dijo desentendiéndose del asunto— sale de su acuario escalando, pasando arriba del filtro, con dificultades...

Y ahora ya está afuera, reposando en el mueble del acuario. ¡Lo ha logrado! La tortuga Raymond-Ramona observa su acuario y lo ve como algo ¡tan remoto! Ahí donde ha sufrido los últimos meses, sin dársele de comer ni cambiándole el agua durante la semana. Ahora, a lo que sigue.

Sentada en su cama, con la postura encorvada, Elba corta cachos de papel del rollo Vogue de papel de baño. Corta cinco tiras y las dobla. Va haciendo más series de papel y las pone ahí acomodadas en su cama. «¡Já, yo aquí cortando cachitos de papel y mi hermana Graciela("Chelita"), repartiéndolos, encargándose del negocio!», dice indignándose de que su hermana la vea como mano de obra barata. Y Elba, sin saber qué hacer, corta otro cacho de papel. «Creo que tenemos que cambiar los roles…», piensa. «¡Ay, no, pero es tan entretenido esto!», se convence sonriendo, encorvando más la espalda y juntando las series que lleva. Elba y Graciela distribuyen en cajas, cachos de papel de baño a los baños públicos. Se los compran. «Nadie en la colonia lo hace», comentaba Graciela a Elba la idea que traía entre manos. «Y si damos un servicio amable, sin quitarle aroma al papel, la gente lo notará y ¡verás qué bien nos va...!», pronunciaba.

«Ah, hola...», saluda Elba a la tortuga Raymond-Ramona al mostrarse en unas tiras de papel, descansando. «¡¡RAYMOND!!», cae en cuenta. «¡¡¿Tú qué haces aquí?!!», grita volteando de inmediato a ver el acuario y observa que ahí no hay nada semejante a una tortuga. Raymond-Ramona solo se le queda mirando con su Ojo Saltón hasta un costado de la cabeza y ¿Crees que soy Malévola?... Pues lo Soy.

En la sala de ensayos, atrás del escenario principal del circo, Míster Pudín, un joven tan plano y atlético, practica marometas en su trampolín, porque «Sí, sí, usted practique y ya luego vemos si sale al escenario», dijo el jefe del circo. Míster Pudín vuela en el aire y cae con las piernas al trampolín. Él sabe que ésas no son auténticas marometas. «No lo son», dice. Pero no se desanima de que los domadores de tigres le hayan quitado el trampolín grande cuando ellos ni lo ocuparían. «¡Esto Me gusta!», se anima Míster Pudín. «Yo, doy marometas, doy marometas. Me entusiasmo. Puedo presentar mi habilidad frente a muchas personas. Quiero que vean lo que me gusta hacer, tenga la aprobación de todos y sienta una alegría alertando en mi corazón», emite a punto de impulsarse en el trampolín y dar otra marometa. ¿Pero qué no Basta con Tú Aprobación de que Sabes que lo Estás Haciendo Bien?

La tortuga Raymond-Ramona picotea las series de papel que Elba ya tenía acomodadas. Se las come y les está haciendo ollitos. Nota que su dueña la ha observado y se esfuma repentinamente. «¿Parece que te estás vengando, eh?», dice Elba. «¿Esto es porque no te cambio el agua dos veces al día ni te doy de comer, verdad?». «Si eso es lo que quieres creer…», parece decir la tortuga. «Está bien», concluye. «¡Entiéndeme! ¡Yo nunca quise tener una mascota!... Venías de regalo en la compra de los rollos de papel», explica Elba. «Yo sí tenía hobbies y entendía perfectamente sobre el cuidado, la responsabilidad, los valores de la vida y todas esas cosas que debemos tener pero que algunos desconocen. Por eso los papás les compran mascotas a sus hijos. Aparte de la posibilidad de hacerlos un poquito a un lado para ellos ponerse en sus actividades importantes. No es que sus hijos no les interesen pero ¡Ay...!», dice Elba lamentándose. «¡¿Es más importante cortar cachitos de papel que ponerle agua nueva al acuario de la tortuga?!», simula Raymond-Ramona. «Si no eres capaz de cuidar a un ser vivo no lo conserves…», reclama. «Pero yo, yo…», Elba, suspirando, quiere justificarlo. La tortuga se muestra más de cerca y desordena las tiras de papel. Elba está a punto de tomarla y asfixiarla pero Raymond-Ramona la esquiva y le saca la lengua, aún con El Ojo a un Lado observándole. «¡AY, YAA! ¡Deja de molestarme!», suplica Elba desesperada.

Míster Pudín espera salir al siguiente número para presentarse con el público. Pero la función está por concluir con el show de «El payaso Fascinante y su guauh-guauh». «Fue todo por hoy, chico», dice con la pena el jefe del circo a Míster Pudín. «Ya será mañana», suelta animándole. «Pero ¿Y la función de las 7:30?», se ilusiona Míster Pudín. «No. Hoy estamos hasta las 4, señor», responde el jefe. El joven acepta y va de regreso a su casa.«¡¡¿Dónde? ¿Dónde?!!», escandaliza el jefe y llama a Míster Pudín. «El trampolín se queda aquí», señala al notar que el muchacho ya se lo llevaba a su casa.

El joven Míster Pudín retorna a su casa(dando marometas por la calle). Se ha traído el trampolín consigo —sin que nadie se dé cuenta— para mientras practicar en su casa. Ya en la calle, aprovechando, sube al pequeño trampolín. Y de pronto, se eleva hasta el cielo y da paso al efecto de rebote-y-descenso en media avenida. Como si tuviera un resorte salta desde el piso, llega no tan cerca de las nubes y regresa al suelo. Los coches en movimiento frenan. Caos vial. Las personas que caminan por ahí admiran la acción. Carros impactándose entre sí. Tráfico. Pero Míster Pudín no puede detener lo que hace. Él solo quiere bajarse del trampolín pero no lo logra. POING POING, es el ruido que hace el trampolín al impactarse en el piso. Hasta ahora el joven ya lleva cuatro calles recorridas de esta manera. Míster Pudín quiere soltarse del trampolín cuando, aventándose hacia un costado con todo y su herramienta cae estrellado en una casa rompiendo las ventanas. Tira, estampándose, grandes cajas de cartón con rollos de papel adentro y alcanza a derribar a Elba, quien se encontraba en una disputa incesante con la tortuga Raymond-Ramona(la tortuga sacando favorable ventaja). Tendida en el piso, despeinada, sin saber bien qué fue lo que pasó, Elba apenas puede pronunciar «¡Gracias!».
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lucia
Cruela de vil
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Re: Poing Poing, la tortuga sale de su acuario (relato)

Mensaje por lucia »

La unión de las dos historias está un poco traída por los pelos, pero es una historia simpática. :cunao:
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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