Sennins (novela ciencia ficción)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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loon1974
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Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

TEXTO NOVELA

Estos libros vienen a completar la crónica de Jane Kentwall publicada en Abril del año 2098, y narran con detalle el conjunto de situaciones verídicas que la propia cronista de Delta vivió, y posteriormente narró a su hijo Erik durante la infancia y adolescencia del mismo.
Además de esas anécdotas, el libro se enriquece con fragmentos no publicados en la crónica, pero investigados y contrastados con minuciosidad para mostrar la realidad de lo que ocurrió durante el período histórico en el que transcurre la acción.
Por tanto es preciso insistir en que nada de lo que aquí se cuenta es inventado por el calenturiento cerebro de quien escribe estas palabras, sino que se basa en hechos reales de los que existe constancia empírica.
El trabajo comprende ciertos textos literales de la citada crónica, junto a acontecimientos y circunstancias de los que ella no tuvo noticia hasta años después de publicada su obra. La tan comentada aportación del fallecido Luciano Tedesco abre una nueva perspectiva a cuanto sabemos.
Dados los datos que en los tres volúmenes se contienen, espero que los textos se tengan muy en cuenta a la hora de estudiar nuestro pasado, puesto que son muchos los historiadores que consideran que aquellos hechos fueron los desencadenantes fundamentales del catastrófico presente que nos ha tocado vivir.
Con la publicación de esta obra no pretendo desmerecer el valor de la crónica de Jane Kentwall, ya que su narración, como testimonio directo de lo sucedido, es básicamente insuperable.
Mi intención al escribir estas páginas es honrar la dedicación de esta excepcional mujer, así como ensalzar su figura humana que como hijo suyo, llegué a amar y comprender mejor que nadie.
Lo hago por ella:
Porque me cuidó cuando era niño.
Porque me enseñó a comportarme, dándome la educación que me convirtió en la persona que soy.
Y porque hace veinte años que ya no está entre nosotros.-
Para Jane Kentwall
De Erik Kentwall
17 de Noviembre del año 2122.

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ESCENA DOCUMENTADA DEL AÑO 2039.
La noche de aquella fecha era especialmente silenciosa y oscura sobre la ciudad de Los Ángeles. La calle estaba vacía como hacía mucho que no se recordaba.
El viento elevó una hoja suelta de periódico un metro por encima del suelo, jugueteó con ella hasta cansarse, para luego dejarla caer, quedando asida a una farola apagada.
Las ventanas en tinieblas tentaban al único viajero capaz de cruzar la zona… Los comercios seguían cerrados y los neones no resplandecían. Tan sólo la menguante luna se reflejaba en un charco, en medio de la amplia carretera asfaltada.
El viajante llegó hasta el agua. Por un momento se detuvo y se vio reflejado, como si se tratase de un espejo. Al sentir sed agachó la cabeza y utilizó la lengua para beber.
El agua vibró, se enturbió… La porción de luna se distorsionó. Él cesó de tragar concentrándose en el frescor que corría de su garganta a su estómago.
Entonces sintió algo acercándose a toda velocidad, giró la cabeza, saltó aprovechándose de su agilidad felina, y esquivó el camión de bomberos.
-¡Más cuidado idiota! ¡Casi atropellas a un gato!
-¡Anda, enciende las sirenas y cállate!
Al tomar la curva que se les venía encima, los dos ocupantes de la cabina fueron empujados hacia un lado por la fuerza centrífuga… Atrás, otros seis hombres uniformados se aferraban al chasis para no perder el equilibrio, al tiempo que pensaban si aquella vez el fuego sería más fuerte que ellos.
La radio de la cabina informó con un chasquido metálico.
-Brenda a Charlie 6. Contesta Charlie 6.
-Ya va, ya va. -Cogió el micrófono-. Aquí Charlie 6, cambio.
-El fuego está controlado, pero se os requiere para labores de desescombro. Repito, para buscar supervivientes, cambio.
-¿Puedes repetirnos el número Bren?
-Pineline con la cuarta, ¿lo tienes?
-Correcto Bren, ya vamos.
-Suerte Charlie 6, corto y cierro.
Una bombona de gas estalló en una de las casas residenciales de Pineline. Las dos plantas se vinieron abajo provocando una terrible polvareda y un desagradable olor a gas. Se prendió fuego, pero ya había sido dominado y extinguido.
Localizar a los cuatro habitantes de la casa era la prioridad. Según los vecinos, estaban en el interior cuando el desastre.
El sargento Fritz llevaba muchos años patrullando las calles. Vivió innumerables situaciones como ésta y peores, pero jamás podría acostumbrarse al dolor de una comunidad, o de unos familiares al perder a sus seres queridos. Estaba participando en el desescombro manual, y suplicaba para no encontrarse a ninguno de los cadáveres restantes.
Los bomberos sacaron al matrimonio. Les taparon con bolsas doradas como señal de respeto. La muerte es un momento tan íntimo que tres son multitud.
Hacía unos minutos que cubrieron a la niña con los malditos envoltorios de oro para que la prensa no se regodeara en filmarla. Estaba asida con fuerza a un osito de peluche cuando la desenterraron y aún lo tenía agarrado contra su pecho. Ninguno de los médicos que intentaron salvarla reunió coraje suficiente para arrancársela de los dedos.
El sargento Fritz sabía que aún quedaba otro pequeño allí debajo… Temía ver algo desagradable que engrosara su amplia lista de pesadillas nocturnas.
El caos llama al caos. Da igual que no tenga teléfono, porque al grito de “ya” las desgracias acuden en manadas, cebándose en los más débiles. Son como las moscas y la mierda. Su “sexto sentido de la porquería” les convoca aunque estén a siete kilómetros de una cagada de perro.
El mundo apestaba. En la Iglesia decían que Dios no nos había abandonado, que Cristo se sacrificó por nosotros y que regresaría para sentarnos a la derecha del Padre. El pastor estaba convencido de ello cuando los domingos, entre canción y canción, entonaba su sermón “manchado de esperanza”. Él se manchaba de tomate, de los potitos de Jamie e incluso de los escupitajos del capitán, pero ¿de esperanza? Debía ser otro lujo reservado a los blancos, o a los ricos, porque para él la esperanza se terminó hacía mucho tiempo.
Le encantaría ver la expresión del pastor si “su” Dios no venía a socorrerle. Prometía solemnemente no pronunciar un “ya se lo dije” cuando le cayeran las lágrimas por las mejillas.
Ojalá se equivocara.
Ojalá fuera cierto que el Dios volviera.
Ojalá descendiera de su trono para repetir el mensaje.
Él lo escucharía.
Aunque le perforaran los tímpanos lo escucharía.
Quitar ladrillos con las manos era un “trabajo de mil demonios”. ¿Tres toneladas? ¿Trece? Viendo los voladizos del tejado pensó que treinta era un número más aproximado. Treinta mil kilos de peso producirían el efecto “pasta de dientes usada” hasta en una caja de caudales, así que prefería no imaginarse al desdichado crío.
Como buen norteño no creía en los milagros, esperaba lo peor… Por eso perdió el aliento cuando ante sí surgió una piernecita semienterrada.
Entre las vigas maltrechas por la catástrofe, un chaval de unos cuatro años, sereno a pesar de la crisis pero atrapado entre los restos, le miraba fijamente, extendiendo una mano para ser rescatado.
-¡Aquí! ¡Aquí, lo he encontrado, está vivo, aquí!
Y se dejó la garganta gritando, porque aquella noche negra como las plumas de un cuervo, el sargento Fritz sonreiría a su esposa cuando se metiera en la cama.


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ESCENA DOCUMENTADA DEL AÑO 2050.
(Greely. Colorado)
La tierra se distribuía en un sinfín de maizales separados por solitarios caminos polvorientos… El suelo estaba agrietado y seco por culpa de la falta de lluvia, que acosaba las precarias economías haciendo temer a las asociaciones agrícolas de Denver por la cosecha de la temporada.
Sobre el pueblo lucía el sol con toda su fuerza. Era uno de esos fatídicos días en lo que lo más razonable era quedarse en casa a la sombra, con el aire acondicionado a tope y un ventilador enfocado sobre la cara.
Se estaba en una época tranquila. No se podía hacer nada para salvar el maíz, por lo que la gente no tenía prisa.
Con un par de malas recolecciones más, el diminuto pueblo pasaría de estar casi desierto a estar en la ruina.
Frank Corvis llevaba seis largos años como conductor de línea en una empresa pública de autobuses. Cada día hacía el mismo recorrido, pero aun así le gustaba su trabajo. Para él era necesario mantenerse activo… Estar en continuo contacto con la gente.
La línea que conducía era regional. Lo que implicaba traer a las personas de los pueblos cercanos, tratando a menudo con tipos tan extraños como conflictivos. A Frank no le gustaba la violencia, odiaba los enfrentamientos. Por eso solía disimular sus fanáticas opiniones y se mostraba prudente con todo el mundo.
Escondía muchas cosas en su juego de “lavar sin tender la ropa”. Por ejemplo el “quitapenas”. Lo tenía reservado para los fanfarrones… Un bate de baseball de su truncada carrera universitaria que pondría en órbita la sesera de cualquier pandillero. Para los camorristas de verdad guardaba una UZI en la guantera. Después de enseñarla la primera vez, los hispanos, los polacos y los yonquis no se montaban ya en su “tartana”, sino en la de su compañero.
Mejor.
Para qué negarlo. Les odiaba. Detestaba discutir con ellos… Sí. Tenía prejuicios: Una colección de lo más completa.
Ése fue el motivo por el cual al detenerse en la parada de Greely, se despidió con una fingida sonrisa de un menudo japonés, vestido al estilo lama. (Si le hubiera sacado la UZI…)
El pequeño oriental venía de muy lejos. Más lejos de lo que la imaginación de estos ciudadanos podría concebir. Pisaba con cuidado para no levantar polvo del áspero suelo… Miraba a un lado y otro del camino con serenidad, examinándolo todo.
El autobús rugió por detrás de él y al sobrepasarle, una ráfaga de aire caliente le envolvió, provocando un remolino que se disolvió al tocar su cuerpo.
Aunque nunca antes había estado allí, inició su marcha con la dirección preestablecida en su memoria.
Lo sabía. No podría explicar cómo, pero sabía dónde tenía que ir.
En su trayectoria, sentado en el porche de su antigua casa, Reggie Simpson comentaba despreocupado con sus compañeros de faena la actuación de los “Nuggets” la noche anterior. Habían estado ensillando unos caballos en la parte de atrás del rancho del vecino, y estaban tomándose un merecido descanso.
Simpson era una de esas personas que habla primero y piensa después, quizá por eso tenía pocos amigos… Aquella noche cumpliría 32 años y estaba eufórico porque lo iba a celebrar a lo grande.
Pasada la casa de Simpson faltaban unos doscientos metros hasta la entrada del pueblo. El oriental debía atravesarlos rápidamente para evitar el inmenso calor que emanaba del astro rey. Ésa pudo ser la causa de no fijarse en los hombres sentados a su derecha.
Tal vez no les consideró importantes.
-¡Eh tú, chino tísico! -Gritó Reginald Simpson permaneciendo sentado, con los pies apoyados en la barandilla del porche… El anciano giró la cabeza deteniéndose, observándole sin alterarse.
-¡No nos gustan los extranjeros, ¿sabes macaco?! ¡Y mucho menos los tísicos raquíticos como tú, que no se inclinan ante la raza superior! ¿No te han enseñado a decir los buenos días? -Se levantó fanfarroneando-. No tienes educación, y oye tío, ya no estamos construyendo el ferrocarril. ¿Por qué no te das la vuelta por donde has venido? ¿No te ha dicho el “Tío Sam” que sobras en nuestro país?
Igual que el conductor del autobús y que el 90 por ciento de los seres humanos, el joven estaba hundido hasta las rodillas en un pozo de prejuicios. Dicen que viajar es una manera de despojarse del racismo. Al fin y al cabo es una tontería pensar que el color de la piel condiciona lo que podemos hacer como personas.
El ser racional es quien establece condiciones sin atender muy bien a qué. Lo hace por dinero. Por egoísmo. Por ignorancia. Por miedo.
Ser negro, ser blanco, ser amarillo, ser azul…
El alma no tiene color, ni tampoco los sentimientos.
Las diferencias culturales nos hacen únicos…
…ni mejores ni peores.
Si todos fuéramos iguales, nos aburriríamos.
¿Es malo ser diferente?
No lo es.
¿O quizá sí?
Reggie Simpson nunca vio el rito del matrimonio en Kenya. Ni un funeral en Jamaica. Ni un año nuevo en Shanghai. Sólo la calle principal de Greely y los barrios bajos de Denver.
En respuesta a su intolerancia, recibió la mirada fija de unos ojos negros y huidizos… Luego una sonrisa suave, sin sonido.
Puede que despectiva.
-¡¿Estáis viendo?, se está riendo de nosotros!- Reaccionó enfurecido “busca broncas” Reggie.
-Vamos Simpson, déjale en paz. -Trataron de calmarle… Pero era tarde. Encolerizado, derribó una silla a su paso, progresando hacia el japonés, o taiwanés, o vietnamita, o tailandés (ni con un mapa abierto habría señalado la posición de esos países).
Sin asustarse, manteniendo la sonrisa, el forastero se dio la vuelta y comenzó a alejarse paso a paso… Con la mano libre de equipaje hizo un gesto de desprecio hacia atrás.
Y entonces, el techo del porche crujió y se vino abajo.
Reginald Simpson y sus amigos no volverían a burlarse de nadie.
Ignorando el estruendo a su espalda, el japonés continuó avanzando hacia el pueblo.
Tenía un destino que cumplir.
Pero eso sí, sin levantar polvo.
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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

TEXTO NOVELA

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA REALIZADA POR JANE KENTWALL
AL COMIENZO DE SU CRÓNICA.
Abril, año 2071. La guerra se había reiniciado.
La tribu del Sur había quebrado la tregua y ahora,
por primera vez, el hombre llegaba al triste
convencimiento de que sólo la aniquilación de uno
de los dos bloques aportaría de nuevo la paz
al mundo.
Hacía ya varios años desde que las tribus pobres del Sur
estallaron en odio hacia las tribus del Norte.
Su avance incontenible llevó a los dirigentes
capitalistas a la “gran crisis” del sistema.
Una crisis cuyo único arreglo pasaba cerca,
muy cerca de la muerte.
Quizá hubiera existido solución.
Pero todos conocemos al ser humano.
Orgulloso y egoísta quiso prevalecer
sobre su semejante,
y la violencia se adueñó del planeta.
Al principio,
superado el poder nuclear,
los hombres se atacaron
arma contra arma.
Más tarde,
aquellos seres de maravillosas
capacidades
comenzaron a ser utilizados
por ambos frentes.
Escuadrones especiales de hombres especiales
lucharon por imponer no a sus bloques,
sino sus costumbres y aspiraciones.
Tal es el núcleo de esta historia.
Una historia de sangre y muerte.
Pero sobre todo
de lealtad y
amistad.



PARTE
PRIMERA
“El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños, da cuenta de una verdad: Que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia”.
Walter Benjamin.

“La mayoría de los hombres en el poder se vuelven malos”
Platón.
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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

1ª parte
1 NUEVA VIDA, NUEVAS LUCES.
Berchtesgadem. Frontera alemana con Austria.
El lago Künigssee era un lugar paradisíaco: Aguas cristalinas, bosques verdes y frondosos, habitantes hospitalarios. Si las agencias de viajes lo conocieran mejor habría sido destino de cientos de miles de turistas, pero no. Muchos pensaban que la “inundación” de extranjeros supondría la pérdida de su encanto. Quienes visitaban la aldea se dejaban allí un trocito de corazón, asociándola a un gran número de recuerdos agradables… Era un rincón que dejaba huella.
En cambio para Jane Kentwall, Künigssee sólo constituía un sitio más donde descansar un par de semanas antes de iniciar su trabajo… Jane visitó un millar de zonas en un millar de países: África, Sudamérica, Asia, por supuesto Europa, e incluso puso el pie en la Luna aquella vez que cubrió la instalación de la XXXV colonia de investigación bioalternativa.
Como corresponsal del Overall, una prestigiosa publicación todo terreno, tuvo oportunidad de visitar mucho mundo. Por eso se había acostumbrado a todo tipo de maravillosos parajes. No se la impresionaba con facilidad: Sufrir las picaduras de los insectos de las selvas del Congo y el Amazonas… Aguantar las tormentas de arena de las plateadas dunas del Sahara… Perderse en los profundos bosques nevados noruegos… Todo eso contribuyó a que no idealizara ningún clima, país o planeta.
A la mañana siguiente comenzaría el trabajo más importante de su vida: Con 31 años alcanzaría sin duda una de las cúspides de su carrera. Iba a realizar una tarea privilegiada, y todo gracias a la calidad de una trayectoria inmaculada.
Sería la cronista cuya versión pasara a la historia de uno de los frentes más importantes de la guerra, el “Delta de Loon”. Esa misma tarde abandonaba Künigssee hacia la concentración de Delta, en una encrucijada montañosa e inaccesible llamada “Wolfland II”.
No le quedaban excusas para permanecer ni un minuto más allí.
Preparadas las maletas se despidió de su amiga Myrta, (con la que trabó amistad durante su estancia en el lago). La muchacha le había deseado “mucha suerte” y ella sabía que la necesitaría.
¿Se arrepentiría de iniciar esta etapa? No todos los días se era testigo de un cambio tan drástico de costumbres y circunstancias, al menos en lo que se refería a “sus” costumbres y circunstancias… Probablemente la razón por la que “un gusano bailaba en su tripa” se debía al conocimiento de ese hecho, pero bueno… Dar marcha atrás ya no era posible.
Decidió emprender aquel rumbo y ahora tendría que tragar y seguir adelante.
Cuando llegó a Alemania pusieron a su cargo un Volkswagen blanco antiguo, un modelo del siglo pasado con motor de explosión al que llamaban escarabajo por su semejanza con el insecto… De no ser porque varios años atrás se puso de moda devolviendo el modelo a las cadenas de montaje, podría decirse que se trataba de una pieza de museo. El caso es que el coche andaba bien pese a su extensa historia, y era lo único que le importaba a Jane. La estética siempre le había resultado absurda frente a la importancia de la funcionalidad. Ella iba a lo práctico… Esa faceta de su carácter marcaba muchos de los aspectos de su vida.
Una vez introdujo sus bolsas de viaje en el maletero del vehículo, se puso al volante y partió de aquel lugar alejado de la crisis global.
Apartarse de la realidad fue gratificante para la intrépida corresponsal de guerra. En medio del desorden, Künigssee era uno de los afortunados islotes que vivían ajenos al conflicto, aunque estuvieran plantados en el centro de éste.
Tras el merecido reposo volvería a tomar conciencia de la situación en cada continente para desempeñar con acierto su cometido. No dejó de hacerlo durante los últimos años, sin embargo ahora habría una gran diferencia centrada en el grado de involucración con respecto al caos.
A partir de “ya”, estaba dentro hasta el cuello.
Prefirió tomar una carretera secundaria para dirigirse a Wolfland, en parte por evitar las ruinas de la ciudad de Berchtesgadem… Bordearía el río y una montaña, y el camino sería más abrupto. Pero no importaba. Ella sólo pensaba que por fin se iba a establecer en un sitio. Se acabó marchar sin rumbo de un lado para otro cada pocas semanas.
Ser cronista era más estable que ser corresponsal de guerra. Según le dijeron tendría su propia oficina. Pero ser cronista era mucho más peligroso de lo que parecía… No debía olvidar que al último, el que venía a sustituir, le volaron la cabeza en el frente del Este.
El Volkswagen blanco avanzaba lento pero inexorable por la serpenteante y estrecha carretera. Detrás de cada curva aparecía una nueva ladera forestal repleta de vida. La brisa penetraba por la ventanilla del coche haciendo que su rubia melena se contoneara con frenesí. El sol de la recién estrenada tarde hacía “muecas” en los cristales, deslumbrándola por momentos… Jane estaba muy segura de sí misma y no tenía miedo. Cuando se sentía así nada podía detenerla. El hambre de triunfo no se sacia con un pastel de carne.
-7 de Abril del 2071. -Pronunció con nitidez, accionando su grabadora miniaturizada-. Hoy es el gran día. Estoy alcanzando Wolfland por una solitaria carretera hacia el norte. La zona es agradable, quizá haga demasiado frío, pero eso no evitará que haga bien mi trabajo. Para comenzar necesitaré recibir cuanto más apoyo mejor de la cúpula militar de la base. Todo dependerá de cómo se porten conmigo, y ya sabemos que a esta gente no le gusta que se husmee en sus asuntos. Supongo que en cuanto llegue me convertiré en el enemigo interno, lo cual no será agradable. Voy a estar muy sola ahí dentro… Al menos eso beneficiará mi labor de cronista y el rollo utópico de la imparcialidad y la objetividad… No sé cómo puede gustarme este trabajo. Debo ser un bicho raro.
Soltó la grabadora en el asiento vacío del acompañante y se concentró en conducir. Muchas personas se habrían mareado con las curvas… Por fortuna era una chica dura. Pensaba en temas intrascendentes: Al no haber almorzado en Künigssee su hambre de triunfo se solapaba con el hambre física.
-“Los bichos raros tenemos estómagos raros”.
En ese instante fue cuando ocurrió.
A su derecha, en la ladera que bordeaba la carretera, un enorme crujido de árboles la hizo frenar el coche en seco. Debido a la inercia casi chocó de cara con la ventanilla de delante. Se había golpeado con el volante en el pecho y le costaba un poco respirar.
Sólo le dio tiempo a ver un enorme árbol cayendo no muy lejos de ella… Luego atisbó una sombra que aterrizó en el techo del utilitario con un ruido sordo y seco. Pero enseguida otro fenómeno desvió su atención: Un resplandor rojizo rozó esquivando el coche por su parte de detrás… Al sentirlo, ¡se le puso la “piel de gallina” y el corazón en la boca!
No obstante la “luz roja” pasó de largo en pos de la sombra negra, y ambas se perdieron en el bosque ladera hacia abajo.
En cuanto reaccionó echó mano de la guantera del Volkswagen y sacó su vieja pistola, una eficaz Magnun de la serie 90.
Aún atemorizada salió del vehículo sin perder de vista los arbustos por donde desaparecieron las… “cosas”.
-¡La madre que!… -Exclamó agitada.
Tenía miedo… Ella que había visto tantos desastres, tanta sangre, tantas escenas de pesadilla… ¡Estaba temblando!… No sólo percibió la luz roja. Notó una presencia diferente. No humana. Algo que podría asegurar que estaba vivo, pero distinto a cuanto había sentido antes… Algo sobrenatural e incomprensible que le producía un miedo atroz.
Por unos segundos la atosigaron las pesadillas de la niñez sobre seres fantasmales. Sus primos la asustaban con historias de terror que pesaban en su mente como desagradables recuerdos del pasado.
-“Menos mal que es de día” -Murmuró dándose cuenta de que estaba sudando a pesar del gélido frío… Ningún ruido: Rumor de árboles.
La soledad parecía tan extraña, como si la observaran a escondidas… La presencia sobrenatural flotaba en el ambiente. La inexplicable sensación se estaba diluyendo con lentitud y Jane recobraba la calma. Sabía que no debía dejarse guiar por el miedo… Que lo racional siempre triunfa sobre lo irracional.
-“Todo esto tiene una explicación lógica” -Pensó observando la abolladura en el techo del turismo blanco-. “Puede que fuera un disparo, o un arma nueva, o… un ciervo” -No pudo menos que sonreírse ante las ideas que se agolpaban en su cerebro-. “Porque eso… era… estaba como… vivo.”
Temerosa por si aún podían oírla, empuñó el arma y se acercó con sigilo al árbol caído junto al coche. Esas “rarezas” misteriosas lo derribaron… Con detenimiento se observaba que lo golpearon con tanta violencia, que las raíces cedieron inclinándose, desenterradas de la tierra. A la altura de su cabeza, justo donde el impacto, un profundo tajo quemó la superficie de la corteza ennegreciéndola por completo.
¿La “cosa roja” había hecho eso?
Fue un choque seco. No como el de un leñador con una sierra o un hacha, sino como si un peso de toneladas hubiera embestido el árbol astillándolo… Si habláramos de un “arbolito”, bueno, habría sido en cierta forma comprensible. Pero aquel gigante era demasiado grueso, tanto o más que las columnas de un templo griego… Utilizando la cámara de fotos miniaturizada que llevaba encima, captó imágenes del incidente…
Al mirar en la dirección de la que venían, vio indicios sorprendentes: Otras ramas próximas también fueron derribadas… Algunos arbustos resultaron quemados y esparcidos por entre la tierra revuelta… Con el valor que la caracterizaba escaló hasta esos matorrales
La pista se prolongaba desde más arriba aún… Espió con cautela hacia atrás y hacia los dos lados para comprobar que no había nadie. Recordó la Magnun cargada, y decidida, continuó trepando.
Entre el terreno pedregoso encontró un surco de haber arrastrado algo pesado… Entonces pensó en un meteorito, pero lo desechó enseguida. Estaba convencida de que la “bola roja” cambió de dirección para esquivar al Volkswagen.
Más arriba halló una piedra enorme que sobresalía de la ladera empinada. Al rodearla se dio cuenta de que al fondo, sobre una montaña desnuda de vegetales, destacaba el complejo militar “Wolfland II”, recortado contra un cielo plomizo.
Contemplando desde abajo donde iba a vivir, sintió un escalofrío.
Una nube tapó el sol que iluminaba la montaña… Era un lugar escarpadísimo, donde si alguien se despeñaba se haría jirones rodando hasta el fondo.
En el 69, durante un conato de invasión a Alemania, la “tierra de lobos” (Wolfland) fue muy castigada por el enemigo. El fuego cruzado aniquiló la vegetación, siendo ése el motivo por el que todo estaba tan muerto.
Desde la roca en la que estaba situada se distinguía la base a la perfección. Se levantaba a unos dos kilómetros de distancia de ella… A los pies de los sólidos muros, la ladera descendía hasta una depresión oscura y profunda que hacía de la montaña una cumbre más alta de lo que en verdad era. Ante todo sombría, tapada la luz por un ejército de sombras.
No es que diera miedo, pero imponía respeto. Parecía uno de los castillos de las películas del siglo pasado sobre la vida de “Vlad Dragulya”, o tal vez una institución psiquiátrica de máxima seguridad.
Un sitio extraño e inexpugnable.
El viento gélido la acarició atravesándola, haciéndola sentir que el escalofrío era algo más que una sensación.
Entonces un rugido cercano la devolvió a la realidad.
¡Era el motor del Volkswagen!, ¡alguien lo puso en marcha!…
Si no regresaba al camino de inmediato se encontraría abandonada en mitad de ningún sitio, ¡y sin coche!… Saltando de la roca al suelo casi perdió el equilibrio. Entre arbustos y piedras emprendió a duras penas una carrera frenética hacia su vehículo… Más de una vez ella misma creyó que iba a acabar de bruces en el suelo, pero dispuesta a disparar sobre el ladrón, ganó el asfalto junto a su transporte.
No había nadie. Se quedó sorprendida.
El motor en marcha, el coche vacío y ni un alma rondaba los alrededores… La llave estaba puesta en su sitio. El bromista fue hasta el automóvil, giró el contacto y volvió a huir.
-¡Esto no tiene gracia, ¿oyes?! -Gritó con fuerza manteniendo la calma… No hubo respuesta. Silencio. Soledad.
La quietud era tan extraña… Tan irreal.
No estaba sola y ella lo sabía.
Por eso entró en el coche, arrancó, y salió de allí.
Nadie surgió a su paso para detenerla, ni dispararon sobre ella. Creía que alguna “cosa roja” o una “sombra negra” aparecerían delante del coche… Pero como nada de eso sucedió, continuó el camino hacia Wolfland lo más deprisa que el escabroso sendero le permitía.
Sobrecogida, no olvidaría lo que había sentido en aquella ladera maldita.
Apartando la rama de un arbusto con las zarpas afiladas, alguien miraba cómo el Volkswagen blanco se alejaba montaña abajo.
Con sorprendente agilidad subió a la copa de un pino.
Era demasiado tarde.
El coche tomó una curva perdiéndose de vista.
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lucia
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por lucia »

¿Algún experimento nazi que siguió oculto durante mas de un siglo?
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

A estas alturas, año 2071, en Alemania hace casi un siglo y medio de los nazis y la segunda guerra mundial. El legado histórico es inevitable, y las comparaciones con la segunda gran guerra también. Ha habido muchos conflictos mundiales desde 1945 hasta el 2071, fruto de la globalización que vivimos ahora. A muchos de esos conflictos se les podía haber denominado tercera guerra mundial, puesto que muchas naciones han luchado con otras, o una sola, fruto de las coaliciones y alianzas internacionales. Sin embargo esta guerra es diferente. Se trata de una guerra en la que la globalización se ha ido al garete debido al poder de los hackers, donde muchas naciones se han unido contra el poderío de los países más poderosos. Si a una guerra se la ha podido llamar TERCERA GUERRA MUNDIAL, es a esta, y sí, las comparaciones con la segunda son inevitables.
:D
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

TEXTO NOVELA

2
Sin abstraerse de lo ocurrido, Jane frenó bajo las puertas de Wolfland II… La carretera que la llevó hasta arriba era una de las más tortuosas que había visto en los últimos años.
Ante ella, dos torretas armadas embutidas en un grueso muro, la apuntaban dispuestas a escupir fuego a la menor señal de hostilidad.
Detuvo el motor y bajó del coche.
-¿Tiene pase? -Dijo alguien por un fono instalado en la pared.
Jane se apresuró a sacar la cartera.
-Muéstrelo a la torre -Le ordenaron a la vez que ella alzaba el carné especial que le entregaron al adjudicarle el trabajo… De una de las ametralladoras, un láser lector acertó la ficha de identificación. Analizó la tarjeta milímetro a milímetro, y dio luz verde a la visitante.
Una rampa subterránea se plegó del suelo dejando a la vista un túnel. Parecía una boca sin dientes que se adentraba en una garganta sin fondo… Rehusar invitaciones es de mala educación, así que maniobró deslizándose hacia los sótanos de la base. El cambio de luz hizo que casi no viera nada al penetrar en el garaje… Menos aún cuando detrás de ella se cerró la puerta.
Transcurridos unos metros de camino por el parking, unos soldados la retuvieron, atentos a cualquier anomalía. La hicieron bajar del coche por segunda vez y la condujeron a una oficina a modo de garita.
Allí la atendió un joven con gafas y bata blanca.
-Siéntese ahí por favor -Indicó una silla. Ella obedeció sin rechistar-. No se preocupe, son medidas de seguridad -El soldado aproximó un sofisticado aparato al rostro de la muchacha.
-Ya he pasado por esto otras veces -Respondió Jane poniéndose rígida.
-Estupendo, entonces terminaremos más rápido -El comprobador de retina se acercó al ojo-. No cierre -Un haz láser inocuo recorrió de izquierda a derecha la superficie ocular, deslumbrándola en su resplandor rojizo-. Ya está, miro los datos y puede marcharse -El hombre se retiró hacia un ordenador y tecleó en el tablero con presteza… En la puerta, un militar armado que vigilaba la operación llamó la atención a Jane.
-Eh oiga, tendrá que dejar aquí la Magnun de la guantera -Advirtió.
-Sí, claro -No le agradaba la idea, pero siendo civil, las normas no le permitirían portar utensilios de guerra. Por un momento pensó preguntar a los soldados si sabían algo sobre una “esfera roja” que deambulaba por los bosques arrollando árboles… Frente a la posibilidad que se rieran de ella desechó enseguida la cuestión. Ya se encargaría de averiguarlo más adelante.
-Perfecto señorita Kentwall -Interrumpió el “oculista”-. El comandante se alegrará muchísimo de verla -Ironizó sarcástico-. Se trata de la cronista -Explicó al otro soldado.
-¡Aah! -Sonrió cómplice el compañero de la puerta.
-¿Tan malo es el viejo? -Le intrigó la guasa de la pareja.
-Es un autentico…
-Eeh, no vayas a obsequiarnos con palabras obscenas ante una señorita tan guapa. -Le reprimió el de las gafas haciéndole callar.
-Bueno. -Replicó ella luciendo una mueca-. Nunca pensé que fuera sencillo.
-¿Sencillo? Lo tienes crudo, nena. Kane es más hueso que el cadáver de su madre -Le devolvió el pase con actitud grotesca.
-Ya veremos -Se retiró al coche instalándose en el asiento del conductor y sacó la pistola de la guantera-. Me las ingeniaré divinamente -Con un gesto rápido lanzó el arma de fuego al soldado de la puerta.
-¡Cuidado! -Exclamó asustado recogiéndola al vuelo. Mientras capturaba “el envío”, Jane ya había arrancado en busca de un hueco donde estacionar el coche.
-¡Será hija de… Podía habérseme disparado!
Unos soldados cercanos se carcajeaban de él sin intención de disimularlo.
-¡Tienes problemas con las mujeres ¿eeh?! -Le gritaron entre risas.
-¡Comed mierda, tontos del culo!

El parking de la base estaba casi repleto. Aun así no tardó demasiado en dar con un sitio para el Volkswagen blanco… Un buen número de fluorescentes cumplían con eficacia su función iluminadora, aunque hacían gala de “mantas y edredones” de telarañas… Diferenciaban con claridad dos zonas, una para los vehículos y otra semejante a un almacén en el que una cadena de soldados transportaba embalajes de fuera a dentro.
La salida estaba al fondo… Y hacia ella se dirigió, deseosa de descubrir cómo era el distrito en el que iba a residir durante los próximos meses. Al pasar junto a los soldados la silbaron piropeándola descarados. Parecía que no veían a una mujer en mucho tiempo, y sin embargo no era cierto. En la base convivían ambos sexos en armónica naturalidad, así que debía considerarse halagada. Ella era bonita… Tenía un tipo precioso, una larga cabellera rubia rizada, y unos ojos verdes profundos como lagos bañados por el sol de media tarde. Sus facciones, al igual que su piel, eran suaves. Varios pretendientes la compararon con los ángeles del paraíso. Eso antes de romperle los corazones, porque su carácter fuerte y su personalidad firme la hacían incompatible con las ideas sedentarias de la sociedad urbana… No se sentía orgullosa de ello, pero le gustaba presumir de ser libre como el viento.

En la parte posterior del pase estamparon un mapa miniaturizado de la base. Examinándolo reconoció de inmediato la disposición del complejo, así como el lugar que se le asignó dentro del mismo.
Cargada con sus tres bolsas de viaje subió a la superficie de Wolfland II. La base era como un pueblo pequeño, con la diferencia que éste se encontraba en constante estado de alerta. Dentro había de todo: Supermercado, clínica, pub, guardería, Iglesia, escuela, laboratorios… Y por supuesto hangares militares… Wolfland estaba habitado por personal civil a la vez que por personal militar.
No era extraño ver en una acera a un soldado armado con un arsenal, y en la otra a la típica ama de casa que iba a comprar con su niño en el carrillo… Que las familias de algunos técnicos residieran en la base, hacía de ésta un sitio amigable y hogareño de no más de doscientos habitantes. El cóctel agitado distribuía a unos y otros en 340.000 metros cuadrados de superficie, espigados en la cima de una montaña.
Los edificios más altos remontaban las dos plantas y se situaban en la zona residencial. El resto lo formaban tres hangares enormes y otros tres solares, ocupados por comercios e instituciones de servicios. No circulaban automóviles eléctricos por las calles… La bicicleta se había coronado con el título de reina del desplazamiento interno. Sólo en casos concretos se utilizaban camiones para cargar los utensilios de mayor tonelaje.

Según la tarjeta de identificación se alojaría en el apartamento 32, en el segundo piso del edificio número tres: Fondo norte.
El equipaje no pesaba demasiado. Su economía actual no le permitía poseer más de lo estrictamente necesario.
Era media tarde y nadie rondaba por las calles. ¿Mala hora, o es que lo normal era un ambiente tan desolador?… Todos los edificios, los ocho, estaban pintados igual que los muros que rodeaban la base… De un color tierra no muy agradable que transmitía una amarga sensación de sequedad.
Al pasar bajo la torre de vigilancia central, elevada unos veinte o treinta metros del suelo en el centro del complejo, se detuvo para distinguir su cúspide. Lo hizo hasta darse cuenta de que su gesto delataba que era nueva.
Las manzanas edificadas, incluida la suya, eran prácticas frente a la estética que caracterizaba las ciudades burguesas vanguardistas. Al fin y al cabo viviría en una base militar, no en una urbe “colectora” de turistas… Entró en su bloque y recogió la llave en portería, atendiéndola una mujer de mediana edad bastante fría en el trato… Siendo dos plantas no se molestaron en instalar un ascensor. El pasillo que conducía a su habitación era largo y mal alumbrado. En las paredes destacaban unas láminas chinas de estilo aguerrido, con gamas de colores chillones.
Al pasar a su piso lo estimó pequeño… Más que en sus peores expectativas. Dejó las bolsas de viaje en la puerta y entró a echarle un vistazo. Eran tres habitaciones con escasos alardes:
Un cuarto de estar con vistas al exterior de la base por encima de los muros, en cuyo interior un abigarrado mueble cama habría herido la sensibilidad de un decorador de interiores… Un mullido sofá, una sólida mesa, y una resultona cocina justo debajo de la ventana, remataban el cuadro.
Se apresuró a descorrer la cortina. Pese a su sorpresa descubrió que allá, a unos 600 o 700 metros de distancia de la base, se divisaba otra construcción militar… No estaban en la cima de la montaña… Era la segunda estructura la que se situaba en la cúspide. Quizá por ese motivo la ciudad se llamaba Wolfland II… Se adivinaba una remota carretera sin asfaltar que conectaba con la zona, pero su acceso parecía prohibido y poco frecuentado.
Desde los ángulos de la ruta por la que había venido el complejo era invisible. Se trataba de un lugar raro, hechicero… Atraía su atención de una forma extraña a la vez que escalofriante… Un temblor frío recorrió su espina dorsal mientras miraba los edificios lejanos. ¿Qué le pasaba, el frío del sur de Alemania o un funesto presentimiento?
Cerró las cortinas y prosiguió examinando su nuevo hogar.
El cuarto de baño estaba limpio. Tanto que brillaba como si estuviera mojado. Quizá era demasiado estrecho.
A su lado un dormitorio diminuto, con su armario caoba, su silla y su mesita de un plástico semejante a la madera. En el centro, le encantó la cama de aspecto confortable. Existía allí otra ventana, ésta con vistas hacia el Oeste, a las lejanas y verdes laderas de la remota cordillera… Habitaría en una de las esquinas de Wolfland y por mucho que lo intentaba, la calefacción no daba señas de ir a funcionar.
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lucia
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por lucia »

¿Una base militar para solo doscientas personas, incluyendo los familiares? :noooo: :noooo:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

TEXTO NOVELA

3
A las seis de la tarde Jane estaba instalada por completo en su improvisado hogar. Tiraría un par de cosas a la basura y compraría otro par más para utilizar la cocina, pero de momento estaba servida… Salvo la excepción de su estómago, que insatisfecho pedía comida desesperado.
Olvidó comer, y desde el desayuno no había probado bocado… Hambrienta, bajó en busca de algo que echarse a la boca en las “atractivas” calles de Wolfland. Solicitó un monedero electrónico a una sucursal automática, y en un autoservicio sació su apetito. Se guardó de probar las peligrosas algas marinas del Mediterráneo: Aunque la dependienta afirmara lo contrario, más de una persona se intoxicó con la radiación que contaminaba a ciertas especies. Pese a la voz de alarma, el comité de salud de la Comunidad no retiró todas las variedades prohibidas del mercado.
La guerra los mantenía ocupados en temas más urgentes que la sanidad pública. ¿Qué importaba la sanidad pública si la guerra mataba a ese público?
La guerra. Un suspiro adornó sus pensamientos. Maldita guerra.

Mientras efectuó sus compras y acopló sus enseres al piso, la noche se tendió sobre la tierra de lobos… A alturas del mes de Abril anochecía pronto en Europa y por lo general, a las ocho de la tarde, la oscuridad invadía las montañas engullendo lo conocido para transformarlo en misterioso.
Jane esperó despierta para escuchar las noticias de los frentes: La radio le confirmó que tras la tregua de hacía unos meses, el espectro de la guerra volvía a tornarse en frustrante realidad. Se confirmaba la victoria obtenida en el Cabo York por tropas anglo australianas… También que el enemigo “Afro” amenazaba cruzar a Francia tras recuperar el dominio de la península Ibérica…
Al día siguiente temprano, a las nueve, se entrevistaría con el comandante de Wolfland. Sería su primera cita con uno de los mandos militares, y en ella acordarían los límites y las reglas que ella debería cumplir mientras realizaba su trabajo… Aunque eso sería “mañana”, así que hasta entonces no empezaba a trabajar.

Paseando por las cuadriculadas calles de Wolfland a las diez de la noche, Jane Kentwall descubrió que el cambio climático también se explayaba por aquellos contornos: El tradicional frío alemán se había convertido en una simple brisa fácil de combatir.
Haciendo gala de una buena dosis de tranquilidad, empezaba a inspeccionar la ciudad. Los dos edificios residenciales se encontraban juntos. Las tres manzanas de comercios con la torreta en medio se situaban en la parte sur. Y la zona noreste contaba con tres hangares y una plataforma para despegue aterrizaje de aviones o helicópteros.
El sur era el sitio más animado de la ciudad. Allí estaban los comercios, los bares, el banco, los juzgados y un sinfín de locales acogedores que decoraban el contorno de la manzana. La gente haría la vida social en torno a esa zona.
Por eso huyó de allí.
Bajo la luz de la Luna paseaba por la parte Noroeste, donde los edificios residenciales. Le era inevitable buscar la paz interior que añoraba de su estancia en el lago… Se sentía extraña por el cambio de aires, y sobre todo por no conocer a nadie… El barrio estaba tan solo como los frondosos bosques de Künigssee, pero la naturaleza siempre es más grata que el cemento.
Entre los edificios y el muro de contención de la base, diseñaron unos amplios pasillos que daban la vuelta alrededor del complejo. Hacían de circunvalación rectangular que creaba un espacioso corredor entre las impenetrables paredes y los bloques interiores. Eran unos caminos destinados a que los camiones circularan por ellos sin adentrarse en la zona peatonal. Todavía no sabía de estos detalles, ni había descubierto que la gente les llamaba “los pasadizos”, evitándolos por lo abandonados que solían estar. El caso es que por ellos era por donde Jane caminaba en su desalentadora primera noche en Alemania… Las tenues farolas que alumbraban la calzada no superaban la altura del recinto. En las aceras clavaron unos bancos desangelados, instalados cada diez o quince metros.
Caminó bajo la esquina en la que se hallaba su apartamento, y se percató de su buena suerte con la situación de las ventanas. Muy pocos pisos daban al Norte y al Oeste permitiendo contemplar las laderas de enfrente de la base… También en la esquina, pero en la del muro, existía una torreta de vigilancia donde dos o tres soldados tomaban café, charlando entre ellos. No es que estuvieran atentos, aunque al menos se mantenían en su puesto.
Bajó la calle hacia el sur con paso lento y pausado… Cerca de ella divisó sentado en un banco a un hombre, que leía una carta bajo el destello eléctrico de las farolas. El tipo estaba tan abstraído en su lectura que ni se daba cuenta de su venida… Su pelo era corto, rubio anaranjado o quizá “pajizo dorado”, una tonalidad difícil de determinar. Vestía un chándal demasiado fino para el fresco del pasadizo. No le importaba, sonreía absorto en los folios.
-Buenas noches -Dijo ella al cruzar a su lado.
-¿Eh? ¡Ah!, buenas noches -Respondió sorprendido, parapetándose en su carta para continuar leyendo… Jane no pudo contener una sonrisa al ser testigo de lo alterado que se había puesto, pero siguió avanzando calle abajo.
Entonces entraron en escena dos individuos que venían de la vía perpendicular. Uno de ellos se tambaleaba llevando en su mano una botella agarrada por la boca… El otro era el desafortunado al que le tocó acompañarle a casa. Se dirigían hacia la cronista sin todavía reparar en ella.
Muy borracho, el soldado se cogía a su acompañante mientras vociferaba en francés… (La base agrupaba una mezcla europea de distintas nacionalidades)… Jane se encaminó a un lado para evitarles, justo cuando el ebrio la distinguió.
-<¡Eeh, mira Jacques… Hembra!> -Gritó titubeando, yendo con un trote cómico y desequilibrado hacia ella.
-“Mierda” -Murmuró Jane para sí al verle llegar. El “carabina” trató de detenerle, pero su esfuerzo fue inútil.
El tío cogió la mano de la chica y se arrodilló ante ella.
-<Prin… princesa, permíteme…> -Le besó la mano-. <…po… ponerme a tus pies y po… postrarme ¡ante semejante belleza! ¡Qué buena estás condenada!> -Se rió y sí, le ocurrió, ¡se le cayó la baba!… Jane no le entendía, pero olía su fétido aliento etílico.
-¡Apestas a alcohol! -Retiró la mano con celeridad y le advirtió desafiante-. Vuelve a tocarme y te corto eso que tú ya sabes y que tanto aprecias.
-<¡Eeh, Jacques, es inglesa… y tiene mucho genio!> -Balbuceó a su amigo girando la cabeza.
-<Déjala François, es tarde y…> -Pero el borracho continuó el juego como una cuestión de principios.
-<No te vayas, ven conmigo nenita>. -Pasó un brazo por encima del hombro de ella, que ya se había dado la vuelta para marcharse.
-¡Suéltame!
Todo el peso del galo descansaba sobre Jane, y harta de aguantar, propinó con rapidez un fuerte puñetazo en la entrepierna del soldado, quien cayó dolorido, doblado de rodillas.
-Oooooouuuuuf -Resopló perdiendo la respiración.
-<¡Je!, ¿François?> -Rió el otro sin decidirse a auxiliarle.
-Lo siento, se lo advertí.
-<¡Zorra!> -Gritó el humillado, rompiendo la botella contra el suelo, levantándose amenazante… Jane estaba en peligro y retrocedió… El borracho alzó el brazo para golpearla con los afilados cristales… Pero un “relámpago” asió del hombro a Jane y la apartó, empujándola a un lado. A gran velocidad alguien golpeó en la cara al francés, tumbándole de espaldas sin conocimiento…
¡El hombre del banco!
Sin soltar su carta había acudido presto a socorrerla.
-Llévatelo a dormir, ¿o tú también tienes ganas de problemas?
-<¡No, no, no!> -El acompañante tranquilizó los ánimos alzando las manos, agachándose para incorporar al caído.
-¡Eh tú! -Intervino Jane increpando a su salvador-. ¡No necesitaba ayuda! -Le recriminó enfadada por entrometerse… Si ella detestaba algo, era deber favores a los demás. Sufrió algunas experiencias negativas a ese respecto y lo más posible era que su “benefactor” no dejara escapar la oportunidad.
-Esto… -Dudó él, dando un paso atrás-. Perdón, yo… -Respondió con una expresión tímida tan inocente, que desarmó a la desconfiada cronista.
-Bueno… -No supo qué decirle, se estaba arrepintiendo de haberle repudiado sin antes calibrar la situación.
-Tengo que irme -Dijo él procurando escabullir el bulto como fuera-. Debo seguir… leyendo -Le enseñó la carta, se dio la vuelta y se fue… Jane quiso decir algo, pero no vislumbró el qué, así que se quedó mirando cómo se alejaba de ella… Le pareció de su misma edad, alto y fuerte, diferente.
Sobre todo eso: “Diferente”.
Se llamó estúpida por haber estado tan ofensiva y al final, también se marchó… Mañana era día laborable y tendría que levantarse temprano.
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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

TEXTO NOVELA

4
De los tres hangares existentes, el central cobijaba la oficina del comandante de la base. Su nombre era Kane. Charles. Un británico de mediana edad experto en administración y dirección financiera del ejército inglés. (A eso se dedicaba antes de la guerra). Nunca asombró con una brillante actuación que le hiciera destacar por encima del resto, pero sus muchos años de experiencia en la gestión armamentística le empujaron hasta el puesto. En aquel momento controlaba cada detalle de Wolfland y nada se podía hacer sin su consentimiento.
Jane Kentwall estaba sentada a las “nueve cero cero” de la mañana en la antesala de la oficina de Kane, pues una urgencia de última hora retrasaba su cita con el comandante.
Fuera del recinto de la oficina, a través de unos amplios aunque polvorientos ventanales, observaba con atención el interior del hangar en el que el mando se refugiaba: Unos técnicos revisaban los sofisticados helicópteros de combate, manteniéndolos a punto para cualquier emergencia. Veía dos viejos “Apache” adaptados al armamento serie 90, seis de los modernos “Lonewolf” del ejército francés, y dos “Bull 3.000” de búsqueda, transporte y recogida de tropas, los famosos “Penetrator”. (Encargados de introducir a Delta más allá de las líneas enemigas).

Alpha, Beta, Gamma, Delta y Epsilon. Los cinco dedos de la mano derecha del Bloque Aliado: El orgullo de Europa y la América yanqui.
Se les conocía como destacamentos CIIAM.
Comandos Internacionales de Intervención pos Antiguo Mundo.
Eran los encargados de desequilibrar la guerra. Hombres y mujeres entrenados para superar cualquier tipo de rival, circunstancia o peligro… Cuando las tropas normales eran incapaces de seguir avanzando, o cuando la situación se volvía desesperada, se recurría a ellos para que salvaran la batalla. Lo normal era que cumplieran con la tarea. De ahí venía su lema:
“Donde nadie ha llegado, cuando nadie ha podido”.
En definitiva eran auténticas máquinas de guerra de diferente procedencia. Unos los consideraban héroes, otros la escoria de la humanidad. Pero para una guerra a escala global como aquella, se convirtieron en el arma perfecta… Jugarían un papel clave en la historia, y a Jane, como cronista, se le había encomendado la labor de narrar las gestas de uno de esos destacamentos:
El Delta, liderado por Loon.
Pero no todo se presentaba como un suave camino de rosas para el Bloque Aliado: La increíble expansión tecnológica de África, Asia y Sudamérica puso en gravísimos aprietos durante tres años a la poderosa coalición Europeo Norteamericana.
Desde el instante en que billones de pobres se revelaron contra la minoría rica sucedieron muchas cosas. Existió una tremenda igualdad de bloques, y el Patriarcado del Sur también creó sus mitos.
Si en el Norte se citaban desde Alpha hasta Epsilon, en el Sur había cobrado prestigio la “Tercera Mecanizada”, los llamados “Diablos Negros” de la 211 división aerotransportada, y la 325 blindada de Kigali.
Aunque los destacamentos del Norte se mostraron hasta el momento superiores a los del Sur, no faltaban tremendos descalabros: En Almería, entre el calor sofocante del desierto español, Epsilon fue aniquilado por la 211 en un caos irrepetible.
Y en Montenegro (Norte de Siberia), la Tercera Mecanizada desarticuló al propio Destacamento Delta aprovechándose de un grave error de cálculos: Allí murió el cronista al que Jane iba a sustituir, así como varias “piezas” del destacamento que iban a ser reemplazadas.
Por eso ella sabía que empezaría desde cero en un Delta reformado con un líder nuevo, y que no tendría garantías de éxito hasta que no demostrara su valía. Era una incógnita si aquel Delta funcionaría como era debido. ¿Podrían quitarse de encima el calificativo de “peor” de los cuatro destacamentos supervivientes?… En el contexto de esas expectativas sería donde la cronista tendría que manejarse para trabajar.

La puerta de la oficina del comandante se abrió de súbito y el propio Kane asomó por ella.
-¿Señorita Kentwall? -La estudió de arriba a abajo.
-Sí. Soy yo -Respondió levantándose serena.
-Estupendo, pase dentro.
Como se adivinaba desde fuera, la oficina no era amplia en exceso. Gozaba de toques muy personales, como la cabeza de un alce en la pared, las fotos de una familia, o una vieja y estropeada biblioteca.
A primera vista, Kane no sobrepasaba los 1,75 de Jane. Su aspecto le definía como una persona de buen comer, algo grueso, cuyo cabello rubiáceo podría ser injertado. La expresión de su rostro era tan seria, segura y autoritaria, que parecía concebido para no sonreír jamás. Asemejaba el arquetipo capaz de enojarse por cualquier tontería sin razón aparente.
-Tome asiento -Le indicó abriendo el menú de su pantalla, leyendo con sobriedad datos sobre la mujer que tenía enfrente.
-Gracias -Replicó ella, intentando ver reflejado en un espejo lo que el ordenador guardaba archivado.
-Así que usted es la nueva cronista -La obsequió con una mirada poco amigable, llena de juicios negativos.
-¿Acaso esperaba a un hombre? -Dijo ella sin desviar los ojos de la tosca expresión de su oponente.
-Vayamos al grano -Cambió de tema evadiendo el debate machista-. ¿Cómo piensa realizar su trabajo?
-Lo más fiel a la realidad, como debe ser -Afirmó procurando no mostrar señales de debilidad ante aquel individuo. El comandante rió irónico, y Jane aprovechó para retomar la palabra-. Espero de ustedes una cooperación apropiada y una libertad de acción plena para redactar la crónica.
-Imposible -Negó rotundo. Ella conocía de antemano la respuesta, pero tenía que tantearle.
-¿Entonces? -Preguntó revistiéndose de paciencia.
-Como comprenderá… -Explicó el comandante utilizando las manos para apoyar sus expresiones-. No arriesgaremos la seguridad de Delta o de la base permitiendo que utilice datos comprometedores para nuestra integridad -Ahora era Jane la que sonreía irónica-. Así que… -Continuó diciendo-. Habrá usted de respetar las zonas calificadas como de acceso restringido, y seré muy estricto al respecto. Haga lo que quiera, como quiera y cuando quiera, entreviste a quien le de la gana… Escriba artículos, o lo que le salga de la mollera. Pero en la parte abierta al público… Si se la sorprende en la zona restringida será sustituida por otro cronista.
-¿Fotos? -Insistió ella.
-Olvide lo que es una foto -Cortó seco.
-¿Qué hay de la base en la cima de la colina? -(La que divisaba desde el alfeizar de su ventana).
-Allí es donde se entrena Delta,… Es el núcleo de este complejo. De hecho aquello es Wolfland y esto es Wolfland II. Pero recuerde. Es acceso restringido. Olvídela también.
-¿No cree que estamos olvidando demasiado? Por ejemplo, algunas de las reglas básicas -Planteó Jane, manteniéndose firme y a la espera.
-Ésas serán cumplidas a rajatabla. Gozará de las libertades preestablecidas en su estatuto con todo lo que ello conlleva, hasta salir con Delta en sus incursiones a terreno enemigo, si usted lo desea.
-“Claro que quiero, idiota” -Pensó para sus adentros.
-Bueno señorita -La apremió consultando el reloj. (No lograría ponerla nerviosa)-. ¿Ya está todo?
-No -Interrumpió enérgica rompiendo lo que Kane había prejuzgado de ella.
-¿Y bien? -No tuvo otro remedio que rearmar su guardia para combatir los argumentos que pudiera presentarle.
-Quiero confirmar dos puntos. Primero: Las condiciones y equipo de viaje para las incursiones: Yo las elegiré -Exigió levantándose de la silla.
-Conforme -Respondió-. Pero eso a mí no me incumbe. Trátelo con Loon. Él es el responsable en ese campo.
-Y segundo y más importante -Se apoyó en la mesa del comandante y le clavó su mirada más fiera-. En nuestro estatuto se permite al menos una visita al lugar de entrenamiento del destacamento. La cumbre en la montaña, Wolfland uno. Quiero ir allí.
-Lo suponía -Murmuró desconfiado-. En principio, no. Se negociará -Jane retrocedió sonriendo, sin sentarse-. ¿Y ahora? ¿Algún otro problema? -El tono que empleó dejaba constancia de que se estaba burlando de ella.
-Sí. Nada más advertirle -Le sorprendió su descaro-. Usted como militar tiene unas obligaciones, yo como periodista tengo otras. Mi deber es informar de lo que ocurra. Eso incluye la posibilidad de saltarme sus normas.
-Hágalo, la expulsaré -La animó a ello con la idea de intimidarla.
-Los dos sabemos que no funciona así -(Era cierto, el conflicto “seguridad estatal” vs “libertad de expresión” sólo podían resolverlo en última instancia los tribunales).
-Supongo que de hacerlo no ignoraría los riesgos a los que se expone -La expresión de Kane se tornaba más brusca conforme avanzaba la conversación, y ella arqueó las cejas sin despejar la incógnita… La declaración de guerra ya estaba firmada entre ambos. (Una más no se notaría en el contexto mundial).
-De todas formas… -Dijo Kane improvisando una especie de breve inciso-. Me gustaría pedirle moderación en sus investigaciones hasta que se asienten las cosas-. Explicó tapándose la boca para toser -Esos muchachos permanecen concentrados desde que pasó lo de Montenegro hace ahora ocho meses. Los ánimos están tan tensos que pueden saltar con una simple palmada. El hecho de estar aquí sin hacer nada durante tanto tiempo, los ha puesto más nerviosos de la cuenta. En especial a los comandos de Delta. Puede que no reaccionen bien ante alguien que aparezca haciendo demasiadas preguntas -Su tono parecía conciliador, aunque los animales que se ponen en retirada antes de soltar su ataque, son los más peligrosos.
-Gracias por advertirme -El comandante se levantó de su silla. Jane comprendió enseguida que el militar por fin abandonaba su feudo. Por eso se relajó un poco consciente de que la entrevista había terminado.
-Si no le importa, tengo trabajo atrasado -Se excusó invitándola a salir.
-Ya veo –Sonrió-. Bueno -Hizo el primer ademán de marcharse.
-Antes de irse -Añadió Kane reteniéndola-. He hecho que Loon venga a conocerla. Debe estar ahí fuera esperándola.
-No era necesario, pero se lo agradezco -Contestó ante una cortesía que nunca habría presupuesto en el tipo.
-Él la acompañará hasta su oficina y le mostrará lo que usted desee ver de la base -Jane asintió satisfecha, con la cabeza un poco cargada-. Eso es todo, si quiere algo ya sabe dónde me tiene -Concluyó con amabilidad ficticia… De hecho no volvió a ser cortés en lo que le quedaba de estancia en Wolfland.
-Gracias -Abrió la puerta para irse-. Ha sido un placer -Sonrisa fingida.
-Igualmente -Sonrisa fingida.

Cada uno de los destacamentos era guiado por un líder que manejaba y se compenetraba a la perfección con el grupo de combate. Se podía presumir que sin ese líder el destacamento perdía su orientación y su fuerza, por eso eran tan importantes y carismáticos.
Fueron entrenados para manejar cualquier situación, preparándoseles para ser auténticos arietes demoledores. En teoría, uno solo de esos hombres podía exterminar a todo un ejército… En la práctica aún no se había demostrado, pero quienes les veían actuar perfilaban que podría ser cierto.
Con ellos se crearon mitos para la historia: En Alpha el arizoniano Saiclon. En Beta el irlandés Steel. En Gamma el ruso Redhand.
Todos ellos consagrados por sus hazañas.
En cambio, en Delta, tras la muerte del británico Stocktom en Montenegro, adiestraron a un ex componente de Beta, un soldado llamado Loon para que le sustituyera… Decían que poseía unas condiciones extraordinarias para el cargo, pero aún no las había ejercido en la vida real. No porque no valiera, sino porque sólo llevaba un día en Delta.
Llegó el día anterior, horas antes o después de que la cronista Kentwall… Con su incorporación y la de cinco comandos, Delta se reactivaba tras ocho meses.
Tanto para Jane como para Loon, y casi para todo Delta, aquel día era el primero en un nuevo trabajo.

Al salir de la oficina del comandante, Jane no vio a Loon en la antesala. Antes de pedir explicaciones, la secretaria de Kane le indicó que el líder la esperaba en el hangar, revisando los helicópteros con los técnicos.
Podía ser cualquiera de los que deambulaban dentro del hangar.
-¿Cronista? -Habló alguien a su espalda.
-¿Sí? -Se giró con celeridad… Entonces pudo verlo ante ella: Un hombre ancho de hombros ataviado con unas gafas de sol negras que escondían sus ojos.
-Soy Loon. -Le tendió la mano.
-Enhorabuena. -Bromeó aceptándola… Se arrepintió enseguida al ver que no sonreía… Era un par de centímetros más alto que ella, de pelo castaño y piel dorada por el sol. Vestía de negro, con un jersey de lana sin mangas que mostraba unos brazos desarrollados. El gesto de su cara no era desagradable, además de guapo tenía aspecto de no ser mala persona.
Jane no mostró admiración por él, sabía que no debía hacerlo. Por un lado porque aún no era digno de admiración a ojos de nadie, y por otro porque entendía que mostrarse agradada ante él sería una forma de demostrar debilidad… Se limitó a ser firme y segura, preparada para afrontar (como ella solía llamar a las conversaciones) una “batalla lingüística” con el líder de Delta.
-Bueno… -Dijo él intentando romper el hielo-. Al parecer nos ha tocado cooperar juntos en esta locura.
-¿Será una obligación, o un placer? -Planteó ella adoptando una actitud ofensiva, que no pasó desapercibida por su “adversario”.
-Eso… El tiempo lo irá desvelando -Comenzó a andar… Jane tuvo que seguirle.
-El tiempo, ¿no? -“Una buena salida”-. Pensó… Abandonaron el hangar a un paso ligero que logró desconcertarla -¿Dónde vamos?
-Voy a llevarla a su oficina, justo allí enfrente -Señaló la manzana de casas más próxima.
-Si tiene prisa puedo apañármelas sola.
-Tengo prisa, pero la acompañaré -Respondió escueto.
-De verdad, no es necesario -Insistió Jane.
-Mire -Se detuvo a su lado-. Voy al primer entrenamiento con los “chicos” que me han asignado para dirigir. La verdad es que estoy bastante nervioso. Presiento que cuando llegue allí me van a liar con mil y un ciento de problemas. Créame, aunque no lo pueda retrasar nada más que unos minutos, prefiero acompañarla -Continuó andando-. Usted es más guapa que ellos, ¿sabe? -Añadió como un cumplido.
-Me ha gustado su último razonamiento.
-Gracias -Bromeó agradable.
Atravesando la plataforma para los helicópteros, una ráfaga de viento frío les empujó con fuerza, obligando a que ella se cubriera la cara con las manos… Permanecieron unos segundos en silencio hasta que Jane lo rasgó.
-Me gustaría tratar ciertos asuntos de importancia con usted. Pero puede hacerse más adelante.
-¿Cómo de adelante? -Preguntó girándose hacia donde estaba.
-Esta noche.
-Ya veo, muy adelante. -Justo en aquel momento alcanzaron la puerta del despacho de Jane… La cronista, lejos de admirar la fachada, buscó unas llaves que coincidirían con las de la cerradura de su piso.
-Saldré a partir de las diez. Quizá un poco más tarde. -Loon actuaba con una naturalidad impropia de a quienes les falta confianza.
-Me parece bien. Podemos cenar juntos. -Por fin dio con las llaves, enarbolándolas triunfante.
-La recojo en cuanto pueda.
-Perfecto, le escribiré mi dirección. -Volvió a hurgar en su bolso en busca de un bolígrafo y un papel… Él esperó con paciencia, aunque tampoco es que tardara demasiado.
-Tome. -Se lo dio-. Una cosa… -Captó su atención y le señaló de lleno con el dedo-. Odio que me den plantón.
-Vaya -Retrocedió burlándose-. Tomaré nota si me deja su boli.
-Ella introdujo la llave y abrió la puerta con suavidad. Luego se volvió mirándole, puesto que permanecía a su lado.
-Se me ha hecho tarde. -Concluyó él abriéndose de brazos-. Tengo que irme.
-Pues… Hasta esta noche.
-Sí, claro, no trabaje de más -Se marchó casi a la carrera.
-No te preocupes -Murmuró sin que le escuchara-. Sabré cuidarme.

-8 de Abril del 2071-. Acercó la grabadora a su boca para que no se perdiera palabra-. Estoy sentada a la mesa de mi oficina. Es pequeña y huele a nuevo, pero es mejor de lo que suponía… Acabo de conocer a Kane y a Loon. Kane es un tipo duro aunque no imposible. Creo que podré negociar con él. A Loon no debo juzgarle todavía. Quizá era con él con quien más miedo tenía de hablar. Aunque sólo sea un civil tiene tanto poder como el que más… Cuando llegó la hora de la verdad, todo fue distinto a como lo imaginé. En teoría vengo a meter las narices en su trabajo, así que debería odiarme y considerarme una molestia. Pero ha sido al contrario, se ha mostrado simpático y hasta hemos estado bromeando. He quedado con él esta noche, entonces terminaré de formarme una opinión al respecto. Si lo que pretende es ligar conmigo se va a llevar un buen chasco. Hasta ahora no me fío de nadie, tal y como debe ser -Stop.
Depositó la grabadora de bolsillo sobre la mesa y espió a través del amplio ventanal de la oficina… Fuera bullía cada vez más actividad.
Iba a ser un primer día de trabajo muy largo.
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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

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TEXTO NOVELA

5 RENEGADO

Jane Kentwall se sentó por enésima vez en el sofá, y por… incontable vez miró el reloj de su muñeca: Las diez y veinte. Loon dijo que llegaría a partir de las diez, podía presentarse en cualquier momento.
No estaba arreglada, ella era una mujer de acción y en su vestuario no cabían trajes de noche de elaborada factura. Además, la crisis económica no permitía alardeos ornamentísticos a nadie. Así que vaqueros y suéteres baratos…
Ella era hermosa… Guiñando un ojo derramaba un litro de elegancia.
Volvió a incorporarse. Aunque transmitiera lo contrario estaba tranquila… No toleraba la quietud, por lo que mientras esperaba tenía que entretenerse con algo a la fuerza. Desde pequeña había sido muy activa, nunca paraba un segundo. Consecuencia de eso se transformó en una incansable trabajadora que no necesitaba del relax que las personas normales ansían tras un período de intenso esfuerzo. De hecho la estancia en Künigssee fueron sus cuartas vacaciones desde que se profesionalizó en el periodismo.
Oteó el horizonte desde la ventana. La luna se cerraba en cuarto menguante y la oscuridad del exterior era absoluta. No se veían las laderas verdes ni los enormes peñascos… Como casi no se distinguía la silueta apagada de la base de la cima, Wolfland uno parecía jugar al escondite… Los muros y las alambradas permanecían invisibles, pero reales… Una semi derruida torre gótica aportaba un toque siniestro al global del complejo.
Según se informó en la biblioteca, allí arriba hubo un monasterio en el siglo XIII cuyos monjes fueron asesinados por los caballeros teutónicos. Luego quedó abandonado hasta la restauración por un vizconde de procedencia austriaca. En la segunda guerra mundial el ejército nazi lo utilizó para fines desconocidos. Se rumoreaba que realizaron experimentos genéticos en su interior, pruebas en las que infligieron tremendas torturas a cientos de personas en pos de la raza aria. Aunque también se corrió la voz de que era un campo de exterminio de prisioneros políticos… Supersticiones. Seguro que la realidad no sería ni la mitad de la mitad de lo que se comentaba.
Lo que sí era cierto es que, por lo que pudiera albergar, los aliados de la época bombardearon el monasterio y lo redujeron a vulgares ruinas. Su historia sangrienta no finalizaba ahí… En una fecha reciente después del 68, el entonces actual Bloque Aliado construyó Wolfland con fines secretos. En el 69, (mucho antes de que Delta se instalara en la tierra de lobos), cazabombarderos del Patriarcado hicieron estragos en el corazón de la base… Llegaron tan lejos resguardados en el avance de la 325 aerotransportada de Kigali, que penetraba en Alemania desde el sur de Europa. Los proyectiles radiactivos convirtieron Wolfland en una montaña pelada sin vida vegetal.
Cuando los invasores fueron rechazados de Alemania, se reconstruyeron las dos Wolfland tal y como las veía. Lo único que se salvó del viejo monasterio era una torre superviviente de las restauraciones del período gótico. A ésta se le añadieron unos edificios de corte futurista que apenas levantaban unos metros por encima de las alambradas, sobre los muros. La mezcla entre lo antiguo y lo moderno resultaba grotesca.
Quizá esas tremebundas historias y la extraña arquitectura hechizaban la base a ojos de Jane… Un aura de misterio la envolvía, convirtiendo en atractiva la fascinante Wolfland del pico de la montaña… Cada que vez que miraba hacia allí le costaba desengancharse.
Allí se ocultaba algo, y no era natural.
De repente, en uno de los ventanales en la base de la torre, una luz roja se encendió: Jane se sobresaltó al verla, y esta vez sí se puso nerviosa… Pero el destello se esfumó tan rápido como había aparecido.
¿La gente de Wolfland uno jugaba con focos rojos en las habitaciones?, ¿o es que la “forma roja” que vio en la ladera estaba atacando la base?… Fue un pulso potente y espeso, pero sólo se mantuvo durante cinco segundos. Tras el paso de estos se disolvió para siempre en la misteriosa oscuridad.
Aún intranquila, se sentó ante la ventana con la cámara preparada para captar la exclusiva. Debía volver a ocurrir.
-Quiero que vuelva a ocurrir -Murmuró atenta, ajustando el teleobjetivo.

En aquel momento “tintineó” el timbre de la puerta.
Loon. Llegaba en el instante menos oportuno.
Con rapidez colocó la silla en su sitio y trató de esconder la máquina de fotos en lo alto del mueble cama… Si la vieran con la cámara podía ponerse en dificultades… Era demasiado pronto para meter la pata.
Se relajó un segundo una vez terminó, y abrió: En efecto, era Loon… Vestía igual que por la mañana, pero ahora iba armado.
-Hola -Saludó Jane de modo amigable, fijándose en que ¡traía una funda con una pistola!
-Cronista, tenemos un problema -Estaba claro que no bromeaba. Fuera lo que fuera, lo decía en serio.
-¿Un problema? -Le miró con cara intrigada.
-No hay tiempo, hay que salir. ¿Lo coge o lo deja?
-Lo cojo -Respondió sin dudarlo un segundo.
-Genial, pues vamos allá -Echó a andar por el pasillo a toda prisa, y al igual que hacía unas horas no tuvo más remedio que seguirle.
-Pero… -Dudó ella dándose cuenta de que no llevaba equipo alguno para la posible emergencia-. ¡Está bien! -Decidió seguir adelante viendo que se le escapaba… Bajaron las escaleras precipitados, sin que mediara una sola explicación. Estaba un poco desconcertada… Por su cabeza pasaba que “sí”, que la “cosa roja” estaba atacando la base.
-¿Por qué me ha avisado? -Le preguntó Jane a la carrera.
-¿No odiaba que le dieran plantón? -Dijo girando la cabeza al tiempo que alcanzaban la puerta del edificio… El frío apretaba más que la noche anterior, pero prestó su atención al Jeep que les esperaba en la calzada.
-Ande, suba -Él le cedió el paso cortés, y Jane se instaló en la parte trasera del vehículo, junto a otro soldado.
-¿Dónde vamos? -Indagó ella habiendo ya arrancado con un brusquísimo acelerón… La calló alzando la palma de su mano.
-Ahora le explico.
Circularon a través de Wolfland II hasta la entrada al parking subterráneo. Y como por lo visto sólo se accedía al exterior de la base por allí, bajaron por la misma canal que Jane usó para entrar, aunque con el fin opuesto de salir… Justo en la rampa que daba a la montaña, una vez ya fuera, se encontraron de frente con dos fornidos “guardaespaldas” que les aguardaban inquietos.
El Jeep se detuvo junto a ellos y todos se bajaron rápido, a la expectativa de instrucciones… De inmediato Jane se percató de que no eran como los soldados de la base. ¡Tenía delante a los comandos CIIAM de Delta!
-¿Alex? -Al requerimiento de Loon, un negro de aspecto serio y ropas tiznadas con camuflajes le atendió de inmediato.
-Hemos peinado la zona por completo y tenemos dos pistas: Una va hacia el este, en dirección a Berchtesgadem, pero por mi madre que es más falsa que Judas Iscariote… La otra se dirige hacia el oeste, y si tuviera que escoger sería ésa la que me quedaría. Pero ya conoces al tío, tiene oficio. No apostaría por ninguno de los dos itinerarios.
-Habrá que seguir ambos -Determinó Loon-. ¿Y el apoyo aéreo?
-Solicitado -Contestó el otro que les esperaba-. Van a salir con un captor en cuanto estén listos, pero si va con el traje disruptor servirá de poco
-Vale -Loon pensó un momento oteando el horizonte-. ¿Están los demás preparados?
-Listos y dispuestos.
-Sloan -Ordenó al que acompañaba al negro-. Rastréame la zona norte. Palmo a palmo e informando.
-Cuenta con ello -Sin perder un segundo, Sloan marchó a paso ligero hacia el sitio que le acababan de asignar: Era un hombre de cabello castaño con ciertas canas que o no quería, o no podía disimular… Al irse alejando desapareció en la oscuridad de la noche.
-Aquí Loon, ¿me escuchas Frida?, cambio -Loon hablaba a través de un pequeño intercomunicador adosado en el brazo izquierdo. Todos los CIIAM portaban uno semejante… Por el del líder, una voz metálica femenina no tardó en responder.
-Aquí Frida. Fuerte y claro.
-Bien, quiero que J.J. y Zietherman registren la parte Sur. Tú, Berelli y los Rider mirad el Oeste de la montaña. Morton y la Gata se encargarán de comprobar el perímetro de Wolfland y el interior del Cubil. La parte Este es nuestra… Recomendación especial: Tened cuidado al descender por las rocas, el frío ha de haberlas escarchado y un resbalón puede convertiros en carne muerta al fondo del precipicio. ¿Todo claro? -Indagó por el comunicador.
-Loon, ¿cómo lo quieres? -Irrumpió una voz por el aparato-. ¿En una o en varias piezas?
-Te he conocido Berelli, como hagas una tontería más te prometo que el siguiente en abandonar Wolfland serás tú, por aire y sin paracaídas -Replicó autoritario con tono enfadado-. Corto y cierro.
Jane se había mantenido en un segundo plano hasta entonces, observando lo que ocurría a su alrededor. Viendo un hueco, aprovechó para acercarse al líder.
-Loon, no es un “Afro”. ¿Tenemos que hacerlo? -Protestó un muchacho moreno de rasgos aniñados.
-Coge tu equipo McGregor, y muévete -Le hizo callar poniéndole en marcha.
-¿Loon? -Jane captó la atención del líder-. ¿De qué va todo esto? -Preguntó fingiendo una voz serena.
-¡Eeh vosotros! -Gritó a los suyos-. ¿Dónde os habéis dejado la educación? Ésta es la nueva cronista.
-El negro se aproximó con lentitud y le tendió la mano.
-Llámeme Alex -Ella asintió, fijándose en la expresión triste que se adivinaba en los ojos del experimentado soldado, y le sonrió.
El que había conducido el Jeep con brusquedad le hizo un gesto con la mano.
-Soy Peter Milland -Se presentó intentando aparentar ser muy macho. Y la verdad es que no necesitaba mucho para conseguirlo: Era el tipo más grande y corpulento que Jane había visto jamás. Puro músculo. Debía trabajar muchas horas en el gimnasio para esculpir un cuerpo de tal musculatura… Era tan enorme que empequeñecía a los que por sí solos eran grandes. En la cabeza llevaba anudado un pañuelo rojo a estilo pirata que no ocultaba una larga cabellera castaña… Como los otros, vestía de camuflaje grisáceo.
-Pues a mí me llaman Arquero, guapa -Dijo el tercer hombre, el de la cara de niño y pelo negro como carbón (al que Loon había nombrado McGregor)… En aquel instante se enfundaba un casco que cubría entera su cabeza. En la zona delantera del mismo, un enorme cristal opaco que no reflejaba la luz, disimulaba por completo sus facciones-. Me encantaría besarte –Añadió-. Pero con esto puesto… -Se señaló el casco-…aún no he aprendido a hacerlo. Me lo reservo para más tarde y no se me va a olvidar -Jane le saludó con la cabeza, parapetándose tras su atractiva sonrisa.
-¿A quién buscamos? -Insistió ella en sondear a Loon.
-Verá -Explicó el líder-. Hace veinte minutos se fugó de Wolfland uno de los nuestros, desconocemos el motivo… Su nombre es Tchernoc, Tamas. Llegó hace tres días para sustituir a las víctimas de Montenegro… Es experto en seguridad y ha anulado la de la base para escapar. Por suerte no nos tomó demasiada ventaja.
-¿Y el personal de Wolfland? Debería movilizarse y ayudar, ¿no? -Preguntó extrañada ante la calma de las torretas.
-No, no pueden. Somos nosotros los que estamos preparados para una persecución nocturna por estas rocas. Además, él es un CIIAM de Delta. ¡Ni siquiera lo olerían! Sólo un CIIAM puede detener a otro CIIAM.
-Eso es muy presuntuoso -Jane no pudo callárselo.
-Quizá, cronista, quizá -Loon revisó a los suyos-. ¿Estáis listos?
-Yo nací listo, jefe -Contestó alegre el apodado Arquero, quien entre sus armas ¡realmente transportaba un arco!
-Pues adelante. Sabéis cómo se hace, así que hacedlo. ¡Cronista! -Llamó la atención a Jane-. ¡Cójalo! -Le lanzó unas gafas que parecían de sol, pero que en realidad eran unos visores nocturnos… Jane las recogió al vuelo y se las devolvió por el mismo procedimiento dejándole sorprendido… Metió la mano en su bolsillo y sacó de allí su propio visor.
-Yo también nací lista.
-Loon no tuvo más remedio que sonreír -Anótese una-. Elevó el pulgar.
Jane afirmó con una mirada desafiante que proclamaba a viva voz que ella no era una mujer indefensa.
Segundos después comenzó el descenso.

1) El captor al que se refiere era tan sólo un prototipo de los sofisticados detectores que existen hoy día. Localizaban a la gente por su movimiento, pero ciertos trajes de tela sintética especial lograban confundir a la máquina.
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loon1974
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TEXTO NOVELA

6
La parte Este de la montaña era la más escarpada y abrupta porque se trataba también de la más empinada… Tropezar y caer supondría herirse de gravedad, incluso la muerte del desdichado que rodara tierra abajo.
Jane caminaba unos metros por detrás de Loon, el líder de Delta, y procuraba imitar sus movimientos para no perderle la pista en su veloz descenso… Gracias a los visores nocturnos, lo que se calificaría como un paseo suicida se convertía tan sólo en una ruta de muy difícil tránsito. Con las tonalidades blancas provocadas por el visor, un sinfín de rocas adornaban la bajada al igual que pequeñas hojas de cuchillo clavadas en la singular ladera.
Unos cincuenta metros a la derecha se divisaba a Alex, el rastreador negro, agazapándose con agilidad entre las puntiagudas piedras. Se movía a impulso de sus instintos y no daba sensación de ir a resbalar de repente… Más allá, a unos cien metros, Peter Milland descendía seguro como un tanque y grácil como una gacela. Pese a su formidable corpulencia, se escabullía como una serpiente por los senderos más insospechados. Jane se alegró de estar siguiendo a Loon en lugar de a ese individuo.
La cronista aún no comprendía cómo era posible que Milland llevara una M-90 en la mano derecha y en la otra un aparatoso bastón metálico… Aquello ponía en entredicho la tecnología del Bloque Aliado y contrariaba toda lógica… Lo mismo sucedía con el llamado Arquero, que bajaba a unos setenta metros a la izquierda avanzando un poco más retrasado: La única arma que portaba era su arco y un carcaj lleno de flechas… Para colmar su creciente curiosidad, el propio Loon lucía en una larga funda de su cintura una tremenda espada de doble filo, y peor aún, ¡un escudo metálico fijado en el brazo izquierdo!…
O eran unos excéntricos, o estaban locos, o le gastaban una broma.
Pero pronto cayó por tierra la tesis de la broma. Iban en serio, porque si no, no habría despegado un helicóptero de Wolfland II para sobrevolar la zona.
-¿No se lo dije? -Habló Loon girándose hacia Jane.
-¿El qué? -Preguntó ella sorprendida, reteniendo la voz.
-Que en cuanto llegara me crearían mil complicaciones -Se volvió a girar vigilando la retaguardia-. ¿Es éste un primer día de trabajo apropiado?
En ocasiones el camino de descenso se convertía en una senda estrecha en la que apenas cabía un pie para apoyarse… Con arenilla o guijarros sueltos sería peligrosísimo, pero gracias al cielo se trataba de rocas compactas, y Loon sabía por donde pisaba. Jane no calzaba las suelas antideslizantes de los hombres de Delta. La goma de unas zapatillas deportivas que por suerte eran nuevas la protegían de un patinazo inoportuno.
A su cabeza retornaba la imagen de la luz roja que la asaltó en la carretera. Aún no se había planteado cómo investigar ese asunto cuando ya estaba embarcada en otro. ¿Quién aseguraba que la desaparición de Tchernoc no se relacionaba con esa cosa?… A lo peor “eso” era lo que lo atrapó al CIIAM, dejando su cadáver entre las rocas de las laderas cercanas… Su imaginación volaba demasiado rápido. Más incluso que el helicóptero que pululaba sobre sus cabezas.
Un silencio sobrecogedor les rodeaba. No soplaba viento ni yacía vida alguna en la montaña pelada. Si Loon no permaneciera junto a ella quizá hubiera tenido miedo, aunque era poco probable que ella descubriera lo que es el miedo en aquel agreste paraje. Tendría que pasar algo muy extraño para que Jane Kentwall llegara a aterrorizarse.
Se encontraban lejos de Wolfland, unos 150 metros por debajo, y a pesar de ello todavía no divisaban el fondo del precipicio.

Una fuerte detonación en la lejanía, al otro lado de la montaña.
Loon y Jane se dieron la vuelta para ver qué la producía, pero nada indicaba una pista de lo ocurrido… El eco del estallido reverberaba en la silenciosa noche aturdiendo sus conmocionados oídos.
-¿Qué ha sido? -Preguntó la cronista buscando la respuesta en la sabiduría del soldado. Él no contestó, fue directo a enterarse por el comunicador.
-Aquí Loon, informad ahora mismo, cambio. -Pidió por el micrófono.
-Tranquilos, aquí Frida, no pasa nada, cambio.
-Frida, ¿le tenéis? -Exigió ante lo escueto de la réplica.
-No. Nos topamos con una trampa explosiva y la hemos hecho saltar. Ya has oído, pura música, cambio.
-¿Pero cómo?… ¡Habéis delatado vuestra posición!… -Se enfadó el líder-. ¿A qué estáis jugando?
-Fue un error… Nos enganchamos y podíamos haberla pisado a la vuelta…
-La idea ha sido de Berelli, ¿verdad? -Insinuó intentando adivinar-. No, no me lo cuentes… No quiero calentarme, cambio.
-Hay más. -Añadió la femenina voz de Frida-. Hemos hallado huellas mal borradas en las piedras anteriores a la trampa, y un poco más atrás otras que regresan a Wolfland. Creo que la pista es falsa. -Terminó de explicar tímida.
-¿Has dicho antes de la trampa? -Quiso confirmar Loon-. ¡¿Y por qué no me avisasteis en cuanto las visteis?! -Protestó cada vez más enfadado.
En ese momento el intercomunicador emitió otra señal distinta. Loon la atendió de inmediato dejando la otra en espera.
-Aquí Alex a tu derecha. Bueno… También hace rato que vi huellas, se dirigen hacia otra trampa explosiva…
-¡Magnífico! -Rió el líder irónico.
-…luego continúan y acaban desapareciendo. También creo que ha regresado, cambio.
-Imposible francés -Le reprochó Loon-. Si hubiera retrocedido le habríamos visto, cambio.
-Te aseguro que mi pista está preparada -Confirmó Alex-. Y la otra también debe estarlo. Rider es tan bueno rastreando como yo… Ya sabes a qué me refiero, cambio y cedo.
Loon pensó durante un par de segundos… Incluso en la espesa y negra oscuridad, se observaba la tensión que reflejaba su rostro.
-Loon a Sloan, ¿me oyes?
-Aquí Sloan, he registrado a fondo mi zona, está limpia como los chorros del oro. Ni una mota de polvo, cierro.
-Aquí J.J -Cortó una nueva comunicación-. No hay nada carretera abajo. Ni el captor, ni siquiera los infrarrojos rastrean una sola pista. Es inútil, cierro.
-Entonces… ¡Sólo puede estar en un sitio!-. Dedujo Loon murmurando algo ininteligible -Morton, informa-. Nadie contestó -Te habla el líder, Morton… ¿Me oyes Morton?… ¡¿Dónde se ha metido Morton?!- Loon miró a Jane con cara de desesperación -¡Esto es increíble!- Le dijo -¡Estamos por completo descoordinados!-. Volvió a dirigirse al comunicador -¿Me oyes ahora Morton?
-Aquí Gata -Respondieron por fin-. Morton y yo hemos comprobado el perímetro de Wolfland sin éxito, ahora estamos en el Cubil… Proseguimos la búsqueda.
-Gata, ¿qué está pasando con Morton? -Preguntó el irritadísimo Loon.
-Nada, está aquí conmigo. Perdónale, es novato y no le explicamos cómo funcionan los comunicadores.
-¡Oh, genial! -Negó moviendo la cabeza-. Dejemos las lecciones para otro momento. Mira gatita, creo que sé dónde está Tchernoc, por eso tú y Morton que estáis libres vais a ir al hangar de los helicópteros en Wolfland II… Sloan, abandona lo tuyo y sígueles. Los demás mantened posiciones a la espera -Se tomó un respiro, pensó unos segundos, y continuó impartiendo órdenes-. Loon llamando a base… Wolfland, ¿me escucha?
-Aquí Wolfland -Manifestaron sin dilación.
-Quiero que redoblen la vigilancia en el hangar de los helicópteros, creo que es el número siete, ustedes lo saben mejor que yo. Corto y cierro-. Se detuvo un instante y volvió a llamar -¿Lonewolf?- Comunicó con el aparato que sobrevolaba Wolfland dando apoyo aéreo.
-Aquí Lonewolf. A la escucha. Cambio-. Indicaron desde el cielo.
-Utilice el captor y los infrarrojos sobre el hangar siete. ¿Entendido? -El movimiento brusco del aparato dio a suponer que el piloto ya estaba obedeciendo sus instrucciones.
Una vez distribuyó el plan de batida, reparó en la rubia cronista, que le estaba observando con atención durante todo el rato.
-Nos ha engañado a todos -Rugió él-. Si quiere escapar ha de estar a punto de robar un helicóptero o en ése de allí arriba -Señaló al Lonewolf volador que les ayudaba en el rastreo.
-¿Entonces, no está fuera? -Preguntó Jane.
-Si lo estuviera habríamos seguido fácil su rastro, ya que no es un experto en desplazarse sin dejar huellas como por ejemplo Alex. A él sí que no lo habríamos encontrado -Explicó escueto.
-Pero, no entiendo. ¿Quién puso las huellas si no ha salido de Wolfland?
-Él llegó aquí antes que los otros reemplazos. Ha tenido viernes, sábado y ayer domingo para estudiar la seguridad de Wolfland… Ahí sí que es un especialista… Sabe cómo anular los sistemas más complejos y colocar trampas que ni siquiera podríamos percibir. Por otro lado Wolfland está diseñada para que sea imposible entrar, no para que “no” se pueda salir provocando un fallo interno en los sistemas… Cualquier CIIAM podría hacer eso, y más aún tratándose de quien se trata.
Ayer por lo visto hubo un fallo en las instalaciones. Fue él quien debió provocarlo… Salió fuera, colocó los cebos y volvió a entrar mientras se reparaba la red info electrónica… Hoy sólo ha tenido que provocar la explosión en un subterráneo del Cubil para que creyéramos que había escapado al exterior por el maldito agujero hecho en el túnel… Pensó que podría despistarnos con las huellas que marcó ayer, pero somos demasiado buenos para que nos tomen el pelo de esa forma. ¿Comprende?
-Creo que sí -Le respondió Jane-. Una maniobra de distracción para ir a los helicópteros, ¿no? -Él afirmó asintiendo con una sonrisa de satisfacción… De repente gritaron por el intercomunicador.
-¡Le tengo!, ¡es él!, ¡está aquí!, ¡le tengo!
Al mismo tiempo se escuchó una enorme explosión al otro lado de la montaña, e inmediatamente después otras dos más.
-¡Está aquí! -Seguían gritando desaforado-. ¡Oeste!, ¡cuadrante oeste!
-¡¿Quién es?! ¡¿Quién está informando?! -Nadie contestó a Loon. La voz podía pertenecer a cualquiera… A través del comunicador era inútil identificarle.
-Aquí Frida en la parte oeste -Expresaron por fin-. Vimos las explosiones… Pero ninguno de los míos ha informado, cambio.
-¿Berelli? ¿Has sido tú? -Le exigió explicaciones el líder.
-¡Eeh!, ¿qué insinúas? -Replicó el tal Berelli indignado por la acusación-. ¡A mí que me registren!
La señal de una nueva comunicación apareció en la pequeña radio.
-Aquí J.J, ¿qué diablos ocurre? El Lonewolf ha pasado sobre nosotros como si lo persiguiera el mismísimo diablo, cambio.
-¡Lo sabía! -Estalló Loon indignado-. ¿Podéis seguirle?, cambio.
-¿Estás de broma? Demasiado rápido.
-¡Maldita sea! -Loon se apoyó en una roca golpeándola con el puño-. Mira que lo vi venir, ¡si es que lo he visto!, debí hacer algo para salvarlo.
-Tranquilo -Intervino la cronista-. Ya le atraparéis.
-¡No, se escapó para siempre! Ahora es carne muerta. El tío se había quedado arriba, viendo lo bien que lo había hecho, pero desesperado por escapar -Sonrió imaginándoselo-. Tenía que haberlo hablado con él -Se regañó usando un monólogo en voz alta-. No te dejes posibilidades sueltas aunque sean evidentes… No te las dejes… -Se remarcó un par de veces-. El fallo ha sido mío. Debí convencerle de que bajara… Ahora le derribarán.
-¿Y las explosiones? -Le preguntó Jane.
-Otra maniobra para crear centros de calor que desvíen los misiles –Reveló-. Pero no funcionará. Desde la base se pueden hacer saltar por los aires hasta las moscas de Berchtesgadem. No le servirá disparar desde el Lonewolf o berrear como un condenado para despistarnos.
-Aquí Sloan… -Irrumpió el comunicador.
-Vamos a ver qué nos cuenta -Comentó con un susurro.
-…estamos en el hangar siete, ahora está limpio. Pero hemos encontrado a uno de los pilotos amordazado en una taquilla… Tchernoc está en el Lonewolf que despegó para ayudarnos y por lo visto tiene un rehén.
-Buen trabajo Sloan, pero es tarde, la acaba de pifiar, cambio.
-Me temo que no –Respondió-. Aquí en Wolfland se niegan a derribarle. Quieren que le sigamos y le cojamos… Y hay un problema más. Habrá que esperar al menos media hora para hacerlo, ya que nuestro amable “compi” polaco ha saboteado los Apache, los otros Lonewolf, y el control de vuelo de los Penetrator… Nos ha clavado como si nos hubiera dado con un martillo en la cabeza, cambio.
-Oye, ¿puedes repetirme lo de que no le van a derribar?
-Así es, Kane se ha rajado. Le tienen a tiro, pero el comandante se ha echado atrás por lo del rehén y por lo de la pasta que cuesta el aparato. No hay nada que hacer, se niegan a destruirlo, corto y cambio.
-Es el dinero -Sentenció Loon mirando irónico a la cronista-. Sería una autentica novedad que el Alto Mando empezara a preocuparse de las personas… Sloan, insístele otra vez a Kane que es una locura que se marche. Hay que mandarlo al carajo antes de que se escape -Ordenó autoritario a su hombre.
-Te repito que no hay nada que hacer, ¿crees que no lo he intentado ya? Esta vez ha decidido no cedernos la jurisdicción para usar el armamento de la base-. Contestó Sloan lacónico -Se ha mostrado firme a ese respecto.
-Muy bien, entonces dile que aceptamos. Si quiere que sigamos a ese tío, iremos a por él y se lo serviremos envuelto en papel de regalo -Concluyó Loon decidido-. Wolfland, quiero que se reparen los Penetrator “echando leches”. Alguna vez tendrá que aterrizar para repostar y estaremos allí para traerle a casa de una patada en el culo.
-Estaba deseando oír algo así -Se escuchó comentar a Sloan.
-A los demás CIIAM de Delta, volvemos a la base… Puntos de recogida A1 y A4, corto y cierro -Descansó el brazo del comunicador dejándolo caer, y se plantó respirando hondo delante de Jane-. Supongo que se viene -Le dijo incómodo por la situación.
-No me lo perdería por nada.
De inmediato comenzaron a subir lo que habían bajado… Quedaba un largo trecho que recorrer hasta arriba, y con un poco de suerte llegarían para cuando los Penetrator ya estuvieran reparados.
-Bueno -Intervino Loon-. Ahora ya sabemos que es cierto.
-¿A qué se refiere? -Preguntó ella extrañada.
-Usted lo habrá oído… Eso de que un CIIAM en solitario es capaz de eliminar a un ejército. Imagínese que el polaco hubiera disparado el armamento del Lonewolf sobre la base, habría sido una carnicería.
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7
Las una y quince de la madrugada.
Dos helicópteros Bull 3.000 porta personal, más conocidos por el sobrenombre de “Penetrator”, sobrevolaban la noche cruzando más allá de la frontera de Austria… Sobrepasaron Salzburgo y continuaron en línea recta, con dirección a Polonia sin que nada se molestara en detenerlos… Rozando a baja altura para no ser detectados por las redes del enemigo, se dirigían a unas coordenadas concretas del Sur de Austria: Justo en el lugar donde se vio obligado a aterrizar el Lonewolf del fugado Tamas Tchernoc.
En el primer aparato iban, además de los dos pilotos, el líder de Delta: Loon. La cronista: Jane Kentwall. El rastreador negro: Alexander Dubois. El enorme y musculoso Peter Milland. El muchacho joven llamado Arquero. Una estilizada mujer apodada Gata. Y un rubio italiano enfundado en un gigantesco exoesqueleto que atendía al nombre de Berelli.
En el otro Bull 3.000 marchaba el canoso Sloan. Una mujer a la que nombraban Frida. Los Rider, (uno de los cuales fue calificado por radio como buen rastreador). El novato recién llegado, Morton. Y el dúo compuesto por un tal J.J, y un tal Zietherman.

Jane estaba sentada al lado de Loon y junto a Milland, pero ninguno de los dos le prestaba demasiada atención. Por ello se sentía fuera de lugar… El silenciador de los motores permitía la conversación, aunque nadie rompía el silencio. No, no lo rompían: Se limitaban a destrozarlo charlando a la vez.
Loon conversaba con Alex, al que conocía de tiempo atrás. El Arquero con la Gata y Peter Milland. Y Berelli, al estar situado en la parte trasera del helicóptero, no hablaba, escuchaba… El italiano Berelli era el CIIAM más llamativo: El exoesqueleto metálico dentro del que iba metido le hacía medir unos dos metros y medio de alto que impresionaban al topárselo de frente. El resto de los volúmenes de su sofisticada armadura figuraban en proporción a su altura. Unos brazos muy poderosos y unas piernas gruesas y fuertes como troncos de árbol. Todo un coloso… Se trataba de un gigante cubierto de metal y a la vez forrado con una ¿piel de oso de pelo verdadero? No se distinguía si el tejido era sintético o si por el contrario se adornaba con una piel de verdad, al fin y al cabo el detalle carecía de importancia… Por culpa de ser tan grande quedaba apartado de los demás dentro del Penetrator, ya que junto a ellos no cabía. Para salir tenía que hacerlo a través de una plataforma elevadora diseñada para grandes tonelajes… Era rubio y grande. Extrapolando su cabeza al resto del cuerpo también parecía ser enorme al natural… (Un “orangután” no del todo repulsivo… Mirándole con atención incluso resultaba atractivo).
Al apartar la mirada del italiano, Jane se dio cuenta de que la Gata le observaba dedicándole una sonrisa.
Se levantó de su sitio y se acercó a la cronista.
-Eeh marica ¡déjame un hueco! -Empujó a Milland, quien sin hacerla caso le dejó sentarse junto a Jane.
-Así que… tú eres la nueva cronista -Dijo escrutándola con un vistazo rápido y superficial. Jane asintió procurando mostrarse simpática.
-Me alegra que seas una mujer… Hasta ahora los tíos tenían el monopolio del cargo, y ya era hora que las cosas fueran cambiando -Le explicó animosa-. Bueno… Supongo que me conoces, suelen llamarme “Gata”, algo que en español significa gato. Es por mi nombre, Ágata.
-Sí, te conozco -Respondió Jane-. Aunque sólo de vista -Callaron un instante sin saber cómo continuar… Los ojos azul claro de la Gata eran bonitos. Una melena lacia oscura resbalaba armónica hombros abajo. Era delgada, sin que eso evitara una constitución fibrosa y fuerte. Se adivinaba que sus marcados músculos no estropeaban su aspecto femenino… Las simetrías de su rostro la tildaban de guapa. Vestía, igual que los demás, un camuflaje pardo que se ajustaba al cuerpo resaltando al máximo su figura.
-Eres poco habladora -Advirtió la morena felina, inclinándose sensual.
-Eso dicen -Esbozó con una tímida sonrisa.
-¡Qué extraño, una periodista que deja abrir el pico a los demás sin haber preguntado nada antes! -Comentó volviendo a hacer sonreír a Jane.
-Cada uno tiene su estilo. ¿No? -Le contestó divertida.
-Pues no está mal, no señor. El otro cronista, el anterior “hijo de su madre” no paraba de preguntar chorradas. Que si tal, que si cual… Era un “soplagaitas” de lo más agobiante… A veces nos escapábamos de él cuando le veíamos venir… Me extraña que nadie le sacara los ojos al colega. ¡Menudo muermo estaba hecho!
-¿Qué es eso? -Señaló unas garras metálicas adosadas en las muñecas.
-¡Mierda! -Exclamó de repente-. ¿Tú también empiezas con el mal rollo de las preguntas? -Por un momento la asustó, pero enseguida se percató de que se trataba de una broma.
-Perdona -Alzó las manos-. Llevo dentro el oficio.
-Ya veo. Bah no importa. ¡Me caes bien! Fíjate en estas maravillas porque no las solemos utilizar a menudo.
-Extendió el brazo mostrando sus manos abiertas. Lucía unos guanteletes de acero, de cuyos dedos surgían unas uñas puntiagudas muy afiladas. Jane silbó sorprendida.
-Equipo de escalada. Letales ¿eh? -Sonrió sarcástica-. No es que yo suela necesitarlo, pero ya que disponemos de uno de los presupuestos más amplios, ¿por qué no pedírselo a los “chupapantallas” de Administración?
-He visto alguno que… -La voz de Loon interrumpió la conversación.
-Comandos. Escuchadme todos -Se convirtió en el centro de atención de la carlinga-. Quedan dos minutos para el salto, así que atentos al cien por cien desde ya -Muchos estallaron en gritos de alegría, y Loon tuvo que calmarles para proseguir-. ¿Sabéis lo que quiero cuando aterricemos ahí abajo?
-No voy a prestarte dinero -Gritó Berelli.
-Y yo no voy a presentarte a mis amigas -Añadió el Arquero McGregor, oculto dentro de su casco.
-¡Naaa! -Permitió las bromas-. Me refiero a la dispersión más rápida que jamás hayáis hecho -Algunos aullaron como lobos hambrientos con presas a su alcance, y comenzaron a empuñar las armas y sus equipos.
-Eh, cronista -Dijo Loon a Jane. Ella le miró, abierta a todo tipo de sugerencias-. Vamos a descolgarnos haciendo “rappel”, ¿podrá?
-La cuestión es si tú podrás seguirme -Le respondió señalándole desafiante. Los otros la vitorearon divertidos por la forma en que le había replicado. Loon sonrió… La Gata palmeó amigable su espalda.
-Bien dicho nena -Le susurró al oído-. ¡Directa al corazón!
-¡Vaya!… -Continuó el líder sin ocultar que se encontraba sorprendido-. Salte detrás mía y al llegar abajo, no se despegue de mí -Le indicó cerciorándose de que le entendía.
-Loon, hermano -Gritó Berelli desde su puesto en la retaguardia-. Hay tácticas mucho más sutiles de ligar, ¿sabes?
-Fue a hablar el rey de las calabazas -Rebatió sin hacerle caso.
El Penetrator se detuvo en el aire con suavidad… Entonces, como apagados por una palanca invisible, los CIIAM de Delta dejaron las sandeces concentrándose veloces en su trabajo… Liaron unas cuerdas y prepararon los equipos. Cuando se encendió la luz verde, comenzó la frenética acción.
-¡Adelante! -Ordenó Loon con firmeza.
La plataforma sobre la que se mantenía Berelli cedió, succionándole hacia el vacío. Por el hueco que quedó libre, la Gata saltó zambulléndose de cabeza, de un modo demasiado peligroso para la ocasión, que hizo fruncir el ceño al líder CIIAM. Detrás se descolgaron Milland, Alex, el Arquero…
-¡Después mía! -Le recordó el líder de manera fugaz.
Luego se deslizó cuerda abajo y la cronista, sin dudarlo, no tuvo más remedio que saltar en pos de él.
Al aterrizar, Loon se arrojó a un lado para que la rubia no le cayera encima, aunque no soltó el cordaje. Jane Kentwall tomó tierra con un golpe pesado sobre el césped blando… El jefe de Delta manipuló la cuerda desenganchándola… Con un extremo agarrado corrió hasta detrás de unos arbustos para evitar que descubrieran su posición. Ella le siguió sin rechistar a idéntica velocidad.
Estaba muy oscuro, casi no se veía nada.
El Penetrator se marchó sigiloso como una sombra, sin signos luminosos que le identificaran… Agachados, Loon enrolló el cordaje sin producir ruido… Al mismo tiempo oteaba la fresca pradera en la que habían caído.
Jane aprovechó el respiro para colocarse su visor nocturno. Esta vez estaba preparada para la acción, no como cuando bajaron por la cara Este de Wolfland.
-¿Y el otro helicóptero? -Preguntó insegura de verlo pasar a bastante distancia de ellos.
-Aterrizará a cien metros de aquí, no debemos concentrarnos… Es peligroso.
La cronista frunció el ceño… Su curiosidad rabiaba por conocer a los CIIAM que tanto mencionaban por los comunicadores.
-Fíjese -Le dijo Loon-. ¿Ve alguno de los nuestros escondido? No, ¿verdad? Estos “condenados” están bien adiestrados.
Intentó divisarles, pero no lo consiguió. Se suponía que era difícil ocultarse, porque no es que creciera mucha vegetación. Sin embargo ni el enorme Berelli quedaba a la vista. Nada. Ni una señal, ni un sonido… Si alguien atravesara la posición a pie, no sospecharía lo que vigilaba entre las inocentes matas.

El intercomunicador de Loon se iluminó y él lo atendió “Ipso facto”.
-Aquí Alex… El Lonewolf de Tchernoc está unos metros a nuestra izquierda, parece abandonado. Utilizaré el scanner, cambio.
-Hazlo e informa. ¿Sloan?, ¿me escuchas?
-Aquí Sloan. Acabamos de tomar tierra sin ningún problema… Esperamos instrucciones, cambio y cedo.
-Un momento -Le interrumpió alarmada Jane aprovechando una pausa en el reparto de órdenes-. ¿No nos escuchará ese tal Tchernoc a través de los comunicadores? En Wolfland lo hizo, ¿no?
-No puede. Modificamos el código de microsonido. Es imposible que el decodificador de su comunicador sintonice con el nuestro -Explicó paciente, sin mirarla a la cara-. Vamos -Avanzaron hacia la localización del Lonewolf… Con rapidez y sigilo, sin causar ningún ruido que delatara a su equipo, se instaló junto al tronco de un árbol alto… Jane se acopló justo a su lado.
Enfrente, a unos veinte o treinta metros, el helicóptero “enemigo” se divisaba como una oscura y negra silueta. Reposaba quieto, dormido.
Demasiado tranquilo.
-Alex, ¿qué señala el scanner? -Ella se sorprendió de que al hablar no utilizara el comunicador de su brazo.
-No hay ninguna trampa explosiva -Cuando el francés le contestó entendió el por qué. Sin que ella se diera cuenta, Alex Dubois estaba acurrucado en cuclillas sobre la primera rama del árbol junto al que se encontraban.
¡Ni siquiera lo había visto!
-Peter, Gata… Todo vuestro, os cubrimos -Resolvió el líder confiado en el proceder de sus hombres.
Al principio no se notó nada, ni un movimiento. Pero segundos después, un ligero detalle descubrió a una mujer que se apostaba debajo de la “panza” del Lonewolf… Ágata se arrastró hasta allí camuflada entre las hierbas de la pradera… Deslizándose a gran velocidad por una cuerda tendida entre dos árboles sobre el helicóptero, Peter Milland se dejó caer en el techo.
En ese instante la Gata salió de su escondite entrando en el vehículo por su puerta izquierda. Descolgándose a la vez que la felina, Peter penetró por la derecha.
-Limpio -Comunicó ella segundos más tarde.
Peter salió del aparato cargando a hombros un cuerpo maniatado: Era el rehén que Tchernoc capturó.
-Buen trabajo -Les felicitó Loon-. Pero la noche es joven y no hemos hecho más que empezar… Utilizaremos la formación clásica de grupos de a dos. Un rastreador y un apoyo. Trabajaréis en círculo, ampliando en torno al Lonewolf. El primero que encuentre algo que informe. ¿Comprendido?
-Eeh Loon -Era Berelli el que protestaba-. No damos pares.
-¡Pues montad un grupo de tres… Improvisad coño! -Negó enérgico antes de dirigirse a-. Sloan, ¿estás ahí?
-Aquí Sloan. Preparado -Respondió muy cerca, fuera de vista.
-Bueno, ya sabes lo que hay que hacer… Comprobad los lugares de destino más lógicos hacia los que se ha podido dirigir desde aquí. Los que acordamos en Wolfland: Gasolinera, Caserón y Fábrica de conservas. Distribuye a los tuyos e informad. Corto y cierro.
Mientras impartía las órdenes fue aproximándose al helitransporte. Milland le cedió al piloto rehén de Tchernoc, ya liberado de sus ataduras… Según lo estipulado, Peter se marchó.
-¿Está usted bien? -Preguntó al joven soldado de complexión poco atlética.
-He estado mejor otras veces, señor -Confesó rígido, sin disimular su acento francés. Soportar tan largo rato de incomodidad le había entumecido las articulaciones.
-¿Hace cuanto que se fue? -Continuó interrogándole.
-No lo sé, señor. Hace mucho -Explicó un poco aturdido-. No sé nada salvo que golpeó a mi compañero en el hangar y me obligó a llevarle arriba, señor. Luego me ha hecho volar NOE en dirección a Varsovia.
-¿A Varsovia? -Subrayó el líder.
-Sí, señor. Él dijo eso. Cuando se acabó el combustible aterrizamos, y me ató. Luego llegaron ustedes, señor.
-Gracias por cooperar soldado. Pronto volveremos a Wolfland, no se preocupe.
-Con su permiso, señor. Creí que estaba muerto -Comentó el piloto-. ¿Por qué no derribaron el aparato?
-Información confidencial, amigo -Alegó Loon-. Podría responderle, pero después tendría que matarle -Bromeó sin que cogiera la gracia. Volviéndose hacia Jane la habló pausado-. Hay que esperar a que los nuestros den con algo.
-¿Por qué a Varsovia? -Indagó la cronista-. Tchernoc es polaco, ¿verdad?
-Quizá sí, quizá no -Intentó evadir un “rosario” de cuestiones.
-Sabe más de lo que aparenta sobre la fuga, ¿no es cierto?
-Tal vez -Miró hacia otro lado-. Oiga, le prometo que cuando le cacemos le pasaré todos los datos que desee. ¿Conforme?
-¿Ha visto alguna vez un periodista conforme? -Quiso persuadirle.
-Sí, vi uno -Le contestó-. En Alaska en el 69. Acribillado a balazos.
-¡No ha tenido gracia!
-¿Quién ha dicho que debía tenerla? -Se quedaron en silencio, pudiendo sentir la tensión en el aire. Se oía el canto de los grillos dispersos entre el apacible y animado bosque. Loon retomó la palabra con un tono más amigable.
-¿Qué le parece su primer día? -Procuró recuperar una dosis de amabilidad en el gesto de la cronista.
-Movido, pero divertido -Ella se acomodó, apoyándose en un costado del Lonewolf.
-¿No toma notas?, otros cronistas lo hacen.
-Sí, pero esos otros no tienen memoria fotográfica como es en mi caso -Alardeó descortés.
-Modestia aparte, ¿no? -Ella sonrió irónica, y tomó tanto la palabra como la iniciativa de las preguntas.
-¿Y el suyo? -Se recogió la molesta melena en una vigorosa coleta-. Su primer día -Le aclaró al verle despistado.
-Bueno, lo esperaba menos liado… Supongo que podía haber sido mucho peor. Eh-, Cambió de tema -Se mueve usted muy bien para ser periodista. Ha descendido por la montaña, ha saltado desde el helicóptero…
-Cubrí muchas guerras. Ésta no es la primera vez que tengo que confiar en la fuerza de mis piernas-. Él asintió fijándose en su largo y suave cuello –Oye-. Añadió ella -¿No te está resultando ridículo esto de tratarnos de usted?
-Sí, ¿verdad? -Los dos sonrieron-. Olvidemos los formalismos, ¿de acuerdo?
El comunicador les interrumpió dando señal.
Con rapidez, Loon le dio paso relegando a la cronista.
-Aquí McGregor… Diría que tengo algo, pero no es seguro. En todo caso el tío da un rodeo hacia la gasolinera del camino… Por cierto, si alguien encuentra al guía turístico que avise. Creo que me he perdido.
-No hagáis caso -Corrigió enseguida Alex-. Este idiota llevaba rato sin decir la “tontoculada” de turno. Corto y cambio.
-Aquí Frida… Confirmo los datos del Arquero. En la gasolinera me han dicho que un tipo que corresponde a la descripción física de Tchernoc estuvo aquí. Robó un coche y tomó rumbo hacia el noreste. Venid todos para acá, cambio.
-Ya habéis oído -Dijo Loon-. Cada uno a su helicóptero, nos vemos en esa gasolinera… Penetrator, ¿me escucha?, cambio.
-Aquí Penetrator, afirmativo -Respondió el helicóptero que les trajo, desde su posición estática tras una colina.
-Recogida inmediata -Ordenó ansioso por continuar la persecución. Luego se dirigió al piloto liberado-. Alguien tiene que quedarse cuidando del Lonewolf…
-Como mande, señor. No tengo alternativa -Contestó resignado en su acento francófono.
-A la vuelta le remolcaremos. No se aleje de aquí.
-Descuide, señor -Se notaba que no estaba muy conforme, pero se aguantó… Como parte de su obligación, calló cualquier gesto de reproche.
Sobrevolando una arboleda, el Bull 3.000 surgió de su escondite provisional para cumplir su cometido: Transportar a los CIIAM de Delta donde el líder táctico indicara…
Tres minutos después de la llamada, el Penetrator tomó tierra junto al Lonewolf abandonado… Uno a uno, con celeridad, los integrantes del comando especial salieron desde diferentes lugares de entre la vegetación hacia el interior del helitransporte… Cuando se comprobó que no faltaba ninguno, el pesado pero ágil vehículo partió rozando las copas de los árboles.

(2) NOE (Nap of the Earth) Volar rodeando obstáculos en vez de sobrevolarlos.

En la cabina del interior se gastaban un sinfín de bromas, algunas un poco pesadas. Loon discutía con los pilotos del aparato mientras que en la retaguardia, Berelli y el Arquero no cesaban de encadenar tonterías.
De vez en cuando Jane esbozaba una sonrisa, pero sólo la Gata se dignó a dirigirle la palabra… Ella y Loon. Era lógico. Para ellos se trataba de una intrusa que venía a estorbar sin contribuir a la acción del grupo.
No les caería bien así, de primeras.

En menos de cinco minutos aterrizaron en la estación de servicio en la que Tchernoc cometió el robo… A su lado, el otro Penetrator también tomó tierra despertando de la rutina a los empleados de la gasolinera. (Y a todos los que circulaban de viaje por la carretera).
Loon fue el único que bajó del Bull 3.000 en el que iba Jane. Del otro Penetrator descendió un hombre Blanco de pelo castaño y abundante, al que ya vio antes: Sloan. En vez del normal, usaba un visor verde más grande que el modelo de sus otros compañeros. Ahora se lo había quitado y conversaba con Loon.
-¿Hay algo interesante? -Preguntó la Gata acercándose a la ventanilla por la que Jane asomaba… Fuera, una mujer pelirroja se unió a Loon y Sloan… Era pequeña pero proporcionada para su tamaño. Como Jane, llevaba el pelo en una coleta.
-¿Quién es? -Quiso saber la cronista.
-¿Ésa? Es holandesa. Su nombre es Frida de Welf -Reveló la salvaje felina señalándola con su mirada. Ajenos al desenfreno ocasionado en la estación de servicio, los tres proseguían con calma su parlamento.
-Mírales -Prosiguió la Gata-. Loon, Sloan y la tía esa llegaron el fin de semana pasado, y ya se han hecho con el mando de Delta. Va a haber gente a la que esto no le va a gustar nada.
-¿A quién? -La interrogó estimulada por su curiosidad.
-No lo sé, pero ya lo verás. Habla la voz de la experiencia.
-Loon, Sloan y Frida, marcharon hacia el parking del autoservicio perdiéndose de vista desde la ventana… Entonces alguien palmeó el trasero a la Gata, lo que provocó que ella se revolviera sobresaltada.
Había sido Peter Milland.
-¡Escucha marica de mierda! -Le advirtió sacando las garras de los guantes de escalada-. ¡No vuelvas a hacerlo!
-Niña, ¿has visto por algún lado mi tortuga? -Respondió el grandullón.
-¡A mí qué me cuentas!, ¡olvídame! -Se dio media vuelta ignorándole. Milland se giró y continuó buscando entre su mochila.
-¿Su tortuga? -Jane se mostraba sorprendida. ¿A qué venía que saliera con algo así en mitad de un acto de servicio?
-Sí -La Gata se rió-. Si sólo fuera la tortuga estaría bien, pero no es eso… También el pañuelo, o una piedrecita de cuarzo… El muy “zoquete” dice que le traen suerte y que va a conservarlos. Es como un niño pequeño… El tío más contradictorio que hayas visto jamás, te lo prometo… Ya le irás conociendo.
-Qué confianzas se toma, ¿no?
-Bueno, ahí donde le ves es mi hermano -Reveló la Gata de forma impasible, aunque un tanto resignada.
-¡¿En serio?! -Sonrió sin identificar si le tomaba el pelo o si por contra esgrimía la verdad.
-¡Sííí! -Aseguró enfatizándolo-. Y para colmo, mellizos.
-¡Vaya! -Por cómo reaccionaba sería extraño que no fuera cierto-. ¡En la vida lo habría adivinado!
-¿A que no?, él tan grande y yo tan pequeña… Pero ya ves, desde cría he estado emparejada a ese “cacho” burro.
-Me resulta agradable -La contradijo Jane observándolo mientras registraba el equipo de su bolsa.
-Nena, ¡deja la bebida! –Bromeó-. No, en el fondo le quiero… Muy en el fondo, pero la familia tira mucho.
-¡Eeh!, ¡¿dónde coño está Loon?! -Gritó de repente la estridente voz del llamado Berelli-. ¡Quiero la cabeza de Tchernoc y el hijo puta se nos va a fugar en las narices! -El italiano estaba inmovilizado en la parte de atrás del Penetrator y comenzaba a impacientarse.
-Mira a ése -Comentó la Gata por lo bajo-. Pues se va a quedar con la miel en los labios, lo más probable es que Tchernoc nos pierda.
-¿Tan convencida estás? -Jane volvió a asomarse por la ventanilla.
-¡Claro! Verás, los CIIAM tenemos una capacidad destructiva inigualable. Nos dicen, “Id a tal sitio o a por tal gente y eliminadlos”, y nosotros movemos el culo y nos los cepillamos. Así es como funciona. Esto en cambio no es lo nuestro… No estamos preparados para afrontar una situación como ésta, se nos debe escapar por lógica.
-Hasta ahora no os habéis manejado tan mal -Respondió la cronista ante su incredulidad-. Todavía estamos tras él.
-Nunca debió salir de la base. Metimos la pata hasta las ingles. Nos equivocamos -Admitió “la felina” con una mueca.
-Loon se culpa de eso.
-Quizá -Agachó la cabeza un instante-. Pero no ha razonado mal. Seguro que Stocktom, el anterior líder, habría optado por una de sus absurdas acciones individuales… Después de todo, ¿qué se puede esperar? Tchernoc sabe cómo preparar fugas y Loon sólo lleva un día con nosotros, apenas nos conoce.
-Eso dice mucho en su favor, ¿no crees? -Sondeó Jane Kentwall tratando de clasificarla mejor.
-Desde luego, hasta parecemos medio organizados. ¡Puede que sea un buen partido! -Bromeó acompañándose de un arqueo de cejas.
De súbito se abrió la puerta del Bull 3.000 con un intenso ruido… En lugar de Loon, para sorpresa de todos, quien pasó dentro fue Sloan.
-Piloto -Ordenó sin reparar en los hombres de Delta-. Limítese a seguir al otro Penetrator cuando despegue, ¿de acuerdo?
Sloan, como todos los CIIAM, vestía de un oscuro camuflaje nocturno que no hacía otra cosa que confirmar que adecuaban su ropa para cada misión. Su única peculiaridad destacable era el visor verde antiguo que utilizaba… Debía rondar los cuarenta, pero se conservaba muy bien. Hasta ahora los CIIAM tendrían entre 25 y 30 años, así que Sloan podía considerarse el “abuelo” de la formación… Se tomaba en serio el papel, pues entre su abundante cabello relucían algunas plateadas canas fruto de la edad.
-¡Eeh!, ¿dónde está Loon? -Gesticuló el Arquero McGregor, que como siempre tenía el casco puesto.
-Irá en el otro helicóptero -En vez de tomar asiento y engancharse el cinturón, se agarró con firmeza a una barra fijada en el techo.
-¿Lo ves?, te dije que te olían los pies -Bromeó el Arquero.
-¿No será tu aliento? -Milland le devolvió un capón.
-Querréis saber de lo que va el rollo, así que escuchadme -Al tiempo que Sloan comenzaba a hablarles, el Penetrator inició un imperceptible y cuidadoso despegue-. Veréis… El vehículo en que se ha escapado Tchernoc es un “Kiraho sport”, la réplica japonesa del Porsche…
-¡Como el mío! -Interrumpió Milland.
-¡Ja!, ¡tus ganas locas! -Replicó McGregor.
-Los Kiraho -Continuó Sloan-, se caracterizan por ser uno de los modelos más ligeros del mercado… Fueron creados poco antes de la guerra por lo que no hubo tiempo de exportar demasiados. Son muy pocos. ¿Cazáis la idea?
-Sí -Respondió Alex-. Los controles automáticos de tonelaje. ¿No es eso?
-Exacto. Las bandas de la carretera creadas para evitar los excesos de carga en los camiones, también señalan el peso de los coches -Respiró profundo y siguió expresándose-. Conectando el ordenador del Penetrator con el que registra las marcas de esos controles, identificamos la ruta del Kiraho… Ya puede irse al mismísimo purgatorio que le pisaremos los talones. ¿Lo cogéis?
Jane silbó más admirada por que Alex hubiera comprendido la idea tan pronto, que por la propia idea en sí.
-¿A quién corresponde la genialidad? -Le preguntó intrigada la Gata.
-A la holandesa que venía con Loon. La tal Frida -Le contestó dudando si se equivocaba de nombre.
-¡Increíble! -Se burló Berelli sin ningún pudor-. ¡Tiene las tetas equilibradas con el cerebro! Mujer inteligente, especie en extinción… Y para tres que hay se les va el santo al cielo en cuanto les baja la “tormenta roja”.
Jane fue la primera que se dio cuenta de ello.
La Gata había cortado con las garras su cinturón de seguridad y se incorporó con una mirada más que decidida, sanguinaria.
-Eh italiano de mierda, ¿tienes algún problema? -La felina se mostraba enfadada ante el comentario… Su aspecto distaba mucho del de la divertida muchacha de hacía unos segundos…
Berelli cabía en el Penetrator de espaldas a los demás… Puesto que no disponía de espacio para girar su exoesqueleto, estaba inmovilizado por completo… Ante aquello nadie supo cómo reaccionar.
-Ooh vaya, la que faltaba -Protestó el gigante ladeándose para verla.
-¿Te molesta que una mujer tenga más cabeza que tú, verdad “caraculo”? -Se acercaba paso a paso al italiano… Su hermano Peter Milland la retuvo, anteponiendo el brazo.
-Pasa del tema -Le susurró procurando calmarla. Pero ella no le escuchaba, y Berelli reía de manera tan sardónica…
-Mira nena -Se dirigió a la Gata despectivo-. No tengo ganas de discutir otra vez contigo, así que cuando volvamos a la base te echaré un “polvete” y todo solucionado, ¿de acuerdo?
-¡Será!… -Murmuró Jane indignada.
La melliza pareció reaccionar bien, no obstante “lo pareció”, porque inspiró aire y lo retuvo hasta que sus pulmones estuvieron a punto de estallar. Peter se levantó y se colocó delante de ella…
La conocía… Sabía que podría cometer una locura.
Sin embargo nada la detendría ya.
Con una sola mano la Gata lanzó a un lado a su hermano como si fuera un trapo. (¡Qué fuerza!)… En dos zancadas se situó a la par de Berelli.
-¿Ahora qué? -La desafió éste-. ¿Qué me vas a hacer, eh? Vamos, ¡no es para tanto! A ti te gustará… A mí me gustará…
Ella aferró la palanca de la trampilla que le servía de entrada…
La que le sostenía dentro.
-¡No! -Gritaron todos.
-“¡Arrivederci”, prenda! -Y corrió la palanca.
La compuerta cedió con una rapidez que ni la Gata imaginaba.
Se abrió de golpe.
El italiano cayó al vacío, desapareciendo…
Pero un fuerte peso desequilibró al Penetrator por su zona de cola…
Era Berelli. En el último momento consiguió agarrarse a los bordes del agujero por el que había caído.
-¡Eeeeeeh! -Gritó colgado como un pelele-. ¡Ayudadme!
Sonriendo, la Gata dio la vuelta para volver a su asiento.
Su expresión distaba mucho del arrepentimiento.
-¿Estás loca?, ¡me cago en… -Recriminó su hermano asomándose a la trampilla.
-Tuve que hacerlo -Respondió satisfecha, paseando orgullosa.
Sloan reaccionó ordenando a los pilotos que aterrizaran de inmediato. El Bull 3.000 descendía pugnando por no desestabilizarse frente al viento.
La Gata miró a Jane invitándola a expresarse.
-Eres increíble -Confesó la cronista atónita.
-Lo sé -Se sentó como si se hubiera liberado de un peso, o como si hubiera cumplido una misión de la cual se pudiera vanagloriar.
-Aquí Sloan -Utilizó éste el comunicador-. Continuad solos, nos vemos obligados a aterrizar. Corto y cedo.
-Aquí Loon… ¿Qué es lo que pasa¬? Cambio -La voz del líder sonaba distorsionada, pero reconocible.
-Nada… Problemas internos. Nos veremos a la vuelta.
-Está bien, corto y cierro.

El único lugar donde consiguieron aterrizar sin llamar la atención, fue un pequeño prado junto a la autovía por la que persiguieron a Tchernoc.
Berelli se soltó antes de tiempo y cayó mal, pero no le pasaba nada. Acostumbrado a maneras más bruscas de tomar tierra adolecía un serio caso de “malas pulgas” enfocado contra la Gata… Ella pasaba del italiano. Parecía decidida a no volver a considerarlo como ente vivo. Los demás mediaban apaciguando los ánimos para que la sangre no llegara al río, porque Berelli estaba enfadado.
-¡“Donna di malaffare”! ¡Si no puede aguantar un estúpido comentario! -Gesticuló comiéndose a gritos a Peter Milland-. ¡Que se largue de Delta! ¡Dormiríamos más seguros si la metieran a monja, o mejor aún, si se internara en una de esas jodidas instituciones psiquiátricas! -Dio una vuelta sobre sí mismo muy alterado-. ¡Voy a pedir que la expulsen! ¡Se te va a caer el pelo! -Señaló amenazante a la Gata… Ella se burló desde lejos dedicándole un beso.
-¡Zorra barata! -Murmuró moviendo el exoesqueleto como si de su propio cuerpo se tratara.
-Eh, quieres dejarlo ya -Milland defendió a su hermana harto que le escupieran saliva al gritar.
-¡Tú no te metas “frocio di merda”! -El italiano le apartó con el brazo y a Peter no le sentó nada bien… Alzó su bastón apuntando a su rival.
-¡Sí!, ¡venga, hazlo! -Le provocó Berelli.
Pero Peter se retuvo. Su bastón parpadeaba como una caja mezcladora de música sólida… En él brillaba un sinfín de lucecitas de colores. Era un artilugio metálico de metro y medio que destellaba intermitente cuando se lo accionaba. No obstante, por mucha luz que el aparato retuviera, poco podría contra el grueso blindaje del italiano.
-No -Apartó el bastón-. Te mataría -Berelli se carcajeó con una sarcástica expresión de triunfo… El Arquero alejó a Milland para calmarle.
-¿Habéis tenido bastante? -Intervino Sloan mostrándose autoritario… (Se notaba muy mucho que no le iba el papel)-. Se supone que somos un equipo.
-¿Un equipo? ¡Un rebaño de tontos del culo es lo que somos! -Le hizo un corte de manga en plena cara.
-Vaya elemento -Comentó Jane a la Gata sin que pudieran oírlas.
-Tendría que haber caído -Respondió en serio-. La próxima vez no fallaré, te lo prometo -Jane no sabía si bromeaba o lo decía de veras, pero la frialdad de sus ojos no le gustó lo más mínimo.
-¡Ha intentado matarme! -Chilló Berelli al cansado Harrison Sloan-. ¡La quiero fuera de Wolfland esta misma noche!… ¡Si no se hace nada al respecto lo haré yo, ¿está claro?! -Le amenazó vociferándole en el rostro.
-Eh, ¿qué crees?, ¿que soy el comandante de la base? Yo no puedo hacer nada, no soy nadie ¿entiendes? -Replicó con la intención de librarse de él.
-¡“Ecco”! -Aprovechó para burlarse-. No eres nadie.
Alex Dubois, el rastreador negro, había permanecido sentado en la puerta del helicóptero sin decir una palabra… Se limitaba a contemplar el espectáculo con semblante impasible. Era el único que se daba cuenta de que el comunicador emitía señal. No para ellos, sino dirigida a Wolfland. Subió el volumen para escuchar de qué se trataba.
-…que se acabó -Era Loon, el mensaje iba ya por la mitad.
-Entonces, ¿se ha escapado? -Preguntaron desde la base.
-¡Poned esto!- Gritó Alex para que los demás pudieran oírlo.-
-Me temo que sí… -Contestó Loon… Sloan, Berelli, todos, atendieron de inmediato al comunicador… Ajeno a eso el líder siguió hablando-. El Kiraho negro está a nuestro lado. Tchernoc ha sido muy listo. Abandonó el coche en mitad del carril contrario. Ha sido un milagro que no provocase un accidente… Detuvo el tráfico y secuestró otro vehículo… Hemos perseguido la grúa que remolcó el Kiraho, y mientras lo hacíamos Tchernoc se habrá cruzado con nosotros viajando en dirección contraria… Tenemos los datos de la clase de coche en la que huye, pero es un “modelo cromático” que cambia de color. Puede haber salido de la autovía para coger una secundaria, o seguir recto para despistar, incluso ir a pie… Es más un caso policial que jurisdicción CIIAM… No podemos hacer más -Se percibía cierto tono de decepción en el líder de Delta-. En fin -Continuó dialogando-. Se le debió derribar cuando se tuvo oportunidad, pero no lo diré muy fuerte… Preparen las pistas de Wolfland, volvemos a casa. Estaremos allí dentro de unos diez minutos. Corto y cierro.
Entonces intervino Alex Dubois.
-Loon, ¿me oyes? Aquí Alex -Dijo el francés.
-Eeh Alex, ¿me habéis escuchado, no? -Indagó el jefe del comando CIIAM.
-Sí, lo oímos todo. No tienes por qué preocuparte colega. El marrón figurará en la hoja de servicios de Kane -Le dio ánimos.
-Bah, eso es lo de menos francés, ya no importa. ¿Sloan?, ¿está por ahí Sloan?, cambio.
-Aquí estoy -Desveló.
-Oye Sloan, ¿os importaría recoger vosotros el Lonewolf? -Les sugirió Loon escabullendo la tarea.
-Será mejor que no lo hagamos. Aquí las cosas están al rojo vivo, cambio.
-Es Berelli, ¿verdad? -Sloan sonrió.
-Cien por cien de perspicacia -Respondió mirando al italiano. Berelli usó el comunicador en su defensa.
-¡Eh Loon!, ¡que conste que yo no he empezado!…
-Déjalo -Le interrumpió el líder-. Ya ha sido un día lo bastante largo, ¿no crees? Mañana lo veremos, ¿de acuerdo?… Corto y cierro.
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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

TEXTO NOVELA

8 OLD FOX LOON
Un potente rayo de luz lo inundó todo. Molestaba. No se podía escapar de él… Jane despertó con un sobresalto repentino… Echada sobre la mesa de su oficina, el sol de la mañana atravesaba la cristalera de enfrente… Por un momento no supo situarse. Pero recordó todo lo que la noche anterior había ocurrido: El descenso de la montaña… El viaje en el Bull 3.000… La Gata contra Berelli… El regreso a Wolfland, y la decisión de transcribir lo sucedido a su crónica antes de olvidar detalles. Siendo las tres de la mañana, se quedó dormida mientras trabajaba.

Tres y cuarto de la tarde.
La cronista, sentada en su mesa ante el ordenador, ultimaba las pinceladas definitivas al informe del día anterior. Tratándose de las primeras páginas se mostraba demasiado exigente consigo misma. Era perfeccionista en exceso. Sabía que se equivocaba al redactar de esa manera, mas no le preocupaba… En un par de semanas subsanaría su error.
Al mediodía la temperatura oscilaba a valores agradables… Buscando mayor intimidad, corrió las cortinas del ventanal delantero… Un calido resplandor tenue dotó al ambiente de una pesadez inusual. Quizá por culpa de la altura.
Fue interesante observar los métodos de trabajo de los CIIAM. Nunca antes estuvo cerca de los destacamentos especiales del Bloque Aliado. No le disgustó lo visto, pero se les notaba una alarmante falta de coordinación que adquirirían con el tiempo… De todas formas ella no era una experta para juzgar las posibilidades tácticas del comando. Como cronista venía para “plasmar”, no para “opinar”. Ir más allá era tan erróneo como innecesario.
Lo que sí la desconcertaba y mucho era que la vanguardia militar que se suponía que representaba Delta, se armara con arcos, espadas, escudos y bastones de lucecitas… Además, no se le escapaban otros detalles que pasarían inadvertidos a un observador inexperto: ¿Por qué exigían a Sloan que registrara él solo la ladera de una montaña si para otra ladera semejante utilizaban cuatro hombres? O ¿por qué preguntó Loon a J.J. y Zietherman si podían seguir al helicóptero en el que viajaba Tchernoc? Se supone que a pie, un soldado es incapaz de alcanzar a un helicóptero… Y lo más importante, ¿por qué se fugó Tchernoc?, ¿por qué no lo derribaron? ¿Acaso nadie temía que revelara datos peligrosos para la integridad de Wolfland? Aquella misma mañana se entrevistó con Kane, el comandante de la base, y éste no mostró ninguna preocupación por el problema del desertor… No pensaba cambiar claves de seguridad ni estaba dispuesto a iniciar una operación de búsqueda.
Sin explicar los porqués de las negligencias, quedaba claro que no tenían miedo a las consecuencias de la escapada del polaco. Al menos en apariencia…
Sin la colaboración de Kane, a Jane sólo le restaba un cartucho por utilizar: Loon. El líder prometió revelarle toda la información posible sobre el incidente. Pero, ¿podía fiarse de él?

Llamaron a la puerta con una musical combinación de golpes.
-Entre -Alzó ella la mirada interesada en descubrir quien iba a ser el primer visitante de su oficina.
-¿Se puede? -Loon asomó cuidadoso. Vestía como siempre, con lo mismo que cuando salió del helicóptero en la gasolinera la noche anterior, donde le vio por última vez. (¿Nadie te hace la colada, ricura?)
-¡Vaya! -Exclamó sorprendida-. Justo en quien estaba pensando.
-¿Pensando bien o mal? -Pasó al interior sonriendo. Ella encogió los hombros para no responderle.
-Eh cronista -Fue directo al grano.
-Jane -Le interrumpió advirtiéndole con un dedo.
-Vale, Jane. La cena de anoche, ¿esta noche?
-¡Por supuesto! -Contestó sin ni siquiera pensárselo.
-¿La recojo a partir de las diez? -Echó un vistazo a su despacho.
-De acuerdo. ¿Dónde iremos? ¿Un excitante descenso de Wolfland?, ¿o simplificamos saltando desde el helicóptero? -Bromeó.
-Bueno había pensado asaltar el banco, pero si prefieres repetir.
-Esta noche elijo asaltar un buen plato de comida -Loon asintió con la cabeza-. Y… asaltar un análisis pormenorizado de causas y consecuencias de la fuga de Tchernoc -Esperó ansiosa su réplica.
-Vale -Al contrario de lo que creía no puso ninguna objeción.
-¿Vale? –Sonrió-. ¿Tan sencillo? ¿Cómo es que estas cooperando? ¿Dónde está el truco?
-No hay truco. Creo en el trabajo en equipo -Jugueteó con la hoja de la puerta-. Aunque si quieres que ponga dificultades lo tendré en cuenta para la próxima vez.
-Eso de equipo suena agradable -Le calmó con la mano-. Pero si piensas que tienes un buen plan para esta noche, o que la señorita cronista está en el bote, puede que te encuentres con el tacón de mis botas.
-Hasta esta noche -Sonrió con una mirada pícara que descubría en él una extraña mezcla de sorpresa, admiración y respeto, que no tardó en ocultar cerrando la puerta tras de sí.
Jane se detuvo a pensar un momento.
Quizá aquel hombre sólo trataba de ser simpático, pero se estaba portando demasiado bien. Por otro lado tal vez pudiera confiar en él… Loon parecía un buen tipo. No aparentaba ser una máquina de guerra como la imagen de “líder CIIAM” que se vendía al mundo… Gozaba de una excelente capacidad de mando, inteligencia para jugar a más de una banda al mismo tiempo, y por si fuera poco, sentido del humor… Hasta ahora buenas cualidades. Y eso que detrás de la fachada se escondía un asesino perfecto.

Asomada a la ventana de su habitación, la cronista Kentwall comprobaba cómo la obsesionaba el edificio al que apodaban el Cubil… La torre de Wolfland I permanecía en su sitio, iluminada a ráfagas por las nubes que flirteaban con la menguante luna.
Quitándose la coleta, no apartaba la vista de la tétrica imagen… La esperanza de ver la luz extraña actuaba sobre ella como una poderosa y embriagadora droga.
“Son las diez y trece”. Consultó el reloj. Recordó a Loon, pero continuó ensimismada. “La curiosidad mató al gato”. Recitó de memoria. Cerró la cortina. Miró a la puerta del apartamento. Pero se dio la vuelta y volvió a descorrer la cortina… La base seguía allí. Inmóvil. Quieta. ¿Viva?
“¡Dios!, ¡déjame!” Esta vez atrancó la persiana con brusquedad. Se echó sobre el sofá con el propósito de descansar, y se llevó las manos a la cara para frotarse los ojos.
Se recogió el pelo en una coleta.

Loon llamó al piso de la cronista a las y 25.
Esta vez no surgió ningún imprevisto, aunque los dos vestían de la manera informal con la que persiguieron a Tchernoc por las montañas.
El líder la condujo a un pequeño restaurante cercano del centro comercial de Wolfland, junto a la torreta más alta. Era el único restaurante de la ciudad militar, y no es que fuera grande, sino todo lo contrario… Poseía cierto ambiente familiar… Pese a que la “movida” de Wolfland II se localizara en el Sur, eso no quería decir que el sitio estuviera desierto. Una acaramelada pareja charlaba (¿Discutían?) en la mesa de la esquina, y un grupo de jóvenes soldados brindaban en la parte opuesta del local.
Loon y Jane se situaron en otra de las esquinas del restaurante en busca de un sitio iluminado, para conversar sin inconvenientes… Ella pidió primero, y en cuanto él terminó de hacerlo y el camarero se marchó hacia las cocinas, Jane puso el dedo en la llaga sin dilación.
-¿Por qué se escapó Tchernoc? -Le preguntó interesada, no muy convencida de obtener las respuestas que quería.
-Bueno -Sus ojos eran castaños… Su mirada firme indicaba la ausencia de debilidad en su gesto-. Kane tuvo la culpa. Es una larga historia.
-Tenemos una “larga” noche -Insistió asiéndose a su “gran oportunidad”.
-Tchernoc estuvo destinado en Gamma, el destacamento del CIIAM ruso Kurt Redhand -Jane asintió atenta, obligándole a que continuara-. Cuando estaba con ellos hace unos meses, le hirieron en combate… De resultas los cirujanos le amputaron una de sus piernas… Estuvo convaleciente una temporada hasta que lograron implantarle un sustituto biónico. ¡Ufff!, hay que tenerlos bien puestos para reengancharse pudiendo pedir la baja del cuerpo -Comentó con cara de asco-. En fin… Cuando volvió para reintegrarse en Gamma lo trasladaron aquí en lugar de a su antiguo destacamento… Por lo visto Redhand no contaba con él, y en Delta, tras lo de Montenegro, lo que se necesitaba a toda costa eran hombres.
Tchernoc perdió a sus padres durante el ataque a Polonia en el 69… Desde entonces no tiene noticias de su novia. Tampoco se le ha dado oportunidad de buscarla. Primero por lo de su herida, y ahora por el rollo del reenganche a Delta… Hace cinco días pidió permiso a Kane para acercarse a Varsovia. Pero nuestro querido comandante optó por denegar la solicitud.
-Entonces -Dijo Jane-, el decidió marcharse para buscarla.
-Exacto. Yo no conocía la historia, acabo de llegar a Alemania… Pero es lo que me ha contado Redhand. Cuando se escapó en el Lonewolf no le derribaron… El comandante sabía que las causas de su fuga no eran ni traición, ni espionaje.
-¿Sin justificación? -Repitió interesada la cronista.
-Claro que la hay… Sin ella Kane se habría jugado el cargo. Tchernoc dejó una solicitud de permiso por escrito y una nota confirmando que su intención es volver en cuanto pueda. Se lo hemos concedido a posteriori.
-¿Va a volver? -Quiso asegurarse de lo que había oído.
-Así es.
-¿Pero no es muy arriesgado que se haya escapado? -Sondeó al líder con timidez-. ¿Y si le captura el enemigo? ¿No podría revelar algún tipo de información importante? -(El problema de los infiltrados era más que una realidad, incluso en territorio polaco).
-No es probable que alguien le capture, es un CIIAM. Además, ¿qué iba a darles? Lo que puede saber lo tiene ya el enemigo. Ni siquiera ha visitado todo Wolfland, así que estamos tranquilos desde ese lado.
-Si estabais tan tranquilos… ¿por qué le perseguimos en los helicópteros como cuestión de vida o muerte?
-Ése es tema aparte -Bajó la voz-. Era la excusa perfecta para dar un poco de acción a los chicos… En cuanto me enteré de que era “el viejo” quien la embrolló con sus neuras disciplinarias, me hice cargo de un par de cosas. Primero del papelón que le endosarán a Tchernoc cuando regrese, por su bien espero que se zanje con un arresto y una sanción económica. Lo segundo fue sacar provecho a la situación… Unos días más sin actividad habría vuelto a estos CIIAM más chavetas de lo que ya están… Eso sería peligroso.
-Bueno… ¿Y si le hubiésemos cogido?
-Le habría dejado ir -Respondió con firmeza-. La persecución era un montaje. El entrenamiento perfecto es aquél que todos creen real. Por otro lado… -Continuó diciendo-, pienso que tiene derecho a buscar lo único que le queda de su pasado. Yo apoyo a ese hombre en lo que hizo, no daría un Umo (3) por él, ni por cómo lo hizo… Pero le habría tendido la mano si me lo hubiera pedido.
-Eso es muy noble -Apuntó Jane.
-Ya he dicho que no daría un Umo -Se quitó importancia-. No obstante merecía su oportunidad. Sé que no correrá peligro mezclado entre la gente corriente, así que yo le habría dado el permiso desde el primer momento. El problema comenzó cuando fue a Kane a quien le correspondió decidir.
-Perfecto -Quiso ella concluir el tema, pese a que su “sexto sentido” aún dudara-. Añadiré todo esto a mi crónica.
-¿Más sobre Tchernoc?
-No -Se notaba a la legua que iba a seguir hablando, aunque desde luego nadie pensaba que saldría por ahí-. ¿Sabes algo sobre luces rojas que atraviesan el bosque? -Lanzó la pregunta a bocajarro, igual que un dardo envenenado.
-¿Qué? -Fingió desconocer a qué se refería.
-Sí, luces rojas que se mueven solas -Se fijó en él, poniéndole toda la atención para observar su reacción al detalle… Loon reflexionó durante un segundo y replicó casi de inmediato.
-La única luz roja que conozco es la del calefactor del Cubil -Jane le miró con cara de no comprenderle-. Hace mucho frío arriba… -Se explicó tratando de no titubear-, y encendemos una estufa enorme, de las portátiles del siglo de las palomitas. De esas cuyas resistencias se ponen al rojo vivo a la menor de cambio. Algunos la llevan de un lado para otro con la intención de calentarse, aunque claro, no creo que nadie la haya sacado al bosque, porque me has dicho no se qué del bosque, ¿verdad?
-¿Eso explicaría lo que he visto en Wolfland I? -Murmuró para sí indecisa.
-¿Cómo dices? -Loon no la había oído.
-Que me gustaría visitar Wolfland I -Corrigió sobre la marcha evitando el callejón sin salida.
-El reglamento permite una visita al lugar de entrenamiento del grupo CIIAM -Citó de memoria como un mal estudiante de derecho-. Tendrás esa visita.
-¿Prometido? -(No se podía fiar… No era la primera vez que el viento arrastraba las palabras de los hombres por muy dignos que éstos fuesen).
-Las reglas dicen que sí -Desde luego no le agradaba tocar del asunto-. Pero mejor más adelante, cuando termine de conocer a los míos.
-Pues por lo que vi anoche se entienden bien contigo.
-Bueno, la verdad es que estuve trabajando con varios de ellos en Beta -Narró amigable-. Alex, Berelli, Frida, J.J. Zietherman… Juntos hicimos bastante ruido -Sonrió recordando imágenes del pasado.
-Debieron ser buenos tiempos -Dijo Jane adivinando nostalgia en el rostro del líder… Sin embargo Loon rió irónico.
-¿Buenos tiempos? Nena, estamos en guerra -Se tornó serio, cambiando brusco de humor-. He perdido a grandes amigos en esta mierda… No pueden ser buenos tiempos “jamás”. No para mí -Se percató de que la había dejado cortada-. Perdona… Es esta guerra. Sigo sin encontrarle sentido.
-No lo tiene -Concordó con él.
-Ha sido tan rápido… Pensar que hace cinco años esto ni se podía imaginar. Es… Es increíble.
-¿Cómo pudieron hacerlo? -Preguntó ella indagando la opinión del CIIAM-. Eran pueblos pobres, sin recursos para subsistir. ¿Cómo de repente se han armado de esa forma sin que se les haya vendido nada?
-No lo sé. Nadie lo sabe -Respondió con una leve sonrisa.
-¡Es que no tuvimos noticias de sus arsenales secretos durante todo el tiempo!
Lo de la acumulación armamentística era una hipótesis… Hablar del Patriarcado del Sur equivalía a especular sin certeza. Se desconocían sus estructuras políticas, se ignoraban sus redes burocrático-militares, y en especial África (Cegada a ojos de los satélites por contramedidas electrónicas) era un completo misterio tan inabarcable como su extensa superficie continental.
Sin habérselo propuesto recordaron los acontecimientos que condujeron a la tercera guerra mundial: “La gran guerra”.
LA GRAN GUERRA.
No hay peor miedo que el que se hace realidad.
Si temen a ese “Jinete”, pidan a su Dios que no llame a los tres compañeros que cortejan el Apocalipsis.
Se remontaron a cómo en el 2065 y 2066 se produjeron varios golpes de estado, acompañados de frecuentes cambios en la estructura de poder de toda África… Los discursos nacieron en Buenos Aires, pero los efectos prácticos tuvieron lugar muy lejos de allí. Primero fue Tanzania. La ideología rebelde contagió Ruanda… Luego Angola… El Chad… Nigeria… Kenia. Unas tras otras sucumbieron a la sublevación abierta por sus perspectivas.
La holovisión se inundó de “predicadores equiparacionistas” que gritaban que la igualdad era posible… Que el sur, unido, terminaría con la pobreza…
Que empezaba una nueva era:
Medidas coercitivas contra intereses extranjeros.
Ruptura de relaciones.
Retirada de embajadas.
Un jarro de agua fría a la política de integración.
El movimiento saltó al Yemen, Irán, Siria… Y más hacia el este la India, y la convulsa China. (Recién salida de una destructora guerra civil).
Toda África. Toda Asia. Todo el sur de América: Medio mundo.
Finalizada la oleada de desfragmentación política de los 50, los países independientes se aglutinaron en federaciones a la caza y captura del tren del desarrollo. No existían precedentes en la historia.
Un viaje a la libertad en un proceso de integración que creaba un CISMA.
EL CISMA.
“Que el Norte se integre para conducir deportivos…
…El Sur se integrará para dar de comer a sus hijos”.
Ante los incrédulos flashes de las cámaras, Pekín declaró que sólo había un par de obstáculos para dirimir la miseria de los pueblos.
La anquilosada Europa y la engreída Norteamérica.
Norte contra Sur.
El caos y el terror prendieron la mecha.
En el 68 estalló el torbellino. El recién instaurado “Patriarcado del Sur” arrasó a un Norte acostumbrado a una sociedad del bienestar, confiada e inútil.
En el 69 el Bloque Aliado recuperó el terreno perdido el año anterior.
En el 70 hubo equilibrio. Fue una guerra de desgaste en toda Asia a la que acabó por denominarse como “El gran frente del este”.
El conflicto no tenía solución.
Millones de personas sonrieron cuando ambos bloques pactaron la tregua…
Pero no se arreglan tejados con parches de goma.
En Febrero del 71 el torbellino había regresado.
¿Sería definitivo el cuarto año de guerra?: Muchos decían que sí, que además de definitivo conllevaría el final del mundo.

(3) UMO: Unidad Monetaria. Moneda vigente aceptada a nivel internacional.

Un camarero sirvió dos hermosos platos con mejor aspecto que sabor… Desengañados, en lugar de degustarlo, se concentraron en su conversación a través de la historia reciente.
-¿Crees en sus ideas? -Preguntó Loon, cuidadoso de hablar cuando no tenía la boca llena-. He oído decir a muchos que si ellos pertenecieran al otro hemisferio apoyarían ciegamente el credo del Patriarcado.
-Lo entiendo. Tienen que ser unos ideales irresistibles para esas gentes. Yo también creería en ellos.
-Es una locura. Como… como tomarse la justicia por la propia mano. No se alcanza el desarrollo de esa forma, les estábamos ayudando, pero no han tenido paciencia para esperar… Eligieron el camino rápido y los atajos no son la puerta correcta para una situación tan grave. Ya ves lo que han conseguido.
-Yo no lo enfoco así -Le interrumpió Jane.
-¿No? ¿Dices que entiendes a los “Equipas”?
-¡Les entiendo! -Exclamó intentando convencerle-. Bueno… El mensaje de los predicadores equiparacionistas me parece fatal… No tiene contenido ni ideología, sólo es un discurso de exaltación y movilización sin ninguna base…
-Claro… -Asintió Loon-. Va dirigido al “tercer mundo” de obreros y trabajadores, no al “primer mundo” de universitarios. Son unos cabrones… No propusieron alternativas sino que arengaron a las masas a la lucha armada.
-Saltándonos a esos predicadores fanáticos está la realidad -Argumentó Jane-. Las ayudas nunca han sido suficientes. Yo estuve con ellos antes de la guerra… Es cierto que hubo quien les apoyaba, pero una minoría. Siempre… -Recalcó aumentando el tono de voz-, un interés comercial ha estado por encima de la solidaridad y de los buenos propósitos. Las corporaciones trasnacionales han jugado durante demasiado tiempo a ganar dinero, es lógico que se cansaran. Hay que reconocer que a lo largo de la historia, e incluso en la más reciente actualidad, nos hemos aprovechado de ellos.
-Nosotros no tenemos la culpa de eso. Quiero decir que la desigualdad existe desde el proceso de industrialización en Europa… Pero mira a Japón, mira a China, ellos se adaptaron a nuestras reglas con la ayuda del Norte.
-En parte tienes razón. Todos cargan con una porción de culpa. Una guerra no era la salida -Tomó aire y continuó-. Pero nosotros debimos prever algo así… Solucionarlo antes de que ocurriera.
-Se les estaba ayudando -Insistió Loon-. Diseñaron planes para sacarles del subdesarrollo, para potenciar su industria, sus relaciones comerciales, su consumo interior… ¡Miles de planes!, plan para esto, plan para lo otro… Especialistas ocupados en solventar el problema día y noche… Era cuestión de tiempo que estuvieran a nuestro mismo nivel.
-No estoy tan segura de eso. Ya sabes que los proyectos del pasado han fallado uno detrás de otro… A veces te levantas un día y ves que las promesas en las que confías no son verdaderas… Algunas parejas se divorcian por eso, a escala de países ya viste lo que pasó. Han esperado más de un siglo viendo morir a sus hijos de hambre, epidemias, guerras… infecciones. Y mientras tanto en el Norte les hemos explotado, resarciéndonos de nuestro estilo de vida en Internet o en la televisión. Era como una burla, ¡nos burlábamos de ellos en su cara! Pienso que es vergonzoso, aunque también encuentro justificación a nuestra conducta y la inamovilidad frente a esos temas… Los “Equipas” dijeron basta.
-Han sido muy drásticos, se lo han jugado a una carta. O arrebatarnos el desarrollo o morir en el intento -Negó reprochando con la cabeza.
-Es extraño -Murmuró Jane-. Eres un CIIAM… En teoría debes amar la guerra y en cambio la condenas.
-¿Qué clase de persona puede amar la guerra? -Contestó sorprendido.
-Es lo que la gente piensa de vosotros -Le explicó.
-¡Genial! Otra de esas propagandas de las que hablaste antes. ¿Eso cree la gente?… Puede que a alguno le guste la guerra… No sé, a… Berelli, o a Morton, pero esos tíos están “piraos”. Convivo con los CIIAM desde el 69 y te aseguro que conozco a muchos. Puede que a veces den la imagen de disfrutar, pero es mentira… En el fondo quieren construir una casa y crear una familia. O ligarse a todo bicho viviente con faldas. Para la mayoría éste es el único trabajo que pudieron escoger. El único sitio donde pudimos integrarnos… Quieras que no, somos tipos raros. No somos… normales, ¿sabes?
Ella asintió creyendo comprender a lo que se refería.
-Por suerte estás tú aquí. En tus crónicas puedes cambiar la imagen que se tiene de nosotros. Lo que te he dicho…
-Lo tengo en la cabeza -Le interrumpió señalándola.
-¿En la cabeza? ¿Lo de la memoria fotográfica iba en serio?
-¿Quieres apostar?
-Naaa, odio apostar.

Al terminar de cenar, Loon se ofreció a acompañarla hasta casa por las desiertas calles de Wolfland. Bajo la luz de la luna y de los faroles de los corredores, caminaban hacia el norte de la base. No alcanzaban a ver las estrellas, que se escondían guardando celosas sus bellos secretos.
-¿Os concentráis todos los días en el Cubil? -Indagó Jane, interesada por la actividad de los CIIAM.
-Claro, todos los días.
-¿Y qué hacéis?
-Unos ponen la carne, otros las patatas, y montamos unas barbacoas que hacen época -Bromeó en el papel de “tipo duro”.
-¡Por favor! -Rogó ella divertida.
-Mantenemos la forma, cronista. Hacemos marchas, combates en el gimnasio, estudiamos situaciones tácticas… De todo un poco.
-¿Y qué es lo que tiene el Cubil para que lo hagáis allí?
-Hombre. Es donde están las parrillas para asar la carne, sin ellas no obtendríamos el característico sabor ahumado.
-Me pregunto cómo diablos llegaste a ser líder de Delta.
-¿Vale la excusa de “Me acosté con el presidente”?
-¡Por Dios! -Rió llevándose la vista al cielo en gesto de desesperación. (No le dio pie a que actuara así, ¿por qué aparentaba ser tan simpático?)
-No pienses mal de mí -La miró como si supiera lo que cruzaba por su mente-. Sólo trato de romper el hielo -Declaró sin doble intención.
-Puedo empezar a pensar muy mal si no me respondes en serio -Le amenazó bromeando-. ¿Qué pensaría la gente de ti si escribiera esto en la crónica?
-Que soy un tío genial, aunque está bien -Cedió alzando las manos-. Guardaré la compostura, así que venga, dispara.
-No me tientes a eso de disparar. ¿Qué hay en el Cubil? -Quiso saber deseando otear más allá de la verdad en sus respuestas.
-¿Además de las parrillas? -Ante la reacción de ella contestó sin más rodeos-. Tenemos campo de tiro, salas de pruebas, simuladores tácticos, algún que otro laboratorio. Muchos trastos caros… La mayoría “Top secret”.
-¿Simuladores?, ¿qué clase de simuladores? -Atendió comedida.
-Los mejores, ¿qué te crees? Los financia el Alto Mando… Me alegra que te interese el tema, simularemos combates, ejercicios para coordinarnos en las incursiones y cosas así. Pero aún no hemos comenzado con eso y…
-¿Por?
-Pues porque no hay plaza para todos a la vez -Carraspeó para aclarar la voz-. En teoría mañana instalaran simuladores complementarios en Wolfland… Cuando se unan a los que ya hay en el Cubil nos servirán para entrar juntos los catorce CIIAM al mismo tiempo.
-¿Cómo?, ¿unos en Wolfland y otros en el Cubil?
-Exacto -Recalcó con un chasquido de dedos-. Los probaremos mañana iniciando el “fantástico primer turno de sesiones”.
-Ah -Afirmó ella tomando notas mentales de los datos.
-Y es lo que te quería decir… -Continuó Loon-, más adelante deberás participar tú también en esas famosas acciones virtuales de comando.
-¿Dentro del simulador? -Se detuvo en seco sorprendida-. ¿Es imprescindible?
-Claro que sí. Tienes que hacerlo si en el futuro quieres acompañarnos en las incursiones a terreno enemigo.
-Odió esos chismes, les tengo una fobia terrible… Pero si es condición para que os acompañe a campo de guerra… Entonces mandaré a paseo mis fobias.
-De acuerdo -Asintió con una expresión estúpida, casi burlesca.
-¿Qué es lo que esperas de mí? -Saltó ella de repente, algo irritada ante la conducta del líder.
-¿Esperar? -Dudó sin dejar de sonreír-. Amistad. Cooperación. No sé… A mí me gusta bromear con la gente, no te lo tomes a mal.
Sin darse apenas cuenta, llegaron al bloque tercero donde residía Jane. Cruzaron la acera hasta la puerta del edificio, y allí se detuvieron.
-Bueno, “amigo” -Ella le miró provocándole-. No está mal. Reconozco que me lo he pasado bien contigo, y la verdad es que me imaginaba que cenar con un líder CIIAM sería aburrido, o tal vez melodramático.
-¡Y lo es! -Exclamó Loon-. Yo he cenado con Redhand, Saiclon y Steel, y te aseguro que no sólo es melodramático, es… ¡histriónico! Pero supongo que has oído la cantinela de que Loon es un líder diferente -Se hizo el interesante.
-¿Quieres un premio por eso? -Le atacó directa al corazón-. Si crees que voy a invitarte a subir lo llevas negro, mi querido “amigo” -Recalcó en especial esa última palabra.
-Tenía que intentarlo -Bromeó más agradable que antes.
-¡Lárgate! -Le empujó haciéndole retroceder-. ¿No ves que es bastante tarde? ¿Y la disciplina CIIAM, dónde la has dejado?
-Sí, tienes razón -Hizo una mueca-. He vuelto a perderla, y van 345 veces.
-Adiós -Ella subió las escaleras hasta la entrada sin girarse atrás.
-¡Eh cronista! -Su llamada la obligó a darse la vuelta. Loon la estaba mirando inmóvil-. ¿Qué está siendo?… ¿Una obligación o un placer?
Ella reflexionó un instante agarrándose a la puerta.
-Una obligación, por supuesto -Contestó sonriendo.
-¡Baaah! -Despreció con un encantador gesto de mano, dándose agradado la vuelta y comenzando a caminar calle abajo.
Jane entró en el bloque, y el CIIAM pronto se perdió de vista…
¿Cómo habrían reaccionado si supieran que horas más tarde ambos continuaban pensando el uno en el otro?
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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

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TEXTO NOVELA

INTERLUDIO I * * * 9 * * * ONI TSUNAMI
Una ráfaga de viento gélido agazapada entre los matorrales, sopló contra su cara rebosando malas intenciones… El trote del caballo se combinaba con las corrientes heladas de origen siberiano, creando la sensación de que su carne se desprendía a pedazos. (Si la muerte aprendió a besar en las cavernas del infierno, lo haría de aquella manera).
Tadashi Mizume frenó la cabalgada del animal tirando de las riendas por necesidad, y oteó el curso del río Kushiro buscando una señal que diera por concluida su odisea.
Sin embargo no encontró a nadie.

Isla de Hokkaido. Norte de Japón.
Era primavera. El clima no apretaba “a la baja” como en otras épocas del año, aun así se divisaban copos de nieve moteando el gris marrón de los picos colindantes. Mil cien, mil doscientos, ¿a qué altura se hallaría?… La suficiente para maldecir al cacique que le mandó hasta allí… La suficiente para tachar de “loca” a la señora que estaba siguiendo.
El nacimiento del río se situaba en el lago Kusshara y todavía le faltaba un buen trecho. Debía permanecer atento, porque la Geisha a quien iba a entregar el mensaje estaría ya cerca… No podía fallar.
Cuanto más ascendía, la foresta se tornaba menos densa… La vegetación pagaba con su fragilidad los rigores del invierno. Conforme se aproximaba a su origen, el caudal del río Kushiro disminuía.
Vadeando la verde ladera bañada por las aguas, Tadashi ajustó su gorro de piel desplazado por el trote… Cerró la cremallera de su abrigo marrón para resguardarse de la ira de “Susanowo”. Como hombre del lugar sabía que si insistía en la subida, el “Dios de la tempestad” le sometería: Más arriba, el frío sólo podía arreciar. Pero su desagrado se convirtió en alegría.
Una sonrisa invadió su curtido rostro atravesándolo con grosera fluidez, puesto que, amarrado a unos arbustos, descubrió un corcel negro como las entrañas de un “Tengu” , (4) que descansaba pastando una zona de hierba.
Había llegado al objeto de su misión.
Tadashi Mizume echó un rápido vistazo a su alrededor… La cabalgadura estaba adornada con sedas azules, muestra de una ilustre categoría social. La montura era firme, de cuero repujado en escenas de batalla. Y las armas… (¿Armas?), las armas reposaban afiladas y cuidadas, como si la vida de su poseedor dependiera de ellas… (Algo bastante probable).
Pertenecían a un asesino de la capital…
Además uno de prestigio.
Por un instante le turbó la idea de haberse equivocado: Buscaba a una mujer, no a un afamado guerrero del templo de Sapporo.
Entonces, cruzando unos metros hacia el río, distinguió que sobre la hierba de la orilla se extendía la vestimenta completa de una dama. Un halo de perversión le asaltó tomándole desprevenido. Su curiosidad por el detalle aumentó como si hubiera encontrado un tesoro.
Silencioso, se camufló tras unos arbustos que separó con prudencia. Al asomarse por entre los matorrales, divisó a una mujer de largo cabello negro, vuelta de espadas, que ocultaba su desnudez en el interior del caudal. La señorita disfrutaba de un baño que por la temperatura se calificaría de suicida.
-<¡¿Qué has venido a hacer aquí?!> -Pronunció sin inmutarse, asustando a un Tadashi que presumía de sigilo… Aturullado, el japonés dudó.
-<¿Akina Sawa? Busco a Akina Sawa> -Planteó saliendo de su escondite.
Ella se giró sumergiendo los hombros bajo el agua. Era una Geisha hermosa, de facciones agraciadas y serenidad manifiesta pese a la gelidez de la corriente. Con una mirada desafiante, ella le juzgó con atención. Como hombre de mediana edad, Tadashi no era un “ronin”, ni un asesino, ni siquiera un “Sennin”.
-<¿Y por qué la buscas?> -Quiso saber la Geisha.
Recuperado del choque inicial, adoptó una sonrisa de superioridad-. <Tengo un mensaje de la escuela Baiken para ella>.
-“¡La escuela Baiken, la encargada de custodiar el templo de Ishikari. Un mensaje de la capital!” -Pensó aparentando sosiego. (En realidad la molestaba que la sorprendieran en una actividad tan íntima. Cuando decidió bañarse, calculó que no habría nadie en kilómetros)-. <¿Un comunicado de Sapporo?>
-<Sí, así es. El propio señor Baiken lo ha redactado de su puño y letra> -Explicó el mensajero dándose cuenta de que se estaba yendo de la lengua.
-¡Yasukawa Baiken! -Exclamó con alegría al escuchar el nombre del señor más importante de toda Hokkaido, su maestro, mentor y protector.
-<Claro que… si no eres Akina Sawa>.
-<Soy Akina Sawa> -Replicó orgullosa hartándose de la comedia.
-<Bien> -(Lo imaginaba)-. <En ese caso el mensaje es para ti>.
-<Puedes leérmelo> -Exigió como obligación que debiera cumplir. Aunque excedía su cometido, el mensajero sacó la carta no sin mostrar un gesto de reproche… Mientras la hermosa mujer acariciaba su melena negra, el enviado de Baiken rompió el sello del pergamino enrollado. Desplegó el papel, y comenzó la lectura con una esmerada pronunciación del japonés.
-<A mi estimado “Mirlo Saltarín”> -Leyó titubeando.
-<Sigue> -Apremió ella permitiéndoselo.
-<Ruego te reúnas de urgencia en cuanto recibas estas mis palabras, con mi ejemplar siervo y amigo Hyogo Kaminoyama. Él será quien te informe de los sucesos acaecidos y de la precipitación de nuestros actos. El joven Hyogo aguardará tu llegada en la ciudad de Kushiro, antes de partir a cumplir las instrucciones que os tengo encomendadas. Me honrará profundamente que tengas en consideración mi mensaje. De igual forma me sentiré agraciado si compartimos en próximas fechas tus conocimientos sobre la madre naturaleza, pues confío plenamente que te has guiado por los rectos caminos de la virtud.
Firmado: Yasukawa Baiken. Señor de la casa Baiken y custodio del templo de Ishikari> -Al terminar, soltó la punta de la hoja dejando que el pergamino se enrollara por defecto.
-<Agradezco tus servicios, mensajero> -Dijo cortés-. <Cumpliste tu quehacer con dignidad. Ahora, atiende a la prudencia mientras me visto>.
-<He recibido instrucciones de escoltarla hasta Kushiro>.
-<¿Y quién ha dado esas órdenes?>
-<Mi señor. Ito Moebashi, servidor de la casa Baiken en Kushiro. Lugar del cual me enorgullezco venir>.
-<Está bien, me acompañarás> -No conocía a Ito Moebashi, pero oyó hablar en muchas ocasiones de la casa Baiken de Kushiro. Un Dojo donde se aplicaban las enseñanzas de Baiken a más de doscientos kilómetros de la capital-. <Puedes retirarte. Quiero salir del agua>.
Tadashi Mizume se dio la vuelta, alejándose unos pasos de la mujer de largo cabello. Dudaba acerca de cómo se debía comportar y por qué tenía que hacerlo. Se enfrentaba a una terrible prueba de autodominio.
-<No te quedarás aquí mientras me seco> -Ordenó consciente de la debilidad campesina, saliendo del río con parsimonia-. <Se te presentan dos alternativas. Marcharte sin mirar atrás, o mancillar el honor de una Geisha… Te aviso que tu vida podría correr peligro. Eres inteligente y sabrás escoger con acierto>.
El ruido del agua salpicaba a cada paso de la mujer, haciendo volar su imaginación… ¿Resistiría la tentación?…
TENTACIÓN. EL DEMONIO DE LA CARNE.
No era un sacerdote que debiera guardar votos, ni un guerrero sometido a férrea disciplina. No. Sólo era un mensajero. Un hombre débil.
Comenzó a girarse.
Primero de reojo, y al ver que no gritaba, se recreó con descaro.
Akina Sawa ya había salido del agua… La desvergüenza del desdichado estuvo a punto de ruborizarla. No obstante disimuló aparentando carecer de pudor… No ocultó su desnudez, clavó la vista en Tadashi y asintió con serenidad.
-<Me alegra ver que has elegido. No vacilaste en seguir tu instinto, lo cual dice cosas buenas de ti. Por desgracia hiciste mal, y te lo advertí>.
El enviado de Moebashi no respondió. Se hallaba demasiado ocupado para pensar, examinando las voluptuosidades a su alcance. La mujer secó su cuerpo mojado sin prisa. Era muy hermosa: Joven, atlética, bien formada.
“Sí”. Pensó él. “Es un premio contemplar a tan bella geisha”.
-<Creí que serías más inteligente> -Comentó la imperturbable Akina-. <No siempre el primer juicio es el más correcto> -Recogiendo su ropa, vistió con delicadeza sus prendas íntimas. Tenía claro cómo proceder si aquel pobre diablo avanzaba con intenciones aviesas-. <Concluyo que no eres digno> -Subrayó-. <Permitiste que tus pasiones innobles vencieran a tu yo racional. Has hundido una daga de vergüenza en la pureza de mi honor… Te descalificaste al obrar de esa manera>.
Ataviada de cintura para abajo, atacó con su mirada a los ojos de Tadashi. El campechano portador le devolvió un tímido gesto que descubrió incomodidad. Quizá arrepentimiento.
Desde el principio intuyó nobleza en la muchacha, por ello se limitó a verla sin ademán de acercársele… En circunstancias semejantes, con cualquier otra, habría saltado a poseerla. Algunas esposas gustan de ser admiradas por los “samurai” de su marido, y a veces hasta les invitan a “jugar” en la alcoba. Se había comportado con corrección para los cánones sociales.
-<La hermosura desplegada ante mi humilde persona ha eclipsado mis sentidos. Me honra haber participado de tu gentil presencia femenina. ¿Cómo volveré a ser el mismo tras contemplar tamaña belleza?> -Tadashi Mizume se inclinó, rebajando su condición de persona a la de simple sirviente.
-<Ocultas tu conducta desordenada bajo palabras de poeta> -Akina Sawa ciñó su malla sintética. Se puso un kimono forrado de pieles de animal, y a la vez que hablaba, recogió su melena doblándola en un moño-. <Tus faltas han sido graves, pero ninguna tan ultrajante como tu desconsideración. Te concediste el derecho a violar mi intimidad. Imaginaste en mí una geisha de la que te podrías aprovechar. ¡Qué desatino!>
Arreglada su cabellera, extrajo de un bolsillo una peluca roja. Al ajustarla su aspecto se tornó cómico, para acto seguido convertirse en amenazador.
-<Reconoce tu estupidez mensajero. Porque donde creíste ver una geisha no se escondía una geisha, sino una “Kumoichi”>. (5)
Con oír ese término, una expresión de terror fundado le inundó de un miedo cerval, como si le presentaran en ofrenda a la mismísima “Yatoma no Orochi”, la serpiente devoradora.
Asustado dio un paso atrás.
-<No puedes escapar de mí. Pagarás la insensatez de tus actos> -Akina Sawa avanzó hacia él ofuscada.
El japonés comprendió su delicada situación. Las Kumoichi se regían por un estricto código moral, y no eran “amigables” cuando alguien las “violaba”.
Si no hacía algo estaba perdido, así que, en un arranque de valor, Tadashi Mizume se enfrentó a la asesina.
-<¡Detente!> -Gritó-. <¡No estoy desarmado!> -Quiso intimidarla seguro de sus dotes de combate. En sus manos portaba una espada con autoridad, y además, cuando llegó, apartó las armas que encontró junto a las ropas de ella.
Un movimiento serpenteante.
Eso fue lo último que vio Tadashi Mizume antes de que su cabeza rodara por la ladera del río. Ella esgrimía con firmeza un sable “ninjato” que sacó del doblez de su manga.
Tres hombres la vieron desnuda y dos ya estaban muertos. El tercero sesgó su corazón, aunque nunca manchó la nitidez de su alma.

(4) Animales míticos con forma de perro, pico, y alas, que moran en las montañas.
(5) Una Kumoichi es una mujer ninja. Es decir, una asesina profesional.
= = = = = * = = = = =

JAPÓN Y LA “TIERRA LIBRE DE HOKKAIDO” EN SIETE PÁRRAFOS.

1) Hacía más de 50 años desde que la historia de Japón se cambió al bando de las “historias para no dormir”.
Para conocerla hay que remontarse al pasado aún más de lo que ya nos remontamos yendo a los años de la guerra, porque ninguna ciudad del imperio del sol naciente se asemejaba a las metrópoli del resto del mundo.
Ocurrió en el 2017:
Una catástrofe desoladora que nadie pudo prever.
La “escala de Richter” se quedó corta para medir los efectos del terremoto…
Fue BESTIAL. No hay palabra que lo describa mejor.
El epicentro se detectó en la isla de Shikoku, que se hundió bajo las aguas con sus seis millones de habitantes incluidos. La mitad de la isla de Kyushu también desapareció. (Adiós a Oita, Kitakyushu, Nobeoka, Miyazaki. Todos fuera)…
Y Honshu: Honshu se dividió en dos como una tarta de cumpleaños fraccionada por un cuchillo. El mar se comió el suroeste… La histórica Hiroshima se borró del mapa junto a decenas de ciudades más, que pasaron al “patrimonio submarino” de la humanidad… El lago Biwa se convirtió en el punto de separación de las dos Honshu: Una formada por la cordillera Shugoku y acabada en Kyoto. Y la otra con la parte nororiental del Japón geológicamente intacta, pero sólo geológicamente, porque en la superficie el desastre ocasionó daños inestimables.
¿Quién iba a decirles hacía un siglo a los oriundos de Kyoto que tendrían puerto hacia el mar del Japón y hacia el océano pacífico? Si alguien lo hubiera contado, le habrían internado en un psiquiátrico.
Se perdió tanto.
Sin la península de Kii, millones de años de historia viva fueron arrojados a la basura… Entre cientos de urbes se desplomó la esplendorosa Osaka, aunque la más terrible de las desgracias para los supervivientes fue seguir adelante prescindiendo de los templos sagrados de Nara e Ise.
Hokkaido no se salvó del desastre. Al igual que en el resto del país, Sapporo, Kushiro, Asahikawa… Todas patas arriba.
Sin embargo, tras el tremebundo temblor, aún faltaba pronunciar la última palabra: El movimiento de placas tectónicas desplazó billones y billones de toneladas de agua, volcándolas en olas de cincuenta metros de altura. La costa de Japón se vio actuando de rompeolas para gigantescos tsunamis destructores.

2) Una población de 130 millones de personas se redujo por artes diabólicas a 115 millones de supervivientes: Las cifras hablan por sí solas, pero la simpleza de los números camufla la dimensión de la tragedia.
En un noticiario se nos revuelven las entrañas de angustia al ver un accidente con víctimas mortales: Familiares descompuestos por el dolor… Bolsas de plástico cubriendo cadáveres en el suelo… El zapato suelto que no se volverá a calzar… Se nos despierta una compasión que nos convierte más que en ningún otro momento de nuestras vidas en seres humanos…
Lo de Japón dejó esas escenas al nivel de un guiñol de colegio. Hay que ver miles de parcelas de terreno, cada una de ellas con centenares de cadáveres tapados con sábanas, plásticos, bolsas baratas de forense, escombros, sangre… Alineados en rectángulos o flotando en las “achocolatadas” aguas, pasto de los tiburones. La tragedia se esparció a lo largo de todo el continente asiático, lo sobrepasó, y conquistó el mundo sumiéndolo en un llanto desconsolado.
Ante la imposibilidad de recoger los cadáveres, 115 millones de supervivientes partieron en éxodo de los núcleos urbanos.
Significó el mayor drama de la humanidad, antes de la guerra que 50 años más tarde estrangularía al planeta.

3) Japón se transformó en una planicie polvorienta, rodeada de aguas turbias y cuerpos sin vida.
Los terremotos siempre fueron frecuentes en la zona.
Los edificios presumían de su preparación para soportar fuertes temblores. Si se quería dar con la más alta tecnología para protegerse contra los seísmos, sólo teníamos que examinar las colosales torres inteligentes de Tokio, Kyoto u Osaka. Aun así no sirvió para nada. Los complejos subterráneos establecidos en el subsuelo de Kobe, Morioka o Nagano, se vinieron abajo como si un buldózer hubiera aparcado sobre un hormiguero. Las líneas de “Voladores subterráneos” quedaron seccionadas por trescientos puntos diferentes, que hicieron una utopía la reapertura de los pasos. Las islas artificiales de las bahías de Tokio, Osaka y Nagoya, o se hundieron, o fueron estrelladas contra la costa por los maremotos. En el peor de los casos terminaron al revés, flotando con el suelo en la superficie del agua y el techo en el fondo del mar.
Si el país albergaba la tecnología punta en construcción, sufrió una “patada” tan fuerte por parte de la naturaleza, que se dio de bruces contra la prehistoria… Sí, la NATURALEZA. Ella se empeñó en demostrar al hombre que no era más que una “ramita” flotando a la deriva por meandros sinuosos.
Siendo los “seres inteligentes” del planeta, se nos recordó nuestra indefensión ante las catástrofes. La conmoción fue tal, que hasta se reabrieron los estudios sobre la desaparición de la Atlántida por un fenómeno similar. Infopredicadores, foros de opinión, corporaciones trasnacionales, hasta el hombre de a pie recibió una dosis de humildad insertada en una lección que por desgracia se ha vuelto a olvidar.
¿Cómo pudo suceder?: Es una incógnita.
Una enorme concentración de gases en una gigantesca caverna subterránea, hizo ceder con su deflagración la estructura de la placa continental… Por eso ésta reaccionó desmoronándose… También se apuntaban teorías sobre la erupción de un volcán, que marchó imparable hacia la superficie provocando el caos… Los geólogos apostaban por un choque entre placas tectónicas compuestas de sedimentos tan frágiles, que su mero roce descompuso la tierra en arena.
Lo pasado, pasado está.
Nadie pudo prever que aquellas energías se desataran. La humanidad no había conocido tales precedentes. Quizá por eso lloró.
Y los dioses no consolaron nuestro llanto.

4) El mundo cambió.
En paralelo al hundimiento de la isla de Shikoku, la bolsa mundial, (para no ser menos), alcanzó mínimos históricos que arrastraron a una crisis económica de escala global… Japón competía a la cabeza de los mercados, así que al volatilizarse, se resintió la salud financiera. (Si alguien encuentra un factor desestabilizador mayor que ese, que alce la mano o calle para siempre).
Estados Unidos se desorientó hasta el famoso cierre del 17 de Enero de Wall Street, con las cotizaciones más bajas de la historia bursátil norteamericana… La vieja y potente Europa también perdió el rumbo, aunque la Comunidad fue la que reaccionó antes, varios años más tarde… Respecto a la contradictoria China, se lió y relió en los problemas internos que la venían caracterizando: Su evidente prosperidad económica alentaba ansias independentistas que evitaban el estallido de la “bomba demográfica”. (Poco después sobrevendría su guerra civil: La que les condenó a la miseria y les alineó junto a las fuerzas del Patriarcado, pero esa ya es otra historia).

5) Al cabo de un año de la horrible catástrofe, los supervivientes al seísmo regresaron para levantar una patria desmenuzada. Fueron años muy duros que marcaron la transición al Japón actual.
El primer gran error que se cometió fue que la ONU permitiera ayudar en la tarea de reconstrucción a tropas internacionales… Vinieron los europeos y los americanos, bien recibidos al principio, pero dispuestos a “sacar tajada”. Muchos civiles japoneses renegaron de la intervención occidental.
No obstante, el fallo por antonomasia fue invitar al ejército Chino a entrar en el “país del sol naciente”.
Cuando las otras potencias abandonaron Japón, los chinos se mostraron reticentes a imitarles… Por tradición, las islas habían estado por encima del imperio amarillo. Un sortilegio misterioso protegía a los nipones: Los tifones que hicieron naufragar a las flotas chinas, la “fiebre del caracol” que diezmó a los soldados preparados para la conquista… Los fracasos expansionistas y el hecho de que Japón sí invadiera China en el pasado, estimulaban el espíritu revanchista a pesar del paso del tiempo.
Con lo que les costó entrar, el país de la gran muralla no se marchaba… Ninguna potencia mundial quería arriesgarse a intervenir en apoyo japonés sin provocar un auténtico holocausto. Fueron años de ocupación ilícita, años de resistencia al enemigo Chino, años en los que el señor Yasukawa Baiken destacó al frente de una férrea oposición… Pero si un milagro no lo remediaba, Japón se convertiría en una provincia del imperio Chino.
Entonces “Amaterasu O Mi Kami” sonrió a los suyos, y “Bishamón” visitó el país de los dragones… El Dios de la lucha se adueñó de China debilitando su cerrojo sobre Japón. La guerra civil desarticuló a la tercera potencia, y la resistencia japonesa no dudó en aprovechar el momento: Liderados por la “Casa Baiken” expulsaron a los desorientados guerreros de las tierras niponas…
Fue un conflicto duro, sin embargo lo lograron:
Japón era libre.
Y lo consiguieron ellos solos:
Hermoso motivo para el orgullo nacional.

6) La siguiente prueba no estaba exenta de dificultad: Consistía en reconstruir un viejo imperio plagado por las desgracias.
Un joven Yasukawa Baiken, valeroso y decidido, se adentró en el mundo de la política… Contaba con el apoyo popular, mas la tarea no era en absoluto fácil. Debían sustituir la milenaria estructura clásica, puesto que tanto el emperador como sus descendientes perecieron cuando el terremoto.
Firmes y resueltos, Baiken y un gabinete de crisis constituyeron un parlamento, Incluso eligieron a un primer ministro. Aun así, la poderosa mafia japonesa se había desarrollado en condiciones propicias como si de un cáncer se tratara… Mancillaron el gobierno, el parlamento y hasta el gabinete leal a Baiken.
El primer ministro y facciones de las instituciones públicas creadas, eran títeres manejados por un comité “yakuza” cuyo objetivo era la consecución total del poder: El sistema estaba corrupto.
Enterado de esto, Yasukawa Baiken dimitió de sus funciones pacificadoras y a sus 41 años se retiró a Sapporo, su ciudad natal.
Años después, ante las insoportables injusticias, Baiken se vio obligado a revelarse alzando de nuevo su sable… Muchos se le unieron en la causa, y pronto en Hokkaido, una considerable fuerza se levantó contra la mafia Yakuza… Se le etiquetó como “guerra civil”… Y lo fue. Por saña, por violencia y por destrucción, lo fue.
Tras siete años de escarceos, los valerosos “ronin” de Hokkaido derrotaron a los yakuzas del gobierno expulsándoles de la isla.

7) A la edad de 48 años, Baiken liberó Hokkaido gracias a sutiles estrategias… El armisticio se convirtió en una realidad que condujo al silencio de las armas.
Con certeza alcanzó un lugar en la historia, ya que representaba un mito para la isla. Era un personaje querido u odiado, el hombre que acaparó las portadas más importantes en las crónicas digitales de oriente y occidente… Sin oposición, fue elegido gobernante de Hokkaido no sólo por su carisma, también por su sabiduría… En Sapporo instauró su escuela, llamada como su estirpe: “BAIKEN”. Construyó un templo a Amaterasu en Ishikari, y se dedicó a enseñar el “camino de la virtud” a jóvenes alumnos de conducta ejemplar.
Gobernó un mundo diferente basado en la tradición japonesa, e instituyó en las fronteras de Hokkaido un estilo de vida sin igual…
Aglutinaba una población que carecía de leyes: Samuráis errantes sin amo, ensimismados en el aprendizaje individual propio del Sinto… Asesinos ninja, rebeldes y fieros, escapados de la justicia de los códigos civiles y penales… Yakuzas arrepentidos, sin hogar adonde marchar… Bakuto jugadores, dispuestos a apostarse sus hijos en una partida… Gurentay de tres al cuarto (matones)… Tekiya de puestos callejeros… Forajidos… Ladrones… Estafadores.
Gente de la peor calaña.
Una tierra salvaje dominada por “Oyabun”.
(Término que traducido se equipara a “Caciques”, o “Padrinos”).
Si existía una persona a la que todos respetaban, ésa sólo podía ser Yasukawa Baiken. Así fue entonces y así era en el tiempo de la Conferencia de Verona.
Desde un caciquismo consentido propio de la era Tokugawa, la figura histórica de Baiken cohesionaba una estructura social tan heterogénea como belicosa…
Sin excepción, la muchedumbre seguía sus directrices de respeto al prójimo y de reflexión pacífica… Sobrevivían de una agricultura de subsistencia, que funcionó durante al menos dos generaciones… Era un paraíso para los monjes estudiosos y los guerreros ascetas, cuya “esperanza de vida” solía verse interrumpida por reyertas localizadas y “estandarizadas”.
La estructura se mantuvo intacta por dos razones: La primera, porque el gobierno títere de los yakuza no se atrevía a atacar Hokkaido. (Habría sido poco prudente enfrentarse a los “señores de la guerra” de la isla)… La segunda venía dada por la neutralidad del Japón, incluida Hokkaido, en la gran guerra del 68, prolongada en el 71 a lo largo y ancho del vasto mundo.
A pesar de las provocaciones tras el ataque de un comando Chino, rechazado por el gobierno Yakuza, Japón continuaba neutral y esperaba serlo hasta que el conflicto llegara a su fin.

En lo relatado se comprueba que Japón era muy peculiar… Por su “falso gobierno títere”, por su neutralidad declarada… Y también por las circunstancias históricas que desembocaron en la bautizada como “Tierra libre de Hokkaido”:
Un lugar marcado por palabras duales:
Ronin # Pasado. Sennin # Libertad. Oyabun # Sangre. Baiken # Honor.
= = = = = * = = = = =

El mercado de las calles de Nemuro rebosaba una actividad febril común para la época del año… Un sinfín de comerciantes instalados en sus puestos de trueque, charlaban con los “bushidos” (6) de las casas importantes a la expectativa de cerrar un trato. Los “Shugyosha” (7) de paso observaban atónitos cómo la plaza del puerto estaba colapsada. El “Kuroda Bushi” (8), fuera de su significado tradicional, servía como sonsonete de fondo al tremendo murmullo, que acrecentaba su volumen conforme se adentraban en la plaza. Provenía de unos viajeros instalados en una casa de té al aire libre, que disfrutaban del sake y de la presencia de campesinas impresionables, escapadas de la vigilancia de sus progenitores. De vez en cuando, alguna patrulla de la “Casa Hakudoshai” o de la “Casa Takabashi”, cruzaba el gentío preocupada del cumplimiento de las “Sendas Baiken de comportamiento correcto”, y entonces, el estruendo decrecía y el “Kuroda Bushi” se silenciaba con recato.
Akina Sawa, montada en su corcel negro de los establos de Ishikari, no perdía de vista al jinete que la precedía. Sabía que si se extraviaba, tardaría horas en reunirse con el joven siervo de Baiken: Cabalgando con cautela, el fiel Hyogo Kaminoyama seguía a su vez a un enviado de la escuela Hakudoshai, que caminando entre el gentío les conducía hasta una taberna.
-<“Hyogo, ¿cuál es el encargo del señor Baiken?”> -Le preguntó cuando se encontró con él en el templo de Kushiro.
-<“Hablaremos con un hombre muy especial para el maestro”> -Respondió.
-<“¿De quién se trata?”> -Quiso saber intrigada.
Hyogo sonrió al contestarle-. <“No me creerías y te burlarías de mí. Sé paciente, ya le verás”>.
La serpiente de la curiosidad constreñía a la Kumoichi por los vagos comentarios sobre su misión en Nemuro… ¿Qué traería a los Baiken a una ciudad como la del cabo de Nosappu? ¿Por qué enviar hasta allí a Hyogo, teniendo en Nemuro a un aliado tan importante como Matsuo Hakudoshai? No se atrevía a pensarlo, pero la ceremonia tenía que estar cerca… Sí, la “gran ceremonia”.
El joven Kaminoyama detuvo su caballo a la puerta de un caserón antiguo, cuya entrada se sostenía en dos bastos postes de madera. Se inclinaba más hacia una “casa de geishas” que a un lugar honorable. ¿A quién buscaban? ¿Cómo era digno de la escuela Baiken alguien que se alojara en semejante antro?
Hyogo descendió de su montura sujetando su sable. Era fuerte e inteligente, de cabellos cortos que dotaban su aspecto de más edad de la que tenía. Le describían como un alumno juicioso a la par que rebelde… La vestimenta de Samurai no imponía el respeto que se merecía por sus hazañas, aun así era uno de los discípulos preferidos del señor Baiken, y no sólo porque era hijo del viejo Arakida Kaminoyama. Se decían muchas cosas buenas de Hyogo. Akina compartió con él una decena de batallas, por eso sabía que no se trataba de fábulas. Durante su convivencia aprendió a admirarle, encariñándose de su sencillez.
-<Está aquí dentro> -Señaló el enviado que les guió a la taberna-. <No ha dejado de beber sake estos dos últimos días… ¡Y sigue en pie tan fresco!>
-<Entonces es él> -Sentenció Hyogo penetrando en la casona, bajando unos escalones. Tras él lo hizo Akina, escudándose en la empuñadura de su espada.
Desembocaron en una habitación amplia, cargada del opio que fumaban en algunas mesas… Un sitio de “mala muerte”, de bebida barata, mujeres a juego, y carente tanto de luz como de aire.
“Gurentays”, asesinos y “ronin sin honor” servían de clientela permanente para aquel ambiente enfermo… Sin embargo, pese a su cautelosa entrada, nadie se fijó en Akina o en Hyogo. Todos miraban hacia la barra, apartándose para formar un corro con tendencia a ensancharse.
Un Shugyosha armado con cuatro katanas y una fiera expresión, amparado en una gruesa armadura, mantenía un enfrentamiento verbal con otro Ronin que apenas le prestaba atención… Uno de los dos no vería caer la noche.
-<¡Cómo te atreviste a ridiculizarme en público, bastardo!…> -Gritó el samurai erguido-. <¡Pagarás con tu sangre semejante afrenta!>
El amenazado despreció con su pasividad al ofendido… Sentado en un taburete continuó vaciando el Sake de su tazón… Era un guerrero extraño. Enorme para ser japonés, con unas corazas poco usuales que cubrían su cuerpo salvo los brazos… Los guanteletes de acero de sus manos terminaban en el codo en forma de pincho. Si raro era el yelmo que envolvía su cabeza (adornado de púas), más raro era que no se lo quitara para beber. Parecía un acorazado destructor escapado de la segunda guerra mundial, forrado de hierro.
-<¿Qué es lo que ocurre?> -Requirió Hyogo a uno del corro.
-<El forastero ha tenido mala suerte> -Enfatizó con desdén-. <“El terrible Hiroki” ha desafiado al pobre diablo, y el muy inconsciente ha bebido más que él… Ha firmado su sentencia de muerte>.
Hyogo advirtió a Akina con un susurro al oído -<Es nuestro hombre>.
La Kumoichi analizó al caballero sentado, pero no lo reconoció. El acero brillante de sus corazas… El aterrador aspecto de su yelmo: ¿Quién podía ser?… Akina comenzó a desenvainar su espada para ayudarle… Entonces Hyogo la detuvo. Se limitarían a contemplar la escena.
-<¿Estás preparado para reunirte con tus antepasados, perro bastardo?>
-<Si vuelves a hablarme en ese tono, jugaré a las canicas con los globos de tus ojos> -Su voz era ronca y suave, como el crujir de las hojas.
-<Ja ja ja. ¡Estúpido arrogante! ¡Hay que tener valor! Dime… ¿Cuál es tu nombre?> -Le preguntó entre burlas.
El forastero respondió sin moverse un centímetro -<¿Mi nombre? ¿Quieres saber mi nombre? Bien, tengo muchos nombres. Me han apodado Ursus, Python, Moloch e incluso Baal. Durante mis largos viajes me han confundido con Vaishravana, con Nandin y con Yama. En las negras cuencas de África han dicho que soy Shigidi, Shango, el Elegba. En la insidiosa China me aclamaron como Lei Kong. Otros me bautizaron Usanas, o Taraka, también Yazata. De mí se ha dicho que soy un Sennin, un Bodhi y algunos lo extendieron a “Bodhisattva”. Me han llamado Hebi, Yatoma no Orochi, Oni Tora y O Ushi… Tengo muchos nombres, quizá demasiados. En Noruega dijeron que era TASGÁRD y se equivocaron. Yo me quedo con uno, supongo que el que más significa para mí, y es probable que sea el único que reconozcas: Oni Tsunami (9) >.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Akina Sawa al oír aquella palabra. Y no sólo ella reaccionó así, todos los samuráis, asesinos y ladrones, incluidas las geishas y el tabernero, dieron un paso atrás apretujándose en el incipiente corro -<¿Qué…?>-. Titubeó Hiroki indeciso.
Sin tiempo de nada más, el Oni Tsunami movió su brazo golpeando al sorprendido borracho en el rostro… Fue un golpe rápido e inesperado, tan fuerte que el Shugyosha voló por el aire cayendo contra la línea de gente que les rodeaba. Hyogo y Akina Sawa lograron mantener el equilibrio.
El Oni bebió un trago de Sake como si nada hubiera sucedido. Muchos de los allí reunidos huyeron de la taberna para disgusto del propietario… Los amigos del “terrible” Hiroki, con objeto de evitar ser los siguientes, apaciguaron la tensión retirando el cadáver, marchándose con las “orejas gachas”.
En otra época habrían vengado su muerte, pero la “tercera senda Baiken de simplificación del conflicto” lo prohibía… Saltarse el dictamen les enemistaría con las casas custodias de la ciudad. Algo poco recomendable.
-<¡Así que existe! ¡El auténtico Oni Tsunami! ¿Es él?> -La Kumoichi estaba asombrada… Su boca abierta como la entrada de una mina era fiel reflejo de ello.
Hyogo Kaminoyama asintió en respuesta a la coreana… Con una leve sonrisa, se acercó al ronin de la barra enseñándole su emblema de la escuela Baiken.

(6) Otra forma de decir Samuráis.
(7) Shugyosha, al igual que ronin, significa guerrero libre, sin amo.
(8) Canción melódica entonada por los samuráis antes del combate.
(9) Diablo de las aguas agitadas, o de los maremotos.

El Oni Tsunami:
“El Diablo de las aguas agitadas”.
Se ha escrito mucho sobre él. Decían que era un Dios que caminaba sobre la tierra. Otros, la mayoría, ni siquiera se creían la fábula.
Su historia se componía de un “saco de rumores” sin confirmar: Los más viejos contaban que ayudó al imperio contra los americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Aseguraban que sobrevivió a la bomba atómica de Nagasaki, y que los nipones aceptaron la rendición porque le creyeron muerto. Narraban que fue él quien salvó las costas de Hokkaido de los devastadores Tsunamis del 2017, y por supuesto, también le ligaban al Oyabun Yasukawa Baiken: Según el mito, si Baiken expulsó a los chinos y a los Yakuza, fue gracias a su alianza con el Oni Tsunami. ¿Habladurías? ¿Calumnias? ¿Grandes mentiras o grandes verdades?
La superstición pasaba de anciano a nieto generación tras generación… Akina Sawa no sabía qué pensar. ¿Podía ser aquél el auténtico Oni Tsunami? ¿Era eso posible? Por un lado no, por otro… ¡Nemuro estaba situado enfrente de las islas Kuriles!, ¡dónde contaba la leyenda que habitaba el poderoso Oni! Y además… Acudía a su cita con Baiken en un momento crucial de la historia, ¡tras la conferencia de Verona!, ¡cuando la “gran ceremonia” se avecinaba!
Estudiándole con detalle podría ser él. Su carácter de ermitaño correspondía a los cantares y los versos épicos… Un “sexto sentido” le indicaba que no era un impostor, pero tendrían que convencerla de que aquel hombre joven fuera el mismo protagonista de las heroicas hazañas del siglo pasado.

Cuando el señor Baiken creó la “Tierra libre” de Hokkaido, tanto él como los habitantes de la isla optaron de mutuo acuerdo por una vía de mínima modernización… Querían que Hokkaido se alejara de los problemas de contaminación en que se movía la “aldea global”.
Empecinados en la decisión, existían muy pocos edificios modernos, una escasez de moneda en favor del trueque interno, y unas comunicaciones casi nulas con el exterior. (Según una estadística de la época: 13 redes eléctricas, 16 redes solares, 12 holovisores y 18 Computadores personales).
Era un retorno al mundo natural, cuando nadie se “comía” al vecino bajo el influjo del Yen. Por eso el paralelismo con la era Tokugawa figuraba como académicamente inexacto, aunque bastante aproximado.
La merma de la civilización mantenía los cultivos distribuidos en su justa medida… Los mercados intercambiaban mercancías, y las “casas escuela” se encargaban de educar a los habitantes en un “semi analfabetismo” que aportaba continuidad al régimen. Cualquier estructura más compleja se miraba con desconfianza. Las “sendas Baiken de comportamiento correcto” lo eran todo.
Los vehículos de cuatro ruedas se reservaban para casos especiales que requirieran de un rápido desplazamiento.
Por eso nunca antes Akina Sawa había montado en coche. Era una sensación que la complacía y que a la vez crispaba sus nervios. “Coche” se asociaba a “bebida”, “accidente”, “muerte”. Así se lo explicaron durante su infancia.
Algo muy importante iba a suceder, y conducir aquel antiguo Subaru para regresar a Sapporo, confirmaba lo extremo de la situación.

En el transcurso del viaje de ocho horas, el Oni no pronunció palabra… Se dejó caer en el respaldo sumiéndose en un sueño letárgico… Ni los baches de una carretera mal preparada, despertaron al japonés de su somnolencia…
(¿Tanto sake bebió?)
Al llegar a su destino, el templo de Ishikari, saludó cortés a quienes se le acercaron… Pero de él no surgió ninguna iniciativa de amistad o trato social.
Muchos custodios se preguntaron si le abrumaba la crisis del mundo, o si es que sería tan estricto como un palo de secar maíz.
El templo no había cambiado desde la última vez: Los jardines seguían esplendorosos y coloridos, llenos de trinos de pájaros y olores embriagadores. Los “Kannushi” se arrodillaban absortos en estado de “Sananda”. (10)
En los siguientes patios, representando un mayor grado de “Prajna” (11), se contemplaban unos jardines zen ordenados en surcos de arena, con grandes rocas oscuras intercaladas. Ribeteaban el sendero de entrada al templo, simbolizando la pureza del orden universal.
A lo largo del radiante complejo rodeado de “Toriis” purificadores, medio centenar de aprendices de no más de catorce años, trabajaban bajo las órdenes del Sennin Yakorichi, maestro de maestros entre los curtidores de “Ikebanas”.
Al avanzar, divisaron por las ventanas de los Dojos a los “shusshi”, novicios que ejercitaban sus cualidades físicas acompañándose de alaridos liberadores, (cuya función psicológica era enfocar la energía del aprendiz).
Al cruzar el patio del templo resultaba inevitable recordar la niñez. Tanto Akina, como Hyogo, como su hermana Suyaku, pasaron por cada una de las fases a las que se enfrentarían unos jóvenes impregnados de ilusión, aunque faltos de disciplina. Mirar hacia un lado u otro era evocar las imágenes con las que creció, convirtiéndose en una Kumoichi.
En su esquema mental, Ishikari significaba que el tiempo era inmutable… Que no existían los años salvo para los teóricos y que el alma, si se mantenía pura, superaría las desventajas físicas del cuerpo. Estudió las Ikebanas florales… Adquirió la habilidad física previa a “Sananda” en los dojos de madera… Engrosó las filas del nutrido grupo de “Shusshi” que se reunían en las cocinas… Formaba parte del templo y por eso, a la vez que una inmensa alegría la recorría diciéndole que su vida no sufría variaciones, la ausencia del fallecido Kabuto Atayime le gritaba lo contrario.
Unos empinados escalones conducían al interior del edificio de tres plantas. Justo allí, en la puerta, fueron recibidos por el imponente Aoki Ueda, la “mano derecha” del señor Baiken.
Ueda era el más poderoso asesino ninja de la escuela de Ishikari. Se encargaba de impartir lecciones en los Dojos, ya que fue el primer discípulo de Baiken y gozaba de su absoluta confianza… Vestía ropas de combate de color blanco, y siempre iba armado. Su pelo negro perfumado contrastaba con su bigote… Sus pequeños ojos oscuros contribuían a la severa expresión de su rostro. Le llamaban “Cadena de plata”, por llevar al cuello el único recuerdo que poseía de su verdadera familia.
Aoki Ueda era bajo. Casi no sobresalía del hombro del Oni Tsunami, pero en comparación con el Oni, cualquiera quedaba en ridículo.
El ninja blanco guió a los recién llegados a través de los Dojos del templo de Ishikari, donde una gran cantidad de novicios y “Negi” practicaban el estilo Baiken de “Ninjitsu libre”.
Subieron a la segunda planta, el sitio reservado para el reposo de los “Kannushi”, los aprendices y algún que otro Sennin. Akina vivió en esas habitaciones tiempo atrás… Tal y como Baiken le recordaba cuando marchaba de la capital, su hogar seguiría allí aunque viajara a miles de kilómetros y se perdiera en las profundidades del cosmos. En aquellos instantes las estancias estaban siendo limpiadas por las protegidas de la escuela, por eso no se detuvieron y continuaron escalando.
En el último piso residía Baiken: Un lugar sencillo dividido por puertas correderas de “papel crema”, al más puro estilo japonés. Desde sus ventanas se divisaba todo Sapporo, incluido el mar en la distancia. Pese a las apariencias, la vista no era lo más maravilloso del templo de Ishikari…
Ese honor lo tenían a título los subterráneos sagrados del edificio, donde se hallaban las salas de oración, de purificación y de danzas sagradas… Donde se guardaba con celo el sagrario del templo de Ise, recuperado del fondo del mar tras el terremoto del año 2017.

(10) Sacerdotes en estado de fusión con la naturaleza.
(11) Desarrollo místico

Yasukawa Baiken estaba sentado en cuclillas sobre un cojín, frente a una mesita. Era de aspecto imperturbable… Tanto, que para la coreana Akina Sawa, apenas había envejecido desde que la recogió, cuando era una niña huérfana.
Siempre fue enjuto y fibroso, con su escaso cabello peinado hacia atrás y sus finos rasgos sosteniendo unas pequeñas gafas sin montura. A sus 79 años no le asomaba ni una cana. Mantenía firme el vigor que lució hacía cuatro décadas, cuando liberó Japón del voraz imperio Chino. Ahora se le notaba más sabio que entonces… Su karma proyectaba cantidades ingentes de paz y tranquilidad…
Era digno de representar la unidad de la “Tierra Libre”, y por eso su huella sería la de uno de los grandes mitos de la humanidad. (A él no le agradaba el calificativo de héroe que sus discípulos se empeñaban en atribuirle).
-<Maestro> -El Oni Tsunami se postró ante Baiken en señal de saludo.
Hyogo y Akina inclinaron la cabeza hasta que la sonrisa del anciano les liberó de la obligación.
-<Me siento muy honrado por teneros en mi presencia. Hacía mucho que mi corazón no sentía tal felicidad> -Dijo Baiken con voz pausada. (Su armonía inundaba cuanto se posaba bajo la mirada de sus ojos, causando un respeto y un reconocimiento sin igual).
-<Me alegra regresar y verte. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido?> -Susurró el Oni con su extraño acento.
-<Trece largos años> -Contestó gentil.
-<Largos para ti. Para mí no han significado nada>.
-<Nunca hay que fiarse de lo adjetivos que emplea> -Explicó Baiken a Hyogo y Akina-. <El Oni es tan diferente a nosotros los seres comunes, que nos confunde con sus apreciaciones. Cuando dice fácil, para nosotros es difícil, y cuando dice difícil, para nosotros es imposible>.
-<Me tienes en demasiada alta estima>.
-<Puedo prometer ser sincero, pero no imparcial>.
-<Me satisface ser considerado uno de los tuyos… Tanto como el haber sido elegido para tan importante misión> -En ese instante el ninja blanco, Aoki Ueda, entró en la habitación descorriendo la puerta. Saludó silencioso a Baiken, y se sentó a su derecha con las piernas cruzadas.
-<Sensei> -Intervino entonces Akina Sawa-. <¿En verdad se trata del gran Oni Tsunami?> -Le preguntó no sin cierto descaro matizado con suavidad femenina.
-<Mi pequeño Mirlo danzarín> -Sonrió cariñoso-. <¿Qué revelan tus sentidos?>
-<Siento confusión en mi interior> -Respondió con franqueza-. <Todo mi ser nota la ineludible veracidad de lo que afirma. Sin embargo me cuesta creer que un ronin tan joven sea aquello que representa el Oni Tsunami. ¿Acaso nuestro huésped habría nacido en los años de la opresión China, o en la época en que se constituyó la “Tierra Libre” de Hokkaido?>
-<Confía en lo que sientes bello Mirlo> -Expresó Baiken sin alterarse-. <Aunque tu parte racional dude, recuerda que la fuerza más sabia es la que brota de tu corazón. Nada de lo que fluye de dentro es falso… Cree en ti y en la palabra de tu maestro, porque sólo hay un Oni Tsunami y en el día de hoy, está junto a nosotros>.
Una sensación anómala alteró a la Kumoichi concentrándosele en el estómago. A la vez que “fascinación por el gigantesco Oni”, un inexplicable miedo la invadió sin concesiones. Percibía que el hombre cubierto tras el yelmo no era un “hombre” como los demás: Era un hombre enfermo de la peor maldición que una criatura podría padecer.
-<Es un reto para mí…> -Asintió el Oni-. <Gozar de tan alta consideración en este bendito templo… Mantener ese estatus es un desafío digno de mi condición>.
-<El último Áino ha hablado. Así sea> -Replicó Yasukawa Baiken.
-<¿Han venido ya los otros convocados maestro?> -Quiso saber Hyogo Kaminoyama, temeroso de interrumpir a los dos amigos. Anticipándose a Baiken, Aoki Ueda tomó la iniciativa.
-<Debo informar de la llegada de Tesenky Hakudoshai con sus discípulos> -Desveló-. <Se han querido refrescar antes de honrarse con su presencia>.
-<¡La escuela Hakudoshai de Nemuro! Qué agradable noticia. ¡Por fin se reúnen los viejos aliados!> -El anciano se mostraba alegre ante la comunicación.
-<Como debe ser, la ceremonia estará preparada antes de que el mundo presienta la presencia de la plaga> -Añadió el ninja blanco.
-<Nada me alivia más que tener constancia de todo esto. Es un regalo del cielo recibir vientos favorables… Pero antes, Akina: Da cobijo a nuestro invitado en el interior del templo y enséñale los maravillosos jardines de Niikai. Has de encargarte de que no le falte nada al Oni Tsunami, como alguien de su entereza se merece> -Akina Sawa hizo una reverencia a Baiken aceptando el cometido. Luego el ilustre Yasukawa se dirigió al poderoso Oni-. <No te distraigas con la sutil belleza de a quien llamo “Mirlo Saltarín”, podrías equivocarte al valorarla. Ahí donde parece una grácil Geisha es la más terrible de las Kumoichi. No una Kumoichi que atrae a los hombres hasta las casas de té para envenenarlos mediante el engaño. No… Ella puede doblegar al más fuerte de los ronin y alcanzar el lugar más custodiado con facilidad pasmosa… Los juicios aparentes nos conducen al error, de la misma forma que yo la llamo “Mirlo Saltarín”, otros la denominan “Aliento de Tigre”>.
Akina Sawa se sonrojó ante las revelaciones del maestro.
-<Pero basta… Dejemos a un lado semejantes pequeñeces> -Prosiguió el señor Baiken-. <Hemos de concentrarnos en nuestra tarea. La “Ceremonia Letsu” será complicada… Cada día que pasa está más próxima a nosotros>.
-<Deseaba con ansia oír eso> -Murmuró el Oni Tsunami.
-<Mañana puede ser tarde. Ha llegado la hora de abrir los ojos para ver lo que ocurre realmente>.
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loon1974
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Re: Sennins (novela ciencia ficción)

Mensaje por loon1974 »

TEXTO NOVELA

10 MUNDOS PARA-LELOS.
Desde antes de las nueve de la mañana, unos competentes ingenieros provenientes de Munich dedicaron todo su tiempo a instalar los simuladores solicitados por el líder Loon.
En el bloque uno se concentraba la vida nocturna de Wolfland cada noche, los pubs y las típicas cervecerías alemanas… Se ofertaba una amplia gama de divertimentos: Máquinas de juego, salas de masaje, sauna, tiendas de regalo. Servicios de primera calidad. El intervencionismo estatal obraba maravillas distribuyendo productos hacia sus bases… En una ciudad civil no se disponía ni de la mitad. Era injusto, pero la guerra recorta con unas tijeras muy largas.
Nadie se disgustó con la instalación de los simuladores en la base, porque no sólo los utilizarían los CIIAM. Constituirían otra oferta más de entre las muchas existentes en las alegres noches de Wolfland.

Fue a mediados de siglo cuando se inventaron los primeros simuladores virtuales… (Muy mal diseñados desde el punto de vista técnico). Aquellas antiguallas apenas se parecían a los modelos de antes del conflicto. La revolución Internet y su Wold Wide Web copaban la vanguardia de un progreso con visas de no encontrar barreras. Enseguida los principios de la simulación virtual se independizaron de la red, y pronto se distanciaron en los procedimientos.
Con el paso de los años, la espiral creativa trajo a luz aparatos más y más perfectos. Tan logrados que eran capaces de fundar una realidad alternativa con la misma gama de posibilidades de una situación real… Los ingenios se basaban en un programa digital especializado en mimetizar parajes, personas o cosas, y luego dotarlas de movimiento y presencia física… A ese primer programa se le añadía uno más, encargado de relacionar cada ítem. Éste era el paquete más complejo, puesto que contenía un análisis exhaustivo de causas y consecuencias apoyado en años y años de introducción de datos… Un tercer programa digital permitía la creación de personajes a partir de tópicos estandarizados. De esa forma se adentraban individuos reales o imaginarios, en lugares reales o imaginarios, y en contextos reales o imaginarios…
La guinda para el pastel fueron las combinaciones de tripulantes en el mismo viaje. El llamado “sistema múltiple” en red, perfeccionado de Internet solapando en un mismo juego a cientos de usuarios. Se diseñó un cuarto programa que reglamentó la interactividad entre personajes, que dentro del simulador podían hablarse, tocarse, escribirse y percibir, adaptándose de una manera definitiva a la más pura realidad.
Los autores declararon en varias ocasiones que se sentían como dioses, puesto que de la nada crearon un mundo tan real como el verdadero, donde todo era posible sin sufrir daños o perjuicios… Donde la ficción se convertía en realidad y la realidad en lo que uno quisiera…
Se hicieron millonarios.
Hasta que comenzó la guerra.
La utilidad de los simuladores se extendía a múltiples campos:
Desde la cirugía: Ayudando a estudiantes de medicina que aprendieran antes de ejercer, elevando el porcentaje de éxitos cercano a la perfección.
El deporte: Los pilotos de competición de todas las categorías podían arriesgar al máximo en cada curva, batiendo los registros con marcas antes inimaginables.
La psicología: Recreando los traumas en los pacientes enfermos para aprender a vencerlos y superarlos.
El campo militar: Facilitando lo que iba a hacer Loon. Preparar para la guerra enseñando lo factible y lo eludible, logrando profesionales de personas sin experiencia, o puliendo las cualidades de especialistas para alzarles al nivel de “asesinos perfectos”, como en el caso CIIAM.
Los simuladores protagonizaron una revolución en el campo de la enseñanza, favoreciendo que trabajos en los que una equivocación suponía la muerte (artificieros, médicos, soldados), aprovecharan esa equivocación a modo de aprendizaje.
La máxima expresión del fenómeno, (paralizado por las circunstancias de la guerra), modeló la sociedad de los años 30, 40 y 50. Fueron dos los nombres propios identificados con verdaderos estilos de vida… Incluso en el presente y pese a las catástrofes, una mínima parte del gran complejo permanece viva.
CIBERLAND Y GLOBE.
“Ciberland” consistió en una red que dispuso de 323 millones de afiliados, cuyo desarrollo se produjo en dos capitales: Hangchou y Shanghai. Fundaron una sociedad internacional dentro de la realidad virtual con comunidades permanentes de adeptos que vivían más interaccionando en el sistema que fuera de él.
“GLOBE” fue un sistema de participación de “Ciberland” que se convirtió en la unidad básica de cada socio… Dentro de un paquete “GLOBE” se construía un mundo propio ideal y virtual. Era la recreación del planeta a imagen y semejanza del usuario. Un lugar donde éste era libre para inventar, añadir, modificar y por supuesto interaccionar con todo tipo de seres simulados. Cada “GLOBE” era personal, aunque se podía compartir con otros sujetos a voluntad del dueño.

Revolucionaron el mercado.
Pero a la vez hicieron aparecer graves problemas que obligaron a la proclamación de una complicada normativa reguladora.
Todo marchaba bien cuando los simuladores estaban restringidos al uso público en facultades o instituciones… Pero cuando la gente comprendió las ventajas que suponía disponer de un simulador en casa, comenzaron los líos… A pesar del altísimo coste de poseer un simulador propio, algunas familias privilegiadas pudieron permitírselo.
Gracias a “Ciberland” y “GLOBE” cualquiera se proporcionaba un nuevo cuerpo. Viajaban sin moverse un metro… Vivían como héroes de guerra… Volaban como pájaros… Visitaban el espacio inalcanzable en naves como el “Enterprise” o en sondas militares. Ser un ídolo deportivo capaz de las mayores proezas atléticas ya no era cuestión de suerte, sino de configurarlo en el salón…
La imaginación al poder.
Pero el trece de agosto del 2051 un joven de elevada cuna confundió la realidad con la ficción… Se paseó por la Neoyorquina Quinta Avenida acribillando a doce personas e hiriendo a siete más… En los años anteriores, cincuenta y seis utilitarios de “GLOBE” murieron en el simulador durante el transcurso de sus aventuras a causa de un fallo cardíaco.
El conflicto de mayor repercusión fue el que se produjo cuando chocaron el derecho a la propia imagen y a la intimidad, con la utilización privada del simulador… Ocurrió que las estrellas y mitos del cine, el espectáculo y el deporte, se quejaron porque los simuladores privados se aprovechaban para abusar de ellos… Bastaba una imagen holográfica proyectada en un simple holovisor doméstico, para deducir las pautas del cuerpo de una “estrella” contra su voluntad, pasarlos a simulador, y utilizarlos con una libertad sin límites.
Ser filmado en 3D dejó de ser divertido.
Surgieron querellas contra la empresa distribuidora de “GLOBE”. Las instituciones políticas y religiosas cayeron con todo el peso de la ley sobre “Ciberland”. Brotaron controversias éticas y morales contra la utilización privada del simulador. Unos defendían dicho uso, otros lo condenaban. Los primeros se basaban en la libertad del utilitario y en que no se provocaba ningún daño físico o moral a la supuesta víctima, que la mayoría de las veces ni se daría cuenta del “delito”. Los otros se apoyaban en que era ilegal e injustificable atentar contra la libertad de una persona, aprovechándose de su intimidad y su imagen.
El juicio contra la forma de vida “Ciberland” se extendió durante varios años… Pero fue una gota concreta la que colmó el vaso y llevó a la total prohibición del uso privado de los simuladores, de parte importante de “Ciberland”, y de otra parte no menos importante de “GLOBE”:
En septiembre del 2055, la millonaria familia londinense, los Connery, se conectaron al programa “GLOBE” en una aventura tan maravillosa y elaborada, que la vivieron sin pausa durante un mes.
Murieron de inanición: Seis fallecidos, ningún superviviente.

Muchos curiosos, en sus ratos libres se asomaron a observar la instalación del simulador… La sala en que lo montaban era dos veces más grande que el apartamento de Jane. Gozaba de capacidad suficiente para compatibilizar a quince personas, pero para aquella tarde sólo pondrían en funcionamiento cuatro plazas: Las justas para que entraran en juego los CIIAM de Wolfland.
Según le dijeron, estaría preparado para las cuatro de la tarde. A las cuatro y media comenzaría la prueba para los comandos. Loon no le pidió que estuviera presente, no obstante ella necesitaba relacionarse con alguien que no fuera el marco cuadrado de su computador personal.
Eran las cuatro y veinte. (16:20).
Jane y dos técnicos esperaban pacientes la llegada de los cuatro “jugadores”… El resto de los técnicos y los curiosos fueron obligados a ausentarse durante el transcurso de la sesión.
La cronista convenció a un soldado de estar autorizada para quedarse. El tratarse de un “entrenamiento restringido” pesaba mucho sobre cabezas cuadriculadas regidas por la tiranía municipal. Los guerreros suelen dedicarse a actuar en lugar de a razonar por su cuenta. No era problema de ellos, sino de la jerarquía militar disciplinaria.
Con tres personas en la sala, el ambiente seguía cargado… La maquinaria rodeaba la pared frente a la puerta, extendiéndose por el techo y los laterales como una enfermedad cutánea. Un sinfín de lucecitas, botones, palancas y pantallas sobresalían de unas carcasas grises. Pero por encima de todo destacaban tres ordenadores con unidades “nano digitalizadoras” de disco duro, vinculados a un ciento de artefactos que sólo los técnicos especializados alcanzaban a comprender.
Según las etiquetas magnéticas era una variante industrial del programa “GLOBE” llamada “MAWORLD” (Master World). Versión adelantada de los paquetes “Ciberland”… Cerca de aquello se plantaban los cuatro puestos donde se instalarían los participantes. Cuatro cómodos sillones acolchados a cuya base se enroscaban cables de diferentes grosores. Unos tubos fluorescentes iluminaban la estancia con una fuerte luz blanca que se reflejaba en el suelo, aportando cierto aire de laboratorio cauterizado.
La máquina vibraba como si respirase. Estaba encendida y preparada para hacer realidad sus “mágicas promesas”.
Minutos más tarde se abrió la puerta… Eran ellos, y venían ignorantes de lo que había costado acondicionar el salón.
El primero en entrar fue Peter Milland: Vestía de soldado, sin pañuelo rojo en la cabeza, con su larga cabellera recogida en una coleta.
-Cronista -Saludó de pasada con la mano.
Detrás venía el Arquero McGregor, quien al no traer el casco su rostro de niño grande se veía acentuado. Se detuvo ante ella y se inclinó agasajándola con una reverencia. Por supuesto Jane no pudo reprimir la sonrisa.
-¡Muévete! -La Gata le propinó un empujón, desplazándole para entrar.
-¡Hola nena! -Se colgó a ella pasándole el brazo sobre el hombro, mirándola con complicidad-. ¡Vaya, vaya!, así que saliendo a cenar con el jefe, ¿eh?
-Bueno… sí…
-¡Aaaah!, ¡ya me contaras! -Le tapó la boca antes de que dijera más-. Esta “piara” de tíos insensibles nos está escuchando.
-¿A quién llamas insensible? -Intervino el Arquero, sentado ya en su puesto preparando su conexión a la máquina.
-¡A ti más que a nadie cabeza hueca! -Respondió divertida la “felina”.
En ese instante entró el cuarto CIIAM, y Jane quedó muy sorprendida al verle. Era un hombre alto y fuerte, de pelo corto rubio-anaranjado. ¡El tipo que la salvó del borracho!… En su rostro se marcaba la misma expresión sencilla e inocente que le cautivó cuando le reprochó la ayuda.
-¡Hola! -Se le adelantó.
Jane asintió, clavando la vista en sus ojos marrones y esbozando una sonrisa no del todo dibujada.
-No le conoces ¿verdad? -Habló la gata-. Cronista, te presento a David Morton. Morton, he aquí la cronista.
“Morton el novato, que no usaba bien el comunicador”. Recordó ella.
-Gracias por… lo del otro día -Musitó avergonzada de su conducta.
-No importa -Titubeó apoyado en las jóvenes arrugas de su frente.
-¡Vaya!, ¡no me digáis que os conocíais! -Exclamó la Gata ofendida-. ¿Quiere decir esto que he hecho el panoli con lo de la presentación?
-Algo así -Le Contestó el CIIAM sin eludir los ojos verdes de la cronista.
-¿Y la carta? -Jane procuró ser simpática y no se le ocurrió otra cosa.
-Supongo que en casa.
-¡Eh! -Gritó Milland estridente-. ¿Os vais a eternizar ahí? El colega y yo ya estamos enchufados… Esta mierda tiene un horario que cumplir, ¿sabéis?
-Hasta ahora -Apremiado se dirigió hasta su sillón… La Gata le dedicó una agradable mirada de extrañeza, y se despidió de Kentwall con un saludo.

No era la primera vez que los cuatro se conectaban a un simulador… Debían cumplir con dos operaciones. Una: Sentarse. La otra: Colocarse un medidor de pulsaciones en la muñeca izquierda. El medidor desconectaría a la persona en caso de peligro de crisis cardiaca. A ese dispositivo se le llamaba “freno”, y acabó con el riesgo de muerte súbita en los aparatos… Del resto de las complejidades científicas se encargaban los dos técnicos de la sala.
Jane observó cómo se les colocaba la “corona” a Morton y a la Gata… Una “corona” que conformaba el elemento esencial para la conexión: Por un lado sustituía el “camino hacia los sentidos” por una autopista de llegada a “MAWORLD”… Por otro servía como vía rápida hacia el cerebro de los usuarios.
A través de la corona, el simulador engañaba al cerebro haciéndole creer que estaba en la situación programada por la máquina.
Unos apéndices que salían de la corona se colocaban en los puntos de la cabeza donde el cerebro controla los sentidos, y los cambiaba por otros sentidos artificiales que operaban en la realidad virtual. De esa forma te zambullía en la simulación como si la vivieras, pero con ventajas… Por ejemplo: Dentro del simulador el dolor se sustituía por una “pseudo paralización” de miembros, lo cual resultaba muy útil para el caso de los CIIAM, que no sentirían las heridas que les produjera el “juego”.

Los cuatro fueron empujados a un trance repentino cuando el simulador empezó a funcionar… Parecían dormidos, ausentes.
Los técnicos teclearon frenéticos desde sus consolas. Luego aguardaron unos segundos… Jane no sabía dónde atender, porque se produjo una alteración generalizada de luces en los paneles.
-¡Ya! -Pronunció un técnico-. ¡Comenzó el programa!
-Y todo va perfecto, sin disrupciones -Respondió el otro.
-Lecturas positivas. Constantes vitales funcionando con regularidad.
-Sí, y la transmisión cerebral es clara. Esto marcha Jurg, lo conseguimos.
-Espera, echemos un vistazo a ver de qué va -Los dos eran cincuentones y ambos llevaban gafas. De no ser porque uno de los dos era calvo, sus batones blancos no les habrían diferenciado… Se acercaron a un ordenador, insertando unas concisas instrucciones. Jane se les unió curiosa.
-¿Se puede ver lo que hacen ahí dentro? -Les preguntó deseando que la respuesta fuera sí.
-No -Contestó sin embargo el calvo-. Pero pueden conocerse ciertas directrices básicas del programa.
-¡Aquí lo tengo! -Exclamó el técnico de pelo cano-. Características ambientales: Selva amazónica -Leyó de una esquemática pantalla-. Ambientación cronológica: 1994. Ítems introducidos: Campamento provisional camuflado, mas accesorios y 4 vehículos acorazados porta personal… Modo de acceso: 2 Bull 3.000 Penetrator. Personajes en juego: 351 ¡Qué bestias! -Manifestó sorprendido, pero continuó leyendo sin apresurarse-. Utilitarios del programa: 13. Personajes simulados: 338. Objetivo del juego: Desarticular la columna enemiga -Se irguió de la silla en que se había apoyado-. Vaya, ¡338 para ser el primer día! -Comentó con el compañero.
-Sí, eso es empezar fuerte. Veremos qué hacen.
-¿Quiere decir… -Intervino Jane un poco ofendida porque la estuvieran ignorando-, que los trece CIIAM van a enfrentarse a trescientos enemigos?
El calvo asintió tomando la palabra -Stocktom, el ex líder de Delta que murió, también solía utilizar el simulador… Lo máximo que empleó fueron cien “Afros”, así que fíjese el cambio brusco al que Loon les está sometiendo.

Durante media hora no sucedió nada. El ordenador marcaba idéntico número de cifras que al principio de la simulación… Los cuatro CIIAM no se movieron de sus puestos ni un centímetro. Respiraban como si estuvieran dormidos profundos.
Hartos de esperar, tanto los técnicos como la cronista se sentaron sin mucho más que decirse… De vez en cuando un comentario, una sonrisa, pero para qué negarlo, se aburrían como ostras.
Sin previo aviso comenzó la acción.
-¡Eh veníos! -Anunció el canoso, pegado atento a su consola-. ¡Mirad!
El número que indicaba el total de enemigos había comenzado a descender de forma prodigiosa. En segundos pasaba de 338 a 273. Y seguía bajando algo más lento… 269, 267, 265, de repente un salto, 252, 251, 248.
-¡Los están fundiendo! -Chilló el calvo con una sonrisa en la boca.
Jane imaginaba lo que aquello significaba. Imaginaba hombres aterrorizados corriendo en todas direcciones siendo masacrados por los CIIAM, cada muerte en el simulador se reflejaba mediante un número menos.
221, 215, 214, 211, 201.
Asombroso. ¿Era cierta la capacidad destructiva que estaban demostrando?
195, 192, 190, 183, 180.
De repente sonó un pitido que no comprendió de inmediato.
-¡Diablos, un fallo! -Maldijo el de pelo cano.
-¿Qué ha pasado? -Les preguntó Jane arrebatada por el Apocalipsis destructivo iniciado por los comandos de Delta.
-Uno de los CIIAM ha sido eliminado, muerto -Era cierto. La línea correspondiente de la pantalla, en lugar de trece marcaba doce… Según rezaba la parte inferior cayó Jonathan Jason Stocker. Un nombre que no le sonaba en absoluto… Pronto se dio cuenta de que Jonathan Jason era el apodado J.J.
El número continuaba descendiendo inexorable. Cada vez de manera más lenta pero sin pausa… En apenas cinco minutos se redujo a 38…
Entonces ocurrió otra vez, de nuevo el pitido.
-¡Será cabrón! -Gritó una voz que no pertenecía a ninguno de los tres… ¡Era la Gata! Ella fue la eliminada… ¡Y se levantaba como una furia!
Quitándose la corona, la arrojó contra la silla.
Tanto los técnicos como la cronista se quedaron atónitos mirándola. Sin embargo fue Jane la que se le acercó.
-¡Ha sido Berelli! -Exclamó igual de encolerizada que en el helicóptero-. ¡Berelli me ha matado!, ¡será hijo puta!
-Tranquila -Intentó calmarla sin idea de cómo hacerlo.
-¡De ésta se acuerda! -Esquivó a Jane sin dificultad, aporreó la puerta haciendo saltar el pestillo, y salió de la habitación del simulador corriendo como un demonio invitado a un festín de carne y sangre.
¡Iba al Cubil!
¡A cazar a Berelli!…
¡Y el italiano dormía sumido en la batalla!
-¿Qué hacemos? -Los dos técnicos no tenían respuesta para la cronista… Se limitaron a darse la vuelta hacia las pantallas… A pesar de lo que estaba pasando la partida seguía adelante y los enemigos eran 23.
-Deberíamos desconectar el aparato -Advirtió el calvo a su compañero-. ¿No te has enterado de lo que ha pasado? Uno de los CIIAM se ha peleado con ella y la ha asesinado en el simulador. La tía esa tenía la muerte reflejada en los ojos, así que no me extrañaría que pagara a quien se lo hizo con la misma moneda, ¡pero en la vida real! ¡Va a matarle!
-Espera, está acabando -Le apartó guardando una calma que tanto Jane como el alopécico ya habían perdido.
-¡Apágalo!, si llega allí y el tal Berelli sigue conectado, ¡estará indefenso!… Esa loca es capaz de hacer una carnicería.
-19 enemigos -Respondió con inusitada sangre fría.
-¡Joder!, ¡estás loco! -Se desesperó el calvo maldiciendo a su compañero.
-Tranquilo Lothar, el límite para que salte el automático es 10 y fíjate, la pantalla marca 17.
Los segundos parecían eternos, demasiado lentos.
Marcaba 15. Marcaba 13.
-¡Vamos, vamos!
Marcaba 12. Otra eterna pausa de sudor resbalando por las frentes de los técnicos… ¿La furibunda Gata batió el record del mundo? ¿Tuvo tiempo de correr hasta Wolfland uno y alcanzar a Berelli?
Por fin se marcó el diez.
Fue un alivio que las luces se apagaran a su posición original… Milland, Morton y el Arquero volvieron a la realidad igual que sucedería en el Cubil, donde el rubio italiano habría despertado.
De no ser así se hallaría a merced de la Gata.
-¿Lo habéis visto?, ¿habéis visto a Berelli? -Dijo el Arquero quitándose con celeridad la corona.
-¡Y tanto que lo he visto, ese “mariconetti” italiano se ha cargado a mi hermana! -Peter se percató de inmediato de que la Gata no seguía junto a ellos-.¿Dónde ha ido? -Preguntó clavando una urgente mirada en Jane.
-Creo que se fue para el Cubil, y por su aspecto iba a vengarse.
-Lo sabía, ¡joder la que se va a armar! -Peter Milland salió corriendo de la habitación… El Arquero le persiguió más divertido que preocupado… Un Morton sorprendido dudó un instante, pero también se apresuró en pos de sus camaradas.
-Hasta luego -Se despidió de la cronista, sin reparar en el colgajo metálico a que quedó reducido el picaporte.
-Daría lo que fuera por ir allí -Murmuró ella asomándose desde la entrada, viendo como los tres se alejaban entre los bloques de pisos con dirección a Wolfland I.

El italiano Berelli no pasó por alto el incidente en el Penetrator…
Se tomó la revancha dentro del simulador asesinando a la Gata.
Por suerte no era real… Jane Kentwall se enteró por boca de otros de lo ocurrido en el Cubil.
A Loon y a los suyos les costó retener a la Gata y a Berelli, enzarzados en el que hubiera sido el enfrentamiento definitivo para uno de los dos. Se logró salvar la tensión con acierto y una gran dosis de suerte.
Los ánimos se calmaron gracias a que el italiano consideraba la cuenta saldada. Le devolvió la “jugarreta”, por lo que estaba satisfecho…
Fue más difícil convencer a la “felina”. Ágata cedió tras horas de duras negociaciones, aceptando la paz.
-“Pero que ni me dirija la palabra” -Antepuso como principal condición.

Después del alboroto vinieron días tranquilos.
Días en los que mientras todos se involucraban cada vez más en el trabajo, Jane encontraba menos materia digna de ser redactada.
La rutina se adueñaba de los CIIAM convirtiendo sus vidas en un aburrido encefalograma plano… Pasaban las mañanas encerrados en el Cubil, sin asomar un pelo haciendo quién sabe qué. Luego, a las cuatro y media, utilizaban el simulador. Nada más acabar, volvían a enclaustrarse en el Cubil.
Cuando regresaban por la noche a Wolfland II, un “toque de queda” les obligaba a acostarse a las diez, y así… a dormir hasta el día siguiente. Era de reseñar que no ponían ninguna pega, porque les extenuaban. Incluso Loon parecía ir a un ritmo excesivo, marcado en forma de pronunciadas ojeras… Por todo esto casi no se trataba con ellos.
Desde el principio, Jane supuso que la soledad sería su principal compañera en Wolfland II, no obstante, aunque guardaba la esperanza que no fuera así, por desgracia sus previsiones se cumplían.
Estaba sola y aburrida. La gente de la base no brillaba por su amabilidad: Los ingleses sostenían fricciones constantes con los franceses y los alemanes, y los franceses y los alemanes se llevaban como perros y gatos… El fuerte sentimiento nacionalista no obstaculizaba la obligada cooperación internacional, pero Kane se gastaba su valioso tiempo resolviendo entuertos.
En medio del cuadro abstracto flotaba una minoría americana a la que pertenecían Jane y otros CIIAM.
Las únicas relaciones que mantenía eran en el simulador, puesto que cada día veía allí a la Gata, siempre acompañada por los mismos comparsas, que si variaban lo hacían turnándose.
Unas veces venía el tímido Morton, otras el simpático Arquero, a veces la pelirroja Frida, en ocasiones el maduro Sloan, de cuando en cuando el musculoso Peter Milland, o para reemplazarle el rastreador francés negro, Alex Dubois…
Nunca los Rider, o J.J. y Zietherman. Participaban, porque morían en el juego y su nombre se destacaba en pantalla…
Estaba deseando que se los presentaran.
Respecto a los dos técnicos que manejaban el simulador, éstos se mostraban fríos y distantes como buenos alemanes. El calvo era Lothar y el de pelo cano atendía por Jurgen. Pese a que no se esforzaban en ser muy simpáticos, Jane procuraba mostrarse agradable… Quizá algún día, como decía Loon, se atrevieran a “romper el hielo”.
Una tarde conversó con el líder al tropezarse con él por casualidad. Fue cordial y educado, como lo había sido hasta ahora… A Jane le empezaba a caer bastante mejor de lo que intuyó en un principio.
Loon le confesó que Delta no estaba funcionando como quería el Alto Mando de Bruselas… Les estaban recortando presupuesto a sablazos… En cambio él sí se sentía satisfecho con el rendimiento del equipo. De seis simulaciones, vencieron en cinco y fallaron la más difícil, la que les enfrentó al Destacamento Beta… El problema era la “media de bajas por simulación”, que alcanzaba la preocupante cifra de tres CIIAM muertos por incursión cuando debería estar en uno.
Pese a los inconvenientes, el líder confiaba que superarían el bache.
Apenas ocupada durante cuatro horas diarias, una hiperactiva como Jane se desesperaba… Ocupaba el tiempo libre en mejorar su forma física, preparándose por su cuenta para cuando tuviera que salir al exterior acompañando a los CIIAM. Hacía “footing”, pesas y algo de natación en la cálida sauna de Wolfland.
Por la noche, ante la ausencia de señal de televisión (anulada en la base), gustaba contemplar desde su ventana el sombrío paraje que rodeaba el Cubil… La torre gótica, los muros y las alambradas, se convirtieron en unos compañeros tan pendientes de ella como al revés.
Mientras ambos se vigilaban, Jane escuchaba el noticiario local en la radio. No obstante, pese al ruido, permanecía bajo el hechizo misterioso de ese lugar espectral que llamaba a las puertas de su mente.
Volvió a ver la luz roja en un ventanal. ¿Un calefactor? ¿La habría engañado el líder?… Sí. Claro que sí. No era un calefactor.
Sonaba a burda excusa y lo sabía.
La voz de su cabeza martilleaba como un cincel.
No era un calefactor.

La cara opuesta a la tranquilidad que reinaba en Wolfland en Abril del 71, la mostraba la “enfangada” situación del mundo… A la tirante posición en los Pirineos y en el este de Australia, se sumaban varios movimientos en los frentes más importantes de la guerra.
La tercera mecanizada, una de las divisiones más temibles de las tropas enemigas, adelantó muchos kilómetros tomando la fría península de Tajmir, al norte de Rusia. Su impasible paseo hacia Europa no tropezaba con oposición.
Por otro lado, el Destacamento Beta abrió una copiosa brecha en la Patagonia, al sur de Argentina, dejando tras su hazaña un camino libre para las tropas regulares. Se mantuvieron fieles a la dichosa media: Una sola baja.
Además, el Destacamento Alpha de Christopher Saiclon, permitió mediante su actuación la toma de Basora, encabezando un ventajoso avance por Arabia Saudita. El objetivo era aislar por tierra los frentes africano y asiático… Contra una férrea oposición, progresaban valientes sin contar ni una baja.
Eso sólo eran fichas en un tablero.
Lo que ocupaba la portada de las emisiones electrónicas europeas era el cambio de estrategia realizado por el mando aliado.
Hasta ahora, en los tres años de guerra anteriores, se emplearon a los destacamentos CIIAM para aniquilar a los efectivos especiales del enemigo. Pero por primera vez en aquellos días, se utilizaba a los CIIAM para eliminar tropas regulares, posibilitando el avance de otras facciones aliadas en una mayor coordinación con los soldados. Una estrategia pedida a gritos desde el principio, pero que el mando aliado se negó a aprobar.
Con los movimientos de Alpha y Beta se comenzaba una nueva etapa en la guerra… ¿Pero por qué no se hizo antes? El Patriarcado lo puso en práctica desde el principio, usando sus divisiones especiales para desequilibrar frente a las regulares.
Los dirigentes del Norte se encabezonaron en chocar a las tropas cualificadas entre sí, como si de una pelea de gallos se tratara. Les tacharon de incompetentes en una tormenta de críticas atroz. Cuando se relajó la prensa tras el armisticio, algo cambió para que no rodaran cabezas. Si el instinto de conservación de los políticos en sus cargos fuera tan bueno como el de los seres humanos, quizá aún brillara una luz de esperanza al final del túnel.
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