Diarios (1999 - 2003) - Iñaki Uriarte
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Diarios (1999 - 2003) - Iñaki Uriarte
«Un diario formidable».—Enrique Vila-Matas
«Un ejemplo de naturalidad y agudeza».—Antonio Muñoz Molina
«Cada página, escrita siempre como al desgaire, sin levantar la voz, es un prodigio de ironía e inteligencia».—José Luis García Martín (El cultural, ABC)
«Acierta tantas veces y tan a menudo que se siente la tentación de creer que es un personaje de ficción o una obra maestra rescatada de algún remoto tiempo pasado. […] Solo puede tener razón con tanta frecuencia y humor quien ha descreído de casi todos los sermones».—Jordi Gracia (El País)
«A Iñaki Uriarte me gustaba verlo como un gran lector, como un hombre muy inteligente y sensato ágrafo, un radical del silencio. Pero un día me sorprendió mandándome unos fragmentos del formidable diario que había estado escribiendo a lo largo de los años. Me pareció tan bueno lo que leí que aún no me he repuesto de la impresión. Le envidio porque es libre».—Enrique Vila-Matas
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Re: Diarios (1999 - 2003) - Iñaki Uriarte
Quien escribe para publicar y ser leído tiende a adornar o proteger su pensamiento con grandes palabras. Y esto de las grandes palabras hay que entenderlo literalmente. Gracias a un artilugio del ordenador, veo que el tamaño medio de los vocablos de los “Puntos de vista” que publico a veces en El Correo es de 4,6 letras. Las mismas teclas aseguran que el tamaño medio de los que empleo en otros textos que escribo y guardo en privado, sin pensar en su publicación, es de 4,3 letras. He aquí un 0,3 de grandilocuencia añadida del que podría corregirme. Por ejemplo, siendo más fiel al consejo dado una vez por Valéry a un aprendiz de escritor: “Entre dos palabras semejantes, escriba usted la más corta”.
Tal vez lo que sucede es que los buenos libros tratan siempre de lo mismo, de unas pocas cosas que no sólo son las más importantes, sino que son las cosas que nos pasan todos los días. (...) La novela no es «un espejo a lo largo del camino», como dijo Stendhal. Es un espejo que nos ponemos delante para mirarnos. Es como una foto o una película en la que también salimos nosotros. Aunque en ella aparezcan Claudia Schiífer o el Papa en pelotas, lo primero que hacemos es buscarnos y mirarnos.
Tengo amigos hoy famosos con los que me sucede lo que supongo le ocurre a la gente con los suyos. Los conocimos hace muchos años, y no con una gran intimidad, pero luego, como se hicieron célebres por llegar a ministros u ocupar otros puestos de relevancia en la sociedad, y los vemos constantemente en los periódicos o en la tele, nos convencemos de que son muy amigos nuestros. Hablamos de ellos como si fueran íntimos, pero no es verdad. Algo de eso me ocurre con ciertos escritores, Cervantes y Shakespeare, por ejemplo, no digamos Dante u Homero. Una vez, hace ya mucho tiempo, dedicamos diez o doce horas a Balzac y ya nos pasamos toda la vida citándolo como si fuera una inseparable amistad. Yo he ocupado esas mismas horas con muchísima gente de la que no guardo el mínimo recuerdo.
Hay gente que lleva sus rencores, envidias y resentimientos a flor de piel. Hay otros que los esconden y se esfuerzan por parecer que no los tienen, y de pronto les traicionan y surgen como serpientes o conejos entre la hierba.
Todavía no he llegado a aprender que un cabrón no piensa nunca, ni en el fondo, que es un cabrón. Lo que piensa siempre es que el cabrón eres tú.
Para asustarme de mi ignorancia no tengo más que echar un vistazo a mi biblioteca. Cientos de libros leídos de los que no recuerdo nada.
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