El loco de Charly (Relato)

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Avalón
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El loco de Charly (Relato)

Mensaje por Avalón »

Mi mujer me pidió que fuera a recoger a su hermano a la estación de tren. La idea no me causaba una especial ilusión, digamos que no me hacia ninguna gracia la idea de alojar en mi casa a un tarado. Edna me comentó que serían solo unos días, lo suficiente para darle tiempo a encontrar un piso de alquiler. Su esposa le había puesto hace unos días en la calle y ahora ella habitaba la casa juntos a sus dos hijos pequeños y a un entrenador personal que había conocido meses antes mientras estuvo parada.
Edna me insistió que ante todo intentara no sacar el tema de camino a casa, según ella le notó bastante afectado al otro lado del hilo telefónico la última vez que hablaron.
Me encontraba fumando un cigarrillo sentado en uno de los bancos del andén de la estación central cuando pude divisar el tren acercándose desde la lejanía. Por un momento pensé en la remota y satisfactoria posibilidad de que el maquinista pasara de largo en un descuido o imprudencia. Por desgracia no fue así, y el convoy estacionó en la parada a la hora de destino.
En unos segundos la terminal se pobló de un enjambre de viandantes que se que se bifurcaban en pequeñas hileras formando una gran marea humana. Entre la marabunta de cabezas la vista me llegó para poder divisarlo. Charly era un joven alto y corpulento, llevaba camisa y pantalón de vestir formando un conjunto abigarrado. Arrastraba una leve cojera, la cual no era impedimento para caminar con bastante soltura. Mi mujer me contó que Charly recibió un disparo en la pierna mientras patrullaba con su destacamento junto a un mercado en las afueras de Kabul. Cuando consiguieron localizar al insurgente, que se había escondido bajo uno de los puestos de fruta, se dieron cuenta de que era un niño que portaba un fusil colgado al cuello mas grande que el. Uno de los mandos le sacó de la oreja y le llevó junto a Charly que estaba tendido en el suelo presionando la herida con un pañuelo. Quería que no se le olvidara nunca mas la cara de aquel hombre agonizando tendido en el suelo. Tras ello, el soldado se perdió con el niño entre unos callejones del mercado. Según Charly, la versión que contaron algunos de los compañeros implicados fue que el sargento acompañó al chico hasta el cuartel de la policía. Sin embargo, una mañana el mando visitó a Charly en el hospital de la base. Este se percató de que en la culata de su pistola había una muesca mas que en los últimos dos meses. Era muy típico del suboficial alardear de las muertes que llevaba en su haber pero por alguna extraña razón aquella vez no lo hizo. Según Edna, su hermano debió de tener un enfrentamiento con el, lo que facilitó que se le abriese un expediente disciplinario. Esa misma semana lo enviaron de vuelta a casa para que continuara con el proceso de rehabilitación de la pierna.
De camino a casa Charly se mostró dicharachero. Sintonizó en la radio una canción de Kenny Rogers que con gran entusiasmo comenzó a tararear mientras masticaba chicle como si de una vaca comiendo pasto se tratara. Podía apreciar mi expresión de amargura en el reflejo de sus gafas de aviador con cristales de espejo.

— ¿Te importa si me descalzo Lou?. Estas malditas botas me están destrozando los pies. —preguntó Charly.
— No Charly, tranquilo.

En el fondo detestaba que lo hiciera. Por un momento me entraron ganas de echarlo del coche pero fingí no darle mayor importancia.

— Pareces muy callado Lou. ¿Te ocurre algo?.
— No Charly, es solo que estoy algo cansado. Anoche me costó conciliar el sueño —me llevé la mano a la boca mientras bostezaba.
— Vaya, y ese episodio de insomnio no estará relacionado con mi repentina visita, ¿no? —Charly bajó sus gafas y me clavó la mirada. Su forma compulsiva de masticar chicle me producía repulsión.
— Para nada Charly. Que cosas tienes. ¿Como me iba a molestar tu presencia?. Nos hace mucha ilusión que vengas a visitarnos.

La cara de Charly mostró una sonrisa estúpida. Luego levantó sus piernas y colocó sus pies descalzos sobre el salpicadero.

Es cierto que me encontraba cansado. La noche anterior Edna y yo estuvimos en la cama charlando un buen rato sobre Charly. De todos los conflictos que causaba por donde pasaba. Cuando era adolescente le expulsaron de varios institutos por lo que tuvo que abandonar los estudios a una edad temprana. En el ámbito laboral tampoco consiguió encontrar cierta estabilidad, discusiones con los jefes que en algunos casos llegaron hasta las manos, e incontables problemas con la mayoría de compañeros. A lo largo de su vida estuvo casado en tres ocasiones dejando un reguero de críos a su paso, pero sus esposas parece ser que se cansaron rápido de aguantarle. En definitiva uno podía decir sin temor a equivocarse que la vida de Charly era un auténtico desastre.
Antes de llegar a casa estacioné el coche junto a un supermercado para comprar Algo de licor. Llevaba meses sin tomar un trago. Edna no tendría porque enterarse de aquella parada furtiva. Le dije a Charly que esperara en el coche que tenía que comprar unos chicles. Al salir, un hombre de color sin un brazo vestido con ropa andrajosa que estaba sentado junto a la puerta del comercio, me tendió su mano para que le echara alguna moneda en un vaso. Pasé de largo y regresé al coche.

— ¿Por qué has hecho eso?.
— No se a lo que te refieres Charly.
— Venga Lou, no me jodas, te he visto. Has pasado al lado de ese hombre y no has sido capaz de darle una mísera moneda. Por el amor de dios, miralé Lou, es un tullido que no tiene donde caerse muerto. Con este jodido frío se tiene que estar congelando.

Sentí una ráfaga de calor subiendo por mi cuerpo acompañada de un violento palpitar reverberando en mi pecho. Lo que mas deseaba en ese momento era patear el culo a aquel idiota vestido de cowboy sentado en mi auto.

— Pero Charly, solo es un indigente. Si se encuentra en esa situación tal vez sea porque quiere. Podría trabajar como hacemos todos, así no se vería en la obligación de pedir, ¿no crees?.
— ¿Estas hablando en serio Lou?, ¿sin un brazo?, ¿dónde coño va a trabajar sin un brazo?.
— No se. Podría trabajar de recepcionista en algún hotel, o vendiendo coches en un concesionario. Yo que diablos sé.
— El problema esta en que esos trabajos son de cara al público y a una persona que va a comprarse un monovolumen le incomoda que su hijo le esté recordando constantemente en voz baja que al vendedor le falta un brazo. Por esa razón prefieren contratar a gente saludable con una sonrisa estúpida.
— Venga Lou, no seas rancio. Dale al pobre hombre una moneda y alegralé el día.

Mi cara reveló un gesto de enfado mientras rebuscaba en el bolsillo del pantalón intentando palpar la moneda mas pequeña. Acto seguido bajé del coche y eché la moneda en el vaso.

— Muchas gracias señor. Es usted el primero que me da limosna esta tarde. Que tenga usted un buen día —dijo el vagabundo con una sonrisa imponente.

Me pareció que su sonrisa no sugería estupidez alguna como a las que Charly se había referido hace unos instantes. Mas bien denotaba una incuestionable sinceridad.

Al llegar a casa Edna estaba en la cocina preparando la cena. Un olor a pescado al horno concentrado en el salón me abrió el apetito. Saludé al pequeño Mike que estaba viendo dibujos animados en la televisión. Mike no levantó la mirada hasta que escucho la voz de Charly. Yo subí al piso de arriba y entré en el cuarto de baño. Eché el pestillo de la puerta y saque del bolsillo de la chaqueta el carburante que compré en el super. Pegué un trago largo a la botella y me quedé sentado sobre el inodoro unos minutos. Aquella sensación de clandestinidad y aislamiento me resultaba reconfortante. Era un privilegio disfrutar de aquel silencio tan afín a mi. Podía sentir que la vida se detenía entre las paredes de aquel búnker de azulejos. Al volver a la realidad salí de allí y me dirigí al garaje donde guarde la botella en el interior de una caja de herramientas. Luego regresé al comedor donde me esperaba Edna y Mike sentados a la mesa. Como no presidiendo esta se encontraba el loco de Charly, con esa estúpida sonrisa adherida a su cara. Me detuve unos segundos bajo el umbral de la puerta contemplando la escena y valorando la opción de volver a mis actividades furtivas de bricolaje, pero como todas las miradas estaban fijas en mi, decliné la idea y me senté a la mesa a cenar.

— ¿ Quieres un poco mas de estofado Charly?.
— Gracias hermanita. Está exquisito —asintió Charly mientras dejaba escapar un estrepitoso eructo de su boca llena.

Edna sonrió y en un acto reflejo cogió el mando a distancia y encendió la tv. En un informativo extranjero aparecía un grupo de sanitarios corriendo, transportando en camilla a un torero para sacarlo de la plaza. Este iba dejando un reguero de sangre sobre la arena.

— Pobre hombre —dijo Edna llevándose la mano a la boca.
— ¿Pobre hombre por qué? —respondió Charly. —Si ahora mismo se encuentra en esa situación igual es porque el se lo ha buscado. Que yo sepa nadie le obliga a colocarse delante de un toro a sabiendo el peligro que ello entraña. Me parece una insensatez.

El pequeño Mike se chupaba la grasa de las alitas de pollo de los dedos sin apartar la mirada del televisor.

Charly se sirvió mas vino. Luego encendió un cigarrillo y echó una interminable bocanada de humo que se quedo suspendida sobre nuestras cabezas.

— La verdad es que no entiendo la manera de pensar de ciertos países europeos. Se pasan todo el día llamándonos idiotas por gustarnos cosas como el fútbol americano, la comida basura, las películas de universitarios o por el libre comercio de armas en el país por poner otro ejemplo, y sin embargo sus leyes estipulan como delito cazar una lagartija pero no así atravesar a un toro con una espada afilada las vertebras hasta el corazón.
Pero claro… las tradiciones pesan mucho y además genera espectáculo que se traduce en dinero. Es de locos…

Entre la densa nube de humo pude adivinar una expresión de desagrado en la cara de mi mujer. De inmediato apagó la televisión.

— Bueno cariño, ya es hora de irse a la cama —dijo Edna a Mike. — Despídete del tío Charly.

Mike subió las escaleras hacia su dormitorio con actitud resignada. Enseguida sugerí irme también a dormir. No deseaba aguantar ni un minuto mas las estupideces de Charly. Ya había cubierto el cupo por hoy. Edna me acompañó al dormitorio, se la veía cansada, pero ya en la cama nos pusimos a hablar de su hermano.

— En serio, no le soporto cariño. Me saca de mis casillas cada vez que abre la boca. Muchas veces me resulta difícil contenerme para no echarlo de casa —le dije.
— Ya lo se Lou. Todos sabemos como es, pero está atravesando por una mala racha y no podemos dejarle de lado. Nunca me lo perdonaría. Te pido que tengas un poco de paciencia con el. En unos días se habrá marchado y todo esto habrá acabado.

Me quedé pensativo unos segundos y después asentí con la cabeza para complacerla. Tras un pequeño silencio en la oscuridad acaricié a Edna la cadera arrastrando con mis dedos el camisón hacia arriba. Ella me apartó la mano con delicadeza. Ya cono cía bien ese gesto así que no insistí mas. Me giré mirando hacia la pared y me dormí.

Por la mañana me encontré a Charly sonriente en bata y zapatillas de ir por casa preparando el desayuno. Edna estaba sentada a la mesa tomando una taza de café mientras charlaba con el.

— Venga Siéntate Lou y prueba mis tortitas. A la gente le encantan —dijo Charly

Me senté y cogí una. Noté que estaba algo apelmazada y un poco sosa así que le eché bastante sirope.

—¿Que tal están? —me preguntó.
— Muy ricas Charly. La gente tiene razón, se te da bien cocinar.

Edna me miró a hurtadillas con sonrisa de complicidad. Hojeó el periódico que había encima de la mesa y se detuvo en la sección de arte con gesto de haber recordado algo.

— Por cierto Lou, hace un rato me llamó Anne. Fred ha organizado en casa una pequeña exposición de pintura con sus últimos trabajos. Harán una barbacoa en el jardín así que quiere que vayamos a comer y a ver su pequeña exposición de pintura .
— De veras tenemos que ir cielo?, hace tiempo que no hablo con Fred. Me resulta un pretencioso engreído. No me hace ninguna gracia asistir.
— Venga Lou, ¿qué crees que pensaran de nosotros si no vamos?. Comeremos, estaremos un rato y nos iremos.
— Está bien… , pero solo un rato. Vemos sus cuadros y nos vamos.

Charly se sentó, encendió un cigarrillo y se sirvió café.

— Vaya, me encantan las barbacoas. ¿Podría acompañaros?. Seguro que al final hasta lo pasamos bien —propuso Charly hurgándose la nariz.

No tuve tiempo para inventar una excusa. En mitad de aquel silencio clavé la mirada en Edna intentando que escudriñara en mi rostro un gesto de negación. Ella me propinó un puntapié en la tibia con lo que supe que no tendríamos mas remedio que cargar con el tarado de su hermano. Por esa razón me ausenté unos minutos al cuarto de baño para tomar un par de lingotazos en previsión a lo que pudiera suceder en aquel funesto día que se me esperaba.

A la hora de comer Anne nos recibió en el hall de su domicilio. Su casa se situaba a escasas calles de la nuestra. Por dentro uno podía verse reflejado sobre el mármol blanco de sus paredes. El orden y la pulcritud siempre habían sido sinónimos de Anne. Incluso un vulgar ratero se quitaría los zapatos para no manchar aquellos impolutos suelos nacarados al desvalijar la casa. Charly miraba de un lado a otro maravillado ante tales majestuosos acabados.
En el jardín nos esperaba Fred rodeado de un tropel de gente. Llevaba pantalón corto de vestir y camisa con un suéter atado a los hombros. Salió a nuestro encuentro para saludarnos con una desmesurada sonrisa. Llegué a preguntarme como a su edad conseguía que sus enormes dientes brillaran mas que el mármol del interior de su vivienda. <<Quizá Anne se encargara de cepillárselos también. Por su alitosis es posible que usara el cepillo del inodoro para tal labor>>, pensé.
Mientras les servía a Edna y Mike unas costillas de cerdo con salsa barbacoa, me percaté de que Charly se había emancipado de nuestro lado. La idea de tenerle lo mas lejos posible me regocijaba pero por contra también me asustaba, mas que nada por lo que pudieran pensar de el. Se supone que yo respondía por el al haberlo traído como invitado. Levanté la cabeza y localicé su corpulenta figura charlando con varias personas arremolinadas en torno a el. Al no apreciar ningún conflicto aparente o algún desacato al orden por su parte continué devorando varias piezas de carne a la brasa. Por desgracia no tarde mucho tiempo en olfatear el asqueroso olor a tabaco de la pipa de Fred.

— Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos Lou —dijo Fred. — Veo que no has cambiado nada. Siempre has tenido una inusitada facultad para esquivar el tiempo.
— Tu también Fred —aparté con disimulo mi cara del eje de su boca aguantando la respiración.
Fred me dio una palmada en el hombro y miró a Edna con una sonrisa mantenida mas tiempo del necesario.
— A este hombre y a mi nos encantaba ir a la pesca del salmón al lago Míchigan. Que tiempos aquellos Lou. ¿Recuerdas aquel día en que conseguí un ejemplar de treinta libras. Por poco no consigo sacar a aquel condenado bicho del agua?.
— Claro Fred. Como no me iba a acordar. —recordé que con total seguridad se trataron de varias libras menos de las que decía.
— Yo hace tiempo que no voy de pesca. Ahora casi todo mi tiempo me lo roba la pintura. Es un mundo apasionante. Me relaja muchísimo.
— Interesante.

Cuando los estómagos estuvieron llenos, Fred nos animó a todos los allí presentes a pasar a uno de sus salones para contemplar sus cuadros.
Giré la cabeza para buscar a Charly. Esta vez estaba fumando solo, apartado del gentío de la fiesta. Le hice un gesto con la mano para que nos acompañara dentro. En el interior Fred había situado un conjunto de sus pinturas colgadas alrededor de la sala. El iba presidiendo el grupo en su papel de anfitrión. Se detuvo ante un cuadro donde una joven posaba desnuda tendida sobre una cama grande con un dosel blanco. Edna y yo comentamos en voz baja acerca de cierta incongruencia en la anatomía de la chica. Permanecimos callados mientras Fred explicaba la pintura.

— Este es un retrato de una modelo que posó para mi en la buhardilla de casa el verano pasado. En el se puede apreciar el conjunto de suaves tonos pastel que utilicé para resaltar la luz que entra por la ventana e ilumina una parte de su cuerpo.

Tras la explicación se escucharon una serie de murmullos acompañados de algunos palabras de admiración hacia el lienzo. Entretanto Charly volvió a encender un cigarrillo. A pesar de encontrarse detrás del tumulto, Fred se percató de ello.

— Perdone joven pero no me gusta que la gente fume dentro de casa y mas aún cerca de mis cuadros. Si quiere usted hacerlo tendrá que salir al jardín, pero claro, entonces se perderá la exposición.
— Bueno… , creo que lo podré soportar —contestó girándose para buscar la puerta al exterior...
— Espere un momento por favor. Me encantaría robarle un minuto para pedirle si es tan amable que me exprese su opinión del cuadro. No puedo dejar que se marche sin conocer sus impresiones.

Charly se encogió de hombros y se acerco hasta la imagen colgada en la pared. Se produjo un gran silencio en la estancia. Todo el mundo se giró hacia el.

— Mmmmm…, veamos… Las proporciones de la chica no están bien representadas. Si te fijas tiene una pierna mas larga que la otra y la cabeza es algo mas grande en relación al cuerpo. Veo que has representado bien la luz entrando por la ventana pero en esta parte del suelo debería apreciarse la sombra de la ella proyectada.

Miré a Fred y me di cuenta de que su cara mostraba un gesto de insatisfacción. Un tono rojizo se había instalado en sus mejillas. Fred levantó la cara para dirigirse a Charly.

— ¿Se puede saber con quién tengo el placer de hablar?.
— Es mi hermano Fred. Yo le invité a venir con nosotros —dijo Edna con cara de circunstancias desde un margen de la escena.
— Parece que entiende usted mucho de arte Charly —añadió Fred. —Si me lo permite acompáñeme hasta aquel rincón donde guardo una de mis obras preferidas. Quiero que me de usted también su opinión de ella si no le importa.
— Claro. Sin problemas.

Se situaron junto a un cuadro en el que aparecía un paisaje marino bajo un cielo amenazador de tormenta. En la lejanía del mar se podía  observar una pequeña embarcación bregando contra las olas. Charly se dio la vuelta y nos miró entre la multitud. Yo me tapé los ojos. Se frotó varias veces la barbilla sin quitar ojo del cuadro.

— A pesar de que la idea es buena, creo que se debería haber cuidado mas la composición. Si se fija el barco está centrado, lo que hace que la imagen se vuelva monótona a la vista, eso sin contar la regla de los tercios ya que también ha situado la linea del horizonte en el medio en relación a la altura —Charly cogió carrerilla. — Observo zonas en las nubes que han quedado algo empastadas al no haber el suficiente contraste de luces. El cielo me pide mas tonalidades oscuras para acentuar el dramatismo. Sin duda necesita mas contundencia visual.

En ese preciso instante Fred, que no paraba de morderse el labio inferior, señaló con su dedo índice a Charly delante de los invitados.

—¿Pero quién te has creído que eres tu para menospreciar mis trabajos?. Llevo ya muchos años en esto y nunca había escuchado semejantes tonterías. La gente reconoce mi arte. ¿No es así? —dirigiéndose a los miembros de la sala.

La gente asintió con la cabeza. Anne se agarró a su marido y le frotó el brazo
Charly volvió a intervenir.

— Entre mis múltiples trabajos pase dos años como guardia de seguridad en una galería de arte en St. Louis. Al hacer las rondas, me detenía a estudiar las obras de los diversos autores, lo que me llevó a interesarme por el arte hasta el punto de apuntarme a clases de pintura, donde constaté que no tenía el suficiente  talento para dedicarme a ello. Algo parecido a lo que le ocurre a usted también, que por mas que se empeñé nunca conseguirá pintar cuadros decentes. Me parecen trabajos de aficionado.

Ante aquella situación comprometida me acerque a charly. Decidí a zanjar el tema de una vez por todas. Le arrastré de un brazo hasta un rincón de la sala.

— Siento decirte esto Charly pero Edna y yo estamos cansados de aguantarte. Me avergüenza tenerte a mi lado porque a cada minuto que pasas junto a nosotros nos pones en algún compromiso. Tu hermana y yo accedimos a que te alojaras unos días en casa pero tu has abusado de nuestra hospitalidad. Ahora te pido que te marches por favor.
Tras aquellas palabras  Charly se despidió con un beso de su hermana y salió de la casa de Anne.
Allí me quedé inmóvil durante un intervalo de tiempo que me pareció eterno, superado por el momento. Luego regresé con los demás. Fred acompañó al grupo hasta el siguiente cuadro donde prosiguió con sus explicaciones. Yo me quedé atrás y volví a mirar el cuadro que previamente Charly había comentado. Tuve la sensación de que no volvería a verle mas.

Empecé a sentir un nudo en el estómago. Observé la pintura. La tormenta había perdido fuerza. Los nubarrones se habían disipado abriendo el cielo y ahora el mar estaba en calma y yo me alejaba en el barco de Fred a la deriva.
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lucia
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Re: El loco de Charly

Mensaje por lucia »

Pues vale. La historia no me llega y encima le falta un repaso en profundidad.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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