Traductor: Javier Marías
Editorial: Algfaguara (Col. Clásicos Modernos)
ISBN: 8420428450
Páginas: 760
Tristram Shandy es una de las obras más originales de la literatura universal. No sabemos cómo ni cuándo se le ocurrió a Sterne lanzarse a esa inmensa broma que es esta novela, porque no es bastante que lo justificara luego diciendo que estaba harto de utilizar su inteligencia para otros. En cualquier caso, la ocurrencia no podía ser más sorprendente: iniciar la supuesta autobiografía de un personaje desde el primer -y accidentado- instante de su concepción, con tal prolijidad divagatoria que el proceso de escribir iría más despacio que el de la gestación en el seno materno. Al terminar el volumen II, todavía no ha nacido el protagonista, aunque sí hemos oído largamente a su padre, a su tío Toby, militar inválido, al asistente de éste, Trim, y al doctor que ayudará en el parto, y también ha resaltado la contrafigura del autor, el párroco Yorick, que le bautizará. El parto es difícil; el docto le aplasta la nariz con fórceps. En el bautizo, el recién nacido recibe, por error, el nombre de Tristram, que su padre detestaba. Luego el niño, a los cinco años, sufre un accidente que requiere una suerte de circuncisión, por la caída de una guillotina de ventana. Por su parte, el tío Toby está asediado por una viuda, que desea averiguar si la herida de su invalidez no le incapacita para el matrimonio.
Pero este mínimo hilo argumental es un pretexto para hilvanar las digresiones y divagaciones del autor, con los más variados recursos de técnica y estilo, casi siempre en frases abandonadas a medias y yendo atrás y adelante en el tiempo.
Libro muy divertido, extraño y caótico. Hay una excelente edición del círculo traducida por Javier Marías con abundantes notas. Merece la pena.
Ojalá mi padre, o mi madre, o mejor dicho ambos, hubieran sido más conscientes, mientras los dos se afanaban igual en el cumplimiento de sus obligaciones, de lo que se traían entre manos cuando me engendraron; si hubieran tenido debidamente presente cuántas cosas dependían de lo que estaban haciendo en aquel momento: -que no sólo estaba en juego la creación de un Ser racional sino que también, posiblemente, la feliz formación y constitución de su cuerpo, tal vez su genio y hasta la naturaleza de su mente; -y que incluso, en contra de lo que ellos creían, la suerte de toda la casa podía tomar uno u otro rumbo según los humores y disposiciones que entonces predominaran: -si hubieran sopesado y considerado todo esto como es debido, y procedido en consecuencia, -estoy francamente convencido de que yo habría hecho en el mundo un papel completamente distinto de aquel en el que es muy probable que el lector me vea.