Las memorias de Leprechaun (2º Libro Trilogía de la mala...)

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Seth Lione Turilli
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Las memorias de Leprechaun (2º Libro Trilogía de la mala...)

Mensaje por Seth Lione Turilli »

Os presento el segundo libro de la "Trilogía de la Mala Suerte." Espero que lo leáis y me deis vuestra humilde opinión. Hoy pondré un capítulo y otro día el segundo... no puedo ponerla entera porque es larguísima.

...................

Sinopsis:

EN DESARROLLO

...................

Código de registro SafeCreative: 1609199230725.

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Capítulo 1

La mujer negra corría. Los árboles le arañaban la cara, pero ella no se quejaba ya que huía y su perseguidor le seguía varios centímetros detrás. Yo me encontraba acuclillado contra un frondoso árbol, machete en mano. Sonreí viéndola correr hacia mí. Sus piernas bien torneadas se movían muy rápido. Dejé que pasara a mi lado y salí de mi escondite alzando el machete y le asesté varias cuchilladas al agresor. Él gritó con furia mientras la mujer seguía corriendo. Fui con ella hacia un puente a punto de venirse abajo donde los coches ardían sin control, allí vi a dos de mis amigos. De repente, una de aquellas bestias, que estaba encima de uno de los coches, me agarró con sus sangrientas entrañas por el cuello. Casi podía notar cómo me asfixiaba poco a poco, mi vida se apagó…. en la pantalla.

–¡Taaaank! –Gritó mi compañero por el micrófono.
–Lo siento, estoy muerto. Me quedan unos segundos para regenerarme.

Bebí un sorbo de café mientras mi personaje cobraba vida de nuevo. Eso era lo mejor de mis días libres: café, música y videojuegos en línea a mansalva.

–¿Dónde demonios está el Tank? –Me preguntó mi hermana, Ann.
–En el puente, junto a los coches quemados –dijo mi hermano, Tom. Su micrófono se oía fatal y me estaba haciendo polvo los oídos.
–Lo veo, lo veo.

La chica negra se armó de valor y le dio varias cuchilladas con la katana al gigantesco monstruo. Él se vengó lanzándole un trozo de asfalto que impactó en su cuerpo haciéndola caer junto al personaje de Getxa, mi compañero, también en el suelo.

–Vamos Leprechaun –me dijo–. Me he caído.

Cogí una bomba casera y la lancé.

Miré hacia el gran ventanal de salida al patio de mi ático y vi como el señuelo que tenía puesto encima de la puerta corredera empezaba a emitir un suave tintineo.

–¡Hostia puta! –Exclamó Getxa.

Me agarré a la mesa mientras intentaba mover al personaje. Mi pequeño beagle, Vagabundo, se metió debajo de la mesa del comedor con el rabo entre las patas.

–¿Qué coño hacéis? Moveos –dijo Ann.
–Como se nota que estás en Irlanda.

El mueble del salón crujió y la lámpara oscilaba en círculos casi perfectos.

–¿Qué demonios os pasa?
–Estamos en plena “montaña rusa del Pacífico.”
–Oh, mon

Getxa salió de la partida.

Dieu –acabé.

La pantalla del ordenador se puso oscura y la torre emitió un suspiro antes de apagarse, se había ido la luz. Oí como en la cocina algo se rompía y como mis vecinos de abajo gritaban.

–¿Qué hacemos, Vagabundo? ¿Salimos o no? –El pequeño perro me miró y aulló asustado.

No me apetecía bajar trece pisos para luego volver a subirlos sin ascensor, así que decidí quedarme allí. La alarma del edificio empezó a sonar.

Bueno, los terremotos eran nuestro pan de cada día. Por algo ese país se llamaba Terra Da Lume o sea Tierra de Fuego, porque había un volcán en erupción debajo de nuestros pies, por la cercanía de Japón (estaba a ciento setenta kilómetros de la costa de Sendai) y del anillo de fuego.

Desde que viví el horrible terremoto del once de marzo, cada vez que concluía un terremoto de una magnitud tan grande, pensaba en que un edificio de trece plantas tardaría menos de siete segundos en caer. Adiós mundo cruel. La historia que estoy relatando pasó cinco meses después del Gran Terremoto que mató a quince mil personas en la costa japonesa y a cinco mil aquí. Cuatrocientas murieron en Ciudad Central y los demás en la costa de Terra da Lume.

El tono de mi móvil (Girl You'll Be a Woman Soon) me asustó. Lo cogí, era Getxa.

–¿Qué pasa, Guetta?
–Nada, quería saber si estabas bien.
–Aquí sigo, vivito y coleando como un pez.

Rió.

–A tomar por culo la partida… –dijo.
–Pues eso parece.

Cuando conocí a Getxa (pronunciado Ge-t-cha) hacía seis años, él bajaba de un autobús y llevaba una venda en la cabeza por una pedrada que recibió cuando iba caminando por el barrio donde vivía, en plena oleada de disturbios en Francia. Tuvieron que ponerle siete puntos de sutura, bueno, eso da igual. Era un tío cohibido que no quería ni decirme sus apellidos porque pensaba que me iba a reír de él. Sus apellidos eran Etxeberria (E-che-be-rria) Izara y para él eran muy complejos por su incapacidad para pronunciar las erres. Era de Mont-de-Marsan. Yo una vez estuve allí pero un terrorista se escapó de la cárcel y tuve que irme.

No falla, siempre que voy a cualquier sitio algo sale mal o en algunos casos muy mal, en el último viaje que hice con mis hermanos casi la palmo, que coño, tendría que estar muerto en este momento en vez de estar escribiendo esto. ¿Cuál había sido mi última metedura de pata? Después del Gran Terremoto y del posterior tsunami, yo me hallaba mirando al océano desde el mirador. Debo decir que volé, pero Isaac Newton y su manzana me enseñaron que lo que sube tiene que bajar, así que aterricé contra las piedras del acantilado poniendo de escudo mis brazos. Diagnóstico: tres semanas en coma inducido, las cuatro extremidades rotas; tibia y peroné en las dos piernas y cúbito, radio y codo en los dos brazos. Los huesos se habían soldado perfectamente pero tenía constantes dolores de cabeza, o sea que mi trabajo en comisaría consistía en hacer y tramitar denuncias. No sabéis la de carteras, motos y coches que roban en una ciudad de tres millones de habitantes al día.

¿Y por qué el apodo de Leprechaun? Primero, soy irlandés. Segundo, para sacar a mi gran familia (tengo siete hermanos) adelante empecé a trabajar de zapatero a los ocho años. Cuando crecí, de edad, trabajé en el barco pesquero de mi padre. Tercero, apenas llego al metro sesenta. Cuatro, soy más asexual que los ángeles.

Vagabundo ladró con su suave voz y noté que alguien abría la puerta; después del accidente no me dejaron irme solo a casa así que vivía conmigo otro de mis hermanos, Josh. Un tío de cincuenta tacos que todavía conservaba su pelirrojo natural y tenía todo el cuerpo lleno de pecas, era el más alto de la familia, con un metro ochenta y tres de estatura.

–J-joder –dijo intentando recuperar el aliento. Casi podía oír como su corazón latía desbocado. Se tiró en el sofá y dejó caer las piernas al suelo, dando un tremendo golpe a la madera.
–Como se nota que tú no has pagado el suelo, no vuelvas a hacer eso.
–Que puta manía de cortar la luz, ¡que solo son temblores! He visto a le Marseillaise, estaba andando por el parque con cara de estar muy asustado.
–No le llames así, pobre Getxa. Siempre se asusta con los terremotos y más después del de marzo. Uno de magnitud nueve a diez kilómetros de la ciudad asusta muchísimo.
–Seguro que sí.

Mi hermano tiene una paga ya que cuando tenía veinte años sufrió un terrible accidente cuando iba en coche con mi otro hermano, Gerald, a Josh tuvieron que amputarle la pierna izquierda de rodilla hacia abajo, y mi hermano Gerald habla mediante una máquina que a veces se queda atascada en la letra eme. Somos como una versión irlandesa de la familia Kennedy, me refiero a la mala suerte, no a que somos mafiosos.

–¿Que quieres comer?

Lo mejor que tiene Josh es que cocina de puta madre, su mujer siempre quiere que cocine él. Además sabe arreglar televisiones, lavadoras, neveras... de todo. Entró en la cocina.

–Joder, ¡lo acababa de limpiar! ¡Mierda!
–¿Qué pasa?
–Se han caído todos los cubiertos –hizo un ruido extraño–. ¡Y huele a gas! ¿Qué coño pasa con las alarmas?

Oí como le daba un golpecito. Mi cocina estaba dotada de varias alarmas, alarmas de gas, humo y otra que no se para que sirve.

–¿Vagabundo no se ha percatado del olor? No pienso cocinar en una habitación tan llena de gas. Voy a llamar a que revisen todo.

El hombre del gas vino y reparó una pequeña fuga que había en una de las tuberías y nos pidió que no encendiéramos la cocina hasta el día siguiente. Josh le explicó lo de la alarma y la probó. Sonó al instante. Me di cuenta que con el ruido de la alarma general del edificio no había oído la de la cocina. Nos aconsejó que pusiéramos otra que sonara diferente y se fue diciendo que el seguro nos lo cubría.

A las doce de la noche volvió la luz y vi que las cosas que tenía en la nevera no se habían estropeado.

Cuando todo se fastidió, la mañana siguiente, era un día precioso de cielo azul. Estaba sentado en una incómoda silla de plástico azul mientras el médico del hospital de la cercana ciudad de Bridgeport me comunicaba las palabras que había deseado escuchar desde ya hacía cinco años. Le di las gracias un millón de veces y salí de la consulta con una sonrisa de oreja a oreja.

–¿Buenas noticias? –Me preguntó Josh.
–Las mejores. Volvamos a Ciudad Central y te invito a comer.
–Si invitas tú...
–Claro.

Bajamos al aparcamiento y dejé el informe que contenía aquellas palabras mágicas: EN REMISIÓN.

Todavía hoy pienso que tendríamos que haber cogido la carretera de vuelta y no la autovía. Pero Josh, el conductor, decidió cogerla.

Bridgeport era más pequeña que Ciudad Central pero lo que realmente no me gustaba es que el idioma oficial no era el español, sino el inglés. Y yo claro, estaba muy acostumbrado (después de casi cuarenta años) a hablar español aunque pudiera cambiar el "chip" del idioma cuando quisiera.

Mientras íbamos por la autovía, un enorme todoterreno nos adelantó y tocó el claxon varias veces. Mi colérico hermano sacó el brazo por la ventanilla levantando el dedo corazón, en el cual llevaba su alianza de boda. El 4x4 pasó a dos coches más y volvió a pitar. Por el carril de la derecha pasó un coche negro a toda leche.

–¡Qué asco de gente!

El todoterreno le dio las luces al coche, para que pasara, pero este no lo hizo. El utilitario pequeño frenó de repente haciendo que se me clavara el cinturón en la clavícula, que también me había roto cuando me caí del acantilado.

–¡Hijo de puta! Así hicieron los putos ladrones que huían de la policía cuando tuvimos el accidente Ger y yo.

Pi-piii.

–¿Donde coño se han sacado el carné de conducir esta gente?
–Joder –vi algo raro–. ¡Eh!

El pequeño Hyundai se acercó peligrosamente al Jeep.

–¿Pero qué coño...?
–Espera, no nos pongamos nerviosos todavía –comentó Josh, los músculos de su mandíbula se tensaban por momentos.

Josh aceleró, se puso a la altura del coche y pitó varias veces pero este no se quitaba de en medio. Los otros que estaban detrás también hicieron sonar los cláxones.

–Perdón por lo que voy a hacer, Glenn.

Le dio un golpe al coche negro al cual fotografié la matrícula. Las primeras letras (CC) coincidían en que era un coche matriculado en Ciudad Central. Me fijé en que había dos personas en el interior. El todoterreno se acercó peligrosamente hacia el arcén y mi hermano embistió de nuevo al coche. Este se hizo a un lado y se marchó.

–Ojalá se maten. Hijos de puta.

El hombre (o mujer) del todoterreno logró enderezarlo y tomó por una salida cualquiera, Josh hizo lo mismo.

–¿Qué demonios haces?
–Quiero saber si está bien... –se notaba preocupado. Demasiado.

El todoterreno paró en un área de descanso donde había mesas de merendero, unos juegos para niños (columpios, un tobogán...) y algunos árboles. Se abrió la puerta del copiloto y salió una chica de piel morena con la mano en el pecho y llorando. Miró a nuestro coche y frunció el ceño.

–¿Q-que queréis? No me hagáis daño, por favor.

Levantamos las manos.

–No, somos los que logramos que se fuera el coche negro.

La chica abrió la puerta de atrás y salió un niño de unos tres años que llevaba una maqueta de un avión de juguete enorme. Sonreí al niño y me la devolvió, no se había dado cuenta del percance de la autovía, que suerte. Vi que la puerta del conductor estaba abierta.

–¿Eres la conductora?
–No, es un amigo.

En cierto sitio del área de descanso se oía a alguien vomitando.

–Nos habéis salvado la vida. ¿Por qué?

Me encogí de hombros.

–Soy policía. Es mi deber.

La chica me miró con curiosidad.

–Tu cara me suena mucho. ¿No nos hemos visto antes?
–Depende, si vives en el Irish Port puede que nos hayamos visto antes.

Oí pasos detrás de mí.

–¡Fuera de aquí!

Josh, mucho más rápido que yo le agarró el brazo al atacante y se lo retorció, la barra de hierro que llevaba en la mano cayó al suelo haciendo un ruido horrible.

–¿Josh?
–¿Pero qué coño...?

Miré hacia el muchacho y lo reconocí al instante. Lo que no sabía es que lo que acabábamos de hacer en aquella autovía nos iba a cambiar la vida por completo.
Última edición por Seth Lione Turilli el 08 Oct 2016 19:20, editado 1 vez en total.
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Re: Las memorias de Leprechaun © [1/2] [NECESITO CRÍTICAS]

Mensaje por Gavalia »

Hola Seth. Una historia trepidante. Tienes una gran imaginación y te felicito por sacarla a relucir. Supongo que es una especie de distopía en la que el mundo parece una ruleta rusa a cuenta de tanto cataclismo. El personaje principal lo encuentro interesante. Se nota que has puesto mucho trabajo en perfilarlo como a ti te gusta y llega bien al lector. No entiendas mal lo que ahora te voy a decir. La idea es ser constructivo y no dármelas de sabiondo. Lo digo porque no todo el mundo acepta de buen grado las críticas aunque por aquí estamos bastante acostumbrados a que nos pongan a parir día sí, día no.
Cuando comienza el relato dices que el agresor se encuentra a pocos centímetros de su víctima. Creo que es mejor decir algo así como.... "estaba a punto de alcanzarla" a mi me suena mejor por que la veo más ágil y acorde con la escena. Del mismo modo en el párrafo donde el salvador esta esperando mejor decir que estaba "acuclillado o agachado" detrás del árbol que "contra" el árbol, pues da la sensación de que se esté peleando contra el dichoso árbol.
Después del apuñalamiento dices que "salí corriendo con ella". Creo que le va mejor "me fui corriendo tras ella con dirección a un puente que estaba a punto de venirse abajo" ya que no dices en ningún momento que la escena se haya detenido como para que ese "con" encaje bien pues da a entender que han parado y se han puesto de acuerdo para ir juntos. Al ser un juego no creo que sea el caso, no sé si me explico.
"Sangrientas entrañas" ¿Qué pasa? lo agarró con las tripas?Mejor garras, zarpas, o algo parecido.
El párrafo dónde describes "por la cercanía de Japón" no me gusta mucho como queda. Mejor "debido a la cercanía de Japón" yo quitaría ese "por".
Un terrorista escapa y tú tienes que irte ¿Por qué? o me lo explicas o no lo entiendo.
La tibia y el peroné pertenece al cuerpo, por tanto mejor "de" la pierna que "en" la pierna ¿dónde van a estar si no?
La construcción del párrafo donde hablas de las razones del apelativo yo la construiría de otra forma. "Segundo, porque tuve que trabajar de zapatero desde la tierna edad de los ocho años" por ejemplo. Se entiende mejor y no rechina tanto. También debes pensar que no todos los lectores conocen al duende del que adoptas el apelativo y alguien podría decir que no todos los zapateros son bajitos, A los lectores no nos gusta mucho eso de buscar lo que no entendemos pues nos saca de la lectura.
No es buena idea utilizar "J-joder" y alguna expresión más de es tipo que has usado durante tú relato. Mejor "¡Joder!" a secas con signos de exclamación
Bueno socio, hasta ahí llego antes de que mandes a freir espárragos. Un saludo y a seguir trabajando porque te veo un potencial enorme y "cuidadín" con los acentos. Revisa el texto con más detalle.
Saludos
Última edición por Gavalia el 04 Oct 2016 23:35, editado 1 vez en total.
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
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Seth Lione Turilli
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Re: Las memorias de Leprechaun © [1/2] [NECESITO CRÍTICAS]

Mensaje por Seth Lione Turilli »

Pues no eran las entrañas, era con la lengua. Es un personaje del juego de Steam Left 4 Dead 2, que es el juego al que están jugando en línea. Smoker se llama :mrgreen:

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Ya he arreglado esos fallos y corregido esos acentitos que se me escaparon y muchas gracias por tu crítica, en serio, me ha encantado y jamás mando a freír esparragos a alguien que intenta ayudar. JAMÁS. Eso es de escritores malos y :blahblah: :blahblah:

Si te digo la verdad, es la cuarta versión que hago de esta historia. En los otras me quedé en medio de la obra (en una de ellas con casi 50.000 palabras) porque Glenn no me acababa de gustar pero este de ahora me gusta bastante más. Y como hago primero un resumen del capítulo pues me está quedando, como dicen los argentinos: chévere

GRAACIAS, sí, aunque sea un insulto en Internet lo pongo en mayúsculas.
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Gavalia
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Re: Las memorias de Leprechaun © [1/2] [NECESITO CRÍTICAS]

Mensaje por Gavalia »

:wink:
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Re: Las memorias de Leprechaun © [1/2] [NECESITO CRÍTICAS]

Mensaje por Seth Lione Turilli »

La portada:

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Y el segundo capítulo... con personajes ¿nuevos?

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Capítulo 2

En todos los barrios, los conozcas o no, siempre hay alguien que vale para todo. En el Irish Port ese alguien era Walt el Gigante. No, su apodo no era tan irónico como el mío, era gigante de verdad. Mediría entre dos metros diez y dos metros quince. Trabajaba tocando el violín en el Drinking Park pero también era cocinero en un kebab cerca de dicho parque e intentaba ayudar a la gente aunque no la conociera. Nunca había tenido ni una mala palabra con nadie del barrio, por eso me pareció tan extraña la persecución de la que habíamos sido testigos.

La chica se presentó como Farah Abdulmalak y el niño como Bashir Abdulmalak-Wallace. Él, como era de esperar, se llamaba Walter Wallace.

–O sea que el niño...
–Es mi hijo, sí.

Estuve a punto de echarme a reír pero me abstuve de hacerlo, pero al fijarme mejor en el niño me di cuenta de que tenía los ojos azules y el pelo oscuro del padre. ¡Qué raro! ¿Por qué era tan raro? Porque estuvo saliendo con mi hijo durante casi un año. Aunque Derek, mi hijo, nunca me dijo nada yo lo sabía. Es lo que yo llamo "Intuición Padril."

–Es un niño muy guapo.
–Gracias –dijo la muchacha sonriendo, orgullosa.

La muchacha era muy guapa, sus facciones eran casi perfectas y su pelo combinaba muy bien con su look gótico industrial, tenía la piel bastante oscura pero los ojos almendrados y de un color café muy bonitos. Su acento era muy exótico. La piel del niño era una mezcla entre la piel no tan oscura de la madre y la piel más oscura del padre. Sus ojos eran más azules que los de Getxa y de idéntico color que los de Walt. En Walt destacaban las horribles marcas que tenía en la cara, las cuales intentaba disimular con maquillaje pero se notaba a leguas que eran quemaduras, bueno, injertos ya que la piel en esa zona era un poco más clara y tenía una textura de látex. Yo mismo llevaba un injerto en el codo por la susodicha caída. Sus rasgos faciales eran caucásicos (nariz recta y estrecha y labios normales) pero su piel era una mezcla entre la raza negra y la raza india.

–¿Podéis conducir de vuelta?
–No creo que pueda. –Le miré las manos, que le temblaron al coger la botella de agua.

Miré a Josh y luego a Wallace.

–Puedo llamar a mi compañero. Espera un segundo.

Eran las once y media, aunque fuera su día libre Getxa ya estaría despierto. Marqué el número y contestó al segundo toque.

–Soy Glenn.
–¿No me jodas? –Dijo con ironía.
–¿Estabas durmiendo?
–Ajá... durmiendo. ¿Qué pasa? ¿Qué quieres?

Le expliqué el asunto y oí como se sentaba en la cama para luego decirme que iba hacia allá y colgar.

–Ya viene de camino. ¿Vais a denunciar? –Le pregunté.
–¿En serio has preguntado eso? Claro que vamos a denunciar, faltaría más –dijo Walt frotándose el brazo que le retorció Josh.
–Perdón, no sabía que eras tú.
–Da igual –dijo Wallace intentando sonreír.

Me pareció lo más normal del mundo que Josh conociera a Walt porque mi pelirrojo hermano llevaba casi cinco meses viviendo en el Irish Port, un barrio donde todos nos conocemos.

–¿Por qué os estaban siguiendo esos?
–No tengo ni idea –Walt señaló a Farah y a Bashir–. Ellos viven en Bridgeport e iba a recogerlos para pasar el fin de semana en Ciudad Central –se encogió de hombros–. Empezaron a seguirme al entrar en la autovía.
–Que hijos de puta. ¿Habéis tenido alguna pelea o algún otro lío con ellos?

El Gigante susurró "ya empezamos."

–No –dijo Farah mirándole de reojo.

El niño se subió al banco de la mesa y empezó a hacer ruido de avión.

No sé porqué pero la cara de Farah y la de Walt me sonaban de haberlas visto antes. Sobre todo la de él.

De repente, el niño me lanzó el juguete y lo cogí al vuelo, nunca mejor dicho. Era idéntico a un American Airlines, con ese espantoso color metálico que tantos dolores de cabeza y pesadillas me había producido.

–Es muy bonito –le dije al niño, que sonrió.
–Se lo regaló mi hermano, es piloto –dijo Farah, con orgullo.
–Me alegro por él. ¿Vive en Norteamérica?
–Sí, en San Francisco.

El pequeño coche de Getxa llegó en menos de media hora y paró donde estábamos. Le explicamos la versión larga de la persecución.

–¿Y os siguieron así porque así?
–Nos empezaron a seguir justo después de entrar en la autovía, se juntaban, nos pitaban y casi tenemos un accidente. Si ellos –hizo un gesto con la cabeza hacia nosotros– no hubieran estado... no quiero ni pensarlo.
–Pues vámonos ¿tienes a alguien que te lleve el coche? –Le preguntó Getxa a Walt.
–No te preocupes por eso.
–Vosotros id con Wallace, yo me llevo a estos jovencitos –dijo sonriendo al niño, que le miró con curiosidad.

Como era de esperar, al Gigante le costó un mundo sentarse atrás. Lo bueno es que mi Mercedes de los años ochenta era largo como un submarino.

–Me gusta tu coche –dijo sonriendo.
–Todo lo vintage es bueno –contesté.
–Es un buen ataúd, sí –comentó Josh y miró por el retrovisor–. ¿Y ninguno de ellos te sonaba?
–Creo que no, no sé quiénes eran. Solo sé que eran dos y el coche llevaba las lunas tintadas.
–¿Eran moros?

El muchacho levantó la ceja.

–¿Moros?
–Ya sabes, árabes.

Se encogió de hombros. Me pareció muy raro que el muchacho solo hubiera reaccionado levantando una triste ceja. Se veía que tenía cierto resentimiento dentro de él, lo sabía porque Getxa también lo tenía y saltaba al instante cuando oía cualquier insulto a su nacionalidad o acento y no venía de mí. Una vez, en el 2008 y en pleno Francia-España. Cuando acabó el partido y perdió Francia, un buen (y borracho) hombre y los demás españoles empezaron a insultar y como era de esperar, se armó la de Dios es Cristo. Imaginaros a veinte españoles intentando quedarse en el bar y a veinte franceses empujando a los íberos como si fuera una mala versión de la sokatira. Mientras, mi menda intentaba pasar desapercibido, una cosa que se me da de puta madre ya que ni Dios me tocó ni un pelo. Al final los franceses echaron a los españoles y empezaron a cantar la Marsellesa, hasta ahora, nunca había oído a tanta gente cantando ese himno.

Permanecimos en silencio mientras el coche rodaba hacia Ciudad Central, esta era muy parecida a Barcelona pero sin ninguna montaña o monte cerca. El enorme y peligroso Pacífico se veía azul. Era una gran pena que el tsunami se hubiera llevado todas las playas de la ciudad y el terremoto hubiera derribado el puente que cruza del Centro al Irish Port. Así que al llegar al puerto del centro esperamos el barco. Sí, el Irish Port es una isla, al estilo de Manhattan o sea que se llega a ella por medio del puente, que gracias a la petición de los italianos cambió de su nombre original "Irish Bridge" a "Saint Patrick's Bridge." Cruzamos usando el barco y fuimos hasta el gran edificio circular de pequeños cristales que era la Comisaría Central. En el centro del Drinking Park todavía estaba instalada la carpa para aquellos que habían perdido sus casas y no tenían un sitio dónde dormir. Por lo menos tenían futones y comida caliente todos los días.

Aparcamos el coche y entramos en el gran edificio, Sara, la recepcionista y ex-policía de calle nos saludó y le dedicó una sonrisa a Walt. Pasamos a mi cubículo, donde estaba allí Farah y el niño. Cuando entramos, Getxa le dijo algo al niño y este rió.

–Vamos a por el refresco. Tus papis tienen que hablar con él.

Guetta y Bashir se fueron dejándonos solos.

Hicimos la denuncia por la persecución y miré la matrícula en la base de datos. Era de una tal Vanessa Williams.

–No conozco a ninguna Vanessa Williams –dijo Wallace con cara de sorpresa.
–Seguro que es un coche robado, lo estoy viendo... –comentó Farah.
–Efectivamente, la tal Vanessa formuló la denuncia antes de ayer en la comisaría de Little Italy.
–¡Joder!

Al cubículo entró el inspector Wolfgang Schneider, Wolf para los amigos y de apodo Kaiser por ser de Hürth-Hermülheim como el as de la Formula Uno. Suspiró.

–Te has perdido los fuegos artificiales. ¿Y el Vasco?
–Está con el hijo de ellos –dije señalándoles con la cabeza–. ¿Qué pasó?
–Algún guapo o guapa le pegó fuego a un piso.

Su acento era fuerte tanto o más que el propio Wolf.

–¿Piso como estancia o edificio cómo construcción?
–Lo primero que has dicho. Solo afectó a la cocina pero olía a acelerante que tiraba hacia atrás.

«¿Y cómo huele el acelerante?» Pensé.

–¿Daños leves o graves?
–Fifty-fifty.

El Señor Lobo se quedó mirando a Walt.

–¿Tu eres Walter Wallace?
–Sí.
–¿Qué les ha pasado?
–Cuando veníamos de Bridgeport, vimos que unos tipos en un coche negro pequeño empezaron a seguirles, el susodicho automóvil se lo robaron a una tal Vanessa Williams antes de ayer en Little Italy.

Wolf bajó la cabeza y pateó algo invisible.

–Pues qué bien. Mientras unos jugaban al despiste por la carretera otros entraron al piso y le prendieron fuego.

El muchacho se puso en pie, sus dos metros nos dejaron asombrados de nuevo.

–¿Han incendiado mi... casa?
–¿Vives en el segundo letra C de la portería D del Irish Park?
–Sí.
–Pues te han jodido el piso a base de bien.
–P-pero porqué. No lo entiendo, joder.

Su voz tronó por la habitación y varios de mis compañeros alzaron la cabeza para luego bajarla de nuevo cuando el efecto eco se apaciguó.

–¡Joder!

Volvió a sentarse cuando la muchacha le tocó el brazo y el Gigante se desmoronó. Bajó la cabeza, abrió las manos y empezó a decir algo extraño.

–¡Una puta mierda! A la mierda.
–¡Walt! –Exclamó Farah con enfado, casi podía ver llamadas saliendo de sus ojos castaños–. Cálmate ya, por favor.
–No pienso calmarme. No…

Sus ojos se movieron hacia Bashir, que le miraba asustado.

–¿Qué pasa? Se oye hasta la cafetería –comentó Getxa.
–Mientras sucedía lo de la persecución alguien entró a su piso y le pegó fuego.
–¡Oh Dios mío! ¿Tenéis con quién quedaros?

Wallace se encogió de hombros.

–Si queréis podéis alojaros en mi piso, es grande –dije.
–Depende –dijo ella mirando a Walt–. ¿Qué planta es?
–Un trece.

Farah negó con la cabeza.

–Tiene miedo a las alturas.

Walt rió mirando al niño.

–Bashir, papá tiene miedo a las alturas. Un tío de dos metros trece que tiene miedo a las alturas, de verdad, nací con el pie izquierdo.
–En mi casa hay muchas camas libres, podéis quedaros –dijo Getxa–. Es una casa de dos plantas.
–Bueno, vale.
–Magnifique.

La mujer le miró.

–Me gusta tu acento, es muy de París.
–De un poco más abajo pero gracias –se fue de nuevo con el niño y una sonrisa en la boca.

Miré de nuevo al muchacho y tuve el mismo déjà vu de antes, a ese tío lo había visto antes de que viniera a vivir aquí. Y ella también me era conocida.
Wolf entró y le pidió a Walt y a mí que fuéramos con él a ver si había sobrevivido algo del piso. Entrar en aquel piso oscurecido por el humo me dio una sensación de tristeza enorme, todo el salón estaba ennegrecido y parecía que habían sobrevivido pocas cosas, la cocina, integrada en el salón estaba hecha ceniza, la cara de Wallace era un poema mientras miraba lo que quedaba de su cocina, que parecía hecha a su medida.

–No entiendo nada. Yo nunca le he hecho daño a nadie pero todo el puto mundo trata de joderme la vida.

Su habitación estaba impecable, aunque todo tenía una capa de ceniza no se había quemado nada ya que la puerta estaba cerrada. O sea que el resultado era este. Salón-Cocina: siniestro total. Baño: sin incidencias. Dormitorio: sin incidencias.

–¿Tienes seguro? –Le preguntó der Kaiser.
–Sí, claro que tengo. ¡Qué desastre!
–Sin ofender –dije–. Podría estar mucho peor. Gracias a que cerraste la puerta del dormitorio y del baño estos se han salvado del incendio.

Uno de los bomberos había tirado el sofá por la ventana y este, antaño de color blanco, descansaba en el patio de luces.

–Me quemé el cuerpo y ahora incendian mi casa. Le estoy cogiendo manía al fuego, en serio, que asco todo: el olor, la ceniza.

Se estremeció.

De haberlo sabido hubiera llamado a la patrulla de carretera en vez de haber ayudado a aquel Jeep que estaba siendo acosado por el pequeño Hyundai. Pero lo que de verdad no sabíamos es que ese incendio sería la primera de una serie de "catastróficas desdichas."
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lucia
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Re: Las memorias de Leprechaun © [2/2] [NECESITO CRÍTICAS]

Mensaje por lucia »

No sé, pero les pasan demasiadas desgracias a los mismos. Tantas, que casi los conviertes en caricaturas.

Y la descripción del intento de asalto en la carretera es un poco confusa. Yo tuve que releerla para enterarme bien de cómo había ido la cosa, porque pensé al principio que el coche que estaban intentando sacar de la carretera era el de las víctimas; que manda huevos.
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Seth Lione Turilli
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Re: Las memorias de Leprechaun © [2/2] [NECESITO CRÍTICAS]

Mensaje por Seth Lione Turilli »

lucia escribió:No sé, pero les pasan demasiadas desgracias a los mismos. Tantas, que casi los conviertes en caricaturas.
Por eso se llama la trilogía de la mala suerte. Es una mezcla entre humor negro (o muy negro) y policiaca, por eso TODO le tiene que pasar a los mismos personajes además a Walt hacía diez años que no le pasaba nada malo :cunao:. Por cierto todas las sagas policiacas, los protas (Un ejemplo: David Gurney de John Verdon y David Hunter de Simon Beckett) salen apaleados una y otra vez. Es natural.
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