La micro se detenía en tres paraderos, salía del poblado y desaparecía por una carretera del litoral. La primera de sus paradas era sobre la desembocadura de una calle que descendía de un cerro. Desde allí, cruzando una costanera, una vereda y descendiendo por unos escalones de piedra, se llegaba a la caleta de Cauñicanquén. La pequeña bahía era de aguas plácidas; sus ondas acariciaban las arenas y se recogían. Alrededor, los botes recostados aguardaban la marea alta. Unos pocos cirros difusos cubrían el cielo.
Ese día, Olga despertó sintiéndose tan ansiosa por escapar hacia aquel lugar, que no esperó una hora tardía en que mermara el rigor de la estación. Partió de Peumayén mientras todo el mundo almorzaba y al cabo de dos horas llegó a Cauñicanquén. Bajó del vehículo y, poniendo los pies sobre la vereda, sólo entonces se dio cuenta que no había comido nada desde el día anterior.
Siempre que descendía por los escalones su mente se aquietaba, y las sensaciones de su cuerpo invadían por entero su consciencia. Entonces la muchacha podía percibir las cosas de manera distinta, y a cada paso que daba sentía la presión del suelo en su pie, y el roce de la brisa sobre su rostro. Pero no era sólo por esto que la playa era su favorita de todos los lugares que frecuentaba. El escenario, riquísimo, a su juicio, en detalles, había sido el lugar de innumerables fotografías suyas.
Los pueblerinos y los turistas frecuentaban la playa de Ermébez a un kilómetro de allí, por su amplitud y sus mayores comodidades. Pero para el gusto de Olga, la quietud de la caleta era preferible. Reclinada sobre un bote, se quedó oyendo el metálico estertor de las aguas ondulantes. Al mismo tiempo contemplaba las algas, la arena y las rocas que cerraban por un lado la caleta. Más allá, la tierra se extendía sobre las aguas culminando en una punta, a cuyos pies una portada, calada por la erosión, dejaba pasar la espuma de las olas cuando el mar se turbaba. En el aire se advertía el aroma húmedo y salobre del mar.
Durante un rato contempló la escena, perdiéndose en sensaciones familiares y novedosas. Sacó la cámara de su mochila y comenzó a sacar fotografías de todo lo que entonces veía. En breve se halló tan enfrascada en ello, que no notó a alguien que se le había acercado.
El resto: http://felipeserra.com/cuento-olga-la-playa/
Saludos.
Olga en la playa (Relato)
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Olga en la playa (Relato)
Última edición por Felipe_Serra el 13 May 2017 01:22, editado 1 vez en total.
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Re: (Relato) Olga en la Playa
Entonces habría que moverlo al subforo de enlaces
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Re: (Relato) Olga en la Playa
ok . Para la otra me acordaré.lucia escribió:Entonces habría que moverlo al subforo de enlaces
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Re: (Relato) Olga en la Playa
Mejor así
¿Olga era modelo? Lo digo por lo de fotografías suyas, que no se sabe si es protagonizadas o hechas por ella.
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