Viaje a Centauro (Ciencia Ficción)

[Leandro77]

Cuando era niño imaginaba que el sol era una puerta redonda, la entrada del más allá, la entrada a otro universo. ¿Todos los muertos habían pasado por ahí? ¿Todos los vivos, algún día, también pasarían...?
Cada estrella es una puerta al más allá. Su resplandor es tan poderoso que reúne planetas y les da luz y calor. A veces, demasiado. A veces, insuficiente para abrigar la esperanza de que pudiera haber vida.
Me habían mandado en misión especial a la constelación de Centauro. Hacía muchos años que viajaba solo en una nave de ciento veinte metros cuadrados habitables; el resto era destinado a la maquinaria, los tubos de aireación y el depósito del combustible. La nave se llamaba «Correspondencia» y la había comprado —aprovechando una buena ocasión— en el mercado de los baratillos de la nave Alfa-Beta, la mayor de todas.
El capitán de mi regimiento, al conocer la noticia, me había convocado en su despacho y enviado en misión especial hacia los confines remotos de Centauro. ¿Por qué razón? No lo sabría decir exactamente. Quizás habían pretendido liberarse de mí, por engorroso, por entrometido en asuntos de política... Jamás había dado mi brazo a torcer.
Por mi parte, sabía que el viaje sería largo. Pero ¿hasta ese punto? Habían pasado veinte años desde que despegué de la nave nodriza Alfa-Beta. Según los mapas estelares, no me había desviado un ápice de mi destino; pero aún faltaban cincuenta años de viaje si deseaba aproximarme a las inmediaciones de la constelación Centauro. Velocidad de crucero: próxima a la de la luz. Velocidad en tiempo de reposo: 180.000 kilómetros por segundo. Apenas tenía tiempo de avistar un planeta o asteroide, cuando ya había desaparecido de la luna, quedando siempre del lado de popa.
Mi misión consistía en seguir, seguir. ¿Hasta cuándo? Había partido joven y las canas habían surgido mientras tanto, las arrugas, las manos encallecidas y temblorosas.
Hacía ejercicios semanales para no olvidar mi idioma, que no practicaba con nadie, y que pretendía conservar para no terminar dando alaridos como un lobo, o gritando a la manera de los simios ante la soledad despiadada de los muebles y los pasillos sin vida.
Otra estrategia de que me servía era cocinar según el modo de mis ancestros. Había rescatado la antigua receta de la tortilla de patatas y la preparaba yo mismo. Los ingredientes eran artificiales: una máquina los elaboraba en el laboratorio. Luego sólo me quedaba pelarlas, batirlas con el huevo, echar la masa a la sartén y, vuelta y vuelta hasta que quedase bien dorada por los dos lados.
Un rollo antiguo de película mostraba cómo hacerlo. Sólo cometí errores las siete primeras veces. El resto me había salido sin tacha y sin mancha. ¡Perfecto! También preparaba ensalada de atún con tomate y pimiento, paella valenciana, fabada asturiana... Riquísimas recetas de mis antepasados, que había conservado exclusivamente para mí.
Un día noté que la aguja de marear se desquiciaba, había perdido el Norte. Deduje que sería por efecto de alguna corriente magnética, de esas que tanto abundan en el orbe. No le di mayor importancia. Pero, al cabo de tres semanas de navegación, pude comprobar que me había apartado de la ruta del Gran Centauro y que la nave me llevaba no sabía exactamente a dónde. En la parte de proa, un punto de luz cada vez más grande. Me acercaba a una gigante blanca a punto de convertirse en enana.
Entonces averigüé que la nave había caído bajo su influjo y que la corriente magnética me arrastraba irremisiblemente hacia aquel punto de luz blanco, parecía leche cuajada, un ojo de nieve que palpita y tremola.
La temperatura ha subido de forma ostensible. Sudan las máquinas, los hierros, las plataformas, sudo yo mismo bajo mi traje hermético de protección.
No me había equivocado, cada estrella, cada sol, es una puerta del más allá, una entrada discreta hacia otros mundos, otros universos.
Llega el momento de despedirme, amigos míos. Estoy convencido de que algún día volveremos a encontrarnos en el otro lado de las estrellas.

[lucia]

Quitando alguna cosita como lo de llamar orbe al universo o lo de la nave de 120 m2 habitables, que aquí, que la mayoría de las casas tiene 100 m2 construidos (quítale otros pocos para tener los habitables) como intento de dar sensación de claustrofobia o pequeñez, está bien. Para pequeñez claustrofóbica, los Apolo.

Aunque en realidad parece un retazo de algo mas largo, ¿no?

[Leandro77]

Gracias por leer y comentar, Lucía. En estos tiempos que corren, cualquiera se daría por satisfecho. Es curiosa la interpretación que le has dado al cuento. Has intentado encasillarlo en el subgénero de ¿suspense?, ¿terror?, ¿intriga? Influida, quizás, por tus lecturas anteriores y películas vistas. No era mi intención crear sensación de agobio o de estrechez. Y si el lector lo ha sentido así es un añadido suyo en tanto que lector. En la realidad ocurre a menudo que vemos solo lo que queremos ver. En la ficción también, solo vemos lo que queremos ver. Un fuerte abrazo.

[lucia]

Cifi. Pero es que como relato aislado no lo veo. Por eso preguntaba si era parte de algo mas largo, porque da la sensación de una introducción al personaje.

[Leandro77]

Sí, en efecto, el cuento forma parte de una serie de cuentos donde tal vez no tenga mucho sentido si aparece solo.