Julia o la Nueva Eloísa - Rousseau

[woki]

Parte II, carta XXI. Saint-Preux sobre las parisienses, el amor, la atomización y el spleen. Es el mal de nuestro siglo: admitámoslo.

Seguro que miles de lazos secretos deben ser el fruto de su manera de vivir, desperdigadas y aisladas entre tantos hombres. Hoy día todo el mundo piensa así, y la experiencia ha acabado con la absurda máxima de vencer las tentaciones multiplicándolas. Así pues, no se dice ya que esta costumbre es más decente, se dice que es más agradable, lo que tampoco considero cierto. Porque, ¿qué amor reina donde el pudor es vilipendiado, y qué encanto puede tener una vida privada a la vez de amor y decencia? Y como la gran plaga de todas esas gentes tan disipadas es el aburrimiento, las mujeres prefieren que las entretengan a que las amen, y la galantería y las atenciones valen para ellas más que el amor, de tal forma que más vale ser asiduo que apasionado. Hasta las palabras de "amor" y "amante" se han visto borradas de la intimidad de dos personas de distinto sexo, y relegadas junto a las de "cadena" y "llama" a las novelas que ya no se leen. (...) El propio amor, el amor en persona ha perdido sus derechos y lo han desfigurado tanto como el matrimonio. Si los esposos son aquí muchachos y muchachas que se ponen a vivir juntos para tener más libertad, los amantes son personas indiferentes que se ven para distraerse, por moda, por costumbre, o por la necesidad del momento.

[isuhefu]

... las parisienses, el amor, la atomización y el spleen. Es el mal de nuestro siglo: admitámoslo.

No sé qué decirte, woki, a mí creo que me gusta. Entre otros, un gran mal son los políticos y su incompetencia.

[woki]

Pues te gusta por poco virtuoso, y acabarás con spleen. Por mi parte, mi nuevo modelo en la vida es Saint-Preux

[woki]

Parte III, carta XVIII. En la que Julia resume la novela y el lector llora. O Rousseau esencial.

Creí percibir en vuestro rostro los rasgos del alma que necesitaba la mía. Me pareció que mis sentidos no eran sino el órgano de unos sentimientos más nobles, amando en vos menos lo que veía que lo que sentía. No hace dos meses seguía creyendo que estaba en lo cierto: el amor ciego, me decía, tenía razón, estábamos hechos el uno para el otro; sería suya si el orden humano no hubiera enturbiado las relaciones naturales; y si le estuviera permitido a alguien ser feliz, deberíamos haberlo sido juntos.

[woki]

Un instinto venturoso me lleva al bien: crece entonces una pasión violenta, que se halla enraizada en el mismo instinto; ¿qué haré para destruirla? De la contemplación del orden colijo la belleza de la virtud, y su bondad de la utilidad común. Pero ¿cómo obra todo eso en contra de mi interés particular, y qué me importa más en el fondo, mi felicidad a expensas del resto de los hombres, o la felicidad de los demás a expensas de la mía? Si el temor a la vergüenza o el castigo me impide actuar mal en provecho propio, tan sólo tengo que actuar mal en secreto, entonces la virtud no tendrá nada que reprocharme, y si me cogen, seré castigada, como en Esparta, no por el delito, sino por mi torpeza. Además, mientras el carácter y el amor por lo bello estén impresos en el fondo de mi alma, poseeré una regla. Pero ¿cómo asegurarme de que la huella no se desfigura, de que conservaré siempre y en toda su pureza esa efigie que, entre los seres sensibles, no conoce modelo al que se la pueda comparar? ¿No es de todos sabido que los afectos desordenados corrompen el juicio así como la voluntad, y que la conciencia se altera y modifica insensiblemente en cada siglo, en cada pueblo, en cada individuo, según la inconstancia y la variedad de los prejuicios? Adorad al Ser eterno, mi digno y sabio amigo; destruiréis de un soplo esos fantasmas de la razón que no tienen sino vana apariencia, y huyen como una sombra ante la inmutable verdad. Nada existe sino por el que es. Es él quien da un fin a la justicia, una base a la virtud, un precio a esa corta vida empleada en agradarle; es él quien no deja de gritar a los culpables que sus crímenes secretos han quedado a la vista, y quien sabe decir al justo olvidado «tus virtudes tienen un testigo». Es él, es su sustancia inalterable el verdadero modelo de las perfecciones cuyo reflejo llevamos todos dentro.

Algo me dice que será interesante ver la respuesta de Saint-Preux a todo esto

[woki]

Bien, pues llegado el ecuador del libro he de admitir que necesitaría algo más de acción que mantuviera el equilibrio en contra de la tendencia de los últimos dos centenares de páginas. Peero, ya sabíamos a dónde veníamos y que sería una lectura bastante pausada.

[woki]

Parte III, carta XXII. Milord Eduardo responde al arrebato de Saint-Preux. Apuntes sobre

el suicidio. La vida es un mal para el malvado que prospera, y un bien para el hombre honrado desafortunado, porque no es buena o mala según circunstancias pasajeras, sino por la relación con el fin que cada uno se ha propuesto. (...) Sea como fuere, puesto que la mayoría de nuestro males físicos van siempre a más, unos violentos dolores corporales, si son incurables, pueden autorizar a un hombre a disponer de él; puesto que, estando todas sus facultades alienadas por el dolor, y no teniendo remedio el mal, no es ya dueño de su voluntad ni de su razón: deja de ser un hombre antes de morir, y, al quitarse la vida, lo único que hace es acabar con un cuerpo que le molesta, y que el alma ya no habita. Pero no sucede igual con los dolores del alma, que, por vivos que sean, llevan siempre consigo el remedio. (...) Hablas de los deberes del magistrado y del padre de familia, y porque no se te han impuesto, te crees liberado de todo. Y a la sociedad a la que debes tu conservación, tus talentos, tus luces; a la patria a la que perteneces, a los desdichados que te necesitan, ¿no les debes nada? ¡Hay que ver la exacta enumeración que haces! Entre los deberes que cuentas, sólo olvidas los del hombre y los del ciudadano.

[woki]

Fin de la parte III.

¿¿Saint-Preux se nos va a dar la vuelta al mundo??

[woki]

Pues Rousseau tuvo en cuenta mi parecer de ayer, porque comienzan los enredos. Si no pongo citas ya sabéis que es que la cosa se está moviendo de nuevo, jeje.

[woki]

Estar casada con el señor de Wolmar tiene que ser realmente emocionante. Yupi. Yuju. Todos te envidiamos, Julia.

[isuhefu]

Estar casada con el señor de Wolmar tiene que ser realmente emocionante. Yupi. Yuju. Todos te envidiamos, Julia.

¿Estás desarrollando spleen?
Por favor, ten cuidado.

[woki]

En absoluto. En los últimos capítulos he aprendido a ser un modelo para mi servicio y a diseñar un jardín inglés. A la espera de poner prontamente mis nuevos conocimientos en práctica, no sentí el hastío nunca tan lejano como en este momento.

[woki]

Parte IV, carta XI. Tratado de botánica acompañado de una ensoñación.

Porque la llave del señor de Wolmar la tiene sólo el señor de Wolmar.

Hasta el nombre mismo de Elíseo se aliaba para rectificar en mi imaginación los extravíos iniciales, para bañar mi alma con un sosiego mil veces preferible a la turbación que despiertan las pasiones más seductoras, pues estaba concebido a imagen y semejanza del interior de su artífice, y nunca se le hubiera bautizado así si hubiera sido obra de un alma agitada. Me decía a mí mismo: la paz reina en el fondo de su corazón como en el asilo en que con tanto tino supo poner nombre. Me había prometido una agradable ensoñación y al final soñé más agradablemente de lo que esperaba. Pasé en el Elíseo las dos mejores horas de mi vida. Al ver con qué embeleso y rapidez transcurrieron, me di cuenta de que las ideas honestas producen una especie de bienestar que los malvados nunca conocerán: el que reside en sentirse bien consigo mismo. (...) Y es que el goce de la virtud es puramente interior y sólo lo percibe el que lo siente, pero todas las ventajas del vicio saltan a la vista de todo el mundo, y sólo el que está sumido en él sabe lo que le cuesta.

[woki]

Parte IV, carta XVII. Una prueba a la virtud. También un ensayo romántico.

Llegamos por fin tras una hora caminando por senderos sinuosos y sombríos que, ascendiendo gradualmente entre árboles y riscos, no planteaban más dificultad que lo dilatado de la andadura. Al ir acercándonos y reconocer yo mi antigua residencia, a punto estuve de desmayarme, pero me sobrepuse, oculté mi turbación y por fin llegamos. El solitario espacio conformaba un reducto montaraz y desierto pero rebosante de esas bellezas que sólo gustan a las almas sensibles y parecen horribles al resto. (...) Mira, ésa es la piedra en la que me sentaba para contemplar a lo lejos tu anhelado hogar; en esta otra me apoyé para escribir la bendita carta que te enterneció; estos afilados pedernales me sirvieron de buril para escribir tus iniciales; aquí me hundí en el helado torrente que pretendía robarme una de tus cartas, arrastrada por su corriente; aquí vine a leer y a besar mil veces la última que me enviaste; en este borde me senté para observar con mirada ávida y extraviada las profundidades del abismo; y aquí es donde vine a llorarte cuando te supe moribunda y donde juré que no te sobreviviría. ¡Muchacha amada con infinita perseverancia! ¡Oh, tú, para quien había nacido yo! ¿He de encontrarme aquí contigo para anhelar en balde los tiempos en que gemía por tu ausencia?... Iba a proseguir, pero mi Julia, que al verme acercarme al borde se había asustado y me había cogido de la mano, la estrechó sin decir nada, y mirándome enternecida retuvo con dificultad un suspiro; luego de repente volviendo la vista y cogiéndome del brazo, me rogó con voz alterada: «Vayámonos, amigo mío, el aire de este sitio no me sienta bien».

[woki]

Parte V, carta II. En lo referente a la austeridad: una visita guiada por

la residencia Wolmar.

Algunas lecciones de economía doméstica contra el spleen.

En cuanto al lujo de boato y vanidad, sólo se ve el rastro de lo que no ha podido sustraer a su padre, y aun en ese caso se reconoce el suyo superpuesto, que consiste en dar a las cosas menos lustre y brillo y más elegancia y gracia. (...) Veo que esos vulgares epicúreos, por no querer perderse ni una ocasión, se las pierden todas, y siempre aburridos en medio de los placeres no saben nunca apreciar ninguno de verdad. Prodigan el tiempo que piensan estar ahorrando, y hacen como esos avaros que pierden toda su hacienda por no haber sabido desprenderse a tiempo de una parte de ella. Yo me apunto a la máxima opuesta, y en esta cuestión prefiero el exceso de austeridad que el de relajación. A veces me ocurre que interrumpo algo que me gusta para no saturarme; luego reanudo la actividad y así disfruto el doble. (...) Al contrario, un orden de cosas donde nada depende de la opinión pública, donde todo tiene su utilidad real y se ciñe a las auténticas necesidades de la naturaleza, no sólo ofrece un espectáculo acorde con la razón, sino que también contenta la vista y el corazón, por cuanto el hombre se ve a sí mismo con aspecto agradable, autosuficiente, nada débil, con un aire alegre que ahuyenta toda imagen y reflexión entristecedoras.