Novísima Antología Apócrifa.

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

Moderadores: Megan, kassiopea

MaderaNoruega
Mensajes: 6
Registrado: 24 Jul 2008 07:23
Ubicación: Thornfield Hall

Novísima Antología Apócrifa.

Mensaje por MaderaNoruega »

Haciendo homenaje al gran Conrado Nalé Roslo (Chamico para los amigos), aquí propongo crear una Antología Apócrifa como las que él pudo hacer (no tan buena pero...)

Empiezo con la imitación de un clásico anglosajón (dos clásicos anglosajones):



A la manera de Alan Alexander Milne, y con ciertos toques de homenaje a Jerome K. Jerome.

DE CÓMO HUCK LUCHÓ CON UN HORNO MAL INTECIONADO, UNAS GALLETITAS REBELDES Y GANÓ EN EXPERIENCIA CULINARIA.

Estábase Huck recién levantado cuando se le antepuso una dificultad: Huck tenía hambre y nada hecho para un buen desayuno,“¿qué se puede hacer ante semejante problema?” se dijo Huck, “Muchacho, no seas holgazán y mira que puedes cocinarte” se respondió y acto seguido se dirigió al refrigerador, donde encontró un poco de leche, huevos, un pedazo de cebolla y restos de guiso de lentejas de las viejas épocas. Huck se rascaba la cabeza y decía “¡Pues en que problema me hallo! ¿qué desayuno hacerse puede con estos extravagantes ingredientes?” Estas palabras deleitaron a Huck, y mientras pensaba, decidió discurrir en versos (todos sabemos cuanto gustaban las rimas a Huck). El poema decía, más o menos, así:

Un desayuno quiero hacer
Para mi pancita satisfacer
Rico, dulce y de fibras bueno
Pero ¡Oh que problema feo!
Sólo huevos, leche y cebolla
Y un guiso de todos los tiempos
¡No puedo poner todo en una olla
Y dejar a la fortuna los remos!
Si tengo azúcar en la alacena
Y algunos sesos en la sesera
Puedo cocinar la leche en la cazuela
¡Poner azúcar, resuelto el problema!

De considerable humor, Huck se propuso hacer lo que su poema cuenta, y puso primero el azúcar, para hacer caramelo y cuando el azúcar se empezó a poner de color dorado, Huck le puso la leche. Pero ¡Ay de Huck! En su entusiasmo no pudo calcular la cantidad y de leche se ahogó el caramelo.
Huck intentó cocinarlo, revolvió, agregó azúcar, pero esa extraña sustancia no cambiaba su consistencia, ¿era jugo de caramelo o agua de dulce de leche? Huck miró contrariado su menjunje “¡En qué problema me he metido! ¿Y ahora que hago?” Si al menos tuviera miel, o si al menos Conejo estuviera allí (él siempre sabía que hacer). Huck empezaba a desconsolarse cuando tuvo una gran idea: ¡Hacer galletitas! ¡Claro! Si ponía harina y usaba ese potaje extraño para ligar la masa, ¡Qué ricas serían recién salidas del horno!
¡Oh con qué entusiasmo realizó la tarea Huck! Ni siquiera se contrarió cuando vio que el polvo para hornear estaba vencido, que no había ni levadura ni nada más que dos ingredientes: harina y la mezcla de leche y azúcar. Huck amasó, agregó agua, volvió a amasar, agregó harina y amasó una vez más. Entonces se propuso prender el horno. Y ahí comenzaron los problemas.
No importaba de qué manera, ni como, no importaba nada: El horno simplemente se negaba a prenderse, estaba encaprichado en esa idea, no había forma de convencerlo de lo contrario (ya sabemos como son de susceptibles los hornos). Huck probó, una, dos, tres veces: Abrir el gas, poner el fósforo prendido, sostener la llave de gas un buen rato, ir soltándola lentamente, lentamente.... y ¡Se apagaba! Otra vez: La llave del gas... el fósforo... sostener... ir soltando... lento... ¡Apagado! ¡Pero! Huck ya iba a llorar, se le habían acabado los fósforos y estaba probando con una vela que encendía con el fuego de su termo tanque. Huck se sentía desgraciado, hizo de todo para que ese horno desalmado aceptara encenderse, primero le pidió amablemente, con por favor y todo (Huck era muy educado), luego le rogó, más tarde le suplicó tranquilamente, luego se postró, no tan tranquilamente, y le ofreció su alma por que se encendiera. El horno ni se inmutó.
Ante este agravio, Huck se enfureció. Pensó: “¿Ah, sí? Bueno, ya vas a ver” y fue en busca de un palo rojo. A Huck no le gusta pelear ni usar la fuerza, es muy tranquilo, pero ese horno malvado lo había provocado. Haciendo palanca con la pared Huck trató de que el palo mantenga apretada la llave de gas del horno. La batalla que se desató en ese momento fue épica. Aún los historiadores dudan cuanto tiempo fue exactamente el de la batalla (algunos dicen días, otros sólo horas, hay extremos que aseguran que fueron años y otros dicen que aún se le puede oír a Huck, farfullando y haciendo esfuerzo contra la mole impasible del horno).
Pero en algún momento Huck lo logró. Y, secándose el sudor, y con la semisonrisa irónica y melancólica que tiene el veterano de una batalla cruenta, puso la bandeja de galletitas en el horno. Y el palo se cayó. Y Huck gritó al cielo por su muerte.
Un rato después todo estaba arreglado, las galletitas al horno y la espera paciente de Huck era un ejemplo de buena crianza e inteligencia.
Sólo un pesar acechaba a Huck, y era que los ingredientes dudosos de sus galletitas podían ocasionar que las galletas adquirieran la consistencia de la piedra más dura, del acero más gélido. Huck sacudió la cabeza, para apartar esos malos pensamientos “no sirve de nada, lo que sea, será y nada más”.
Su inquietud fue anulada cuando sacó del horno su creación ¿Y saben qué? ¡No estaban duras! Eran suaves, blandas, doradas y muy dulces! ¡Oh, como lloraba Huck de alivio y Felicidad! ¡Cómo agradeció! ¡Hasta quiso abrasar al horno! Aunque este respondió con violencia, quemándolo (el horno no suele emocionarse ante nada). Pero ni le importó a Huck, se limitó a comer galletitas.
Pero solo puedo comer tres, ya que estaban tan dulces que lo empalagaban. Eso no desanimó a Huck demasiado, las guardó bien tapadas y fue a jugar. El problema es que cuando pasó un rato las galletitas habían huído y piedras de color caramelo habían usurpado el lugar de estas sin intenciones de irse. Pero como a estas alturas de la aventura ya era de noche, Huck se encogió de hombros y fue a acostarse. Cuando se iba a la cama, le contó a su abuelita toda su aventura del día. Su anciana abuelita sonrió y lo arropó y le recomendó que cuando haga experimentos extraños con la comida que no dude en tirarlos a la basura antes de mandarse más cagadas.
Huck sonrió y cerró sus ojos, esa noche soñó con hornos que se reían a carcajadas de él y galletitas duras que se mofaban de su afán científico-culinario.

Ese día Huck aprendió muchas cosas, tal vez la más útil es la que se repitió todos los días de su vida “Nunca provoques a un horno malintencionado”


Y así Huck aprendió algo más
En esta escuela que es la vida
Nunca mezcles sin pensar
Azúcar, leche y harina

Ni pelees jamás con un horno alterado
Por que el éxito siempre es momentáneo
En duro se convierte lo que afuera es blando
Piensa en esto cuando el cuento haya acabado.
1
Responder