En la casa... (Relato)

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Nelly
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En la casa... (Relato)

Mensaje por Nelly »

- Que sí, mamá, que iba en una moto.

Miré a mi hijo con expresión preocupada. Nos habíamos mudado a Stavanger la semana pasada. Yo sé que para un niño de ocho años, semejante cambio de domicilio era un desafío importante. Desde Málaga hasta el norte del continente Europeo. No sólo un cambio de idioma, de costumbres, sino también de clima. Pero de ahí a decir que había visto a Papá Noel en moto... no sé yo.

- Cariño, ¿seguro que va todo bien en el nuevo colegio? -pregunté.

- ¡Claro, mamá! Todo me va bien... ¡Pero tienes que creerme! ¡Iba en moto! Y me dijo que esta noche volvería...

Le revolví el pelo con una mano y le di las buenas noches. Arrimé la puerta y busqué en mi agenda el número de Cristina, la psicóloga de Málaga que me atendió una vez por ansiedad. No tenía ni idea de lo que costaba una conferencia a España pero si mi hijo estaba pasando alguna fase que requería el apoyo de un profesional, no dudaría en llamarla. Sostenía el teléfono supletorio del pasillo en una mano cuando de pronto unos gritos me alarmaron.

- ¡Mira, máma, está aquí!

Como un tornado abrí la puerta del cuarto de mi hijo y me apresuré hacia la ventana. Él ya estaba mirando para la calle, donde el motor de una kawasaki rompía el silencio. Efectivamente, era Santa Claus. En moto. A la luz de una farola.

No era posible y sin embargo, allí estaba. Le invité a subir y tomamos chocolate a la taza mientras hablamos de lo descreídos que eran los niños del mundo actual. Fue una noche en blanco muy extraña. Al día siguiente, me desperté en el sofá y me pregunté si no habría sido todo un sueño. Me levanté y vi que mi hijo dormía en su cama. ¿Me lo habría imaginado todo?

Por si acaso, aquella noche no dormí. Me senté en una vieja mecedora, mirando hacia la calle. A las once todo estaba en silencio... y de repente escuché el inconfundible sonido de un caballo al galopar.

- ¡No puedo creerlo! -exclamé poniéndome de pie-, ¡Pero si es un mosquetero!

D´Artagnan para ser más exactos. Durante los días siguientes nuestra casa fue visitada por el rey Baltasar, el Gato con Botas, el Sombrerero Loco, el Pirata Roberts, Hamlet, el rey Midas, los padres del Patito Feo (los reales, no sabéis qué drama al dejar a su hijo con un ánade común) y la cenicienta.

Decidí llamar a Cristina.

- Creo que me estoy volviendo loca -le dije-. ¡Veo cosas que no pueden ser verdad!

Cristina me dijo que no me preocupara, que todo eso que le contaba no era más que una fantasía que había ideado con mi hijo para adaptarme mejor al nuevo ambiente de Stavanger. Qué disfrutara de todas aquellas visitas intempestivas de seres imaginarios. Y ahí la comunicación se cortó, debido a que un calamar gigante seccionó el cable submarino de teléfono entre la central de Groenlandia y Noruega. Tardaron en repararlo 3 días.

Los años pasaron y me acostumbré a charlar con personajes imposibles. Hasta una noche en la que mi hijo cumplió trece años. Entonces las visitas desaparecieron. Y nuestro chocolate a la taza nocturno, también.

- Cariños, ¿qué ha pasado? ¿no quieres tomar un chocolate hoy?

- ¡Tengo sueño, mamá! Y mañana he quedado con Astrid. ¡No me molestes!

Ya no hubo más mosqueteros a caballo. Ni reyes magos en bicicleta. Nunca volví a ver al rey Midas, ni a los siete enanitos. A decir verdad, la casa se quedó desierta. Un nuevo frío inusitado invadió el salón y se aposentó sobre la mecedora, los muebles y las tazas de café. Preocupada, llamé a Cristina.

- ¡Oh, me alegro de que todo eso haya terminado por fin! -dijo la terapeuta-. Puedes estar orgullosa de que tu hijo haya crecido.

- Sí -contesté sin mucho ánimo-. Sí, lo estoy. Ya es todo un hombrecito.

- Me alegro. Ya quedó atrás una etapa, ahora empieza otra.

Colgué el teléfono, pensativa. Puede que ella tuviera razón. Observé las botas de futbol llenas de barro que había en la entrada. Los libros infantiles y los juguetes habían quedado atrás. Puede que todo formara parte de la vida. Que mi hijo comenzara a ser un hombre. Debería estar contenta...

Sin embargo... yo creo que algo importante se perdió.


FIN.
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rubisco
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Re: En la casa...

Mensaje por rubisco »

Qué historia tan tierna y tan pegada a la realidad. La transición a la vida adulta dura años, pero se hace de un modo tan poco cuidadoso que muchos acaban perdiendo el niño que hay en su interior.

De la misma manera, vernos rodeados de niños nos ayuda a recuperarlo, pero si no creemos realmente en esa niñez eterna, acabaremos por perderlo de nuevo cuando desaparezcan los estímulos.



Quiero recuperar un estudio realizado durante varios años:

Se tomaba un grupo de niños de 4 años y se les preguntaba qué se podía hacer con un clip. Las respuestas eran de lo más variopintas: un barco, un cohete... Al año siguiente se le repetía la misma pregunta, y sólo el 5% de los niños conservaban la imaginación del año anterior. Esa imaginación es vital para la evolución humana, para los descubrimientos científicos, para los inventos y para la creación artística y literaria.

Por favor, que nadie haga como la protagonista: no perdamos nuestro niño interior, ¡nunca!

Gracias por esta bella historia, Nelly :60: .
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lucia
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Re: En la casa...

Mensaje por lucia »

Lo que pasó es que la novia centró todos los intereses del hijo y borró el rato que pasaba con su madre frente a la taza de chocolate :cunao:

Oye, Nelly, aclárame eso del cable entre Noruega y Groenlandia cuando se supone que están en Noruega peninsular y comunican con Málaga :lista:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Edgardo Benitez
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Re: En la casa...

Mensaje por Edgardo Benitez »

Me clavo en tus letras y visito el blog de tu nido. Hermoso relato.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Nelly
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Re: En la casa...

Mensaje por Nelly »

Gracias a todos por leerlo. Luci, es otro toque surrealista del relato. Se hunde la central en Estados Unidos y colapsa las comunicaciones en Europa. Aunque no se sirvan de cables subacuáticos entre Málaga y Noruega.
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magali
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Re: En la casa...

Mensaje por magali »

Nelly, hay en tu relato, desde mi punto de vista, una aceptación al cambio, a los cambios que la vida nos impone que me gusta. Especialmente porque yo lo he visto con un punto metaforico de las etapas de la vida y de los acontecimientos asociados que va más allá de la anécdota. Yo no tengo hijos, pero sí he visto en otros los que nos cuentas, y eso se puede extrapolar a todo. En especial, cuando se toman decisiones que distancian a unos de otros; y estos y aquellos las aceptan. Porque aceptan la independencia, al individuo y no por eso dejan de quererse unos y otros. Es una etapa, una fase más en el crecimiento de la persona (para todos los implicados). Y eso, hasta donde yo puedo ver, es sano.

Gracias por compartirlo :)
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