magali, madison, ¿cómo lleváis la lectura?, ¿por dónde váis?
Leídos
los capítulos 5 y 6. Entro en el ecuador del libro.
Firmin parece comenzar su propio infierno cotidiano después de levantarse de la siesta. Debe ser horrible levantarse a diario con el aturdimiento de una inmensa resaca. Ha soñado con alguien (¿él mismo?) cuya sed no logra apagar. ¿Puede concebirse peor pesadilla? A Yvonne la supone durmiendo hasta que su vecino, el señor Quincey, comenta haberla visto un rato antes con Hugh.
En este capítulo, otras alucinaciones agonizantes y renacientes, se suceden intercaladas con conversaciones. Referencias y paralelismos a la leyenda del jardín del Paraíso:
[...] el pecado original consistió en ser titular de una propiedad (p. 161)
.
"Una procesión de pensamientos como pequeños animalillos envejecidos desfilaron por la cabeza del cónsul (p. 170)". Pero acerquémonos más a Geoff:
Tengo a mi espalda otro enemigo al que no puede ver. Un girasol. Sé que me observa y sé que me odia (p. 172)
Esto último se lo dice al doctor Vigil. "¿Qué cataplasmas poner en su alma? En alguien en que sentía que las fuerzas mismas del universo lo hacían pedazos? (p. 174)". Un alma muy sensible, entiendo yo, la del cónsul...
De nuevo, el inquietante y andrajoso perro callejero aparecido en
el capítulo 2...
En
el cap. 6 conocemos mejor a Hugh, hermanastro del cónsul, a través de un monólogo interior. Personaje perdido entre frustraciones, fracasos y límites.
No se puede ser joven para siempre.[...] No soy joven. [...]"eres un mentiroso", "eres un traidor". No: mucho me temo que hay poco en tu pasado que pueda venir en tu auxilio frente al futuro" [...] ¿Y cómo puedo escapar de mí mismo cuando no me he hecho un lugar en el mundo? Sin hogar. Pecio a la deriva en el océano Indico. ¿Es la India mi hogar? (pp. 179-182).
Hugh, otro personaje atormentado, aunque en este caso deriven sus tormentos del pasado y el remordimiento...
Las escenas y los diálogos son excelentes, distendidos y creíbles. Me gusta ver a Hugh afeitando al cónsul, mientras charlan animadamente. Las reflexiones de Hugh giran en torno a una guitarra, y a través de ella, -y entre paréntesis-, rastreamos otra faceta de él, abandonada ya, la de músico. Geoff tiene temblores que no puede calmar. Sin pensarlo toma un largo trago de loción de laurel.
No está nada mal. [..] de cualquier manera, un buen hechizo contra las cucarachas galopantes. Y contra la polígona mirada proustiana de imaginarios escorpiones. (p. 205).
Referencias a Conrad, a Jack London, Melville, y a algunas obras como
La saga de los Forsyte,
Peer Gynt, y
Sin novedad en el frente.
Es un libro con descripciones de la naturaleza maravillosas, que traza segmentos de vida discontinuos. Un gran mosaico del alma humana.
¡Qué lectura más estimulante!