Yo voy un poquito más adelante, que ya sé el porqué del cambio de Useppe y no lo intuía,
que creía que la guerra le había dejado un trauma |
. Una vez que la guerra ha acabado Ida quiere rehacer su familia pero Nino no se lo pone fácil ni el nudo de Useppe la ayuda mucho.
Y, entretanto, más capítulos dedicados a esos otros personajes que enriquecen la novela como los de Davide (que en su primera aparición yo pensaba que se había vuelto loco pero para nada, solo deliraba) y la lucha entre sus IDEAS y la fábrica; y los últimos días de Santina, que a mí me inspiraba mucha compasión desde el último párrafo del 1944:
Mas el frío y el agua helada que provocan sabañones, la canícula que fatiga y hace sudar, el hospital y la cárcel, la guerra y los toques de queda; los aliados que pagan bien y el chulo joven que le pega y arrebaña con todas sus ganancias; y este guapo chico que se emborracha de buena gana y habla y bracea y da patadas, y en la cama la destroza, pero es «bueno», ya que luego vacía siempre hasta el último céntimo de sus bolsillos; todos los bienes y todos los males: el hambre que hace caer los dientes, la fealdad, la explotación, la riqueza y la pobreza, la ignorancia y la estupidez… para Santina no son ni justicia ni injusticia. Son simples necesidades infalibles, de las que nadie da razón. Ella las acepta porque suceden, y las sufre sin ningún recelo, como una consecuencia natural de haber nacido. |
La última frase se podría aplicar a todos los personajes.