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Lo que pasa con la vida es que un día estarás muerto, David ShieldsComo cantan AC/DC en Back in black, "Todavía eres joven, pero vas a morir".
Moderador: Emilio6
Lo que pasa con la vida es que un día estarás muerto, David ShieldsComo cantan AC/DC en Back in black, "Todavía eres joven, pero vas a morir".
Yo también la busqué, pero no pasé ni medio minuto oyéndola
Eso es porque no llevabas la falda puesta.
La biblioteca de los libros rechazados - David FoenkinosEstaba escondida en el LP de Barbara Le Mal de vivre. ¿Por qué había metido la carta de su padre precisamente en ese disco? Aunque debería haberla abierto inmediatamente, se quedó un rato mirando el LP. Era el álbum que incluía esa canción tan bonita, «Göttingen». Joséphine recordaba haberla escuchado muchísimo; sentía una notable admiración por aquella cantante de fuerza oscura. Una fascinación efímera, como suelen serlo las pasiones adolescentes, pero había vivido varios meses al ritmo de las melodías melancólicas de Barbara. Se descargó en el móvil «Göttingen» para poder oírla enseguida, y dejó que la acunara:
Bien sûr nous, nous avons la Seine
Et puis notre bois de Vincennes,
Mais Dieu que les roses sont belles
À Göttingen, à Göttingen.
Nous, nous avons nos matins blêmes
Et l’âme grise de Verlaine,
Eux c’est la mélancolie même,
À Göttingen, à Göttingen.
Era un homenaje sublime de Barbara a esta ciudad y, sobre todo, al pueblo alemán. En 1964, era un gesto de mucho coraje. La cantante, que siendo niña tuvo que esconderse durante la guerra por ser judía, tardó mucho en decidirse a actuar en el país enemigo. Cuando llegó, se comportó de forma poco cordial.
Le puso todo tipo de pegas al piano escogido y se presentó en el concierto con dos horas de retraso. De nada le valió, porque el público la ovacionó y la admiró. Los organizadores se habían dejado la piel para que su estancia fuera un éxito. A la cantante nunca la habían recibido así en ningún sitio y se le saltaron las lágrimas de la emoción. Decidió prolongar la estancia y escribió esas líneas, más intensas que cualquier discurso. Joséphine no tenía ni idea del contexto de la canción, pero la conmovió esa melodía en forma de cantinela, como si te llevara en brazos un tiovivo. Quizá por eso acabó metiendo en esa funda la única carta de su padre. Con la canción de Barbara de fondo, volvió a leer las palabras escritas hacía cuarenta años. Su padre surgía de la nada para susurrárselas al oído.
Las horas - Michael Cunningham (Traducción de Jaime Zulaika, 1999)[...]Tiene que ver con todo esto, piensa. Ruedas que zumban sobre el hormigón, su alboroto y estruendo; láminas de brillante rocío que brotan de la fuente mientras jóvenes descamisados lanzan un frisbee y los carritos forrados de metal plateado de los buhoneros (de Perú, de Guatemala) despiden un humo punzante y carnoso; ancianos y ancianas que se estiran para recibir los rayos de sol desde los bancos en que están sentados, y que se hablan en voz baja, moviendo la cabeza; el gemido de los cláxones y el rasgueo de guitarras (aquel grupo andrajoso de allí, esos tres chicos y una chica, ¿podrían estar tocando Eight Miles High?); hojas que relucen en las ramas; un perro moteado que persigue a las palomas y una radio ambulante que difunde Always love you, mientras la mujer del vestido oscuro sigue cantando iiiii debajo del arco.