Parece tan fácil (Relato)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Berlín
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Parece tan fácil (Relato)

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PARECE TAN FÁCIL


La persiana está subida y el sol de la media tarde se derrama cálido por las baldosas pulcras. La mujer lleva zapatillas de andar por casa. El hombre reposa los pies en un taburete complejo y labrado que alguien trajo de Nueva Guinea. La mujer le mira los calcetines de reojo: tiene un tomate en el dedo gordo.
—Deberías tirarlos —le dice.
El hombre mira el agujero del calcetín durante un segundo y se encoge de hombros. No la mira. En la tele emiten un capítulo de una serie fantástica que le gusta mucho. La mujer mira la pantalla con cierto hastío: reyes, reinas, amantes, torreones, la luna, sangre, caballos, espadas, incesto, batallas, enanos, dragones. Otros mundos. De pronto, en la pantalla, se desencadena una escena de sexo. La mujer no alcanza a averiguar si los implicados son hermanos o primos o no son nada, pero intuye que lo que se avecina es sexo del bueno. Se nota por la electricidad que los envuelve. Ahí están: un hombre y una mujer que enfrentan sus miradas febriles junto a una hoguera crepitante. Sin decir nada se besan, se muerden con hambre y luego se arrancan los vastos ropajes, las rudas capas, amontonándolas sobre la tierra roja. Los arcos y las espadas, olvidados, centellean al amor de la lumbre.
¿Qué es eso que suena? Parece el ruido que hacen los besos de verdad. ¿Y esa música que los enmarca? Violines enfurecidos. Los dedos de la mujer del sofá verde se acarician los unos a los otros. En la pantalla el resplandor de las llamas aviva la blancura del vientre desnudo de ella y a la mujer del sofá le recuerda a un desierto por andar, con paciencia y ganas, supone ella. Y despacio. Esa es la premisa, el secreto. Y con interés. Sí, el amante mira con deseo el vientre lunar y circundando el ombligo con su lengua emprende una lenta bajada hasta lo que parece ser, en ese instante, el epicentro del mundo y llegando a él se acomoda, ávido, entre las piernas de ella, que gime, cerrando los ojos y mordiéndose los labios. Ella se siente un desierto por recorrer y le sabe a él un caminante sin prisa.
La mujer del sofá verde no recuerda que a ella eso le pasara alguna vez. De hecho si mira hacia atrás no recuerda hoguera alguna. El violín deja de maullar y en la siguiente escena aparece un mercado de algún lugar exótico y mágico. Una vez, la mujer del sofá verde y el hombre del tomate en el calcetín, hablaron de viajar hasta un lugar muy lejano donde había mercados de ese tipo y callejuelas laberínticas y así de concurridas y comercios abarrotados de artículos brillantes de colores imposibles, comercios con las paredes pintadas de azul cobalto. Sí, lo hablaron lo que dura un café y solo una vez, pero ahora no recuerda qué pasó con aquello, con aquella idea. O tal vez ella crea que lo hablaron, quizá lo soñó o soñó que vivía una vida donde cabía esa conversación.
Aparta la vista del televisor y los ojos se le van a las paredes, a las cuatro paredes de color beige, de color carne, insulsas, tan perpetuas, tan constantes en su igualdad. Cuatro enciclopedias del cuerpo humano con el lomo dorado, un par de retratos enmarcados en alpaca, algunos souvenirs traídos por gente que anduvo de acá para allá. Italia, París, México, Lanzarote, Túnez. Se fija en el reloj de arena que alguien les trajo de Túnez y recuerda el vientre de la guerrera bajo la lengua roja de las llamas.
La mujer del sofá verde mira al marido de reojo. El perfil cansado, la mejilla hirsuta descansando en la palma de la mano, el codo en el brazo del sofá. El brazo del sofá cubierto con un primoroso tapetito comprado en un “todo a un euro”.
Está completamente absorto.
Si le contara de pronto que los miércoles, cuando sale del trabajo, se revuelca con el ayudante del tendero, ese chico indio de cintura juncal que tiene los ojos del color de las aceitunas amargas, alto como un abedul, con aroma a abedul y de manos grandes con dedos largos y nervudos como raíces, dedos que bien podrían rodear su cintura y trepar hasta sus pechos y enredarse en su cuello y bajar luego rodeándola como si ella fuera un capullo de mariposa, para introducirse, finalmente, dentro de su vagina intransitada, cruzando todos los pasillos de su cuerpo, acompañando el curso imparable de su sangre, atravesando las tripas y los pulmones hasta salir por su boca entreabierta convertidos en florecillas pequeñas y blancas, como la rosa de pitiminí. Si esto sucediese, si se lo dijera al hombre del tomate en el calcetín, seguro que le diría: “haces bien, mujer, distraerse es bueno”.
La mujer suspira casi en silencio, se levanta del sofá y mira la calle.
Es domingo y la plaza está medio desierta. La mujer supone que la gente debe andar aun echando la siesta. Un perro se acerca remolón y bebe agua de un recipiente de plástico que alguien ha dejado en la pileta de la fuente. Saciada la sed el bicho sigue su camino. A lo lejos un anciano se acerca despacio hasta la fuente, toma el recipiente, lo enjuaga un poco para sacar las brozas de los árboles y lo pone a llenar de nuevo. Ahora el agua es cristalina. Bien hecho, piensa la mujer sonriendo ante la acción desprendida del viejo. Luego lo ve acercarse al banco y sentarse con dificultad. Pobre, deben dolerle mucho los huesos, piensa ella, la edad, que no perdona. Y parece tan solo. Sí, la mujer del sofá verde cree firmemente que ese anciano está solo. De pronto piensa que tal vez no esté solo del todo, no, no, quiere pensar que alguien le llama por teléfono dos veces o tres a la semana, tal vez los martes y los sábados, o so pena de no hacerlo con tanta frecuencia la mujer quiere creer que al menos alguien piensa en él, que lo recuerda, que lo lleva en el corazón, porque si nadie te piensa entonces casi no existes.
Claro, eso es. Tal vez un hijo. Tal vez el viejo tiene un hijo que le llama los martes y los jueves para preguntarle si está bien o si necesita algo.
La mujer del sofá verde y el hombre del calcetín roto no han tenido hijos. Los días fueron pasando uno tras otro, amontonándose en el suelo de la cocina de una manera veloz, como si una mano incansable fuera dando la vuelta a ese reloj de arena que adorna el mueble lacado y barato, sin pausa, una vuelta tras otra, rápido, rápido, corre arena, corre más, y como si de tanto darle la vuelta al reloj la arena se hubiera ido perdiendo por el camino y cada vez quedara menos y las vueltas fueran más seguidas, casi vertiginosas. Sí, así de este modo los días fueron pasando mientras cada uno miraba para otro lado.
Tal vez si lo hubieran hablado.
El anciano tiene las manos en el regazo y los cabellos muy blancos, ralos y volátiles, como plumas recién salidas. Es muy alto y alguna vez debió ser un hombre ágil y atractivo.
A lo lejos otro anciano se acerca despacio apoyado en un bastón y se sienta en el extremo opuesto del banco, colocando el bastón entre sus piernas. Uno a un metro del otro. Buenas tardes parece decir el que llega y el hallado solo asiente. No se miran ni se hablan más, aunque los dos se saben casi muertos. La mujer del sofá piensa que tal vez podrían mantener una agradable charla en una tarde tan cálida. No es tan difícil. Buenas tardes tenga usted también. Nunca le vi por aquí. Es que vengo poco, las rodillas, ya sabe. Vaya por Dios, lo mio es la cadera.
Pero ninguno de los dos habla. La mujer los observa con esperanza. Cabe la posibilidad de que uno de ellos extraiga un pitillo con sus manos deformadas y se lo ofrezca al otro. Tenga usted, son muy buenos. ¡Vaya! No debería, hace años que no fumo, por el corazón, pero un día es un día, ¡qué diablos!
Vamos, no es tan complicado. La mujer desea que uno le pregunte al otro si es que no tiene hijos y en el caso de tenerlos cómo es que está sentado en un banco solitario un domingo por la tarde cuando las familias andan reunidas alrededor de la mesa apurando aún el licor que acompaña al café o el solitario pedazo de pastel casero que nadie toma por vergüenza o sentados en el sofá, apretujados, la mano de uno en la rodilla del otro, el brazo de uno sobre el hombro del otro, tal vez el perro o el gato acurrucado o echado entre ellos o a los pies, el periquito con el cuello colgando dormido en su pequeño trapecio sin focos. La vida, ya sabe, puede que le respondiera el otro o al menos eso piensa la mujer del sofá verde. Como le decía, así es la vida, que se hacen mayores y la vejez se vuelve un espejo y los espejos se vuelven recordatorios molestos.
Venga, musita la mujer del sofá verde, es muy fácil, intentadlo, que lo que se calla se pudre en la garganta.
El viejo que llegó primero se levanta con gran esfuerzo y se va alejando despacio, arrastrando los pies sobre las hojas muertas que se quiebran a su paso. La mujer lo ve alejarse; también es testigo de cómo lo mira el anciano que se queda. La barbilla apoyada en las manos y las manos apoyadas en el bastón. ¿Qué hay en sus ojos? Parece una promesa de charla. Sí, tal vez otro día, compañero, parecen decir. Demasiada soledad para contarla de golpe.
La mujer, apenada, se aparta de la ventana, se da la vuelta y mira el calcetín agujereado, los pies sobre el taburete, la mano en la mejilla, los ojos entornados por el sueño que ya llega. Y le viene a la boca una regurgitación agria y está a punto de decirle que lo debería tirar a la basura, el calcetín, y comprar unos nuevos, más bonitos, divertidos, alocados, modernos, pero se la traga y en lugar de eso vuelve a tomar asiento despacio para no hacer ruido y coloca una mano sobre la otra.
En la pantalla un dragón sobrevuela una ciudad amurallada.
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Snorry
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Snorry »

Acabo de llegar de mi paseo dominical por la orilla del mar. Tu texto lo leí previamente. Así que mientras andaba pensé que en este texto hay una cadencia marítima: oliltas pequeñas que parecen insignificantes pero que son necesarias para generar la cinética necesaria para que aparezca una ola mayor y majestuosa. Y así se vive tu texto. De repente una ola llena de brava belleza y contundente significado.
Doble alegoría de la incomunicación.
El pasaje de los abuelos me ha hecho acordarme de Últimas notas de Thomas F. para la humanidad, que leí la semana pasada con voracidad.
Me ha encantado.
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lucia
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por lucia »

Qué bien retratas a esa mujer que prefiere su comodidad a pasar a la acción y hacer algo para corregir aquello con lo que no está conforme.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Berlín
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Berlín »

Snorry escribió: 12 Nov 2023 14:06 Acabo de llegar de mi paseo dominical por la orilla del mar. Tu texto lo leí previamente. Así que mientras andaba pensé que en este texto hay una cadencia marítima: oliltas pequeñas que parecen insignificantes pero que son necesarias para generar la cinética necesaria para que aparezca una ola mayor y majestuosa. Y así se vive tu texto. De repente una ola llena de brava belleza y contundente significado.
Doble alegoría de la incomunicación.
El pasaje de los abuelos me ha hecho acordarme de Últimas notas de Thomas F. para la humanidad, que leí la semana pasada con voracidad.
Me ha encantado.
Doble alegoría de la incomunicación. Tal cual, querido Snorry, eso es lo que quería reflejar, además de lo fácil que nos resulta ver los problemas de los demás desde fuera, de ahí el título. En cuanto a la cadencia marítima, hombre, piensa que a mi ventana me llega el olor a sal. :cunao:
Por cierto, me apunto esa novelita que dices, la de Últimas notas de Thomas F.. Yo ahora estoy con la Bazán, con sus cuentos para mujeres valientes, igual el relato ha salido así por eso jaja ¡Un abrazo!
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Berlín »

magali escribió: 12 Nov 2023 14:46 :marie_bow: :marie_bow:
:60:
:60:
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Berlín »

lucia escribió: 12 Nov 2023 17:24 Qué bien retratas a esa mujer que prefiere su comodidad a pasar a la acción y hacer algo para corregir aquello con lo que no está conforme.
Jefa, me han dejado tocada un par de cuentos de la Bazán, uno ha sido El indulto y el otro ha sido El encaje roto, y no me he podido resistir a poner un granito de arena.

Gracias. :60:
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Berlín »

Ay, @Snorry, qué alegría me he llevado al ver que esa novela de la que hablas es de mi Carver noruego, y cómo me gusta ese hombre. Yo tengo por algún lugar de mis vastas estanterías de libros uno suyo de relatos, el de Cuentos reunidos.

El Carver noruego es ¡cómo no! Kjell Askildsen. :60:
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Nuvem
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Nuvem »

No tengo mucho que decir más que es un relato precioso, pero quería decirlo para no engrosar esa lista de foreros o invitados que leen pero no comentan. Esa frase, "demasiada soledad para contarla de golpe", me ha dejado en shock.

Gracias por compartirlo :60:
Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos.
Michel Houellebecq

Publiqué una novela y está disponible aquí :hola:
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Berlín
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Berlín »

Nuvem escribió: 13 Nov 2023 11:06 No tengo mucho que decir más que es un relato precioso, pero quería decirlo para no engrosar esa lista de foreros o invitados que leen pero no comentan. Esa frase, "demasiada soledad para contarla de golpe", me ha dejado en shock.

Gracias por compartirlo :60:
Muchas gracias a ti por el tiempo invertido, Nuvem, y me alegro de que te haya gustado. No sé si has participado en el concurso pero si lo has hecho te deseo mucha suerte. :60:
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Isma
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Isma »

Qué bonito, y qué bien leerlo fuera de los concursos, donde a veces se nos olvida lo que deben ser los relatos sin necesidad de que alguien los puntúe.
Efeyabel
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Efeyabel »

Me ha gustado mucho y me uno a las alabanzas.
Pero si algo tengo que señalar es que algunas frases son demasiado largas y con demasiadas ",".
El parrafo-frase sobre la relación del indio por ejemplo me ha costado mucho leerla al tener 7 comas y mas de 750 letras. Creo que podría ser mas conciso para ayudar a la lectura

Pero he disfrutado de la lectura. Muchas gracias
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Berlín »

Isma escribió: 13 Nov 2023 11:38 Qué bonito, y qué bien leerlo fuera de los concursos, donde a veces se nos olvida lo que deben ser los relatos sin necesidad de que alguien los puntúe.
Si tuviera una escalera te daba un beso.
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Berlín »

Efeyabel escribió: 13 Nov 2023 13:45 Me ha gustado mucho y me uno a las alabanzas.
Pero si algo tengo que señalar es que algunas frases son demasiado largas y con demasiadas ",".
El parrafo-frase sobre la relación del indio por ejemplo me ha costado mucho leerla al tener 7 comas y mas de 750 letras. Creo que podría ser mas conciso para ayudar a la lectura

Pero he disfrutado de la lectura. Muchas gracias
Pues le daré una vuelta al tema a ver si lo puedo solucionar, gracias, compi.
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Alfonso M. Parrondo
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Re: Parece tan fácil

Mensaje por Alfonso M. Parrondo »

Muy interesante. Me encantan los pensamientos y el ritmo.
Jugando al ping Pong
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