magali escribió: ↑26 Sep 2023 11:13De la forma en que está escrito: no es de mi gusto personal hoy en día. Pero no puedo decir si está bien o mal. Cada cual tiene sus gustos; tanto escritores, como lectores.
Voy a hacer un pedazo de off-topic, pero es que este es un tema que me interesa y me preocupa a partes iguales y me brindas una oportunidad fabulosa con tu comentario
Además ya me he contenido varias veces y como siga haciéndolo, acabará siendo peor.
Cuando escribo por aquí mis impresiones sobre un texto (esta novela o cualquier otro), no pretendo sentar cátedra. Bueno, ya veis que cada poco insisto en que sólo es mi opinión, mi criterio, mi gusto o lo que sea, lo voy dejando siempre bastante claro.
Es obvio que no es lo mismo opinar en un foro sobre un texto que analizarlo desde una perspectiva más académica. Digo esto porque además de a leer por placer y pasión, me dedico a la literatura desde el plano docente y la investigación. Y por eso he podido observar en muchas ocasiones, tanto entre investigadores como entre lectores, un mismo
tic: pensar los textos como si en su esencia hubiese una verdad única y absoluta que invalidase cualquier otra.
Yo trato de evitar esto siempre, en ambas facetas, aunque no sé si siempre lo logro. Es fácil contagiarse. Es evidente que hay un texto original, pero a partir de ahí hay tantas lecturas ya no como lectores, sino como momentos. Hasta los propios autores cambiarían una y otra vez fragmentos de sus textos si los revisaran de forma periódica. ¡Y eso que se supone que ellos parten de unas ideas que quieren plasmar y transmitir! ¿Quiero decir con esto que todas las lecturas son válidas? No, en absoluto: sólo expreso que lo que sí tengo bastante claro es que hay más de una lectura válida, con independencia de que sea lea por placer o con una intención más analítica.
Pero, si hay muchas lecturas válidas y no todas lo son, ¿cómo diferenciamos unas de otras? ¿Dónde está la línea? Pues en buena parte de los casos, he aquí la magia de la literatura: no lo sabemos. Caminamos a tientas. Nos acercamos, nos alejamos y usamos todo tipo de herramientas (racionales, académicas, sensoriales, intuitivas) para tratar de esculpir ideas más o menos ciertas. Porque en el fondo, sabemos que la literatura es algo que
se hace (qué feo suena dicho así), pero también (quizá sobre todo) algo que
nos hace aquello que leemos. Tampoco importa mucho: ambas cosas no se pueden separar.
Como podréis imaginar, y si no os lo cuento yo porque tengo algo de callo con el asunto, para gran parte del mundo académico esto que acabo de esbozar es una absoluta gilipollez que delata mi incapacidad para el análisis y la crítica literaria. No quisiera estirar mucho más este denunciable off-topic, pero he llegado a la conclusión de que existe un descomunal complejo que se materializa en la obsesiva necesidad de elevar el análisis y la crítica literaria a la categoría de ciencia. Parece que, si no se hace ciencia en la indagación en literatura, no sirve para nada. Y para hacer ciencia hay que objetivar, hay que intentar sustanciar verdades irrefutables; y por tanto desmentir (y convertir en enemigo a someter) a quien las contradiga. Y yo, torpe de mí, pensando todavía que no hacer ciencia (al menos esa clase de ciencia) es un fuente de riqueza, lo que hace especial esto a lo que dedicamos tantas horas, lo que hace que no sea asumible por una inteligencia artificial. Es más, pienso que no hacer ciencia no tiene por qué suponer una falta de rigor. Pero bueno, la culpa es mía por dedicarme a esto
Termino y vuelvo a la novela que nos ocupa. No me gusta que el virus de la cátedra sentada se transmita a veces también a los lectores y lectoras que simplemente compartimos impresiones a flor de piel. Bastante tengo ya con doctores y catedráticas. Y menos aún querría yo ser responsable de transmitir el bicho. Así que lo dicho: lo que alabo, critico o reflexiono aquí, no son ni pretenden ser más que mis opiniones personales.
Blog
Entrevistas
Revista
Fotos
Marea tóxica. Chen Qiufan (2013).
