Diálogos

[madison]

Pero ¿Te das cuenta de lo que me propones? -le preguntó Albert, plantándose delante de él-. Cometer... ¡Un sacrilegio! Robar el dinero de los monumentos a los caídos es como profanar un cementerio, es... ¡Un ultraje a la patria! Porque, aunque el Estado ponga un poco de su bolsillo, la mayor parte del dinero procede... ¿De dónde? ¡De las familias de los muertos! De las viudas, los padres, los huérfanos, los compañeros de armas... A tu lado, el famoso asesino Landrú parecerá una hermanita de la caridad.
Pierre Lemaitre, Nos vemos allá arriba

[madison]

¿Es eso lo que piensas?
¿Que fue demasiado cobarde?
¿Que no tuvo el valor suficiente?
-El hombre negó con la cabeza-.
Chico, ¿Qué crees que es el amor?
¿Por qué nos enamoramos de una determinada persona y no de otra?
Es un misterio: ni siquiera los expertos lo comprenden.
El susurro del diablo, de Miyuki Miyabe

[madison]

-Ésas son las alegrías -dice cansinamente. - ¿De qué alegrías hablas? -Las alegrías de intentar publicar un diario que no resulte vergonzoso con un cinco por ciento de los recursos que harían falta. -Ah, sí -replica él-. Las alegrías del diario. - ¿Y tú? ¿A quién le estás destrozando la autoestima hoy?
Los imperfeccionistas, de Tom Rachman

[madison]

Todo el mundo aspira a la perfección -le dijo el hombre-. En uno mismo. Y que nos indiquen los pasos que se deben seguir -intervino la mujer. Con una simple orden -prosiguió el hombre. Con palabras de aliento. Y una actitud positiva -concluyó la mujer.
Oryx y Crake, de Margaret Atwood

[durito]

BRUTO ¡Ah, Casio! Son muchas mis desgracias.
CASIO Busca otra filosofía, entonces,
si esta no te ayuda ante la desgracia.

shakespeare, julio césar

[Gretogarbo]

— O suponga usted, por ejemplo, que quiere acabar un libro.
— Por regla general —dije yo —suelo desear no haberlos empezado nunca.
El nuevo acelerador. H.G. Wells.

[Gretogarbo]

—Por usted ya he roto dos compromisos. ¿Cuántos ha roto usted por mí?
—Ninguno —respondió Selden con calma—. Mi único compromiso en Bellomont era con usted.
Ella le miró, sonriendo vagamente.
—¿De verdad ha venido a Bellomont para verme?
—Desde luego.
La reflexión intensificó la mirada de Lily.
—¿Por qué? —murmuró con un acento desprovisto por completo de toda coquetería.
—Porque es un espectáculo maravilloso: siempre me gusta contemplar lo que hace.
—¿Cómo sabía lo que hacía si no estaba aquí?
Selden sonrió.
—No tengo la pretensión de creer que mi llegada ha desviado en un ápice el curso de su conducta.
—Esto es absurdo… ya que, si usted no estuviera aquí, ahora no pasearíamos juntos.
—No, pero pasear conmigo es sólo otra forma de usar su material. Usted es una artista y da la casualidad de que hoy me toca a mí ser el color que usa. Parte de su inteligencia reside en la capacidad de producir efectos premeditados de manera improvisada.
La casa de la alegría, de Edith Wharton (traducción de Pilar Giralt Gorina).

[magali]

[...]

—A lo mejor podías conseguirnos libros gratis —dijo en el acto Magali con un sentido comercial inversamente proporcional a su sutileza.
—Esto…, sí, claro, veré qué puedo hacer.
—Gracias.
—En cualquier caso, puedo recomendarle una novela muy buena, La bañera. Y conseguirle varios ejemplares de regalo.
—Ah, sí, me suena. Por lo visto no vale nada.
—De ninguna manera. Y, precisamente, le presento al autor.
—¡Ay, lo siento! Si hay oportunidad de meter la pata, la meto hasta el fondo.
—No se preocupe —la tranquilizó Frédéric—. Yo también digo a veces que por lo visto un libro no vale nada, sin haberlo leído.
—Pero voy a leerlo. Y a ponerlo en un lugar destacado. A fin de cuentas, no todos los días tenemos en Crozon a un famoso —recogió velas Magali.
[...]

La biblioteca de los libros rechazados - David Foenkinos

[Gretogarbo]

Magali por magali.

[magali]

Magali por magali.

No suelo encontrarme mi pseudónimo con frecuencia. En Bella del señor creo que era el nombre de una gata.

Traje la cita no solo por eso, sino también por esta frase:

—No se preocupe —la tranquilizó Frédéric—. Yo también digo a veces que por lo visto un libro no vale nada, sin haberlo leído.

[Gretogarbo]

Traje la cita no solo por eso, sino también por esta frase:

—No se preocupe —la tranquilizó Frédéric—. Yo también digo a veces que por lo visto un libro no vale nada, sin haberlo leído.

¿Tú también dices eso?

[magali]

Traje la cita no solo por eso, sino también por esta frase:

—No se preocupe —la tranquilizó Frédéric—. Yo también digo a veces que por lo visto un libro no vale nada, sin haberlo leído.

¿Tú también dices eso?

No es porque yo lo diga o no, más bien es porque solemos hacernos una imagen de un libro sin haberlo leído, como muy bien explica Pierre Bayard en Cómo hablar de los libros que no se han leído. Y eso da lugar a ideas preconcebidas sobre una lectura que luego puede sorprendernos para bien o para mal.

[Gretogarbo]

No es porque yo lo diga o no, más bien es porque solemos hacernos una imagen de un libro sin haberlo leído,...

En eso también caigo yo, lo reconozco. Supongo que será por influencia de otros libros del autor, por el tipo de literatura, por alguna entrevista al escritor que hayamos leído u oído,...

[hierbamora]

Las mujeres eran amigables, pero lentas en comenzar a hablar. Pecola solía tomar la iniciativa con Marie, quien, una vez inspirada, era difícil de detener.

—¿Cómo es que tiene usted tantos novios, Miss Marie?
—¿Novios? ¿Novios? Salchichita, no he tenido un novio desde 1927.
—No lo tuviste ni entonces —dijo China.
Metió los rizadores calientes en una lata de Nu Nile. El aceite siseó al contacto del metal.
—¿Cómo es, Miss Marie? —insistió Pecola.
—¿Cómo es qué? ¿Cómo es que no tengo novio desde 1927? Porque no ha habido hombres jóvenes desde entonces. Fue entonces cuando se terminaron. La gente empezó a nacer vieja.
—Quieres decir que fue entonces cuando tú te hiciste vieja
—Quieres decir que fue entonces cuando tú te hiciste vieja —apuntó China.
—Yo nunca me he hecho vieja. Sólo he engordado.
—Es lo mismo.
—¿Te figuras que porque estás flaca se te ve joven? Tú harías comprar una faja a un esqueleto.
—Y tú pareces el lado norte de una mula que mira al sur.
—Lo único que sé es que esas patizambas piernecitas tuyas son exactamente tan viejas como las mías.
—No te preocupes por mis piernas. Son lo primero que ellos apartan.

Las tres mujeres rieron.

Toni Morrison, Ojos azules

[hierbamora]

El último brochazo de sol se aleja del pozo y decolora la vida, realzando el cansancio de la convivencia. Como cuando en mitad del sueño se destapa la farsa y el despertar es una mala comedia.

-Todavía tienes la cabeza lastimada por la fiebre. Come algo y duerme. Mañana estarás mejor, dijo el Grande, recostándose.

El Pequeño no se mueve.
-Creo que tengo la rabia, dice.
-No. Aún no tienes la rabia.

El Pequeño lo mira sin amor, y pregunta:
-¿Y qué es esta ira que siento por dentro?
-Te estás haciendo un hombre, dice el Grande.

Iván Repila, El niño que robó el caballo de Atila