Cielo de claraboyas - Silvina Ocampo

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clachalote
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Re: Cielo de claraboyas - Silvina Ocampo

Mensaje por clachalote »

No comparto con la comparación con María Luisa Bombal >.< Tal vez en la forma metafórica, pero no en el sentimiento.
Releído y sigo con la misma impresión. Me desorienta tanta comparación y quedo con una sensación de haber sido engañada con tanta floritura >.<

No me entra ._.
.. la justa discriminación entre lo que es necesario, lo que no es necesario ni destructivo, y lo que es destructivo — Ursula K. Le Guin

:101: El mito de Sísifo / Matilda
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magali
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Re: Cielo de claraboyas - Silvina Ocampo

Mensaje por magali »

ClaMargara escribió:No comparto con la comparación con María Luisa Bombal >.< Tal vez en la forma metafórica, pero no en el sentimiento.
Releído y sigo con la misma impresión. Me desorienta tanta comparación y quedo con una sensación de haber sido engañada con tanta floritura >.<

No me entra ._.
Te dejo tapado lo que más me impresionó del cuento, y si no es más doloroso es precisamente gracias al maravilloso uso del lenguaje. A eso me refería con la distracción. Igual a ti no te dice nada, pero a mí me conmovió.
"¡Voy a matarte!". Y como un trueno que rompe un vidrio, se oyó el ruido de jarra de loza que se cae al suelo, volcando todo su contenido, derramándose densamente, lentamente, en silencio, un silencio profundo, como el que precede al llanto de un chico golpeado.
Despacito fue dibujándose en el vidrio una cabeza partida en dos, una cabeza donde florecían rulos de sangre atados con moños. La mancha se agrandaba. De una rotura del vidrio empezaron a caer anchas y espesas gotas petrificadas como soldaditos de lluvia sobre las baldosas del patio. Había un silencio inmenso; parecía que la casa entera se había trasladado al campo; los sillones hacían ruedas de silencio alrededor de las visitas del día anterior.
La falda volvió a volar en torno de la cabeza muerta: "¡Celestina, Celestina!", y un fierro golpeaba con ritmo de saltar a la cuerda.
Las puertas se abrían con largos quejidos y todos los pies que entraron se transformaron en rodillas. La claraboya era de ese verde de los frascos de colonia en donde nadaban las faldas abrazadas. Ya no se veía ningún pie y la falda negra se había vuelto santa, más arrodillada que ninguna sobre el vidrio.
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